lunes, 6 de enero de 2014

ETHOS Y ÉTICA: UNA FILOSOFÍA PARA LA VIDA

El término ética deriva de ethos que significa costumbre. Por lo que se define la ética como la doctrina de las costumbres. Aristóteles distingue entre virtudes éticas (morales) y virtudes dianoéticas. Lo cual señala que la preocupación está puesta en saber si una acción, un modo de ser es o no ético. Las virtudes éticas son aquellas que se desarrollan en la práctica y que están dirigidas a la consecución de un fin; por su parte, las virtudes dianoéticas son las virtudes intelectuales.

            Para Aristóteles, las virtudes éticas sirven para la realización del orden de la vida en el Estado, es decir, para la justicia, la amistad, el valor... éstas tienen su origen en las costumbres y en el hábito, son virtudes de hábito o tendencia. A las virtudes dianoéticas pertenecen las virtudes de la inteligencia o de la razón, esto es, la sabiduría (sofía) y la prudencia (phronesis).
           
            La costumbre es ethos, es decir, resultado del acostumbrarse. Por esto las normas siempre son aceptadas de antemano. El poner en duda tales normas no es una cuestión de si son justificables, sino que son expresión de un cambio de la conciencia con respecto a aquellas normas. De lo que se trata es que el contenido de las normas, costumbres  ha cambiado, y que ahora se consideran moralmente correctas. En este aspecto, la filosofía hace consciente el carácter normativo que corresponde a las normas.

            Estamos entonces ante una fenomenología de los valores. En el sentido, donde lo primero son las costumbres, en la cual se establece una relación entre el hacer y el actuar. Que va constituir la preocupación por el bien en la vida humana, es decir, la conexión entre ethos (costumbre) y logos (razón), entre la virtud ética y la virtud dianoética. Que en el caso de los griegos sólo se puede ver dentro del horizonte de la Estado (polis).

            Estamos ante la filosofía práctica, donde la preocupación por lo humanamente bueno es independiente los aspectos teóricos y teleológicos. Donde no se funda la filosofía práctica en la filosofía teórica; es decir, se considera que el propósito de una explicación a un fin es una decisión moral a favor del bien, y no del bien hacia lo moral.

            La filosofía práctica está dirigida a participar en cómo el conocimiento de la naturaleza del ser se puede configurar, para que éste corresponda a la auto-comprensión del ser humano y a la comprensión humana con miras al bien. En este sentido, el pensamiento, a través de la filosofía práctica, piensa el ser sólo porque pertenece al ser y escucha al ser. No ofrece respuestas, sino que abre preguntas.

            Es a través de la elección donde se da la posibilidad de cómo la mujer y el hombre han de decidirse ante las alternativas de actuar que se le ofrecen. Más la prudencia (phronesis), que es virtud dianoética, es el aspecto particular bajo el que se forma y conserva el ethos humano. De esta manera, está garantizada la unidad de la vida humana en la multiplicidad de sus aspectos, sin pretender una falsa armonización.

            En esta multiplicidad que conforma la vida, sólo desde su propia historia es posible comprender y auto-comprenderse el comportamiento singular de una persona, y sólo desde la historia se puede comprender la sociedad. Por ello, el actuar sólo se puede entender como historia, ya que como actuantes somos co-autores de por lo menos una historia.


            El diálogo, en este sentido, es la unidad de cada historia, pues la condición del habla es dialógica. Quien habla quiere decir algo. Quien escucha al habla que habla, no sólo escucha lo que otro quiere decir, sino que también habla conjuntamente con él. Lo que es fundamental es la experiencia del otro. Ya que éste me constituye y yo, a la vez, lo constituyo. De allí la necesidad de la comprensión de la vida y de las intuiciones. Esto es tarea de la filosofía práctica.

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