López señala que las
peculiaridades geográficas influyeron “en que la marcha de la Nación no tuviera esa
cohesión necesaria para la unidad espiritual; quizá las distancias, la falta de
comunicación y de intercambio, crearon pasiones y formaron cierto espíritu de
escisión y alejamiento de los hombres de las diversas latitudes venezolanas...”[1].
Podemos considerar dos aspectos en esta cita. Primero, el reconocimiento de una
realidad fáctica; en la cual, el modo de ocupación demográfica generó una
distribución y ocupación heterogénea caracterizada por grandes diferencias y
conflictos urbano-rural[2]
agravada por la ausencia de un intercambio eficaz dentro del territorio, lo
cual fue propicio para el desarrollo de regionalismos contrarios a la formación
de la unidad de la nación.
Segundo, la aceptación de
un determinismo geográfico, muy apreciado por los positivistas, que moldea el
carácter de los venezolanos dando como resultado la inconsistencia del sistema
democrático.
Para Egaña, el
determinismo geográfico es un hecho cierto; ya que para él los países de las
zonas templadas son más desarrollados que los países de las zonas tórridas. El interés
de Egaña consiste en establecer el predominio de la raza blanca llamada a
implantar nueva estructura en las relaciones políticas, sociales, económicas y
culturales en el país.
Si en verdad es un punto muy discutido el de
sí los trópicos, a causa de circunstancias eternas e invencibles no son capaces
de sustentar grandes núcleos de población rica, sana y culta, especialmente de
población europea; o si son las enfermedades las que se oponen al desarrollo de
los pueblos tropicales sobre todo a su colonización por los blancos, puestos
que en los trópicos se originaron en la antigüedad grandes civilizaciones y
culturas, es un hecho cierto que los países americanos situados en zonas
templadas tiene hoy un desarrollo económico y cultural mucho mayor que los
países situados en la zona tórrida; y que en Venezuela las regiones elevadas
sobre el nivel del mar, son las que han traído mayor población y propiciado
mayor riqueza[3].
Tal determinismo quedó
atestiguado en la exposición del Plan Monumental de Caracas. En éste se señala:
Si se efectúa un estudio comparativo entre el
continente Americano, el Europeo, y el Africano, nos encontramos con que existe
una curiosa analogía entre las funciones del Mar Mediterráneo y el de Las
Antillas... Ambos mares tienen la misma función. Forman la rótula de dos mundos
distintos: uno nórdico, con clima templado, en donde la civilización de la raza
blanca se ha venido desarrollando normalmente; el otro, tropical, en el que han
venido aclimatándose otras razas. Así como el Mediterráneo fue, el punto en
donde se encontraron y mezclaron grandes civilizaciones, el Mar de Las
Antillas, con sus aguas templadas, será el centro de unión de las civilizaciones
provenientes del norte y del sur del continente Americano[4].
Más adelante se agrega,
Venezuela:
Experimentará principalmente la influencia de
la nueva civilización, y se beneficiará del intercambio cultural, industrial y
comercial que le brindará el Mar Caribe… Y quizá, se producirá en la América del Sur una
ruptura de civilizaciones semejante a la constatada, durante el transcurso de
los siglos, en África… Fue allí donde prosperaron las civilizaciones egipcias,
cartaginesa, romana, árabe, y, más tarde, la francesa. Esa parte de África está
orientada definitivamente hacia el norte y en las riberas del Mediterráneo
vienen a reunirse las civilizaciones respectivas de Europa y de las tierras
africanas[5].
La comparación es una
burda falacia fundada en el determinismo geográfico propio del positivismo
gomecista. Expone abiertamente la idea colonialista que dicho plan urbano
entraña, al equiparar a América del Sur con África[6].
Además, justifica el delirio mercantil para vender dicho plan urbano. El cual reafirma
la configuración espacial de Venezuela establecida por la oligarquía colonial,
con el objetivo de asegurar, por medio de la cohesión de la clase dominante, la
continuidad del régimen oligárquico.
Con la llegada de López
Contreras al poder, el centro de la ciudad se transformó y consolidó como área
comercial y gubernamental, ya que Caracas fue nuevamente la capital del país.
No obstante, la ciudad tradicional presentaba “abigarramiento
del tráfico, denso y congestionado, las calles llenas de baches, plagadas de
desperfectos, y la presencia de casuchas y edificios ruinosos hasta en el
centro mismo de la urbe, es un espectáculo deprimente que hemos presenciado
hasta ahora”[7].
Esto traía como resultado
la rápida desvalorización de toda la ciudad.
Por tanto, las casas viejas, los edificios ruinosos y las calles estrechas de
la ciudad colonial debían ceder el paso a la civilización y al progreso que
traía en sí el Plan Monumental de Caracas.
El plan urbano prometía
crear una ciudad bien construida, hermosa y agradable; en la cual se viviría de
manera confortable y plácida; en esta ciudad “desaparecen las dificultades
sociales, los trastornos políticos y los odios de clases que tanto entorpecen
la economía humana”[8].
Estos objetivos son semejantes a los propuestos en la reforma educativa, los
cuales son muy apreciados por el lopecismo.
El Plan Monumental, como
proyecto racional, evitaría cualquier error de planificación, pues su acertada proyección
produciría una mayor economía[9]. No
obstante, éste preserva y consolida el modelo de ocupación territorial
existente, al fortalecer a Caracas como centro de la nación, esto terminó por
convertir a la capital en la macrocefalia urbana que es en la actualidad.
La realidad urbana, como
la reforma educativa, no fue interpretada; a ésta le fue impuesta una realidad
urbana extraña que acentuó la contradicción lopecista entre interpretación de
la realidad e imposición de la misma.
La clase alta, después de
abandonar el centro de Caracas, se ubicó en los «barrios modernos» de El
Paraíso, La Florida ,
Country Club; la clase media se vio obligada a ocupar viviendas pequeñas
ubicadas en San Agustín y El Conde[10] y la
mayoría fue segregada al oeste de la ciudad.
El Plan Monumental de
Caracas determinó la sectorización de la ciudad y la separación física de la
población según los niveles de ingreso, esto dividió la ciudad en dos. En el
Oeste, en Catia, San Juan, El Cementerio, y El Valle se ubicó a los sectores
más pobres, los barrios de obreros. Desde San Bernardino hacia el Este habitarían
los sectores más ricos[11]. Aun
cuando en el Este se han ubicado estratos pobres, esto ha ocurrido
espontáneamente no porque lo haya previsto el plan urbano.
Martínez Olavarria,
señala que quizá fue un gran error del Plan Monumental diferenciar de forma “un
poquito arbitraria las diversas clases de residencias, determinando sitios de
residencia obrera, sitios de residencia de alta clase con grandes lotes, y
solamente un pequeño sector para edificaciones verticales. En realidad, el
concepto no era equivocado, era traducir lo que representaba la ciudad en aquel
momento”[12].
El concepto no era equivocado siempre y cuando diera cuenta de los postulados
positivistas, en eso consistía traducir lo que la ciudad representaba, llevar a cabo la segregación racial y social
tan del gusto de los positivistas lopecistas.
El plan urbano de 1939 es
la concepción de un urbanismo colonial manifiesto en el uso del suelo, en la
diferenciación social y la homogeneización de cada una de las áreas
residenciales[13]
establecidas en éste. El éxito de la segregación aprendida, por los urbanistas,
en París es aplicado en los territorios coloniales, donde desarrollaron la posibilidad
de experimentar “la legislación y los organismos de control urbano sobre los
territorios sometidos a la mano militar”[14].
La desagregación no era
asunto nuevo en el país, ya durante el gobierno de Gómez se habían construido
barrios obreros al oeste de la ciudad, los barrios de Propatria y Lídice. El
Plan Monumental de Caracas profundizó y legitimó planificadamente tal
segregación.
En los centros urbanos subsistieron las
viejas categorías sociales, pero con algunas variantes: aumentó el peso
específico de la burguesía comercial (importadora, exportadora y
negociante en dinero y valores), que se
favoreció ampliamente con el incremento del comercio exterior venezolano… Y
también como un nuevo elemento, en algunos centros urbanos, se observa el
desarrollo de los primeros elementos de una nueva capa de la burguesía
nacional, relacionada con las inversiones de capital en formas incipientes de
la industria ligera[15]
El fracaso para controlar
la dinámica de la configuración territorial desde 1938 ha dependido, en gran
parte, de la incapacidad de comprender la lógica socio-económica de la nación,
y del carácter predominante normativo de los instrumentos utilizados, así como del
sesgo puramente sectorial o espacialista
de tales enfoques[16]. La
ciudad creció a expensas de la población campesina biológicamente depauperada,
la cual fue lanzada hacia Caracas y otros centros urbanos por la crisis total
del latifundio venezolano y de la economía latifundista[17].
No se cumplieron los
excelsos postulados de la nueva raza que iba a surgir según se predicaba en el
Plan Monumental.
[1] Eleazar López Contreras. Op.
cit., p. 358.
[2] Cfr. Marcos Negrón. “Territorio
y sociedad en la formación de la
Venezuela contemporánea 1920-1945” , El Plan Rotival (la Caracas que no fue)
Caracas, U. C. V., 1991, pp. 22-23.
[3] Manuel R. Egaña (Ministro de
Fomento) “Gobierno y época del Presidente Eleazar López Contreras”, El
pensamiento político venezolano del siglo XX, Vol. 18, p. 363.
[4] Elbano Mibelli. “Posición y
función geográfica de Caracas. Su porvenir”, Revista Municipal del Distrito
Federal, número 1, Caracas, noviembre, 1939, p. 17.
[5] Ibid., p. 18.
[6] Cfr. Arturo Almandoz. “El Plan
Monumental de 1939: conclusión del ciclo europeo de Caracas”, Urbana 20,
Caracas, 1997, p. 88.
[7] Revista Elite (editorial) “Por
que necesita Caracas un plan de urbanismo”, Revista Elite, año XIV, Nº 723, Caracas,
agosto 12 de 1939, pp. 12-15.
[8] Elbano Mibelli. “Posición y función
geográfica de Caracas. Su porvenir”, Revista Municipal del Distrito Federal,
número 1, Caracas, noviembre, 1939, p. 20.
[9] Ídem.
[10] Cfr. Ibid., pp. 38-39.
[11] Cfr. Marcos Negrón. “La gestación del plan
urbano de Caracas de 1939 y su incidencia en la formación de la tradición
urbanística venezolana: conversación con Leopoldo Martínez Olavarria”, El Plan
Rotival (la Caracas
que no fue) Caracas, U. C. V., 1991, pp. 151-153.
[12] J. J. Martín Frechilla. “Cuando la urbanística
no estaba en entredicho (Rotival y Lambert en una historia del urbanismo
francés en Venezuela de 1936
a 1950) La ciudad: De la planificación a la
privatización, Caracas, U. C. V., 1994, pp. 34-35.
[13] Cfr. Ibid., p. 33.
[14] J. J. Martín Frechilla. “Rotival de 1939 a 1950, de la ciudad
como negocio a la planificación como pretexto”, El Plan Rotival (la Caracas que no fue)
Caracas, U. C. V., 1991, p. 85.
[15] Federico Brito Figueroa. Historia económica
y social de Venezuela, Tomo II, Caracas, U. C. V., 1996, p. 410.
[16] Cfr. Marcos Negrón. “Territorio y sociedad
en la formación de la
Venezuela contemporánea 1920-1945” , El Plan Rotival (la Caracas que no fue)
Caracas, U. C. V., 1991, p. 35.
[17] Cfr. Federico Brito Figueroa. Op. cit., p.
557.