martes, 26 de febrero de 2019

MIRAR AL MUNDO EN SU COTIDIANIDAD: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Cultivar una actitud atenta, permanecer a la escucha como un observador silencioso nos hace alguien que busca comprender algo. Cultivar esta forma de ser hace que prosperemos de manera útil, forma una manera de mirar el mundo de manera interesada y sin prejuicios. Es una manera de productiva de vivir.

Si estamos atentos a la vida ganamos eso que se llama sabiduría, que para los antiguos helenos era la forma de saber y entender cómo vivir una buena vida. Por ello, una persona podía ser o era llamado sabio. La sabiduría atiende a la vida misma.  

Al estar atento estamos en medio del mundo, involucramos conjuntamente la vida y los acontecimientos que en ella se dan. Que necesitamos escuelas, libros, pensadores, directrices o referencias, es cierto. Sin embargo, sin mucha edad ni experiencia podemos poseer una sabiduría cultivada.

Una sabiduría conformada por una gran cantidad de dudas, de tentativas, de intercambios, de reflexiones e introspección. La sabiduría es algo que se constituye, que se forma en el transcurso de nuestro pensar-hacer. Es por tanto, una construcción de cada día.

Como toda construcción requiere tiempo e inversión. No es fácil, pero tampoco imposible. Es un camino que tenemos que recorrer mientras miramos y participamos con los demás del hacer de vivir. Compartimos con el mundo porque estamos en él. Es un interactuar.

Tenemos mucho que aprender del mundo y la forma hacerlo es estar en él.  Nuestras interacciones conforman nuestra sabiduría. Vivimos, cada momento, inmersos en las dudas; en esos pensamientos que como olas nos abaten una y otra vez; y nos sentimos, muchas veces, incapaces de ver las cosas con diferentes perspectivas. En eso consiste vivir.

Miramos a la vida a los ojos y ella nos mira como si leyera nuestros pensamientos. Por eso notamos que no sabemos nada y nos sentimos perdidos, no importa. Queremos evitar estas incertidumbres como si no formaran parte de nuestra vida, pero son ellas las que nos constituyen. Pensamos que es solo lo placentero, éste es una parte nada más.

La mirada bondadosa de la vida es un mero cuenta, una leyenda. Tampoco la vida está conformada por frases alentadoras, o por sentimientos o situaciones consoladoras. Es más el tiempo que estamos perdidos. Pero esto no impide la construcción de nuestro pensar-hacer-sentir. Son momentos necesarios.

Tal vez, invertimos demasiado tiempo preocupándonos por lo que no ha sucedido,  y permanecemos ciegos y sordos ante lo que importa en la vida.  Debemos estar aquí y vigilantes, cuidando de nosotros mismos. Atentos a lo que sucede.

La sabiduría es un pensar-hacer-sentir que se aprende viviendo. Qué se puede enseña, tal vez. Aunque nadie escarmienta en cabeza ajena, dice el dicho. Nuestra posición ante la vida que vivimos es un estado, una postura para poder aprehenderla en la posibilidad de su totalidad.

Atender lo que vivimos es saber contemplar y analizar la que en ella sucede, y lo que a nosotros nos sucede en ella. Es una introspección que se nutre con el afuera y con el adentro de nosotros. Esta relación constante entre afuera y adentro, entre vivir y pensar; entre actuar y ser. Es un torbellino que no podemos atrapar, pero si vivir en medio de él. 

Nuestra atención directa por la vida tal y como la experimentamos es, simplemente, mirar esto que se presenta ante nosotros. Sea eso lo que sea, y analizarlo con la mayor precisión que podamos. De allí que debamos prestar la mayor atención a las cosas, y dejar que se revelen por sí mismas ante nosotros. Que también somos productores de situaciones.

De esa forma estamos conectados con la experiencia normal que habitamos. Lo cual significa que encontrándonos arrojados en el mundo, producimos nuestra propia experiencia y definición como personas. Pues, de una manera  u otra, ocurre interactuamos con otros sujetos o formas de vida.

Podemos pensar que nos hemos o nos has definido con alguna etiqueta, pero estamos equivocados porque siempre somos una obra en marcha, un hacer permanente. Producimos nuestro propio ser constantemente a través de la acción y el pensar; esto es tan fundamental para nuestra condición humana. Que consiste en ser libres, responsables; y que podemos elegir e inventar si así lo deseamos.

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jueves, 21 de febrero de 2019

EL SEÑORÍO DE NOSOTROS MISMOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Por lo general, muchos de nosotros no sabemos imponer nuestra persona, nuestro carácter ante los demás; por lo cual nos dejamos arrastrar por las opiniones y los haceres de los otros. Esto termina convirtiéndose en un problema porque no reivindicamos nuestra posición ni con nosotros mismos ni en nuestras relaciones interpersonales. En este sentido, andamos perdidos de nosotros mismos, somos una mera apariencia de algo.

Esto nos llevaba a querer imitar modelos estereotipados o a copiar las formas de ser de alguna persona que tomamos como referente posible. No somos nosotros, no somos el señorío de nosotros mismos. De allí, que ocupemos un lugar cualquiera. Es necesario, demandarnos una mejor posición, un lugar auténtico de lo que somos y hacemos.

Sea porque padecemos de timidez o falta de confianza, a muchos de nosotros nos cuesta reafirmarnos ante los demás, esto es algo cierto en muchas personas. Por eso, nos hacemos a un lado, o nos callamos, o no nos atrevemos a emitir nuestra opinión creyendo que los otros son intelectualmente superiores; o que son sujetos muy seguros de sí mismos y por eso pueden aplastar al resto con su presencia, sus conocimientos... Nuestra timidez o falta de confianza hace que construyamos imaginarios interpersonales y sociales, que terminan afectando nuestra personalidad. Sin embargo, son imaginarios.

En medio de estos imaginarios nos preguntamos ¿quiénes son «os demás? Y nos olvidamos de preguntarnos: ¿Quién soy yo? ¿Cuáles son mis fortalezas? ¿Mis actitudes y aptitudes? Semejantes supuestos los enfocamos más en los demás que en nosotros mismos; en vez de mirarnos a nosotros perdemos el tiempo construyendo ficciones sobre los otros. Los demás terminan ocupan más espacio en  nuestra vida que nosotros mismos. Esto ha sido posible porque nosotros mismos lo hemos permitido, nos hemos ignorados y degradados. Esto también es un imaginario, pero sobre nosotros mismos.

Ante estos imaginarios que nos construimos debemos pensar en aquella frase de Sartre: “El hombre no es otra cosa sino lo que hace de sí mismo”. Si hacemos de nosotros mismos un trapo eso seremos. Resulta perturbador que en lo humano sea más fácil dejarnos arrastrar por la vida; que dar nuestra propia pelea ante ella porque acá está comprometida nuestra responsabilidad.

Dejamos que los demás invadan libremente y sin oposición nuestro espacio. Creo que incluso les abrimos la puerta para que hagan eso a su antojo. Nos dejamos pisotear sin oponer resistencia, no entregamos pasivamente al mundo. Pasamos nuestra vida sin darnos cuenta, o no asumiendo, que nuestros problemas provienen de nuestra incapacidad para ser dueños de nosotros. Y no pensamos seriamente en ello, sino que buscamos justificaciones porque éstas son más fáciles de cargar.

No podemos dejar que otro nos pise. Debemos sacar las garras y enfrentarlos, es nuestro deber y derecho.  No podemos permitir que a uno le pasen por encima.  Si le hemos otorgado ese derecho, por timidez o por falta de confianza, a los demás no podemos dejar que sigan imponiéndose de esa manera.

Los otros solo deben disponer del espacio que nosotros les concedemos, hasta allí ha de llegar su presencia. Solo deben estar en el nivel de nuestro consentimiento y de la tolerancia que queramos darles. Si no hacemos valer nuestro señorío porque carecemos de éste nos pisarán el pie, luego seguirá la cabeza y terminarán hundiéndonos bajo el agua.

Debemos estar atentos a que existe una diferencia entre que alguien sea carismático y tenga una fuerte personalidad, a que este alguien nos quiera utilizar como títeres para imponerse él. No somos marionetas de nadie, a menos que queramos serlo. De querer serlo, esa es una decisión personal y responsable.

Como personas debemos apropiarnos del espacio que nos pertenece, sin pretender aplastar al otro. Ese espacio que es nuestro, que nos pertenece. No podemos soportar que nadie invada nuestro territorio. Debemos imponernos con serenidad,  no ser un tirano; pues estaríamos haciendo el mismo papel que hemos criticado. Aunque no merecemos ser una marioneta.

Debemos ser el señorío de y para nosotros mismos, no meros figurantes. Debemos aprender a imponernos de forma tranquila y serena; defender nuestro espacio ante la primera amenaza de injerencia. Erradicar esos imaginarios absurdos en los cuales nos hundimos en un sin sentido.

Debemos señores y amos de nosotros mismos. Debemos ser el principio de nuestro pensar-hacer. De nuestra libertad y nuestra responsabilidad para con nosotros mismos y los demás. Solo somos amos de nosotros mismos cuando asumimos nuestra libertad y nuestra responsabilidad, y sabiendo que los demás tienen las suyas.

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sábado, 16 de febrero de 2019

LA ACTITUD EN TIEMPOS TURBULENTOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


En tiempos donde la vida cotidiana se sacrifica en las obsesiones del fanatismo es importante preguntarnos sobre ¿cómo podemos seguir siendo personas con dignidad? ¿Cómo podemos preservar nuestro auténtico yo? Y ¿cómo podemos seguir siendo libres? Pues, en los momentos turbulentos las personas eligen a alguien como héroe, de esos que resisten toda negación y toda afirmación de heroísmo. En tiempos oscuros la gente busca quien los guie, quien los conduzca; porque necesitan seguir algún ejemplo.

Por el contrario, aquellos que no tienen ninguna hazaña pública nadie los reverencia. Igual pasa con aquellos que insisten en mantener la normalidad en circunstancias extraordinarias, o con quienes se niegan a comprometer su independencia. Estos son apartados y se les llama despectivamente moderados. Son olvidados porque aparentemente no sirven como modelo para nadie. 

En los asuntos prácticos sobre ¿cómo enfrentarnos a la intimidación? O ¿cómo reconciliar las exigencias contradictorias? O ¿cómo abrirnos a lo nuevo y a lo inseguro? Tales preguntas resulta algo que se considera nebuloso, porque lo que se desea es el mandato. La idea de ¿cómo sobrevivir a esta catástrofe social sin perder el respeto por uno mismo? Es algo que poco importa. Lo relevante es exterminar la causa de tal catástrofe.  

El no comprometerse ni con uno ni otro bando y seguir siendo humano es mal visto. Pues, en tiempos tumultuosos la estructura civilizada se derrumba; y si uno muestra antipatía por esa sensación y reseña que al final la normalidad acaba por volver, porque las perspectivas cambian nuevamente. Puede ser tachado de mojigato.

En tiempos difíciles el héroe no heroico es mal visto. Pues, éste causa poca impresión. Ya que es desapasionado, carece de ese entusiasmo arrebatado y de la adrenalina que espera la multitud para arremeter contra el otro. Además, los temas que trata no son atractivos para las aglomeraciones. La masa no quiere oír ni sobre la templanza y ni sobre el escepticismo, porque cualquier esbozo de duda se convierte en un freno para ésta. La muchedumbre anhela creencias que la provoquen y la movilicen.

La libertad de la multitud no requiere una defensa, dice ella misma. Ya que, ella la posee al sentirse emancipada desde mucho tiempo. Nadie en medio de la masa gentío tiene la sensación de que la civilidad está en peligro, o nadie siente que tiene que retirarse hacia su yo privado para preservar su libertad ética. Lo que sienten es que hay unas cadenas que tienen que ser rotas.

Los acontecimientos, muchas veces, muestran que la muchedumbre estaba equivocada. Ya que ésta ha permanecido en un mundo lleno de esperanzas. Sin ver que las mismas se van degenerando, hasta que le son arrebatadas. Y aquellas cadenas rotas se vuelven a forjar mucho más fuertes y pesadas. De esto hay que estar atentos.

En las circunstancias tumultuosas, la vida se vuelve indefensa y desamparada. Se siente estar condenado y sin posibilidad de comprometerse con un mundo de cordura. Somos testigos de la derrota de la razón y del triunfo de la brutalidad. Y con la pérdida de la sensación del hogar resulta difícil mantener la esperanza.

Liberarnos de los falsos miedos y de la falsas esperanzas, de las convicciones políticas y de los partidos, de los fanatismos; de toda forma de opinión estereotipada y de las creencias en valores absolutos, es la posibilidad de alcanzar un estado en el que solo quede la defensa de nuestro yo, de la existencia propia.

Se requiere honradez y decisión intelectual ante lo que amenaza la vida del individuo y la libertad de éste. Se requiere permanecer fiel a nuestro yo y alejados de la locura fanática.  La respuesta a un mundo dislocado es que cada persona se vuelva a colocar en su lugar, a ser gobierno de sí mismo y con ello aprender a cómo vivir. Poseer el arte de mantener los pies en el suelo.

El gobierno de sí mismo es la posibilidad de mantener una actitud propia, honrada y libre contra el mesianismo que se impone; es una posibilidad más sincera que mantenerse ciegamente o con opiniones de otros. Es un comprometerse con el futuro, volver la espalda a esos mundos de sueños.  Preservar los estímulos que se requieren para respetar a los demás y resistir el impulso que lleva a la muchedumbre a destruirlo todo.

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miércoles, 13 de febrero de 2019

DE LA TRANQUILIDAD E INTRANQUILIDAD DEL ALMA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


No sabemos estar tranquilos, aunque lo ansiamos. Incluso esa misma ansia se convierte en algo que nos impide estar en calma. Y en una permanente inquietud pasamos la mayor parte del tiempo. Eso que ahora llamamos estrés se ha o lo hemos convertido en una «plaga» en y de nuestro pensar-hacer actual.

Uno oye a niños, tal vez por imitación de los padres, decir que no tienen tiempo. La intranquilidad se ha hecho parte de nuestra cotidianidad. Hay gente que piensa o imagina que si no está estresado no es importante lo que hace, o no es importante como persona. Si uno dice que anda por allí a la bartola, lo miran raro; como algo que no tiene mucho valor. Lo importante es andar estresado, eso da status social. 

Por otra, ante esta avalancha de intranquilidad y desasosiego han aparecido una gran cantidad de disciplinas y técnicas de relajación. Lo cual acusa que algo está pasando y esto no es una buena señal. Pues, esto significa que estamos cada vez más llenos de intranquilidad, más estresados y cada día son más las personas que padecen de esta angustia sea real o autoimpuesta inconscientemente.

Vivimos constantemente en tensión y al límite; tras la búsqueda de retos. Esta última palabra es el motor que impulsa a mucha gente a la salir cada día a la calle. La misma se vende como un oxigenante. El reto de cada día, si no tienes retos eres un don nadie, o sin don. Hubo una década en que se habló mucho de ser competitivo, la gerencia competitiva, el alumno competitivo… No sé si existirán las estadísticas de cuántos infartos o accidentes cerebro vasculares sufrieron esa generación de competitivos.  

Por otra parte, hay gente que parece disfrutar del reto del estrés, no sé si por la adrenalina o por el status social antes mencionado. Todo el tiempo se les oye decir que están ocupados, haciendo algo, pero uno los ve horas sentados hablando en el mismo lugar. No obstante, esta tensión, este estrés llega un momento que hace implosión.      

Puede aparecer el insomnio, la alteración de los nervios y, por supuesto, en la ansiedad descontrolada. Lo cual repercute en el cuerpo convirtiéndose en hipertensión, en el ámbito laboral se produce el síndrome de desgaste profesional. También podríamos hablar que se produce un «síndrome de desgaste personal».

Pereciera que para poder considerarnos gente o alguien importante fuese necesario que vivamos mal o muy mal, en el sentido de la intranquilidad y la angustia personal. Parece que tuviésemos que llegar a tales extremos. Después que llegamos allí, no hay nadie a nuestro derredor para admirarnos. Pues, en ese momento nos convertimos en chatarra humana, listos para el desaguadero.

¿Para qué tanta angustia? ¿Para complacer a otros? ¿Para demostrar algo? Eso de responderlo cada quien. Como somos seres contradictorios entre más buscamos estresarnos más tranquilidad deseamos. Entre más angustia sentimos más calma aspiramos. Somos una veleta.
Debemos identificar el origen de nuestro estrés. Pues, si nos estresamos de forma regular y continua debemos fijarnos en nuestro entorno laboral, social, familiar… Porque somos como esponjas; lo sentimos todo, absorbemos los estados de ánimo de los demás y, si cuando entorno se alcanza altos grados de tensión no podemos digerirlo.

¿Deseamos en verdad paz y tranquilidad? O solo es un decir, porque también está de modo todo eso de vivir relajados. Razón por la cual abundan todas disciplinas y técnicas de relajación, que mencionamos antes. Cosa que nos da más intranquilidad. Porque, por una parte, se nos invita o se nos fuerza a estar estresados y, por otra, se nos predica sobre la paz y la tranquilidad. 

La que sí es realidad, es que al estar en un estado de permanente angustia e intranquilidad  colapsamos. En este estado se llega a producir un punto de fractura, como un puente que colapsa y se derrumba. Solo quedan escombros. ¿Es necesario convertirnos en tal cosa? 

La búsqueda de una apacible postura, que nos permita vivir sin inquietud y con una mirada sin ninguna tensión. Es algo que nos puede salvar de ese colapso. Aunque no podemos negar la existencia algún suceso que perturbe la relajada calma de nuestra vida cotidiana. Lo que tenemos que hacer es fijar nuestra mirada, observa y esperar. Pues, en cuanto identificamos el motivo de esa inquietud recuperamos la tranquilidad y descansamos.

Por otra, padecemos estrés a posteriori de una situación. Pues, seguimos rumiando la circunstancia, eso se da por nuestra memoria. Debemos descartar esa intranquilidad que ya no existe, para volver a nuestra calma. Debemos  desatendernos de esa perturbación y no dedicarle ni un segundo, como si eso suceso nunca se hubiese sucedido. Aplicar la desmemoria.

Es necesario que construyamos nuestra existencia en torno al confort y el bienestar, y que las cosas nos perturben lo menos posible. Debemos dar cabida a una vida contemplativa que nos permita llevar una buena vida práctica. Una vida que tolera los cambios imprevistos, pero que vuelve prontamente al bienestar.

Debemos resolver las situaciones para retornar a nuestra tranquilidad; expresar contundencia y tesón contra el desagrado; hacer una larga y repetida manifestación de nuestras necesidades de cuidado y amor. Hacernos cargo de nosotros mismos, esto quiere decir de nuestra tranquilidad y bienestar.

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sábado, 9 de febrero de 2019

LAS TRAMPAS EN LA TOMA DE DECISIONES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


La toma de decisiones[1] contiene en sí misma ciertas trampas, que alguno denominan trampas ocultas. Y éstas están conformadas una lista de errores y de malos hábitos que suelen dificultar nuestro razonamiento durante el proceso de toma decisiones. Entre estas trampa tenemos, por ejemplo, nuestros prejuicios personales son, en muchos casos, contrarios para la asunción de una buena decisión.

Tales trampas, por lo general, nos desvían de las buenas decisiones no importando si son decisiones personales, interpersonales o laborales. Ni si ocupamos altos cargos gerenciales en una empresa o si compete a  nuestro autoempleo. Estas trampas las construimos nosotros mismos a de los atajos mentales que utilizamos, a diario, para afrontar nuestros asuntos cotidianos.

Esos atajos mentales son reglas básicas que aplicamos inconscientemente en nuestro pensar-hacer cotidiano. Una trampa que usualmente utilizamos es la que se llama «anclaje». ¿En qué consiste ésta? La misma surge por nuestra tendencia a dar por verdad a la primero cosa que oímos o leemos. Por ejemplo, en el mundo web existen cientos de páginas informativas de dudosa credibilidad. Sin embargo, si tales páginas publican alguna información asumimos ésta como una verdad e inmediatamente nos anclamos a ella. O nos aferramos a esta información dudosa incluso después de descartarla, o aceptamos la trivialidad más reciente como si se tratara de una verdad inconmovible.


En política este anclaje es muy común, y si existe una crisis política es mucho más. Por eso observamos cientos de informaciones que caminan por la web sin ton ni son. O si alguien a quien admiro dice o escribe pienso inmediatamente que eso es verdad, no corroboro lo que me está diciendo. Solo me anclo a esa información que se me ha dado y comienzo a repetirla como un loro. Esto hace que se construyan los llamados «imaginarios urbanos», los discursos políticos distorsionados o los marketing inducidos en contra de la competencia.

Al asumir esta verdad dada por nuestro «anclaje» generaremos un proceso de toma de decisión basado en una supuesta verdad no corroborada. El niño, por ejemplo, hasta cierto momento toma decisiones basadas en la verdad que le han dado sus padres. Luego la imputará.  Así funcionamos sin darnos cuenta, nos insertamos en un contexto, en un grupo… damos como verdad ciertas cosas. Debemos estar alertas a los anclajes.

El mundo del mercadeo tales anclajes son usado para posicionar los productos, hacen uso de las emociones filiales, de las emociones patrióticas… O el apego a la juventud, a las ansias de los pobres de ser ricos y famosos.  Acá funciona la trampa del «statu quo». Que parte de nuestra preferencia o por no tentar a la suerte y dejar las cosas como están en igualdad de condiciones, o preferimos las opciones que nos harán famosos y que inflaman nuestro mal ego.

En el primer caso, no deseamos hacer nada que cambie la posición que hemos alcanzado; dejamos pasar el tiempo pensando que las cosas se arreglaran más adelante. Estamos cómodos con el «statu quo» que hemos alcanzado y todas nuestras decisiones las tomamos a partir del mismo. Alcanzamos, por ejemplo, el puesto de subgerente en una empresa y hasta allí llegamos, cerramos nuestras ventanas de oportunidades.

En el segundo caso, saltamos para allá y para acá en una búsqueda indiscriminada de posibles opciones. Pensamos que todo es posible y que no tenemos límites. Solo nos movemos a partir de ilusiones; como dicen, vamos como el colibrí de flor en flor sin asentarnos en ninguna. Por lo general, terminamos pensando que nuestros fracasos son culpa de los demás que no nos han comprendido. Ese será nuestro último recurso.   

Otra trampa es la de los «costes hundidos». ¿En qué consiste la misma? A ninguno de nosotros nos gusta admitir un error, porque pensamos que esto nos hace vulnerables ante los demás. Por ello, buscamos por todos los medios justificar nuestras acciones erráticas, pero no asumir que hemos errado. Por otra parte, consecuencia de lo anterior, nos aferramos a ciertas acciones aunque las mismas son precisamente una muestra de insensatez. Por ejemplo, evitamos admitir que nos equivocamos al contratar al albañil que hizo una chapuza en la remodelación de la casa, por miedo a generar una mala imagen ante los demás. Aun cuando arrastremos ese malestar por mucho tiempo.

Asimismo, ignoramos los hechos que no se ajustan a nuestras creencias y sobrestimamos nuestra capacidad de realizar ciertas acciones. La primera, puede ser que no queremos admitir que algún familiar está en problemas de drogas; porque eso va en contra de nuestra creencia moral o porque pensamos en qué dirán los demás. En el segundo caso, creemos que podemos arreglar todas las cosas sin ayuda de nadie, porque nos consideramos superdotados. Muchas veces, rechazamos ayuda de otras personas cuando tenemos algún problema personal o interpersonal.

Tendemos a cometer muchos errores, incluso cuando tomamos las decisiones más simples. Y en muchos casos, entonces, nos planteamos la trampa de la «intuición». En muchos ámbitos la misma funciona, pero en otros no. Para tomar decisiones estratégicas en circunstancias complejas, la intuición no recomendable. Porque la intuición es un palpito, una reacción visceral; pero es limitada en un proceso de toma de decisión complejo.

Para las decisiones complejas es necesario recurrir a la diversidad cognitiva del grupo. Recuerdan, por ejemplo, aquellos análisis diferenciales de la serie Dr. House; donde ante un conjunto de síntomas era necesaria la diversidad cognitiva del grupo, para poder asumir la decisión compleja que el caso requería. En este caso, el proceso de toma de decisión se sirve de una amplia variedad de puntos de vista para que el resultado sea una evaluación objetiva de la situación.

Ahora bien, también se da el caso que los grupos tienen muchas malas costumbres. Por ejemplo, la tendencia a ignorar la información útil. El grupo puede dedicar mucho tiempo a repasar cosas que ya saben, cosas comunes. Sin embargo, dedica poco tiempo a considerar hechos o puntos de vista que conocen unos pocos. Esta es la trampa del «muestreo sesgado». Acá el grupo se basa en lo que todos saben. Al excluir lo que algunos pocos saben esa información no llegan a conocerse. En este sentido, el grupo desaprovecha la diversidad cognitiva. Actúa, por el contrario, con una unidad cognitiva.

Lo que, por su parte, genera las decisiones precipitadas. El grupo se precipita y no se toma su tiempo para reunir un conjunto de alternativas de solución. El grupo se decanta por una opción o solución de manera prematura y luego busca pruebas que confirmen esa elección. Esta es la trampa «pensamiento de grupo». En esta trampa un grupo «muy unido» asume la decisión o por la existencia de un líder dominante, o por la falta de diversidad entre los miembros «unidad cognitiva», o porque rechaza la información externa y la de los pocos, o por un alto nivel de estrés.

En la trampa «pensamiento de grupo» se dan las condiciones en las cuales los grupos desarrollan una auto-confianza poco realista acerca de la toma de decisiones y una falsa sensación de consenso. Es necesario estar atentos al desarrollo de la «unidad cognitiva» dentro de los grupos, porque esto lleva a la generación de  la «solidaridad automática».

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lunes, 4 de febrero de 2019

TOMA DE DECISIONES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


“Un problema bien planteado es un problema resuelto”, dice Bergson.

 Para la toma de decisiones es importante conocer los procesos que intervienen en ésta. Asimismo, es relevante conocer los diferentes escenarios en que este proceso ocurre. Los factores que inciden y la aplicación de las estrategias para la realización de la decisión. Esto nos dará una perspectiva adecuada de lo que podemos hacer cuando estemos involucrados en el proceso de toma de decisión.

La toma de decisiones implica que podemos hacer que algo suceda a partir de nuestro pensar-hacer. Siempre tomamos decisiones, es un proceso que llevábamos a cabo en cualquier actividad, en cualquier situación o problema. Pueden decisiones simples, por ejemplo, que cocinar para el almuerzo, o complejas.

Cuando tomamos decisiones nos caracterizamos porque guiamos los eventos y las acciones hacia un fin que deseamos, en este sentido,  no dejamos que las cosas ocurran por azar.

Tomar una decisión es algo que hacemos con nuestro pensar-hacer atento y alerta, no es un hábito mecánico e intuitivo; de allí que somos conscientes de lo que decidimos. Por tanto, cada experiencia o cada decisión es algo diferente. La mayoría de las decisiones no son definitorias, es decir, no acaban en sí. Por esta razón, las decisiones son un eslabonamiento serial, una conlleva a otra. Decidimos algo y luego ésta nos lleva a otra, encadenamos decisiones.  

Todos sabemos, por experiencia, que tomar una decisión es hacer una escogencia, una selección de entre diferentes alternativas. El pantalón azul y no el verde. En este sentido, toda decisión contiene en sí ciertas insatisfacciones y conflictos; los cuales son minimizados por los beneficios que optemos por la decisión más adecuada y de mayor rentabilidad, no necesariamente financiera.

Hablamos antes de que la toma de decisiones es un proceso ¿cuál es el mismo? Tal proceso está conformado por varios pasos, los mismos son: Primero, conocer y reconocer el problema. Debemos ser conscientes (reconocer) que existe un problema; que algo tiene que ser cambiado para mejorar la situación actual. Reconocer el problema, no implica que conocemos el problema.

Podemos reconocer que algo va mal, por ejemplo, nuestro vehículo anda sin fuerza, algo le suena o no enciende. Somos conscientes que existe un problema, pero no conocemos cuál es el problema. Buscamos un mecánico para que éste nos diga qué tiene el vehículo, en qué consiste la falla. A partir de este conocer tomamos las decisiones pertinentes. Así pasa con los problemas personales o interpersonales, podemos reconocer la existencia de un problema; pero no conocer qué es el problema.


El segundo aspecto, es analizar el problema: Podemos subdividir el análisis si es un problema muy grande o complejo. El fin del análisis es saber cuál es la causa que genera el problema. Sigo con el ejemplo del vehículo, la causa de la falla puede ser una parte del sistema eléctrico, digamos unos cables defectuosos o un componente eléctrico dañado. La causa del problema es algo específico, casi nunca es algo difuso. 


El tercer aspecto, es la consideración de nuestras metas. Porque toda decisión la hacemos en función de unas metas que deseamos alcanzar. En este sentido, la decisión está influenciada por la meta que queremos lograr. Por ejemplo, que el vehículo esté en buenas condiciones para poder ir al trabajo sin tomar el transporte público. Es un asunto de rentabilidad y beneficios; lo que es importante para nosotros.

Esto quiere decir, que debemos ser conscientes de nuestras metas, de lo que queremos para nosotros; saber cuáles son nuestras prioridades, pues éstas nos ayudan a ver más claramente lo que realmente deseamos. Las decisiones al estar influidas por nuestras metas y prioridades son puestas en acción; pues son las que nos convienen y las que deseamos. Esto último determina el hecho que las realicemos o no, al ser algo que motiva nuestro yo o ego.

El cuarto elemento, es la búsqueda de la mejor alternativa de decisión. Para la toma de decisión buscamos la mejor alternativas, la más adecuada y beneficiosa. En esa búsqueda también hacemos la evaluación de las mismas, de allí que escogemos. Es importante invertir tiempo y criterios en buscar la mejor alternativa de solución.

En quinto término, debemos analizar los recursos que poseemos y los que requieren la toma de decisión o la alternativa seleccionada. Esto es trabajar con «los pies puestos sobre la tierra», para no crearnos expectativas que no podemos realizar. Por ejemplo, necesitamos un vehículo para transportarnos, decidimos por un BMW; sin embargo, nuestros recursos alcanzan para una bicicleta. El mero deseo no basta. Tal vez la decisión era inclinarnos por la mejor bicicleta del mercado.

Como señalamos antes la decisión que tomemos tiene que estar determinada por unas metas y prioridades. Puestas éstas serán el motor que nos impulse a realizarlas o llevar a cabo la toma de decisión. Es importante convertir la decisión en una acción productiva. Una decisión sin acción es un mero ejercicio intelectual. Por ello, es importante implementar la decisión que tomemos.

Por último, después de realizar el proceso de toma de decisión y la puesta en acción de la misma, es necesario realizar la evaluación de los resultados, para determinar la efectividad de éstos, de la decisión y de la puesta en acción. Para saber si cada proceso ha sido acertado y adecuado. Esto permite conocer si hemos sido exitosos en este proceso, si debemos mejorar, cambiar cosas. Este un proceso dinámico, pues las situaciones y los actores cambian.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin