La ontología de la acción se da inseparable de la psicología y de la
ética en tanto praxis de los individuos. Pero es necesario indagar sobre ¿qué
entendemos por acción? Ya que de ésta tanto hablamos y decimos. De allí que nos
urge determinar qué significa realizar una acción o hacer algo en nuestras
vidas.
La
acción es una actividad, que incluye para su realización un tipo movimiento o
varios tipos movimientos; por lo que la acción es un proceso, el cual que tiene
dentro de sí mismo su fin, es decir, el fin que se propone le es inmanente al
individuo que lleva a cabo su acción. Por lo que un conjunto de disposiciones y
facultades para conseguir este fin. En este sentido, el individuo es un agente activo
de acción que se identifica con la acción y el fin que ejecuta.
En
la consecución de la acción es importante considerar y estar atentos a las
características del proceso. Pues en este proceso el sujeto se ha de
identificar con su meta, ya que a ésta tiende en su logro. La acción y la meta
son de su interés, le atañen en su ser. El fin depende de la acción, y la acción
del fin. Es una relación intrínseca.
Ahora
bien, ¿de qué tipo de acción estamos tratando? Estoy tratando sobre aquellas
acciones que tienen en sí la índole de mi bienestar, de lo que yo quiero ser y hacer; por
lo que adquieren sentido en el ámbito de mi acción. De allí que no podemos
confundir el producir cosas con la acción que tiene un fin en sí misma, esto
es, que su fin es ese ser que quiero ser. Es mi acción sobre mí mismo. Soy el
fin de mi praxis.
La
acción no es un mero hacer. No es mero un movimiento, no es un mero producir. Mi
acción me debe tener como fin a mí mismo. Porque entonces no es acción, sino es
un movimiento externo a mí; un algo en lo que yo no estoy involucrado, es
decir, en el que yo no soy un fin para mí mismo.
La
naturaleza de los fines es lo que distingue a la acción de la producción, si entendemos que en ésta última el fin está
fuera de sí misma. A veces, hacemos producción y movimientos sobre nosotros
mismos creyendo que son acciones. Aquellas, producción y movimiento, nada tienen
que ver con la psicología y la ética del individuo en la consecución de un fin
que le es propio, que le es intrínseco.
Muchos
haceres que buscan el bienestar están fundados en la producción, esto es, en el
producto que llega a ser lo que es mediante la técnica, que es algo exterior. Por el contrario, la
acción es un movimiento que tiene su fin dentro de sí mismo y se lleva a cabo
en función de sí mismo. Como antes he señalado, tal fin soy yo, el yo que
quiero ser para mí.
La
acción es siempre acción, porque tiene su fin en sí misma. Aunque se sirve de
la producción, en tanto medio, para alcanzar su realización, por lo que tiene resultados
que le son externos. Pero esto no cambia la naturaleza de la acción. ¿Cuál es
la causa de la acción en nosotros? ¿Qué nos hace llevar a cabo esta praxis?
Aristóteles,
en la Ética a Nicómaco, señala que “la causa de la acción es la elección, y la
causa de la elección es el deseo y el pensamiento en vista del fin” (EN, VI, 2,
1139 a 31-34). Como apreciamos en este conjunto de con-causas, la causa de la
elección es el deseo. ¿Qué se desea? Deseo mi bienestar, deseo ser lo que
quiero ser. Como vemos el fin de mi acción está en mi mismo.
Otro
aspecto que debemos tener en consideración como causa de la acción es el
pensamiento en vista del fin, a saber, nuestra deliberación sobre los medios
para alcanzarlo. La acción no es algo ciego, impulsivo. La acción es elección y
deliberación cuyas con–causas son el deseo y el pensamiento en vista del fin. Y
como ya hemos indicado el fin yo soy, mi bienestar en tanto me realizo en el
ser que quiero ser. En mi reconocerme, en dejar de ser otro, en dejar de ser lo
que no soy, en dejar de estar desgarrado, en dejar de ser una conciencia desventurada.
Esta es la búsqueda del fin último del hombre, que a decir de Aristóteles es
la felicidad.
Aquí
nos encontramos, entonces, en el centro de la filosofía de la acción, es decir,
de la filosofía de los asuntos humanos.
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