lunes, 7 de septiembre de 2020


 

Alguna vez en la vida nos hemos tropezado, por lo menos, con un viejo de esos que se la pasan despotricando de la actual generación y ensalzando a la suya, sobre lo bien que ellos hacían las cosas en su tiempo. En verdad estos viejos solo están respondiendo al sesgo egotista del cerebro, que retoca realidades un tanto diferentes a lo sucedido. Este sesgo rediseña y reajusta los recuerdos de los sucesos vividos. Nos ofrece una película coloreada a nuestro particular gusto.

La mayoría de los viejos exageran sobre lo bien que ellos hacían las cosas antes. Incluso eso “de que antes era mejor” es una mera ilusión egotista. Tal sesgo le hace creer a los viejos que ellos eran más inteligentes y estaban mejor informadas que la actual juventud, pero la verdad es que solo viven una realidad bajo un sesgo retrospectivo, la cual les hace recordar que los hechos pasados fueron mejores que los actuales. Aunque lo más probable es que jamás tuvieron oportunidad de hacer nada bien.

No es que el viejo esté haciendo una invención con el mal propósito de auto-elogiarse o para engañarnos (aunque hay muchos que son muy embusteros), sino que sus recuerdos están sustentados en la noción del sesgo vanidoso. Lo que hace que el cerebro altera nuestros recuerdos para que potenciemos de esa manera nuestro ego; ya que esto nos hace sentir mejores, al tener la ilusión de haber estado mejor informados y en una mejor situación que en el presente.

Los fallos de la memoria a nuestro favor son muchos. Si incluimos el sesgo egocéntrico, que retoca y modifica nuestros recuerdos y nos presenta los acontecimientos pasados de un modo que nos hace quedar mejor de lo que en verdad fue, con esto tenemos un gran reforzamiento personal. Esto es lo que les sucede a los viejos cuando evocan un hecho en el que formaron parte, ellos tienden a recordar que su participación fue más influyente, más decisiva y más esencial de lo que realmente pudo ser. No solo a los viejos les sucede esto, nos sucede a todos y no importa la edad. Pero son ellos quienes hacen más alarde de su superioridad generacional. 

Como todos nuestros recuerdos se forman según nuestro punto de vista, la única perspectiva e interpretación que poseemos de ellos es nuestro yo. Esto, por supuesto, induce a que nuestra memoria de mayor prioridad a las ocasiones en que tuvimos un criterio acertado y nos olvidamos un poco cuando no lo fue. Esto hace que nuestra capacidad de juicio esté protegida y reforzada a nuestro favor, aunque no haya sido así como sucedió realmente. Permanentemente nos lanzamos flores a nosotros mismos.

Nuestro yo y nuestra memoria por medio del lenguaje, las emociones y nuestras percepciones sustentan el sesgo egotista. Todo lo que somos son los rasgos de nuestro cerebro, y éste hace que nos veamos y sintamos lo mejor posible. Minimiza toda la crítica negativa que pueda alterar nuestro ánimo. Esta es una de las formas que nuestro cerebro consigue que nos sintamos mejor, al mejorar nuestros recuerdos.

Esto hace que nuestra estima se eleve como parte integral de nuestro hacer personal. Ya que al perder nuestra estima padecemos un debilitamiento personal y social. Para funcionar con desenvoltura es importante contar con la confianza necesaria en nosotros mismos, es decir, la confianza de nuestro ego. Por eso el sesgo egotista nos conduce por medio de recuerdos manipulados.

Memoria y ego están interconectados. Hay un efecto de autogeneración de los recuerdos debido al ego, por lo que recordamos mejor aquellas cosas en que pensamos tuvimos una participación destacada. De allí que recordemos mejor lo que nosotros hicimos y dijimos bien, que lo que hicieron y dijeron los demás. Juzgamos retrospectivamente nuestras acciones recordando de la mejor manera posible lo que hicimos.

Recordamos que lo que hicimos, dijimos y elegimos en un momento dado fue lo mejor que podíamos hacer. Somos el héroe de nuestra propia película. Nos alabamos a nosotros mismos e impedimos entretenernos con posibilidades que no llegaron a materializarse.

El sesgo egotista nos hace criticar el presente y ver con buenos ojos el pasado, por eso criticamos los actos presentes de los demás. Si a esto le sumamos el sesgo egocéntrico tenemos que nuestra personalidad actual es mejor que la del pasado, sin que haya contradicción, pues ambos sesgos sirven para enfatizar cuánto hemos mejorado para sentirnos orgullosos de nosotros mismos. Por eso es que los viejos con sus recuerdos egotistas se consideran mejores que los jóvenes.  

La tendencia egotista crítica lo presente y ve el pasado con la ilusión de que fue algo mejor, aun cuando puede ser que no hubo ninguna mejora. Nuestro cerebro corrige nuestros recuerdos con regularidad para favorecernos. Si un viejo recuerda o describe un hecho en el que resalta su participación en él, lo más probable es que el recuerdo esté modificado por el sesgo egotista. Pues este sesgo lo que hace es actualizar el recuerdo con nuevas modificaciones a su favor.

Todos hacemos eso mismo con nuestros recuerdos, y siempre haremos lo mismo cada vez que los recordamos. Estas cosas que nos pasan sin que lo sepamos o nos demos cuenta. Así que la próxima vez que oigas decir a un viejo “que antes era mejor” o “que estos jóvenes o generación de ahora no sirve”, lo que está haciendo es dejarse conducir por el sesgo egotista y egocéntrico. Además, recuerda que tú haces y  harás lo mismo cuando empieces a recordar.

En las redes sociales se ve mucho el sesgo egotista. Con esas fotos que buscan rememorar un pasado mejor y el comentario “qué tiempos aquellos”. Y muchos de los que lo expresan no son viejos sino de una generación intermedia que ya está haciendo uso de tal sesgo y comportándose como los viejos que antes han criticado. No es algo que lo hagamos adrede, es que nuestro cerebro lo hace por nosotros.

Obed Delfín Consultoría y Asesoría Filosófica

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