sábado, 28 de diciembre de 2019

ORDENAR NUESTRO VIVIR

Desde hace tiempo nuestro vivir se concibe como sometido a un permanente cambio, comprendemos nuestra vida personal y organizacional a partir de este supuesto; creemos que el cambio y la incertidumbre constituyen las características distintivas de nuestro hacer.

Tal creencia se ha generalizado y estamos seguros de que el éxito está en la capacidad de adaptarnos a los cambios y las incertidumbres, está en la velocidad que tengamos para cambiar de paradigmas, de poner a un lado lo que ha caducado y asumir lo nuevo.

Pensar que el cambio y la incertidumbre es lo verdadero se explica por tres aspectos dados en el pensamiento moderno.
Primero, se dejó de conversar con la historia del pensamiento olvidando que desde Heráclito una de las preguntas fundamentales era la comprensión del cambio.

Segundo, se dio la incomprensión de la estructura de la realidad, donde el cambio es condición de todo lo sensible; todo en la naturaleza está sujeto al ciclo de nacimiento, vida y muerte, esta es la condición esencial de lo vivo: la transformación.

Tercero, se produjo la desconexión total con una “verdadera realidad” que trasciende al mundo sensible y es la que le da existencia, sentido y comprensión.

Estos tres aspectos serían indicios para Platón de que estamos sumidos en la caverna viendo solo sombras de la realidad, y nos reprocharía el filósofo que por estar tan asombrados con la idea del cambio nos hemos olvidado que a pesar de todas las transformaciones que nos ocurren a lo largo de nuestra vida seguimos siendo humanos y que las organizaciones, por su parte, aunque sufren muchos cambios siguen siendo las mismas.

Para Platón, la verdadera realidad la constituye el inmutable mundo de las Ideas. Desde esta perspectiva, nuestras frustraciones e impotencias se deben a que buscamos en el mundo sensible realizar actos y tener relaciones ajustadas a la realidad del mundo de las ideas, y olvidamos que nuestros actos y relaciones solo participan en diversos grados de ese mundo y nunca serán expresión plena de él, porque vivimos en mundo imperfecto y sometido a cambios.

La perspectiva platónica nos lleva, en primer lugar, a comprender que nunca habrá total plenitud ni perfección en cualquiera de nuestros actos y relaciones. Debemos asumir esta realidad, pues por el contrario nos generaremos frustraciones. En este mundo nunca lograremos el matrimonio soñado, ni el producto final perfecto ni el jefe inigualable ni la satisfacción plena de nadie.

En segundo término, Platón nos hace comprender que al aceptar nuestras limitaciones nuestras acciones estarán orientadas hacia el mundo ideal, esto es, hacia el mundo de las Ideas: bello, lo verdadero, lo bueno y lo justo. Porque la imperfección de nuestras acciones y relaciones tienden hacia la búsqueda de lo ideal.

En tercer lugar, el filósofo nos hace ver que al liderar organizaciones y equipos humanos siempre estamos ante las amenazas de la decadencia y la descomposición de éstos. Por tanto, la función crítica y esencial de un líder es evitar la desintegración del equipo y la organización[1].

Las organizaciones al tener políticas de comportamiento, de compromisos y atención a los valores en las relaciones interpersonales, su cultura se degrada más lentamente porque se busca lo ideal. En esta búsqueda se tratan de evitar malas prácticas, malas comunicaciones, el desorden del poder, la falta de calidad y la ausencia de valores, todo esto porque en nuestro hacer tendemos al mundo de las Ideas platónicas.

El rol del líder es administrar el presente, con sus problemas y urgencias, llevando a la organización al ideal proyectado. Un ideal que debe ser satisfactorio para todos los miembros por ser justo y querer alcanzar una meta perfecta y admirable; de esta manera las acciones del líder y de los miembros se acercan a las propiedades del mundo de las Ideas.

Por el contrario, si solo nos dedicamos a lidiar con el día a día, a resolver metas inmediatas, es decir, lo urgente, estaremos encerrados en la caverna viendo y gestionando sombras. Y nos olvidamos de lo que es realmente importante, cuya misión —en sentido platónico— sería construir un ideal personal, de equipo y de organización.

Aunque estamos en mundo de contingencias, de cambios y mutaciones, nuestras acciones y actos se dirigen a alcanzar unos ideales que están más allá de los cambios permanentes. Son estos ideales los nortes que guían nuestros haceres. Por ello, ante nuestro hacer Platón nos preguntaría ¿Cuál es la idea de organización justa, armónica y buena que orienta nuestra gestión? ¿Qué Idea dirige nuestro hacer? ¿Cómo organizamos ésta?


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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[1] Entendamos que una organización puede ser una empresa, una familia, un matrimonio, un grupo de amigos…

sábado, 21 de diciembre de 2019

ACUERDOS JUSTOS

Unas de las cosas buenas que nos legaron los sofistas, y hay que agradecerles, es habernos abierto los ojos sobre el hecho de que tenemos que lograr acuerdos justos sobre los honorarios a cobrar por las asesorías filosóficas. Vieron que el conocimiento tiene su valor monetario y eso es justo, no eran ningunos remilgados en este aspecto.

Otra cosa que nos enseñaron fue apreciar y saber manejar el poder de las palabras, de los gestos y las emociones, el poder que éstas tienen para influir, convencer y movilizar a los demás en diversos ámbitos de la vida. Saber utilizar el poder de las palabras es algo importante en el diario vivir, sino sabemos esto vamos a la deriva. Porque nunca sabremos cuando nos utilizan con ellas y nosotros no sabremos hacer uso de las mismas.

A través de esta perspectiva pragmática y relativista reconocemos que las personas tienen distintas visiones e interpretaciones del mundo, ninguna es más verdadera que otra y cada interpretación se relaciona con los intereses, deseos y perspectivas de cada quien. Esta es una realidad porque los clientes, por ejemplo, tienen una visión particular de una organización, los trabajadores otra y los propietarios tienen otra.

Lo relevante es comprender que tales visiones e interpretaciones son la realidad de cada persona y grupo, y éstas nacen de sus intereses particulares y necesidades, las cuales se transforman en formas de actuar, sentir y pensar. Esto es lo que debemos tener en cuenta para sortear la complejidad de nuestras relaciones interpersonales.

Lo anterior nos hace entender que lo relevante para que nuestras ideas sean consideradas dentro de una organización, un grupo o por una persona, es que las mismas interpreten correctamente el universo de interés de quienes toman las decisiones que tengan capacidad para implementar los proyectos. Lo que determina el éxito de una idea no es la racionalidad sino el poder de convencimiento y realización fundado en un universo de intereses.

Lo que queremos lograr y nuestros objetivos están enmarcados en un conjunto de interpretaciones y de intereses, así mismo sucede con las demás personas, los grupo, las organizaciones; cada quien debe influir, crear su proyecto y estar dispuesto a movilizarse de acuerdo a ese universo de interés. A partir de ahí se contará con la capacidad de movilizar recursos, decisiones y acciones a partir del poder de las palabras.

Para los sofistas ni lo absoluto, ni lo permanente ni lo trascendente existen; cuestionan la posibilidad de un conocimiento objetivo y dudan de que la comunicación se funde en una comprensión plena. Para ellos, cada persona o grupo tiene su forma particular de ver el mundo, la comunicación se fundamente en la capacidad de convencer y el entendimiento mutuo es un dato inseguro, por lo cual el resultado de nuestras interacciones interpersonales son resultado del esfuerzo de comprensión.

En el plano de la dirección de personas, los sofistas señalarían que la incapacidad de acción y las barreras de ejecución se encuentran en las historias que las personas se cuentan a sí mismas y sobre los otros como si éstas fuesen verdades absolutas: etiquetamos o clasificamos a una persona o un asunto como difícil y así lo tratamos de ahora en adelante sin averiguar si en verdad es así o no; de esas verdades proviene la inoperatividad de nuestras acciones.

Nuestra resistencia a los procesos de cambio sean personales, grupales, tecnológicos… tiene su raíz en qué pensamos, en qué sentimos y cómo evaluamos el proceso que atravesamos más allá de las características del sistema que se implementa. En estos casos, la función del liderazgo está en la construcción de relatos capaces de dar dirección, sentido y capacidad de acción a las personas en función del universo de intereses en que éstas se encuentran inmersas.

A partir de lo anterior, la principal preocupación de los sofistas sería conocer cuáles son las claves desde las cuales nos contamos nuestra historia, proyectamos nuestro futuro y vivimos el presente, pues en ese relato se juegan nuestras posibilidades futuras.

Los sofistas exigirían una definición clara de nuestros intereses y expectativas dentro de una organización y en nuestro vivir: ¿Hacia dónde queremos ir? ¿Cuál es el camino que debemos seguir para lograrlo?... La actitud con respecto a nuestras historias personales debe estar dirigida a investigar el poder de acción que emerge de ellas. No podemos estar interesados en ser condescendientes ni complacientes con lo banal, tenemos que enfocarnos en mejorar nuestros indicadores, renunciar a esas historias inadecuadas que solo nos sirven para justificar lo que no pasa y nos restan capacidad de acción.


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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sábado, 14 de diciembre de 2019

KENTUKIS

Kentukis[1] nos inserta en el mundo de la técnica y la tecnología, dónde ambas como criaturas emancipadas hacen todo lo posible para sobrevivir terminando por dominarnos y convirtiéndonos en sus súbditos; han terminado por atraparnos.

En la novela de Samanta Schweblin se plantea la «astucia de la técnica»[2] que a imagen de un Golem se conduce a metas diferentes a la que originariamente le habían sido trazadas ejerciendo sobre nosotros su poder de dominación.

La interpretación sobre la astucia de la tecnología y la técnica considera que éstas son la causa de la «refrigeración de lo social»[3], que consiste en el enfriamiento y congelamiento de nuestras relaciones interpersonales debido al aislamiento provocado por ella mismas. Tal crítica señala que éstas nos han llevado a la pérdida de las solidaridades humanas y comunitarias, que constituyen la especificidad de las sociedades históricas, al abandonarnos unos a otros.

La crítica del siglo XX y XXI a la tecnología, es que gracias a ésta el aislamiento humano se ha convertido en la característica de los habitantes de las ciudades contemporáneas, lo cual ha contribuido al encierro en nosotros mismos, fundamento de las sociedades solitarias de hoy día. En medio de toda esta tecnología nos hemos terminado por convertir en sujetos asociales, es la opinión que prevalece cuando se alude al detrimento social causado por la cibercultura.

Para Maffesoli, y esto lo apreciamos en Kentukis, se produce una inflexión dentro de la cibertécnología, la cual consiste en que lo arcaico social se manifiesta en ella. En el ciberespacio apreciamos los afectos y recreaciones de los vínculos sociales, el arcaísmo social pervive dentro y se refuerza dentro la misma técnica a niveles sin fronteras. Los vínculos sociales siguen interactuando en el ciberespacio como formas de relación, Facebook y WhatsApp son sus expresiones más resaltantes. En el caso de Kentukis son esos aparatos homónimos.

En el ciberespacio se establecen nuevas formas sociales de relaciones, donde lo arcaico nos remite a las características primarias de nuestra naturaleza de los vínculos sociales manifestados en la capacidad de fantasear e intercambiar socialmente. En el caso de los Kentukis se construyen relaciones a partir de lo inmaterial, en un imaginario desarrollado en el cuerpo de las redes sociales; es una realidad inmaterial, una ficción a manejar.

Las redes sociales han generado una nueva sociabilidad, han conformado nuevos sitios comunitarios, un nuevo «reencantamiento del mundo» dice Maffesoli. Cada día hay más usuarios en las redes sociales, que buscan un espacio de expresión e intercambio, allí se dan todas las manifestaciones humanas. Se difunden en estas redes sociales: los problemas y las inquietudes personales, las creencias y las dudas, se buscan amantes, se difunde pornografía casera, manifestaciones artísticas, noticias, mentiras… En realidad, se busca al otro.

Toda esta trama constituye la búsqueda de vínculos sociales, según el interés de cada quien. En esto hay tipos de sociabilidad, en oposición a la idea racional y demasiado rígida de lo que es social o en oposición a lo social institucionalizado. La sociabilidad en el ciberespacio restituye la dimensión simbólica de la existencia y acentúa el hecho de que la sociedad se basa en el valor de las cosas que no tienen necesariamente un precio. Con todas las consecuencias que esta socialización posee.

El arcaísmo social en las redes sociales se expande cada día, es un acontecimiento. Lo arcaico de buscar a los otros para relacionarnos es lo que obra en contra del aislamiento de la tecnología y del congelamiento social. Lo que se da en este acontecimiento social un lugar horizontal por la fusión entre la tecnología y el arcaísmo social, al ser un lugar que establece vínculos entre iguales.

Facebook remite a una horizontalidad donde podemos intercambiar con y entre otras personas, aunque se ejerce el dominio vertical en la censura avalada por unas normas comunitarias del propio sitio web; o se abren blogs u otros instrumentos para publicar sin que haya un jurado que juzgue previamente lo publicado. De allí que haya expresiones como «este es mi facebook o este es mi blog  y publico lo que quiero».
Hacer conocidos e intercambiar en las redes sociales despliega nuevos roles de social, donde lo intempestivo e inatrapable encuentran una nueva actualidad en la cibercultura, que permite convertir la propia vida en algo otro que impregna la totalidad de la existencia social. Cualquiera dice búscame en facebook o en instagram como antes decían que lo buscaras en la calle tal o en el barrio tal. Este acontecimiento de-construye la forma social existente hasta ahora e impone otra forma.

Esto es lo que ha estado sucediendo. Podemos sin demasiadas dificultades encontrar gente afín a nuestros intereses por la variedad de gustos —sexuales, musicales, deportivos, consumistas, religiosos, filosóficos— encontraremos allí quien le dé «me gusta» a lo que publicamos.

A partir de esto generaremos una comunidad social como instinto básico de todo humano. Hay en las redes sociales un hormigueo cultural y a partir de éste vamos elaborando intercambios, donde lo que se va instituyendo se burla de lo instituido. En este nuevo entramado se ponen en juego nuevos vínculos, pues en el ciberespacio cualquier cosa tiene su espacio. Es el crisol de una nueva y vieja vida social.

En el caso de Kentukis la historia termina desgarrada, pero asimismo se ocurre en lo social instituido. Lo que percibimos en la novela de Schweblin es que nos aferramos a ese arcaísmo social que busca del roce, del intercambio aunque éste termine en desgracia, que es buena parte de la historia social de las personas.

Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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[1] Kentukis. Novela de Samanta Schweblin.
[2] Ver, Michel Maffesoli. El tiempo de las tribus.
[3] Ver, Michel Maffesoli. Iconologías nuestras idolatrías posmodernas.

sábado, 7 de diciembre de 2019

IRONÍA PARA VIVIR

La ironía es un instrumento para ser capaces de reconocer nuestra ignorancia y darnos cuenta que vivimos de muchas ilusiones, ésta nos abre el camino para encontrar el sentido que motoriza nuestro pensar-hacer; no es suficiente leer una definición de justicia para transformarnos en justos ni que un coach nos entrene con un set de declaraciones fundamentales para luego salir a pregonarlas.

Lo que nos mueve, lo que es capaz de alimentar nuestra acción y sostenernos en medio de dificultades y cambios es lo descubrimos en nuestro interior, es ahí en nuestro pensar-hacer donde debemos encontrar nuestras respuestas, el sentido y el significado de nuestro vivir.

Con nuestras acciones conviven meras opiniones y juicios infundados que nos hacen perder el sentido de nuestros asuntos, pero a la vez conviven verdades de sentido que nos conducen por el camino adecuado a nuestros fines y que nos hacen ser capaces de encontrar lo que es adecuado nuestra hacer.

La propuesta filosófica nos muestra que somos nosotros quienes debemos buscar las respuestas que ya de alguna manera poseemos; la filosofía práctica nos ayuda a través del diálogo a encontrar eso que estamos buscando, a vencer los prejuicios, a superar las creencias y apasionarnos por el descubrimiento de lo que hacemos.

El arte de preguntar y la ironía son el legado socrático que nos ayudan a encontrar la verdad de nuestros sentidos de vida y la fuerza que nos impulsa a actuar. Preguntar es reconocer nuestra ignorancia y nos abre a la búsqueda de los sentidos vitales, nos permite encontrar el sentido de nuestro hacer a través de la reflexión; al preguntar buscamos derribar mitos, prejuicios y creencias para encender la voluntad que nos lleve a actuar según nuestras metas.

El arte de la mayéutica, implícito en el diálogo, nos permite alumbrar nuestros procesos productivos y revisar nuestra capacidad de reflexión a través de preguntas abiertas, que nos llevan hacia las respuestas que esperamos encontrar para motivar nuestra acción. Esto supone dominar el arte de dialogar y tener la capacidad para encontrar los sentidos de nuestro pensar-hacer, tener confianza para encontrar respuestas a las preguntas fundamentales.

Lo anterior nos lleva a plantearnos algunas preguntas, por ejemplo, ¿tenemos el valor para despojarnos de nuestras creencias y prejuicios errados? ¿Tenemos una actitud abierta al diálogo? ¿Somos capaces de actuar en consecuencia a los sentidos de vida que descubrimos? Dar respuestas acertadas a estas interrogantes nos abre el camino a la reflexión y a un hacer adecuado.


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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sábado, 30 de noviembre de 2019

EL DIÁLOGO CAMINO DE ENCUENTRO

El diálogo filosófico inaugura siempre las preguntas por el sentido de la vida, no es se reduce a la conversación trivial que deja por fuera este sentido. Es la reflexión que hacemos nosotros y con el cual nos configuramos.

Nos toca preguntar: ¿qué es la política? ¿Qué es el poder? ¿Qué es el desarrollo? ¿Qué es la comunicación? Respuestas que no se quedan en meras descripciones de acciones o acusaciones de teóricas. El diálogo nos permite darnos cuenta que desconocemos los atributos y las particularidades de lo que hacemos y hablamos, nos hace ver el velo de la ilusión. Aunque no seamos capaces de reconocer nuestra ignorancia y abrirnos al encuentro de nosotros y el mundo.

Hacemos las cosas desconociendo el sentido de lo que hacemos, tenemos crisis de seguridad pero no reflexionamos sobre qué es vivir seguro, sobre qué es la virtud, sobre qué es la vida pública y qué es la vida comunitaria. Vivimos bajos los presupuestos del sentido común creyendo que la política es robar el erario público, que la prosperidad es solo generar riqueza monetaria o que la educación nos prepara para la vida laboral.

Somos una sociedad con la capacidad de ir a ninguna parte y de no reconocer nuestra ignorancia, por lo que es imposible abrirnos al aprendizaje y con ello nos condenamos a estar atrapados en las mismas prácticas de nuestra inefectividad y frustración. Creemos que nuestras opiniones son la verdad y actuamos irresponsablemente desde concepciones equivocadas.

La pregunta y la búsqueda de respuesta es fundamental para entender el sentido y fin de nuestras acciones, la claridad del ser de éstas y después establecer el cómo, cuándo y cuánto. A partir de éstas empezamos la reflexión estratégica para llevar a buen término nuestro hacer haciendo depender lo importante de lo secundario y lo trascendente de lo contingente.

De aquí que nuestra función principal es encontrar el para qué o sentido de lo que hacemos y, por supuesto, luego actuar en consecuencia, ordenando nuestro vivir alrededor del núcleo del sentido. Pues nuestro accionar se fundamenta en una concepción que tenemos del mundo consciente o inconscientemente.

A partir de lo anterior, debemos considerar si somos capaces de declarar nuestra ignorancia y buscar ayuda para encontrar un sentido en nuestro vivir, si somos capaces de cuestionar las opiniones que parecen verdaderas y ciertas, si buscamos encontrar respuestas a través de preguntas y si damos sentido a nuestro hacer.


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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sábado, 23 de noviembre de 2019

IMPACIENCIA Y ANSIEDAD

Uno oye a mucha gente, particularmente jóvenes, ufanarse de ser impacientes o de su impaciencia, de querer y hacer las cosas para ya o para ayer. Algunos por ser impacientes se llaman proactivos (palabra un tanto ridícula) y se enorgullecen de esa irreflexiva y frenética actividad creyendo que es algo propio de la juventud. Algo de admirar, todo lo contrario.

Si la impaciencia no se atiende, y por lo general no se atiende porque se piensa que es la actitud propia del niño o del joven, además los padres están atareados en la necesidad por sobrevivir, que no les da tiempo de atender a nada más que a eso o por ignorancia, ésta se va convirtiendo con el pasar de los años en una forma inadecuada y termina por convertirse en diversos trastornos nerviosos, lo que la gente llama sufrir de nervios, ser nervioso o vivir estresado.

Es en la edad adulta y más allá donde la impaciencia comienza a pasar factura, ya que la persona no puede mentalmente reprimirse y al no tener la capacidad de esperar se pone nerviosa y no consigue calmarse; por lo que ese estado llega a convertirse en algo enfermizo con las consecuencias que esto acarrea en la persona y en su entorno.

La impaciencia se transforma en ansiedad a medida que pasan los años y cuando las situaciones se complican existencialmente, lo que termina configurando un cuadro de ansiedad y depresión. Además, la ansiedad se ve agravada si se da una situación de falta de afecto, más propia en los ancianos. (https://es.wikipedia.org/wiki/Ansiedad).

Es necesario estar atentos a la impaciencia en el niño y en el joven para que él aprenda a educar y gobernar esta condición. Hay terapias para ello, pero si el cuidador no se da cuenta de esa condición la misma se va agrandando y convirtiéndose en una enfermedad nerviosa. De esa manera, llegan a ser personas adultas y ancianos carcomidos por la angustia permanente al no saber controlar los nervios.

La persona ya en edad avanzada se deteriora más rápidamente al vivir en un permanente estado de impaciencia y ansiedad, que lo hace estar una situación de angustia y aflicción. Por lo cual vive con un sentimiento desagradable y síntomas de tensión, sino se relaja es propenso a todo tipo de daños cerebrales y cardíacos.

La impaciencia es necesaria gobernarla para que después no se convierta en ansiedad y en trastornos nerviosos, aprender a tener fuerza de voluntad para contenernos al momento de desear algo, al estar en lugares públicos moderar nuestras acciones, es para aprender a desarrollar la paciencia antes de llegar a la etapa de la medicación.

No debemos confundir la impaciencia con la perseverancia o la constancia en el hacer. La perseverancia es la “firmeza en nuestro proceder a la hora de realizar una determinada tarea o incluso en nuestra forma de ser en general” (https://definicion.de/impaciente/) La persona perseverante se mantiene firme y constante en su hacer pero no está agobiada por los nervios que produce la impaciencia.

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sábado, 16 de noviembre de 2019

EMPATÍA Y COMPRENSIÓN

La empatía conlleva a la comprensión. ¿Somos capaces de ser empáticos? ¿De saber escuchar con atención? A veces nos resulta difícil escuchar sinceramente los problemas de otra persona, tanto porque los nuestros nos absorben o porque nos cuesta ponernos en el lugar del otro.

Es necesario desarrollar la fortaleza de la empatía y ser comprensivos con quienes lo merecen, pues sentir el malestar del otro abre las puertas a que el otro sienta el nuestro, incluso sin que hablemos de ello; para con nosotros debemos adoptar una actitud protectora y tranquilizadora, muchas veces también debe serlo para con los seres que están a nuestro cuidado.

Cuando escuchamos recibimos tanto como damos, la escucha es relevante pero que hay que ser comprensivos ya que aquella no basta. Hay que comprender nuestros problemas y el de los demás para ser capaces de colmar el vacío afectivo.

La empatía y la escucha son hábitos que debemos aprender, pues a menudo solo nos miramos a nosotros descuidando nuestro entorno y no tendemos la mano ni ofrecemos nuestra atención a los demás. Si solo sopesamos nuestras palabras y lo que estamos convencidos de querer expresar solo habrá largos silencios, y sería mucho más fácil no decir nada.

Hay que saber escuchar para que nos escuchen y saber dar para poder recibir. Escuchar no es suficiente. Entender requiere prepararnos, informarnos, leer y preguntar, para no ser un simplemente extraño que no comprende nada.

Cada quien tiene una visión distinta del mundo y esto dificulta nuestra mutua comprensión, por ello tenemos que ofrecer explicaciones que encajen en las inquietudes del otro. La comprensión no elimina el desacuerdo pero lo transforma en una experiencia enriquecedora.

La empatía y la escucha nos inclinan a lo social y nos hacen pensar como aplicar este comportamiento en la vida diaria. Poder adoptar el punto de vista del otro, cultivar la serenidad, el placer y la diversión es saber desprendernos de todas las cargas que la vida nos echa encima sin hacernos muchas preguntas.

Es en definitiva una posibilidad que nos puede alcanzar a todos si nos tomamos el tiempo de aplicar este comportamiento para mejorar nuestra estima, nuestra relación con los demás y nuestra capacidad para discernir lo importante de lo intrascendente, esto es, cuidar de nosotros mismos.

Debemos aprender a disfrutar de nuestro vivir, por ser un saber que se construye con nuestra forma de ser inspirándonos en el diario vivir, al gestionar nuestras relaciones y pasando la página para recuperar nuestra confianza...

El disfrute de la vida tenemos que encontrarlo a través de nuestras virtudes, fortalezas, sabiduría, habilidades capacidades y con estrategias para recuperar las riendas de nuestro diario vivir, que a veces parece que se nos escapa.

La empatía y la comprensión crean vínculos y complicidades entre nosotros, nos ayudan a construir una vida de placer donde varios estamos implicados.


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sábado, 9 de noviembre de 2019

LA ARMONÍA DE LA VIDA

Nuestro hacer debe representar un constante movimiento por llevar un modo de vida armónico y lograr la tranquilidad de espíritu. En este intento debemos encontrar la claridad en el modo de relacionarnos con nuestro modo de vivir.

De la vida debemos tomar el principio de lo que es bello y armónico, porque nuestro hacer y los modos de pensar deben responder a una proporción que exprese el bien y la belleza. Así nuestro vivir tenemos que organizarlo según una recta proporción entre trabajo, descanso y contemplación.

Es necesario, entonces, descubrir cuál esa proporción que necesitamos para llevar adelante nuestro pensar-hacer. Para hallar el camino correcto hacia esa proporción debemos hacer uso de los sentidos y de la reflexión discursiva; este buen cocimiento nos proveerá de un saber especulativo para asumir los cambios.

Debemos observar cuáles son nuestros patrones de vida y del uso del tiempo que poseemos o de cuáles hacemos uso. Para tener un indicio de la calidad y del desempeño en nuestro vivir. Tenemos que saber cuánto tiempo dedicamos a pensar, a ejecutar, a controlar, pues nos transformamos según las maneras y proporciones en que organizamos nuestra vida.

Tenemos que poseer instrumentos adecuados para cuantificar la realidad de lo que hacemos, evaluar nuestro hacer y la calidad del mismo. Es necesario recordar que para la adecuada toma de decisiones debemos disponer de un conocimiento y una información de calidad.

En nuestro hacer debemos determinar cuál es la proporción la calidad del liderazgo que dedicamos a las respectivas labores. Debemos saber cuántas personas están a nuestro cuidado, cuántos resultados favorables obtenemos, cuánto aprendizaje damos y recibimos. Porque lo bello y lo bueno en la vida responden a los principios de la proporción armónica.

Debemos conocer si medimos cuantitativamente nuestro desempeño; si nuestro entorno revela orden y armonía; si el tiempo empleado refleja las prioridades de nuestra gestión estratégica; si existe en nuestra vida un clima armónico; si respetamos y producimos una adecuada  calidad de vida.

Debemos estar atentos por sentir el clima de armonía que reina en nuestra casa, en nuestro trabajo, en el entorno donde nos desenvolvemos. Observar si las personas se saludan, el orden en que las personas desempeñan sus actividades, el cuidado de los detalles. En fin, observar si hay belleza y orden en nuestro entorno, pues éstos son una clara señal de la calidad de vida que tenemos y nos rodea.

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martes, 29 de octubre de 2019

LA SOCIEDAD DE LA INCOMODIDAD


Desde que se inventó la desdichada y triunfal frase “tienes que salir de tu zona de confort” esta sociedad se ha convertido en la sociedad de la incomodidad. Cada vez que alguien está tranquilo se le condena a que tiene que salir de su confort. ¿Cómo estarán haciendo los hedonistas que son tan dados al confort?

Alguno dirá que estamos en la sociedad post-hedonista. Lo cual no es cierto, mucha gente anda disfrutando de los placeres sibaríticos, otros solo mirando a éstos. Pero en fin alguien ha dado la orden de vivir en la incomodidad y todos hacemos loas y decimos amén a este mandato.

Cada vez que repetimos la infame frase nos creemos que somos originales. Hay una viñeta en las redes sociales que reza: “Tuve que hacerte sentir incómodo, de lo contrario nunca te habrías movido. El universo”. La insensatez llega hasta creer que el universo está preocupado por nosotros y por eso nos obliga a movernos. A estar incómodos.

¿Qué pasó con la comodidad que antes se buscaba? Debe ser que gracias a la tecnología y a las maquinas que resuelven gran parte del hacer físico estamos tan cómodos que ahora necesitamos buscar la incomodidad. Estamos cansados de la ociosidad corporal y mental.

No podemos permitirnos llegar a ninguna zona de comodidad y si llegamos a ella tenemos que salir de ésta inmediatamente y ponernos a hacer algo que nos haga sentirse incómodos. Estamos pasados de estúpidos al hacerle caso a gente que nos dice eso mientras ellos están muy bien apoltronados, gracias a nuestra incomodidad.

Estamos inducidos a hacer lo que nos dicen, nos gusta ser mandados. Si nos dicen que tenemos que estar incómodos nos ponemos incómodos y buscamos todos los argumentos posibles para justificar esa gran idea que nos han metido en la cabeza.

Solo una sociedad ociosa puede aceptar el mandamiento de salir de la zona de confort. Algunos gurús replicarán que es un asunto psicológico no material. ¿Cuál es la diferencia? Es igual nos están ordenando ponernos incómodos. Acaso estos panfletarios tienen la razón. En última instancia es solo el marketing de una vil frase que se ha hecho triunfal.

Muchos repiten la desacertada frase de la boca para fuera mientras disfrutan de lo poco que han alcanzado, que ya es bastante. Para vivir con todas las circunstancias que en éste se dan no hace falta salir de ninguna zona de confort, solo hay que vivir de manera reflexiva tal como lo recomendaba Sócrates.

Incluso vivir atentos a esos falsos gurús, a sus ideas panfletarias y simplistas; que hacen más mal que bien. Esas frases que se convierten en universales y repetimos como loros, son muchas veces la preocupación de un individuo y nada más. Que tiene la fortuna de ser una frase dicha por alguien que tiene talento para las frases memorables. De allí que se hacen pegajosas, hoy dice viral.

Se busca conciliar salir del confort con la economía del bienestar, con la felicidad momentánea y de satisfacción vital. Todo un revoltijo de cosas indigeribles que termina nuevamente en frustraciones. La mentada zona de confort es un lujo no reconocido de unos pocos.

 Lo que tenemos que hacer es gestionar nuestras expectativas valorando hasta qué punto nuestro vivir tiene sentido y en qué medida lo buscamos. Atender nuestra experiencia vivida, dejar de ser mandados y asumir el gobierno de nosotros mismos.

Debemos hacer uso de la reflexión y del razonamiento para analizar y argumentar las ideas de otros. Evitar que los mercachifles nos vengan con cuentos de camino, con supercherías emocionales y baratijas del pensamiento triunfalista.

Es necesario desmontar cada argumento falaz porque éstos nos empujan hacia comportamientos adquiridos e irreflexivos, que nos llevan a consumir una serie de ideas superfluas que no tienen nada que ver con nuestro hacer. Evaluar los diferentes productos que nos venden como panaceas para la felicidad, cuando aún no sabemos que es ésta.

La idea de todo esto es que construyamos nuestro pensamiento de acuerdo a nuestro hacer, que lo podamos adaptar a nuestras necesidades y circunstancias. Nuestra tarea es ver más allá de los engañosos fantasmas y sombras de la percepción cotidiana para comprender las formas verdaderas de nuestra existencia. La falacia de la zona de confort tiene que ser discutida para saber si nos compete o no.

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