sábado, 30 de noviembre de 2019

EL DIÁLOGO CAMINO DE ENCUENTRO

El diálogo filosófico inaugura siempre las preguntas por el sentido de la vida, no es se reduce a la conversación trivial que deja por fuera este sentido. Es la reflexión que hacemos nosotros y con el cual nos configuramos.

Nos toca preguntar: ¿qué es la política? ¿Qué es el poder? ¿Qué es el desarrollo? ¿Qué es la comunicación? Respuestas que no se quedan en meras descripciones de acciones o acusaciones de teóricas. El diálogo nos permite darnos cuenta que desconocemos los atributos y las particularidades de lo que hacemos y hablamos, nos hace ver el velo de la ilusión. Aunque no seamos capaces de reconocer nuestra ignorancia y abrirnos al encuentro de nosotros y el mundo.

Hacemos las cosas desconociendo el sentido de lo que hacemos, tenemos crisis de seguridad pero no reflexionamos sobre qué es vivir seguro, sobre qué es la virtud, sobre qué es la vida pública y qué es la vida comunitaria. Vivimos bajos los presupuestos del sentido común creyendo que la política es robar el erario público, que la prosperidad es solo generar riqueza monetaria o que la educación nos prepara para la vida laboral.

Somos una sociedad con la capacidad de ir a ninguna parte y de no reconocer nuestra ignorancia, por lo que es imposible abrirnos al aprendizaje y con ello nos condenamos a estar atrapados en las mismas prácticas de nuestra inefectividad y frustración. Creemos que nuestras opiniones son la verdad y actuamos irresponsablemente desde concepciones equivocadas.

La pregunta y la búsqueda de respuesta es fundamental para entender el sentido y fin de nuestras acciones, la claridad del ser de éstas y después establecer el cómo, cuándo y cuánto. A partir de éstas empezamos la reflexión estratégica para llevar a buen término nuestro hacer haciendo depender lo importante de lo secundario y lo trascendente de lo contingente.

De aquí que nuestra función principal es encontrar el para qué o sentido de lo que hacemos y, por supuesto, luego actuar en consecuencia, ordenando nuestro vivir alrededor del núcleo del sentido. Pues nuestro accionar se fundamenta en una concepción que tenemos del mundo consciente o inconscientemente.

A partir de lo anterior, debemos considerar si somos capaces de declarar nuestra ignorancia y buscar ayuda para encontrar un sentido en nuestro vivir, si somos capaces de cuestionar las opiniones que parecen verdaderas y ciertas, si buscamos encontrar respuestas a través de preguntas y si damos sentido a nuestro hacer.


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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sábado, 23 de noviembre de 2019

IMPACIENCIA Y ANSIEDAD

Uno oye a mucha gente, particularmente jóvenes, ufanarse de ser impacientes o de su impaciencia, de querer y hacer las cosas para ya o para ayer. Algunos por ser impacientes se llaman proactivos (palabra un tanto ridícula) y se enorgullecen de esa irreflexiva y frenética actividad creyendo que es algo propio de la juventud. Algo de admirar, todo lo contrario.

Si la impaciencia no se atiende, y por lo general no se atiende porque se piensa que es la actitud propia del niño o del joven, además los padres están atareados en la necesidad por sobrevivir, que no les da tiempo de atender a nada más que a eso o por ignorancia, ésta se va convirtiendo con el pasar de los años en una forma inadecuada y termina por convertirse en diversos trastornos nerviosos, lo que la gente llama sufrir de nervios, ser nervioso o vivir estresado.

Es en la edad adulta y más allá donde la impaciencia comienza a pasar factura, ya que la persona no puede mentalmente reprimirse y al no tener la capacidad de esperar se pone nerviosa y no consigue calmarse; por lo que ese estado llega a convertirse en algo enfermizo con las consecuencias que esto acarrea en la persona y en su entorno.

La impaciencia se transforma en ansiedad a medida que pasan los años y cuando las situaciones se complican existencialmente, lo que termina configurando un cuadro de ansiedad y depresión. Además, la ansiedad se ve agravada si se da una situación de falta de afecto, más propia en los ancianos. (https://es.wikipedia.org/wiki/Ansiedad).

Es necesario estar atentos a la impaciencia en el niño y en el joven para que él aprenda a educar y gobernar esta condición. Hay terapias para ello, pero si el cuidador no se da cuenta de esa condición la misma se va agrandando y convirtiéndose en una enfermedad nerviosa. De esa manera, llegan a ser personas adultas y ancianos carcomidos por la angustia permanente al no saber controlar los nervios.

La persona ya en edad avanzada se deteriora más rápidamente al vivir en un permanente estado de impaciencia y ansiedad, que lo hace estar una situación de angustia y aflicción. Por lo cual vive con un sentimiento desagradable y síntomas de tensión, sino se relaja es propenso a todo tipo de daños cerebrales y cardíacos.

La impaciencia es necesaria gobernarla para que después no se convierta en ansiedad y en trastornos nerviosos, aprender a tener fuerza de voluntad para contenernos al momento de desear algo, al estar en lugares públicos moderar nuestras acciones, es para aprender a desarrollar la paciencia antes de llegar a la etapa de la medicación.

No debemos confundir la impaciencia con la perseverancia o la constancia en el hacer. La perseverancia es la “firmeza en nuestro proceder a la hora de realizar una determinada tarea o incluso en nuestra forma de ser en general” (https://definicion.de/impaciente/) La persona perseverante se mantiene firme y constante en su hacer pero no está agobiada por los nervios que produce la impaciencia.

Consultoría y Asesoría Filosófica
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sábado, 16 de noviembre de 2019

EMPATÍA Y COMPRENSIÓN

La empatía conlleva a la comprensión. ¿Somos capaces de ser empáticos? ¿De saber escuchar con atención? A veces nos resulta difícil escuchar sinceramente los problemas de otra persona, tanto porque los nuestros nos absorben o porque nos cuesta ponernos en el lugar del otro.

Es necesario desarrollar la fortaleza de la empatía y ser comprensivos con quienes lo merecen, pues sentir el malestar del otro abre las puertas a que el otro sienta el nuestro, incluso sin que hablemos de ello; para con nosotros debemos adoptar una actitud protectora y tranquilizadora, muchas veces también debe serlo para con los seres que están a nuestro cuidado.

Cuando escuchamos recibimos tanto como damos, la escucha es relevante pero que hay que ser comprensivos ya que aquella no basta. Hay que comprender nuestros problemas y el de los demás para ser capaces de colmar el vacío afectivo.

La empatía y la escucha son hábitos que debemos aprender, pues a menudo solo nos miramos a nosotros descuidando nuestro entorno y no tendemos la mano ni ofrecemos nuestra atención a los demás. Si solo sopesamos nuestras palabras y lo que estamos convencidos de querer expresar solo habrá largos silencios, y sería mucho más fácil no decir nada.

Hay que saber escuchar para que nos escuchen y saber dar para poder recibir. Escuchar no es suficiente. Entender requiere prepararnos, informarnos, leer y preguntar, para no ser un simplemente extraño que no comprende nada.

Cada quien tiene una visión distinta del mundo y esto dificulta nuestra mutua comprensión, por ello tenemos que ofrecer explicaciones que encajen en las inquietudes del otro. La comprensión no elimina el desacuerdo pero lo transforma en una experiencia enriquecedora.

La empatía y la escucha nos inclinan a lo social y nos hacen pensar como aplicar este comportamiento en la vida diaria. Poder adoptar el punto de vista del otro, cultivar la serenidad, el placer y la diversión es saber desprendernos de todas las cargas que la vida nos echa encima sin hacernos muchas preguntas.

Es en definitiva una posibilidad que nos puede alcanzar a todos si nos tomamos el tiempo de aplicar este comportamiento para mejorar nuestra estima, nuestra relación con los demás y nuestra capacidad para discernir lo importante de lo intrascendente, esto es, cuidar de nosotros mismos.

Debemos aprender a disfrutar de nuestro vivir, por ser un saber que se construye con nuestra forma de ser inspirándonos en el diario vivir, al gestionar nuestras relaciones y pasando la página para recuperar nuestra confianza...

El disfrute de la vida tenemos que encontrarlo a través de nuestras virtudes, fortalezas, sabiduría, habilidades capacidades y con estrategias para recuperar las riendas de nuestro diario vivir, que a veces parece que se nos escapa.

La empatía y la comprensión crean vínculos y complicidades entre nosotros, nos ayudan a construir una vida de placer donde varios estamos implicados.


CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA
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Twitter: @obeddelfin



sábado, 9 de noviembre de 2019

LA ARMONÍA DE LA VIDA

Nuestro hacer debe representar un constante movimiento por llevar un modo de vida armónico y lograr la tranquilidad de espíritu. En este intento debemos encontrar la claridad en el modo de relacionarnos con nuestro modo de vivir.

De la vida debemos tomar el principio de lo que es bello y armónico, porque nuestro hacer y los modos de pensar deben responder a una proporción que exprese el bien y la belleza. Así nuestro vivir tenemos que organizarlo según una recta proporción entre trabajo, descanso y contemplación.

Es necesario, entonces, descubrir cuál esa proporción que necesitamos para llevar adelante nuestro pensar-hacer. Para hallar el camino correcto hacia esa proporción debemos hacer uso de los sentidos y de la reflexión discursiva; este buen cocimiento nos proveerá de un saber especulativo para asumir los cambios.

Debemos observar cuáles son nuestros patrones de vida y del uso del tiempo que poseemos o de cuáles hacemos uso. Para tener un indicio de la calidad y del desempeño en nuestro vivir. Tenemos que saber cuánto tiempo dedicamos a pensar, a ejecutar, a controlar, pues nos transformamos según las maneras y proporciones en que organizamos nuestra vida.

Tenemos que poseer instrumentos adecuados para cuantificar la realidad de lo que hacemos, evaluar nuestro hacer y la calidad del mismo. Es necesario recordar que para la adecuada toma de decisiones debemos disponer de un conocimiento y una información de calidad.

En nuestro hacer debemos determinar cuál es la proporción la calidad del liderazgo que dedicamos a las respectivas labores. Debemos saber cuántas personas están a nuestro cuidado, cuántos resultados favorables obtenemos, cuánto aprendizaje damos y recibimos. Porque lo bello y lo bueno en la vida responden a los principios de la proporción armónica.

Debemos conocer si medimos cuantitativamente nuestro desempeño; si nuestro entorno revela orden y armonía; si el tiempo empleado refleja las prioridades de nuestra gestión estratégica; si existe en nuestra vida un clima armónico; si respetamos y producimos una adecuada  calidad de vida.

Debemos estar atentos por sentir el clima de armonía que reina en nuestra casa, en nuestro trabajo, en el entorno donde nos desenvolvemos. Observar si las personas se saludan, el orden en que las personas desempeñan sus actividades, el cuidado de los detalles. En fin, observar si hay belleza y orden en nuestro entorno, pues éstos son una clara señal de la calidad de vida que tenemos y nos rodea.

CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA
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