sábado, 23 de marzo de 2019

WIFI RALPH Y LAS DISYUNTIVAS DE LA AMISTAD


En «Ralph Breaks the Internet» o «Wifi Ralph» para la América que habla español, Ralph y Vanellope von Schweetz se ven envueltos en los avatares propios que la amistad conlleva en sí. Pues, ellos se encuentran en un mundo nuevo conformado por nuevas costumbres y nuevos personajes, que ponen a prueba la amistad entre los dos.

Ambos personajes comparten su amistad conversando cada noche sobre las cosas de la vida. En medio de esa conversa Vanellope muestra su frustración por lo predecible que es su juego, tiene en sí la sensación del aburrimiento, de hacer siempre lo mismo. Ella desea nuevas aventuras y emociones, ese es su proyecto de vida.

Con el fin de reparar un desperfecto en el juego de Vanellope, Ralph y Vanellope deciden aventurarse en el mundo del Internet, mundo que para ellos es totalmente nuevo. Este mundo realmente fascinante Ralph y Vanellope conocen Shank, quien conduce un auto en un juego de alto riesgo y mucha adrenalina. Con el cual la niña queda fascinada porque equivale a sus aspiraciones de aventuras.

Tal fascinación hace que Ralph se preocupe, al pensar que la amistad entre ambos está en peligro. Este miedo lo llena de inseguridad. Por el contrario, Vanellope está encantada con las emociones e imprevistos que encuentra en el juego con Shank, algo totalmente diferente a lo que ocurre en el rutinario juego del cual ella proviene. Por esta razón, desea quedarse en este nuevo juego. 

Ralph se deprime y su tristeza se hace más grande al enterarse de la decisión de Vanellope. Desesperado por mantener su amistad con Vanellope, Ralph busca de una manera de hacer que ella desista de su propósito, maquina que el juego debe convertirse en algo aburrido para que ella desista de su proyecto.

Ralph, en su desesperación, consigue un virus para sabotear el juego. Él solo quiere que los autos se hagan lentos y aburridos, y así la niña se fastidiará y querrá volver a su mundo originario. Sin embargo, el virus tiene la capacidad de copiar, replicar y transmitir cualquier tipo de «inseguridad» que encuentre.

Como Vanellope sufre de una falla en sí misma, el virus la copia y la propaga; esto causa que el juego se bloquee y se reinicie, lo que pone en peligro la vida de ambos. Ralph le confiesa a la niña la mala conducta que ha tenido y que él ha sido el culpable de ese desastre. Vanellope se enoja y le dice que la deje sola. Ralph está saboteando el proyecto de vida de Vanellope.

El virus, por otra parte, registra las inseguridades en que Ralph se encuentra, las propaga y pone en riesgo la existencia de Internet de ellos dos nuevamente. Ya en una situación de destrucción total, Ralph se dirige a los clones —que son sus temores— y se reprende a sí mismo por tener una actitud posesiva y egoísta. Al mismo tiempo que entiende su actitud temerosa, reconoce que el deseo de Vanellope por quedarse en internet no significa que su amistad va terminar.

Esto reconocimiento le permite a Ralph resolver sus inseguridades. Asimismo, le permite tener otra perspectiva sobre la amistad y estar en paz consigo mismo. Lo que hemos querido mostrar con este largo cuento es que la amistad es un asunto entre dos personas, donde cada una vive su individualidad; la cual está conformada  por sus anhelos, aspiraciones y deseos.

La amistad es lo que nos permite vivir en un mundo social, participar del intercambio con los demás. Pero seguimos siendo individualidades que compartimos e individualidades compartidas. Debemos entender esto, porque la amistad es algo muy importante porque con ella construimos nuestro entorno. La amistad es un compartir, no es el sometimiento de uno por el otro.

Nuestras inseguridades personales nos llevan, muchas veces, a actuar de modo similar a Ralph. En vez de apoyar las aspiraciones de la otra persona tratamos de reducirlas a nuestros miedos. Pues, por nuestros miedos nos vemos amenazados de ser abandonados y quedarnos solos; entonces asumimos actitudes hostiles que pueden dañar a la otra persona y la amistad entre ambos. Muchas veces consideramos que actuamos correctamente. Sin embargo, solo actuamos en nuestro beneficio.

Nuestros miedos nos confunden y nos hacen actuar de manera errada. Anteponemos nuestras inseguridades a la amistad. Dejamos de comprender que la amistad es algo entre dos, una construcción social y emotiva que incluye dos individualidades que se comparten entre sí.

Cuando nuestras inseguridades se anteponen a la amistad, hemos dejado la amistad a un lado sin darnos cuenta y solo estamos pensando en nosotros. Pensamos que podemos quedarnos solos y eso nos asusta. Debemos comprender que la amistad es la relación que abre un mundo de posibilidades, de intercambios productivos; en el cual ambas individualidades tienen la oportunidad de expandirse como personas. La amistad se sustenta en fortalecerse uno a otro.

La amistad es apertura, ver al otro como un reino en sí mismo. Es el intercambio opiniones para buscar mejores alternativas de solución, ver lo que es beneficio y lo que no lo es. La amistad no es la solidaridad automática y no pensada, ésta es una relación que reflexiona en y para el bien de ambos. De allí que permite el mutuo apoyo reflexivo y el reconocimiento de la otra persona como un proyecto de vida.

En tanto proyecto de vida, somos algo que se va realizando a medida que pasa el tiempo. Nos van apareciendo nuevas actitudes, nuevos propósitos, nuevos anhelos y eso hay que entenderlo. Si no lo entendemos es que estamos actuando de manera arbitraria, donde solo pensamos en nuestras aspiraciones y negamos las de la otra persona. Que es lo ha sucedido con Ralph.

La amistad no se pierde porque la otra persona realice o busque realizar sus deseos. Cada uno de nosotros tenemos expectativas que deseamos llevar a cabo. Cada uno de nosotros tenemos nuestro proyecto de vida y éste necesariamente no tiene que coincidir con el de la otra persona. Si se produce un alejamiento, esto es válido.

Lo que hay es que preservar es esa emoción, ese sentimiento que nos une a la otra persona. El cual nos permite compartir un mundo social lleno de diferencias mutuas. Entender que somos diferentes y que cada uno se hace cargo de sus deseos, de su proyecto de vida el cual queremos realizar. La amistad requiere del mutuo apoyo porque ésta siempre es endeble, es como un barco en una tormenta, dice la canción, que lleva por capitán y timonel un corazón.

Referencias:
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sábado, 16 de marzo de 2019

LA LEY DE LA ATRACCIÓN Y DE LA DISCORDIA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


La ley de la atracción tal como es planteada por diversos autores padece de in-completitud, porque tal ley expuesta de esa manera permanece en ella misma. Se mira a sí misma y allí se queda, de allí deriva ser una ley inconclusa. Veremos a qué me refiero cuando expreso esto.

La ley de la atracción es expuesta, entre otros filósofos antiguos, por Empédocles[1] en sus dos poemas conocidos: «Sobre la naturaleza de los seres» y «Las purificaciones»; en los cuales expresa las leyes generales de las acciones del hacer humano. Postula el filósofo agrigentino, «no hay ninguna posibilidad de que nada nazca de lo que no existe de algún modo, y es imposible e inexpresable que lo que es, pueda perecer»; allí donde «los hombres ven sólo una pequeña parte de una vida que no es vida».

Nos invita Empédocles al análisis cuando nos dice «contempla cada cosa con el intelecto; no permanezcas inerte». Se dan para el filósofo de Agrigento «sólo mezcla y cambio de cosas entremezcladas». En las cuales existen «los cuatro elementos y las dos fuerzas y su eternidad». ¿Qué son y cuáles son estos cuatro elementos? Son elementos primordiales, principio «arché» de todas las cosas. Nos señala Empédocles: «Sabe que cuatro son las raíces de toda cosa: Zeus brillante, Hera nutricia, Edoneus y Nestis, que nutre con sus lágrimas las fuentes de vida para los mortales (fuego, aire, tierra, agua)».

¿Cuáles son esas dos fuerzas que manifiesta el filósofo agrigentino? Éstas son «la funesta Discordia, separada de ellos, alrededor, igualmente pesada, y el Amor, en medio de ellos, igual en magnitud y longitud». Tanto los cuatro elementos como las dos fuerzas son cualitativamente iguales y son eternas; aunque cada una tiene su valor en sí misma y un carácter distinto; cada una predomina según su turno y en el correr del tiempo.

La eternidad de los elementos se produce en un movimiento continuo «de unión y de separación». En la unidad convergen por la «fuerza del Amor» o, por el contrario, son impulsados en direcciones opuestas por la repulsión de la «fuerza de la Discordia» o in-amistad[2]. La fatalidad del ciclo o movimiento continuo se da «por obra de la Discordia o por obra de la Amistad».

En el párrafo anterior estamos en el objetivo principal de este artículo, que es mostrar que si existe una fuerza de la atracción es porque también existe una fuerza de repulsión. Que es lo que le da completitud dialéctica a la doctrina de Empédocles. Es allí donde fallan los diferentes autores que tratan sobre la ley de la atracción, pues la plantean como algo unilateral.

Existe, a la vez, una doble acción de dos fuerzas contrarias. Y es esto es importante tenerlo en cuenta. Pues, tanto nuestras relaciones intrapersonales como interpersonales se engendran y se destruyen en el curso del proceso de unificación o de separación, por causa de las fuerzas o leyes del Amor y la Discordia. Ya que,  por medio de estas fuerzas procedemos a una separación en fases creciente en la que nos distanciamos de las cosas y las personas, o procedemos a una unión más estrecha con las personas y las cosas que nos rodean.

Cuál de las dos fuerzas prevalezca nos permitirá la variedad de unión o variedad de distinción de las cosas. Si prevalece una progresiva separación nuestra amistad, por ejemplo, para con alguien se disuelve y desaparece. Si se da lo contrario, nuestra amistad se estrecha y refuerza. Esto se da por cuál fuerza actúe con mayor vigor. 

Por la ley de la atracción o «del Amor» se renueva nuestra unidad con las personas y las cosas. La destrucción de nuestras relaciones interpersonales o por cosas que antes deseamos se da la «fuerza de la Discordia». La Discordia es causa de la destrucción de la existencia compartida, el Amor es causa de una existencia re-unida, amigable.

Ahora bien, debemos atender a la doble acción de estas fuerzas antagónicas. Pues, a menudo el Amor separa, ¿Qué quiero decir con esto? Por ejemplo, si la fuerza del amor nos une a alguien, la misma nos separa de otras personas. Esto es muy común cuando alguien se enamora; la persona busca estar con quien ama, y así mismo se separa de otras personas con quien antes andaba. Nada extraño, en verdad.

Por su parte, la fuerza de la Discordia une. Antes habíamos afirmado que separa. Por obra de la Discordia, por ejemplo, mucha gente se une contra alguien, muchos sujetos particulares se reúnen en una misma masa, se reúnen en una unidad; esto lo apreciamos mucho en la política. Como enemigos irreconciliables se unen para enfrentar a otro enemigo común. Tales fuerzas tienen sus matices y no es, por lo general, blanco y negro.  

La atracción de los semejantes está animada por la fuerza de la atracción. De este modo, las personas que están dispuestas a mezclarse se desean recíprocamente impulsadas por el Amor (no es necesariamente amor sexual, sino filia). Tomemos el caso de personas que gustan del mismo tipo de música o que tienen gustan semejante por algo, tienden a buscarse, a reunirse. Pero asimismo se alejan de otros que consideran desemejantes.  

Cuanto más diferimos de alguien por gustos y deseos no compartidos, se produce entre ambos la In-amistad; acá actúa la fuerza de la Discordia, que es una separación, un distanciamiento. Nos dice Empédocles, «lo dulce se aferra a lo dulce, y lo amargo se precipita sobre lo amargo, y lo ácido busca lo ácido y lo cálido se agrega a lo cálido».

El Amor lo atribuimos a la atracción de los semejantes, la antipatía se la atribuimos a la Discordia. Y como hemos dicho, al haber una dialéctica se da una contradicción, la cual consiste en que lo que lleva a la unión de unas partes produce la separación de otras. La fuerza de la Discordia y del Amor, da lugar principalmente a la mezcla de los semejantes, pero no excluye la mezcla de los desemejantes, en esto consiste la unidad del todo.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin




[1] Ver. Rodolfo Mondolfo. El pensamiento antiguo, Libro I, Buenos Aires, editorial Losada, 1959.
[2] Rodolfo Mondolfo, Fragmentos 17 y 26.

martes, 12 de marzo de 2019

PIENSA PRIMERO EN TI, LUEGO EN LOS DEMÁS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Hay una tendencia a considerar el ego como algo malo, de allí que cuando hablamos de ego o yo éste adquiere una connotación negativa. Eso tendencia forma parte del discursos enrevesado y confuso; pues en la misma medida que hace del ego un significado negativo, predica sobre un individuo propio. ¿Cómo puede dar se la posibilidad de un individuo autónomo sin ego? Esto es una contradicción.

Nuestro ego, nuestro yo es lo que nos define cono sujeto individual. Es lo que somos. Y, por tanto, debemos atendernos en tanto somos nuestro yo. Y como es lo que primero tenemos a mano, es entonces en lo primero que debemos pensar. Esto no quiere que asumamos una actitud egoísta, en el sentido de que solo y únicamente pensemos en nosotros. Por el contrario, es pensar que somos nosotros a quienes  nos tenemos. Esto no significa ser narcisista o egocéntrico.

 En esto yo que somos debemos acariciarnos con nosotros mismos. Como dijo una vez Facundo Cabral «debemos de estar de novios con nosotros mismos». Debemos apreciarnos, querernos. Pues, sin este aprecio por nosotros mismos somos un sujeto sin mucho valor propio. Eso que muchos llaman un sujeto de baja estima personal.

Es necesario, entonces, que uno de nuestros principales objetivos vitales consista en cultivar nuestra prosperidad —financiera, espiritual, corporal y de conocimiento— para alcanzar felizmente las metas que nos proponemos; esto redundará en nuestro bienestar personal, el cual se entenderá a nuestro bienestar social.

Para conseguir lo anterior tenemos que aprender que el aprecio de nuestro ego es fundamental, ese yo que somos; esto es, pensar, reflexionar en nosotros mismos. Parece una fórmula muy simple e incluso palpable, pero en verdad muchos de nuestros problemas están en que no nos queremos, ni pensamos en nosotros como algo importante. Podemos decir sin equivocarnos que hay mucha gente que se menosprecia a sí misma.

Pensar en nosotros es permitir la posibilidad de nuestra prosperidad, de nuestro éxito y de nuestro bienestar personal y social. No dejar que otras personas estén por encima de nosotros, sino junto a nosotros. Es darnos el valor que merecemos, ya que este valor es lo que nos puede permitir llegar a ser mejores sujetos.

Para poder dar algo a otros debemos tener algo que dar. Y solo podemos tener algo que dar cuando nos hacemos cargo de nosotros mismos, y este hacernos cargo solo es posible cuando en verdad nos apreciamos y queremos. Cuando pensamos en nosotros mismos, y pensar con el fin de cuidar de nosotros.

Reflexionar sobre nosotros nos tiene que llevar a cuidarnos y a conocer lo que somos. De esto depende el modo como abordaremos, en primer lugar, nuestra relación personal y luego nuestras relaciones interpersonales. De este conjunto de relaciones depende nuestro bienestar; pues somos sujetos individuales y sociales. 

Cuanto más a gusto nos sintamos en la vida, más felices nos sentiremos y mejor sabremos compartir y dar. Los demás no van a construir nuestro bienestar, éste es un asunto personal; aunque compartido. Solo lo podemos construir cuando asumimos realizarlo, y para esto, insisto, es necesario pensar primero en nosotros.  

Nuestra prosperidad y éxito dependen de nuestro pensar-hacer. De nuestro accionar. Y aunque lo llevamos a cabo relacionados con los demás, este accionar parte de nuestro propio movimiento. De nuestro propio querer.  Nadie lo hará por nosotros; además nadie puede saber lo que es realmente importante para nosotros, aunque se lo digamos miles de veces. La experiencia de saber lo que queremos es individual.

Por tanto, debemos de tomarnos de la mano, como quien sale a pasear con uno mismo, y establecer nuestro territorio de acción, nuestra zona de confort y comodidad, nuestras condiciones para sentirnos a gusto y nuestras posibilidades de realización de nuestra prosperidad y éxitos.

Debemos dedicarnos todos los días a esas cosas que nos hacen sentir bien y nos gusta hacer. No podemos dejar pasar esas ocasiones en la que podemos disfrutar de nosotros y de los demás. Pasar buenos ratos con nosotros mismos o hacernos regalos porque nos lo merecemos.

Piensa en ti, en tu prosperidad y éxitos. Cuídate porque nadie lo hará por ti ni mejor que tú mismo, ni hará más por ti que tú mismo.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin




sábado, 2 de marzo de 2019

DE LA INQUIETUD Y LA LIBERTAD: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Nuestro pensar–hacer es responsabilidad nuestra, responsabilidad de cada quien.  Y aunque esté influida por otros, solo es nuestra responsabilidad; porque la tendencia de nuestro pensar-hacer es llegar a las cosas o señalar hacia ellas. Si nos miramos en nosotros mismos, nos damos cuenta que somos un conjunto de cualidades, de rasgos de personalidad, tendencias, limitaciones y así sucesivamente.

Todo nuestro pensar-hacer está marcado por nuestra identidad concreta, y nos olvidamos que esas cosas pueden definirme o no. Por eso, nos resulta sorprendente que la libertad nos ponga nerviosos, por cuanto ésta es comprometedora. Porque aunque anhelemos la libertad resulta bastante difícil pensar por nosotros mismos, y en esto en parte se basa ser libre. Pues, somos lo que decidimos ser.

Darnos cuenta de la extensión de nuestra propia libertad es vernos sumido en una ansiedad. Que es una inquietud presente sobre nosotros mismos, sobre nuestras decisiones, sobre nuestro hacer, esto es, sobre nuestra propia existencia. No se trata de un miedo en particular, como tratan de vender algunos gurús.

Cuanta más libertad de pensar-hacer tenemos peor es la ansiedad que sentimos. Podemos contactarlo en quienes han emigrado, en el acto de emigrar confluye el acto de hacerse cargo de sí mismo; y esto produce mucha inquietud. Más allá de la incertidumbre del lugar que no conocemos aún.

Esa inquietud comienza a disminuir cuando nos anclamos junto al borde de lo que todavía no conocemos: personas, lugares, relaciones. Al anclarnos a algo nos aseguramos un lugar estable y seguro aunque sea junto al precipicio de lo incierto, y nuestro vértigo tiende a desaparecer porque sabemos que no nos vamos a caer. Y esto es lo que hacemos cotidianamente.

El anclaje sustituye o disminuye nuestra libertad. Porque no podemos ser una veleta todo el tiempo. La vida en el mundo es, podemos decir, como llamada de la tentación, pues ésta tiende a renovar esa resolución de la inquietud. Esa posibilidad de elegir, a imponernos unas normas generales en nuestra vida para atenernos a ellas. Por eso, todos esos llamados por parte de los gurús a ser libres, esconden una cierta mentira; que es la sustitución de un anclaje por otro.

Para evitar ese problema de la inquietud generada por la libertad, muchos de nosotros intentamos convertir nuestras decisiones en algo a largo plazo, en restricciones de algún tipo. Hacemos actos de fe. Incluso buscamos disciplinarnos a través de alguna práctica, un trabajo... ¿Consideramos libremente si realmente queremos hacer eso realmente? O ¿solo buscamos un ancla que nos permita fijarnos a un algo?

Todos esos dispositivos que nos creamos funcionan porque nos permiten fingir que somos libres, cuando en realidad nos hemos atrapados a nosotros mismos. Sabemos muy bien que podemos dejar de ir al trabajo, o desactivar instagram o facebook pero no lo hacemos. Disponemos esas cosas de tal manera que se conviertan en una aparente opción no nos haga aparecer como sujetos libres y disponible.

Recurrimos a muchos trucos semejantes, tendemos que ocuparnos supuestamente de todo el panorama completo de nuestra libertad en cada instante, y eso nos hace la vida extremadamente difícil. Cuando en verdad, la mayoría de nosotros  nos mantenemos enredados en todo tipo de costumbres a lo largo de los días.

Tales ocupaciones o trucos suponen que estamos obligados, pero son proyecciones de nuestras elecciones, de nuestro pensar-hacer. Son, en el giro de nuestra libertad o de nuestro supuesto ser libres. Tales fingimientos están entretejidos en nuestra vida diaria.

Nos movemos interpretando unos papeles predefinidos; el de profesor, padre de familia, arquitecto, artista, médico... ¿A qué juego estamos jugando? Estamos jugando a ser libres y lo hacemos con tanta eficiencia que en verdad parecemos ser libres. Pero en este juego ¿estamos negando nuestra libertad, nuestra contingencia?

La mayoría de nosotros nos regodeamos en este juego, porque la vida se hace más soportable. La mayor parte de las veces esta es una forma inofensiva, pero cuidado si puede tener consecuencias tenebrosas. Pues nos podríamos construir una identidad inapropiada, como si en verdad fuésemos nosotros.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin