jueves, 31 de enero de 2019

EL DESEO DE SER LIBRES Y NUESTRAS PROPIAS CADENAS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Día a día a todos nos mueven las urgencias cotidianas y vivimos preocupándonos por éstas. Aunque lo pensamos y muchas veces lo decimos en voz alta, no tenemos el valor de vivir sin tales preocupaciones o desentendernos de ellas.

En medios de esas inquietudes anisamos la libertad. No sabes para qué, pero la ansiamos igualmente. Todos anhelamos y soñamos con ser libres, con tener libertad. Quién es aquel que no sueña con ella, que ésta sea nuestro principal logro o meta.

Pensamos en ser libres para ir y venir a nuestro antojo; ser libres para hacer únicamente lo que a nosotros nos guste y queramos hacer; ser libres para actuar y movernos a como decidamos; ser libres para desear y encapricharnos con lo que queramos. Incluso ser libres para pensar. Todos hablamos y soñamos con el anhelo de ser libre. ¿Cuántos hacemos algo por ser libre?

Junto a este deseo de ser libres, todos acumulamos obstáculos para llegar a serlo.  Y muy a menudo nos encadenamos a preocupaciones, a tareas, a otras personas mediante compromisos sin sentidos. Contrarios a ese deseo del que tanto hablamos y soñamos, en esto somos contradictorios. Queremos una cosa, pero hacemos lo contrario.

Nosotros mismos nos obligamos a trabajar en cosas que nos desagradan, o estamos junto a personas con quienes no queremos estar. Adquirimos objetos banales que después no sabemos cómo deshacernos de ellos, lo mismo hacemos con nuestras relaciones interpersonales. Nos enredamos a personas tóxicas y nos forzamos a aguantarlas. Convertimos nuestras costumbres en obligaciones. Actuamos en contra de nuestro mayor sueño.

¿Por qué esta contradicción tan flagrante? Tal vez, sea hora de pensar sobre esto. ¿Qué nos encadena a esas cadenas que nos autoimponemos? ¿Por qué no nos quedamos solo con aquello que en verdad nos gusta?  O es que no sabemos qué es lo que nos gusta en verdad. ¿Por qué no mantenemos las relaciones que nos satisfagan? O ¿por qué no realizamos únicamente las actividades o trabajos que nos apasionan? ¿Por qué las circunstancias externas se imponen sobre nosotros?

Tal vez, debamos comenzar por hacer una buena limpieza en nuestra vida. Una limpieza que se fundamente en una reflexión sincera y no en una receta. Tal vez, debemos tomar nuestras propias decisiones, hacer lo que nos apetezca. ¿Sabemos, realmente, lo que nos apetece? O ¿Es que quizás en lo más profundo no queremos ser libre? 

Soñamos con ser libres. No obstante, no nos decidimos a serlo. Libres para tener lo que deseamos, para ser lo que queremos y para vivir como nos dé la gana en cada momento. Tal vez, somos más cobardes de lo que imaginamos. Tal vez, solo somos una fachada, pero en el fondo somos unos indecisos, unos timoratos para con nosotros mismos.

Lo constante en nosotros es que anhelamos ser libres, no que realicemos tal anhelo. Tal vez, ser libre no sea lo más importante para nosotros sino que vivimos engañándonos con ese sueño. Nos escudamos en ese sueño que no realizamos, para no confesarnos que queremos vivir en una jaula, que nos sentimos bien con las cadenas que nos autoimponemos. Lo demás es jugar a ser libres.

Si ser libres fuese realmente importante para nosotros lo llegaríamos a ser. Nos avocaríamos a serlo, pero evadimos ser libres. Y las justificaciones abundan. Por eso, en nuestra vida relegamos el ideal de ser libres a simplemente decisiones, por ejemplo, ir en vacaciones a la playa o a la montaña. Eso es ser libres, eso es tener un calendario.

Tal vez, nos falta valentía, templanza. Una de esas virtudes capitales que enunciaba Aristóteles para ser nosotros mismos. O quizás no sabemos vivir. No nos conocemos a nosotros mismos y nos sabemos en realidad lo que queremos. Por eso vivimos de un mero sueño.

También debemos aceptar que a los humanos nos gusta vivir ajetreados, imponernos obligaciones, tareas. Eso es parte de esa naturaleza humana. Siempre buscamos hacer algo, ocuparnos. Vivimos más ocupados por cosas ajenas que libres de hacer lo que decidamos.

Quién sabe si por eso ser libres sea más un sueño que un proyecto a realizar, una mera ensoñación más que un pensar-hacer efectivo. O somos indecisos o nos gusta encadenarnos. De todas maneras, soñar con ser libres puede llegar a ser una realidad, cuando decidamos serlo.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin


lunes, 28 de enero de 2019

DEL CARISMA Y EL CONOCERNOS A NOSOTROS MISMOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

 Muchas veces queremos ser carismáticos, por lo que nos comportamos o somos cariñosos, pacientes, dignos y valientes. Por lo que queremos agradar y hacer favores. Poseer esa capacidad de motivar o suscitar la admiración de otros debido esa cualidad de magnetismo personal o empatía. En pocas palabras, ser un líder.

En este intento de reconocimiento por parte del otro, a veces, saltamos de un lado a otro o armamos jaleo con la intención de destacar. De ser reconocidos dentro de un grupo. Queremos que los demás sientan nuestra presencia cuando llegamos a un lugar. Ahora bien, hay personas que no necesitan alborotar, pues tienen suficiente carisma como para que los otros se fijen en él. Se les da de manera natural.

Hay diversos tipos unos son alborotadores o otros son discretos, su personalidad nos obliga a mirarlo cuando hace presencia en un sitio. ¿Quién no sueña con poseer tal magnetismo? Con atraer las miradas, ser el centro de atención de un lugar. Y mucho más en estos tiempos, donde se destaca que si no eres nadie estás fuera del juego social.

Y nos preguntamos: ¿Qué hace para desprender tal cantidad de vibraciones positivas, para provocar tanta admiración? Tal vez no hace nada. Tal vez, ser solo él mismo. Dijo posiblemente. O tiene atributos de belleza que hacen a la persona admirable, y toda belleza en admirada[1].

Ahora bien, una cosa es ser bello y otra es ser carismático. Y más importante aún es ser uno mismo. La lección entre belleza y carisma está en el «Banquete» de Platón, cuando Alcibíades se rinde ante el carisma de Sócrates, del cual dicen que era feo este último y el otro excelsamente bello. Pero eso sí, Sócrates era el mismo más allá de todo.

Esta es la lección que nos enseña un hombre como Sócrates: ¡hay que ser uno mismo! Y para esto, uno tiene que conocerse a sí mismo. No tenemos que ocultarnos ni mentir lo que somos tras una apariencia; tampoco adoptar un papel ni movernos de un lado a otro haciendo afectaciones para tratar de atraer la atención de los otros. Simplemente tenemos que ser lo que somos.

Cuando nos ocultamos o mentimos sobre lo que somos, ya no somos nosotros. Somos en tal caso una simple máscara, una sombra de algo. Si adoptamos un papel como un actor, entonces solo somos eso una mera representación de otro. Somos algo enajenado, salido de nuestro centro y puestos en un lugar X. Como diría Heidegger, una existencia inauténtica. Y en tal existencia no puede haber carisma.  

Al ser nosotros mismos irradiamos nuestra personalidad, como si fuésemos una fuente de luz. Que es nuestra propia luz, no la de otro. Somos nosotros, no un remedo de alguien más. Elvis es Elvis, sus imitadores son solo eso imitadores, y hay muchos.  

Cuando somos nosotros mismos no presumimos de lo que somos, solo vivimos nuestra vida. No andamos monopolizando toda conversación para ser el centro de atención, ni nos damos falsa importancia. Ya que con tales posturas lo que hacemos es fastidiar a los demás, e inconscientemente tratamos de auto-convencernos de algo que no somos. Vivir en una mentira.

Eso no es tener carisma, es solo mostrar que somos invasivos, pesados e inseguros de nosotros mismos. Y en esa nuestra inseguridad sobreactuamos, encarnamos el papel de otro. Cuando somos auténticos, y con esto quiero decir que somos nosotros mismos, somos sobrios en nuestro pensar-hacer-sentir.

Para ser carismáticos no hay que ser extravagantes. El carisma se desarrolla en la medida que somos honestos con nosotros mismos y con los demás; y según nos aceptamos, porque nos conocemos, tal y como somos. No recurrimos a falsos artificios, que no se corresponden con nuestra personalidad. Esto sería una contradicción.

Todos podemos desarrollar una personalidad atractiva y carismática; siempre y cuando, en primer lugar, nos conozcamos y seamos nosotros mismos en cualquier circunstancia. De este modo, podemos llenar el espacio con nuestra presencia y carisma. Seamos sinceros y auténticos. Y esto solo lo da el cuidado de nosotros mismos.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin



[1] No estoy reduciendo el carisma a la posesión de belleza. Es solo un ejemplo.

jueves, 24 de enero de 2019

UNA VIDA VITAL Y HEDONISTA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Desde hace mucho tiempo tratamos de entendernos, de encontrar nuestras fortalezas, nuestra actitud y virtudes. Buscamos entender nuestras costumbres y nuestras pequeñas manías, a través de una especie de ritual mágico para vivir en paz y ser felices.

Todo lo anterior lo buscamos para aplicarlo de manera natural y con muchos recursos en nuestra vida cotidiana, sea en lo personal o profesional. Deseamos, sin saberlo, practicar una filosofía vital y hedonista que podemos resumir en: comer, jugar, dormir, preocuparnos por su comodidad y hacer solo lo que nos gusta.

Aunque haya mucho más por descubrir. Ese es un estilo de vida, pensamos, que nos permitirá vivir sin estrés; pues siempre pretendemos alcanzar nuestro bienestar. Ahora bien, si imitamos esa forma de vivir o de actuar, tal vez se abrirá ante nosotros otra perspectiva de vida, otra visión del mundo, así como una comprensión diferente de nosotros mismos.

Para alcanzar eso debemos comenzar por alguna parte. Tal vez debiésemos comenzar por la libertad. Casi todos soñamos con ella, que ésta sea el motor de nuestra vida. Ser libres. No sabemos para qué, pero queremos ser libres. Ni siquiera sabemos que es la libertad, pero la anhelamos.


Tal vez, ser libres para ir y venir; ser libres para hacer lo que nos gusta; ser libre para actuar, desear y encapricharnos con lo que queramos. Ser libres para pensar-hacer-sentir. Tenemos que tener en cuenta que no poseemos una libertad absoluta, entender que toda nuestra libertad es una libertad mediada. Comprender esto es importante.

En medio de ese sueño y anhelo, contradictoriamente, siempre tendemos a acumular obstáculos. Y, muy menudo, nos esclavizamos a nosotros mismos o buscamos quien nos esclavice. Sea mediante préstamos bancarios o compras  que nos obligan a trabajar cada vez más. Por lo general, nos esclavizamos por objetos banales que los hacemos valiosos o por costumbres convertidas en obligaciones. O nos relacionamos con gente tóxica con las cuales convivimos y nos forzamos a aguantar.

Tal vez, sea el momento de hacer una reinicio —un «restart»— en nuestra vida, para ver si comenzamos a funcionar un poco mejor. Debemos probar quedarnos solo con lo que nos gusta; mantener solo las relaciones que nos satisfacen y agradan; realizar únicamente las actividades o trabajos que nos apasionan. Y olvidarnos de todo lo demás. Claro no olvidemos que somos seres responsables y ya estamos comprometidos con ciertas cosas. Pero, estas cosas podemos hacerlas de otra manera. 

Por ejemplo, tomemos nuestras propias decisiones, no que otro nos las imponga.  Hacer las cosas como nos apetezcan, a lo mejor en la familia no hemos hecho las cosas de la manera que nos hubiese gustado hacerlas; ser más liberales, darle rienda suelta a los juegos o pones más carácter. Hace años, una amiga me contaba que en su casa los domingos siempre la madre servía la misma comida en un matrimonio de 25 años; sin embargo, un domingo cualquiera el padre dijo «no quiero, no me gusta y nunca me ha gustado esta comida». El padre ese día hizo un reinicio y todo siguió adelante un poco más felices. 

La libertad no es un sueño. La libertad es una decisión, como muchas otras. Sin embargo, ésta compromete toda nuestra responsabilidad. Cuando decidimos ser libre para tener lo que deseamos; para ser lo que queremos ser y para vivir cada momento. Estamos muy comprometidos con nosotros y con los demás.

La libertad es muy importante. Se trata como de una segunda naturaleza y por eso es importante. En nuestra vida, a menudo, relegamos la idea de libertad a un simplemente a «poder elegir» cuándo y para dónde nos vamos de vacaciones de acuerdo a un calendario. Confundimos libertad con esa posibilidad de elegir.

Para vivir libre hay que aprender que es la libertad. No es como dice el adolescente soy libre, mientras le hace la vida imposible a la familia. Eso no es ser libre, eso es entorpecer otras vidas. Nuestra libertad no tiene que dañar a nadie, ni afectar la vida de otras personas. Porque nuestro bienestar depende, también, de muchos otros.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin


sábado, 19 de enero de 2019

ESTABLECE TU ZONA DE CONFORT Y OLVÍDATE DE LO DEMÁS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Por allí hay unos cuantos predicadores que se la pasan incitando a que la gente abandone su zona de confort. Podemos estar seguros que tales incitadores están muy cómodos disfrutando de su zona de confort, mientras hacen tales predicas. Además muchos confunden confort con conformidad[1]. La zona de confort es una construcción, no una desgracia.

Por ejemplo, mal vivimos en tensión, al límite; el insomnio se suma a nuestros nervios y a nuestra ansiedad, lo cual repercute en nuestro desgaste personal. Vivir mal no es una obligación. Es necesario que vivamos bien, muy bien, para llegar a ser prósperos y éxitos. Debemos vivir en tranquilidad con nosotros y con el entorno que nos rodea. Debemos estar en actitud apacible, lo más posible relajados y sin vanas inquietudes. Esto es quererse a uno mismo.

No debemos confundir estar alertas con estar estresados, estamos alertas cuando algún suceso perturba nuestra relajada calma cotidiana. Pero, al identificar el motivo de tal inquietud, debemos volver a nuestra tranquilidad y descansar plácidamente.

Unos de los problemas con nuestras preocupaciones es que los humanos padecemos «estrés a posteriori de una situación». No nos olvidamos de la situación pasada, sino que seguimos machacando insistentemente lo ya vivido; no logramos  desentendernos de la situación desagradable. Por tanto, no debemos dedicarle ni un segundo más de nuestro pensamiento, hacer que el suceso nunca se sucedió.

Con respecto a nuestro confort, tenemos que pensar primero en nosotros, algo así como hacen los gatos. Esto no es ningún egoísmo malo, sino la preocupación por nosotros mismos en primer lugar. Debemos, en este sentido, acariciarnos a nosotros mismos, amarnos.

En el cuidado de nosotros mismos, el objetivo vital consiste en cultivar nuestra prosperidad; sea ésta, física, moral, financiera, intelectual. Para conseguirlo tenemos que ser egoístas, pensar en nosotros mismos. Esto no significa ser narcisista o egocéntrico, sino darle prioridad a nuestra prosperidad personal, que ésta esté por encima de las demás cosas. De esta manera, podemos ofrecerle y dar algo a los demás.

¿Cómo podemos dar algo a los demás si no sabemos darnos algo a nosotros mismos? Si no sabemos cuidarnos, si no cultivamos nuestra prosperidad y éxitos. Antes de nada, debemos cuidarnos; pues de ello depende la clave de nuestra prosperidad.

Cuanta más prosperidad tenemos más a gusto nos sentimos en nuestro pensar-hacer-sentir, es decir, con nuestra vida. Mejor sabremos dar y compartir con los otros. No podemos esperar a los demás para construir nuestra prosperidad y éxito. Ya que, en primer lugar, dependemos de nosotros.

Lo anterior no niega nuestros vínculos sociales. Pero nadie construirá, por nosotros, la prosperidad y éxito que deseamos alcanzar. Pues, nadie sabe lo que es realmente importante para nosotros. De allí la importancia que tenemos que darle a nuestro yo.

Debemos dedicarnos todos los días a esas pequeñas cosas que nos hacen sentir a gusto con nosotros mismos, y aprovechar cada ocasión para disfrutar de un buen rato y hacernos regalos a nosotros mismos,  porque nos los merecemos. O como decía Facundo Cabral, «estar de novios con nosotros mismos». Esto debemos estar seguros a cada instante.

Pensemos en nuestra prosperidad y en nuestros éxitos; cuidemos de nosotros mismos porque nadie lo hará por nosotros. Nadie nos atenderá como nosotros mismos lo podemos hacer.

Por tanto, debemos tomarnos de la mano y establecer nuestro territorio y condiciones; determinar nuestra zona de confort y olvidarnos de lo demás, para sentirnos a gusto con nuestra vida y con las posibilidades de nuestra realización personal.



Referencias:
Twitter: @obeddelfin

sábado, 12 de enero de 2019

LA TOTALIDAD DE LA VIDA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Cada uno de nosotros en nuestro vivir somos la totalidad de la vida. Con esto no expreso ninguna concepción filosófica, sino la simple forma en que llevamos nuestro vivir; esa forma de expresar universal y absoluta de manifestar ese «elan» vital que nos conforma.

Cada uno de nosotros vive toda la vida. Esto lo hacemos independientemente de cualquier otro ser que existe. No importa si uno vive en New York o en el caserío más pequeño del planeta; si es el presidente de la nación más poderosa o uno más del vecindario que unos pocos conocen. Siempre vive esa totalidad como si fuésemos toda la vida.

El más famoso o el más desconocido hacen lo que hacen, sienten lo que sienten, piensan lo que piensan… como si fuesen el centro de la vida misma. Hablamos de política, de arte, de medicina… como si estuviésemos el escenario de la vida solo estuviese para cada uno de nosotros.

Cada uno somos el actor principal de la representación universal del existir. No importa que los científicos nos digan y os muestren el tamaño infinito del universo, nosotros seguimos viviendo como lo que somos la totalidad de la vida. Eso debe pasarle a todos los vivientes, supongo.

Sin embargo, no somos conscientes de esa extraña particularidad. Ni siquiera el gato, que es tan individual, sabe que el vive la vida total de todos seres vivos. Atendamos a las cosas que hacemos y nos daremos cuenta que así vivimos.  Si nos ocurre una decepción amorosa, nuestra pena y desgarramiento es todo el desgarramiento del mundo, no una parte individual. 

Si me baño en la playa, todo este bañarse y disfrutar del mar es la totalidad de los vivientes. Así es con la alegría, la tristeza. Si nos graduamos de algo, toda la alegría nuestra es la alegría del mundo. No importa si hay otros cuatrocientos graduando, cada alegría individual se vive como la alegría absoluta. Sí vivimos.

Por eso, hablamos como si fuésemos lo único que habla, o lo único que siente. Es extraño, pero muy interesante esta forma de ser. Si un familiar muy cercano se nos muere, ese dolor que sentimos es todo el dolor de la vida. Nuestro desamparo es todo el desamparo del existir. Vivimos la universalidad de la vida.

O la soledad, es toda la soledad. Y para este vivir no construimos ninguna teoría filosófica, solo vivimos esa totalidad. Que no es individualismo malo, pues intercambiamos desinteresadamente con muchos otros; pero esos otros también tienen y poseen ese vivir absoluto. Lo sienten de esa manera.

Solo hablo de vivir, simple y llanamente de eso que es vivir. Acá no hay ningún constructo intelectual. Cuando uno de nosotros sufre, sufre todo el sufrimiento de la vida. Así mismo es con la alegría, disfruta toda la alegría de la vida. No hay padecemos la mitad de la alegría y reservamos la mitad para el resto de lo que viven, no. Toda esa alegría es nuestra, nos reímos hasta que se nos salen las lágrimas, sin imaginar que hay otro que está alegre o que está triste. Ni siquiera nos importa, esto no es egoísmo malsano. Sencillamente así vivimos.

Es interesante atender a esta característica de nuestro vivir, porque nos permite ver el mundo de otra manera. No vernos como egoístas malos, sino como totalidades que interactúan, que interactuamos. Que compartimos con otros. No obstante, actuamos, pensamos y sentimos como seres absolutos en nuestro vivir.

Este vivir como una totalidad es la característica primordial y más básica de nuestra vida. Por eso no necesita de ninguna teoría. La vida es solo vivir. Y cada uno la vive de esa manera total. No hay medias vidas, ni se vive ha medias. Vivimos una totalidad.

No importa lo que cada uno de nosotros hagamos. Si somos el artista más famoso o un obrero más; si somos importantes en algún ámbito o meros desconocidos. Todos por igual, sin tener en cuenta el entorno, vivimos como vivientes absolutos. Por eso cada uno de nosotros somos la totalidad de la vida.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin

sábado, 5 de enero de 2019

LO CONOCIDO Y LO INEXPLORADO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

No hay camino que nos conduzca al descubrimiento de la vida. Debemos lanzarnos, queramos  o no, a lo inexplorado, esto no debe ni deprimirnos ni implica ningún acto de arrojo. Cuando queremos descubrir algo nuestro pensar-hacer tiene que estar dispuesta a ello, aunque el mismo esté abarrotado de hechos y conocimientos. Para algunos esta acumulación es un estorbo y una dificultad. Sin embargo, para la mayoría nuestro pensar-hacer está abierto a todo lo que pueda ser nuevo, a todo lo que existe junto con lo conocido.

Ni el saber y ni la erudición son obstáculos para quienes quieren buscar, solo son un aliado. Se usen aquellos adecuadamente o no es otro asunto. Nuestro pensar-hacer es esa estructura que hemos conformado como resultado del pasado, que se manifiesta en nuestro presente y se proyecta al futuro. En este pensar-hacer hay muchos ayeres, muchos hoy y muchos mañanas.

Pensamos y hacemos por esos muchos; por nuestras reacciones y situaciones  condicionadas o no estructuramos nuestro pensar-hacer. Todo nuestro pensar está conformado por el pasado, el presente y por la proyección hacia por lo que está por venir. 

Nuestras sensaciones y deseos crean también nuestra experiencia, es lo que configura nuestro pensar-hacer-sentir. Y ésta aunque es un residuo de lo ya realizado no es algo inmodificable. De ese conocimiento almacenado surgen respuestas ante situaciones que se presentan, es una economía de acción. ¿Para qué vamos a pensar algo nuevo cuando ya hemos resuelto tales cosas? Esto es conocimiento y acción mecánica. Si tenemos que cambiar una bombilla que se ha quemado, lo hacemos de manera mecánica; a menos que deseemos introducir algún cambio en el modo de hacerlo.  

Nuestro proceso consciente de vivir, de pensar-hacer-sentir tiene sus cimientos en ese conocimiento mecánico, que llamamos experiencia. De ella nos valemos a cada momento. Sería absurdo querer aplicar a cada acción un pensar nuevo, esto sería un desgaste sin sentido y una falta de economía.

Con el proceso del pensar mecánico resolvemos nuestra vida cotidiana, instintiva. Todos vivimos en esta capa del hacer. Es ahí donde todos estamos activos a diario; en este nivel es donde se nos plantean los problemas, los conflictos y los asuntos del diario vivir, y con esta forma de darles solución nos sentimos satisfechos. No es para menos sentirnos satisfechos, ya que de este modo resolvemos las cosas en un mundo cotidiano de acciones prácticas.

Ahora bien, no todo nuestro pensar mecánico o experiencia es adecuada para la solución de nuestros problemas. Ya que hay problemas que requieren un pensar-hacer diferente, porque no están en el marco de nuestra experiencia. De allí, que no podemos hacer uso de ésta, si lo intentamos posiblemente será un fracaso.

Cuando una situación o un asunto están más allá del conocimiento mecánico y de la experiencia es cuando, en primer lugar, quedamos desconcertados. No sabemos qué hacer. Esta una nueva situación requiere de un pensar-hacer diferente, ya que las herramientas que poseemos no nos sirven. Eso lo hemos vivido muchas veces, y no tiene que ser en verdad un asunto nada extraordinario.

Sencillamente, nos encontramos frente a un nuevo panorama, que requiere una solución que no está acumulada en nuestra experiencia. Por tanto, no puede ser resuelta con nuestro pensar mecánico o instintivo. En este caso, para resolver algo nuevo el pensamiento viejo o de experiencia debe cesar momentáneamente. Debemos dejarle paso a otra forma de ver, de pensar. Por ejemplo, como padres cuando nos enfrentamos a la situación de los hijos adolescente, allí la experiencia paterna o materna no funciona, por lo cual debemos realizar una reestructuración de nuestro pensar-hacer.  

Debemos ampliar nuestras miras, decimos a veces. Lo que queremos decir, es que tenemos que buscar otros enfoques, otros puntos de vista, otra perspectiva. Otra manera de solucionar el problema. No podemos pretender acercarnos a este nuevo problema con la estructura que ya poseemos, ni con las herramientas que antes hemos utilizado. Para abordar la situación con el adolescente no sirve el conocimiento ni las herramientas aplicadas con el bebe o el niño.
 
No prescindimos de nuestra experiencia, ésta queda en pausa para poder entender la nueva situación o problema. Lo mismo hacemos con nuestras herramientas. ¿Qué hacer? Mirar al problema como algo nuevo. En este mirar comienza un pensar-hacer nuevo, una búsqueda incondicionada para tratarlo. Podemos buscar ayuda en otras personas, es muy válido esto.

La comprensión de un problema nuevo requiere, para empezar, una mirada nueva. Esto es fundamental. Porque en la mirada nueva la experiencia y las herramientas están en pausa, por tanto no interfieren. Esto es algo muy común, como también es muy común asumir que nos la sabemos todas, porque tenemos treinta años de experiencia en algo o porque tenemos setenta o cuarenta años de edad.

Asumir esta última posición es una postura inadecuada a la hora de la solución de un problema nuevo. Pues, queremos resolver un problema inédito con experiencia que no tenemos y con herramientas viejas. En este caso, queremos aplicar lo que ya sabemos, hacer el menor esfuerzo. Sin embargo, esto es errado. Lo más probable es que terminemos en un fracaso.

Con respecto a lo anterior, lo que buscamos es la proyección de nuestro  deseo de continuidad, es decir, de perpetuar lo que ya sabemos. Nuestro deseo de estar seguros, intuitivamente sentimos que aplicar nuestra experiencia es lo correcto. No queremos realizar una inversión nueva en nuestro pensar-hacer-sentir.

Ante lo inexplorado, lo que se trata es de saber ¿cómo es posible resolver la nueva situación? Sin traducir tal situación a nuestro pensamiento mecánico o a nuestra experiencia. Para comprender esto, debemos dilucidar el problema como algo nuevo. Debemos ser conscientes de que algo nuevo requiere otra manera de mirar, para así llegar a la solución. Después de haber solucionado un problema nuevo, éste se convierte en experiencia, se hace vivencia y lo registramos como tal. Pero no antes.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin