martes, 21 de agosto de 2018

LA INTIMIDACIÓN FAMILIAR O LA RUPTURA DEL AMOR: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


La mayor y más terrible intimidación que se produce en el seno de una casa u hogar es aquella cuando la madre o el padre esgrimen ante el hijo o la hija la expulsión del hogar. Tal expulsión es la parte opuesta del encarcelamiento.

La expulsión representa el exilio del sujeto. El quedarse en la orfandad. Ser expulsado de la seguridad, del todo. Buen ejemplo de tal exilio está representado en el texto bíblico[1] con la expulsión, de los sujetos adámicos, del paraíso. El castigo más feroz de todos porque convirtió al sujeto en un ser menesteroso.

Los padres cuando el joven llega a la adolescencia, edad donde el sujeto reclama para sí el ser que es y lo que quiere ser con acciones contrarias a los mandatos paternos o maternos, se le dice o grita a la cara «que si quiere se puede ir de la casa» o «que si hace tal cosa tendrá que irse de la casa».

La función de tal amenaza es crear el máximo terror en aquella criatura que es dependiente. Se le amenaza con quitarle todo bien, en éste se incluye hasta excluirlo del amor. Dejarlo en la calle, a la deriva ante la vida. Como represalia ante la desobediencia al mandato familiar.

Es una actitud cínica y sádica por parte de los padres. Pues, se aprovechan de la condición de desvalido de aquel sujeto. Que por su parte, considera que no ha hecho nada que merezca tal castigo. La expulsión es el cuarto castigo bíblico dado al humano, el cual se repite a diario en muchas casas.

La prepotencia al esgrimir tal amenaza es feroz. «O te doblegas o te vas». A la larga tendrá sus consecuencias, aunque el humano es dado a olvidar. Siempre la coacción late en el esquema último de nuestros miedos. Quedarnos sin cobijo y sin amor.

Lo peor es que tal amenaza se dice a la ligera. Incluso los jóvenes se ríen cuando hacen alguna fechoría y dicen «si mis padres saben esto me botan de la casa», aunque lo dicen a son de chiste, lo que anida por debajo es ominoso.

En muchos casos se hace realidad tal ultimátum y las consecuencias son devastadoras. Las historias de sujetos rotos son muy grandes y tristes. La ruptura es abismal. Y todos sabemos que cuando el amor se rompe es difícil de curar.

 La coacción por la expulsión del hogar es un arma familiar morbosa. Constituida por la castración del sujeto, por el sometimiento. Ajena al diálogo, solo conoce de la intimidación. El padre o la madre se convierten en un dios furibundo y obcecado.

La ligereza con que usamos de este amedrentamiento es porque no pensamos en lo que en realidad es e implica. Nos parece que es la mayor amenaza que podemos proferir sobre un hijo, y lo es. Porque busca desarticular al sujeto, para enmendar el error ocurrido en nuestro proyecto de padres o madres.

Los padres sienten que su proyecto está a punto de convertirse en un fracaso y no pueden tolerar eso. Sus propios miedos afloran y recurren a la fuerza de la coacción para hacer encarrilar al joven al proyecto familiar y que su proyecto de paternidad o maternidad vuelva a ser exitoso.

El miedo al fracaso es terrible, pues se anida cada día en la madre así como en el padre. Ser un padre o una madre fracasada produce escalofríos. Es verse en el espejo de los fracasados, de los ineptos, de los desadaptados. Es una condición terrible que nos lleva a aplicar nuestra miseria humana sobre los hijos.

Los hijos y los padres siempre se enfrentaran en esa etapa de la adolescencia y un poco más allá. Los segundos, viviendo en sus miedos, utilizaran todos los recursos intimidatorios y llegado el momento más álgido harán uso irreflexivamente del más terrible de todos, el del ostracismo familiar.

Estando en tales miedos, los padres podrán destruir el amor en un arrebato de insensatez pensando que hacen lo mejor para sus hijos. Los hijos, posiblemente, heredaran esta intimidación y la aplicaran a sus hijos cuando se vean en una situación semejante.

Así la rueda de la desdicha y la desesperanza seguirá moliendo el trigo de la vida y trayendo lágrimas innecesarias. Haciendo de este paraíso un infierno cada día para tantos muchos muchachos y muchachas. Que solo pretenden vivir su vida en la edad en que la vida se abre al existir y cuando necesitan del mejor cobijo que se les pueda ofrecer.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin


[1] Génesis 3: 1-24