jueves, 28 de mayo de 2015

EL COMPORTAMIENTO HUMANO EN EL ÁMBITO ORGANIZACIONAL: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La organización como sistema orgánico debe responder a los requerimientos y a las tareas que se desprenden de la línea de acción común. Por tanto, es necesario pensar qué organización es necesaria para alcanzar los objetivos y propósitos que se dan en conjunto. Hay elementos organizacionales que tienen carácter general y son similares en las diferentes organizaciones, esto se debe a que los objetivos perseguidos por las organizaciones comparten propósitos similares. Pero hay muchos aspectos orgánicos que son propios de cada organización e inherentes a su estructura organizacional y al personal en ésta se desempeña.

¿Qué es la organización, qué son las personas dentro de ésta? Una organización se define como un sistema de actividades conscientemente coordinadas, la cual está formada por dos o más personas. La cooperación entre las personas es esencial para la existencia de una organización, ésta existe cuando hay personas capaces de comunicarse, dispuestas a actuar conjuntamente para obtener un objetivo común. La disposición a contribuir con una acción en beneficio de la organización varía de una persona a otra. Esto indica que el sistema de contribución personal es inestable, ya que el aporte individual cambia enormemente; no sólo en función de las diferencias individuales, sino también en el sistema de recompensas que otorga la organización para aumentar la contribución de las personas.

Los componentes básicos del sistema organizacional son: 1) Estructura organizacional. 2) Especialización del trabajo. 3) Cadena de mando. 4) Tramo de control o tramo administrativo. 5) Departamentalización. 6) Centralización o descentralización en la toma de decisiones. Estos componentes definen la forma de la organización. La forma es sumamente importante porque influye sobre el trabajo de los individuos. Por ejemplo, una estructura muy vertical, con una larga cadena de mando y tramos de control corto no favorece el trabajo en equipo. Por el contrario, si se quiere incentivar el trabajo en equipo se necesita una estructura más horizontal. La estructura organizacional define como se dividen, agrupan y coordinan formalmente las tareas de trabajo.

Las organizaciones son, por otra parte, unidades sociales intencionalmente construidas y reconstruidas para lograr objetivos específicos. Existen dos tipos de sistemas de organización: 1) Sistema Abierto: Conjunto de elementos dinámicamente relacionados, en una interacción que desarrolla actividades para lograr un objetivo o propósito. 2) Sistema Cerrado: Tiene pocas entradas y salidas con respecto al ambiente externo, que son bien conocidas y guardan entre sí una razón de causa y efecto. No existe un sistema totalmente cerrado, ni uno totalmente abierto.

Las personas no pueden ser vistas como recursos que la organización consume, que utiliza y producen costos. Por el contrario, las personas constituyen un factor de competitividad, de la misma forma que el mercado y la tecnología. En este sentido, es mejor hablar de administración de personal con el fin de resaltar la administración con las personas como socios, y no sobre las personas como meros recursos. Desde esta perspectiva se destacan tres aspectos fundamentales: 1) Las personas como seres humanos profundamente diferentes entre sí. Quienes están dotados de una personalidad propia, con una historia particular y diferenciada, poseedores de habilidades y conocimientos, destrezas y capacidades indispensables para administrar de manera adecuada los recursos organizacionales. Esto es, las personas como personas, y no meros recursos de la organización. 2) Las personas no como meros recursos organizacionales. Sino como individuos impulsores de la organización, capaces de dotarla de la inteligencia, el talento y el aprendizaje para estimular la renovación y competitividad constante en un ámbito de cambios y desafíos. En este sentido, las personas son fuentes de impulso propio, y no agentes inertes o estáticos. 3) Las personas como socios de la organización, capaces de llevar a ésta a la excelencia y el éxito. En calidad de socios de la organización, las personas invierten esfuerzo, dedicación, responsabilidad, compromiso… para obtener ciertas ganancias, ya sean salarios, incentivos, crecimiento personal… Cualquier inversión se justifica si ésta trae un retorno significativo. Si el retorno es bueno y sostenible, se tiende a la inversión. De ahí la interacción entre las personas y la organización; de la actividad y la autonomía de las personas, que dejan de ser pasivas e inactivas. Es decir, las personas como socios de la organización.

En esta perspectiva se genera el respeto, la solidaridad, el buen trato, la honestidad y otros valores entre las personas que buscan lograr los objetivos de la empresa, se ofrecen resultados en un ambiente laboral provechoso para la administración. La personalidad no es una suma de atributos y caracteres fragmentarios. Es una estructura organizada que se denomina el yo, donde las distintas partes se condicionan e interactúan entre sí. Si se hallan en equilibrio interno, nos encontramos ante un individuo ajustado. Si la personalidad está en equilibrio con el entorno, se trata de un individuo adaptado. Si el equilibrio es tanto interno como externo, estamos frente a un individuo integrado.

¿Hay necesidad de identificar teorías del comportamiento humano? La conducta humana es el conjunto de comportamientos exhibidos por el ser humano, la cual está influenciada por la cultura, las actitudes, las emociones, los valores de la persona y los valores culturales, la ética, el ejercicio de la autoridad. El comportamiento de la persona cae dentro del rango de lo que es visto como lo común, lo inusual, lo aceptable o fuera de los límites aceptables. En sociología, el comportamiento es considerado como vacío de significado, no dirigido a otro sujeto. Por tanto, una acción esencialmente humana.

El comportamiento humano no puede confundirse con el comportamiento social que es una acción más desarrollada y que está dirigido a otro sujeto. La aceptación del comportamiento es relativamente evaluada por la norma social y regulada por diferentes medios de control social. Entre los factores que afectan el comportamiento humano está, en primer lugar, la actitud, en este grado la persona hace una evaluación favorable o desfavorable del comportamiento. Las actitudes tienen una enorme importancia social, ya que son compartidas por un número elevado de individuos. Las actitudes tienen las siguientes características: son aprendidas son relativamente estables, implican sujeto-objeto, pueden comprender muchas o pocas cosas, son motivadoras-afectivas. Una actitud puede ser la única motivación para ciertas acciones.

En el caso de las actitudes, ésta es la postura que adopta el individuo frente a una idea o acción, la tendencia a actuar de una manera determinada frente a una situación. Se puede definir como la predisposición constante y adquirida a reaccionar de un modo determinado en una situación determinada. Entre las actitudes tenemos: actitudes cautelosas, autoritarias, sociales y personales.

En el aspecto organizacional tenemos: 1) La actitud burocrática: Consiste en regirse exclusivamente por normas rígidas establecidas por los reglamentos de la institución, con lo que quedan a salvo la seguridad y su responsabilidad personal como jefe. Los hombres de esta clase tienen poco contacto con su gente por lo cual muestran escaso interés. Las comunicaciones son de carácter oficial y con frecuencia por escrito. 2) La actitud autocrática: Se caracteriza por motivar, principalmente la necesidad de asegurarse el prestigio y el poder. Los Individuos que actúan de esta forma tienen un gran concepto de su personalidad. Son tipos de carácter egocéntricos y que, en el fondo, solo buscan prestar servicio a su yo personal. El jefe autocrático exige una obediencia ciega de sus subordinados, cuyas necesidades y sentimientos no le interesan mayormente. 3) La actuación simpática: Tiene como motivación el interés por cada uno de los subordinados. Es una actitud casi paternal del jefe, quien trata de desarrollar en ellos sus potencialidades, estimula sus ambiciones de progreso y otorga recompensas adecuadas pero escapa de aplicar sanciones y castigos según los casos. 4) La actitud democrática: Se caracteriza por estar concentrado en el interés del grupo. El jefe democrático aspira el perfeccionamiento del equipo al cuál dirige. Se integra con él en forma igualitaria y solo le exige una sincera cooperación.

La norma social es la influencia de la presión social que es percibida por el individuo para realizar o no ciertos comportamientos. Tercero, el control del comportamiento percibido, esto es, las creencias que el individuo posee, las cuales hacen fácil o difícil la realización del comportamiento. Para explicar las causas del comportamiento se utilizan términos como necesidades, pulsiones, deseos, tendencias, objetivos, ambiciones, aspiraciones y otros. Sin embargo, la palabra más idónea es motivación, ya que un motivo es algo que empuja, que incita a la acción. A través de la sociedad cada individuo se adapta al ambiente social. Intervienen dos tipos de factores: 1) Los factores materiales: los elementos que rodean a las personas (casa, tierra, entorno económico). 2) Los factores humanos: constituyen todas las personas que rodean a cada individuo y le influyen de forma directa o indirecta. 3) Los grupos sociales, al ofrecer al individuo unos objetivos, proponerle unas metas que alcanzar, condiciona la percepción del sujeto.

¿Cuáles teorías del comportamiento humano se plantean? El ser humano constituye el nervio motor de toda organización. De allí la importancia que reviste, para cualquier estudio del fenómeno organizacional, el análisis de su accionar dentro de ella. Además, las organizaciones representan el contexto donde hombre y mujeres pasan, en función del cual viven, una alta proporción de su existencia, por lo que la significación social de la interacción ser humano-organización adquiere también un valor de relevancia. Desde el punto de vista organizacional, tal aserto es válido tanto para el director de una empresa como para el operario, pues ellos forman parte de una organización. En el desarrollo de su trabajo ambos tienen sus motivaciones, afrontan coyunturas agradables e inconvenientes o insatisfacciones, se relacionan con sus compañeros y colegas formando grupos. Todo esto se traduce en un comportamiento, ya sea individual o grupal, en pos de sus propios fines y de los objetivos de la organización.

El ser humano que trabaja en una organización tiene un determinado comportamiento organizacional. Tal comportamiento implica una selección de ciertas acciones, esta selección puede o no ser consciente y deliberada. Por ejemplo, cuando el individuo estudia un proyecto, analiza las mejores alternativas para llevarlo a cabo con éxito y elige una de ellas, evidentemente está actuando de una manera deliberada, con plena conciencia de lo que está haciendo. En cambio, muchas veces la selección es prácticamente automática, como en el caso del operario que maneja un equipo con total habilidad, que decide una acción tras otra en forma inmediata con la seguridad que le proporciona la práctica continua, pero virtualmente no piensa cuál es el próximo movimiento que debe hacer, es decir, decide inconscientemente.

Sea uno u otro, el comportamiento en la organización se halla condicionado por una cantidad de variables psicológicas. La interacción entre estas variables determina ese proceso de selección, que se traduce en el comportamiento organizacional. Dentro del campo del comportamiento organizacional se da la Teoría de las Necesidades, la cual consiste en la comprensión de la motivación, al identificar tres tipos de necesidades básicas de motivación. Éstas, entre otras, se clasifican en: 1) Necesidad de Poder: Las personas con una gran necesidad de poder se interesan enormemente en ejercer influencia y control. Por lo general tales individuos persiguen posiciones de liderazgo; son con frecuencia buenos conversadores, si bien un tanto dados a discutir; son empeñosos, francos, obstinados y exigentes, y les gusta enseñar y hablar en público. 2) Necesidad de Asociación: Las personas con una gran necesidad de asociación suelen disfrutar enormemente que se les tenga estimación y tienden a evitar la desazón de ser rechazados por un grupo social. Como individuos, es probable que les preocupe mantener buenas relaciones sociales, experimentar la sensación de comprensión y proximidad, estar prestos a confortar y auxiliar a quienes se ven en problemas y gozar de amigables interacciones con los demás. 3) Necesidades de Logro: Los individuos con una gran necesidad de logro poseen un intenso deseo de éxito y un igualmente intenso temor al fracaso. Gustan de los retos, y se proponen metas moderadamente difíciles (aunque no imposibles). Son realistas frente al riesgo; es improbable que sean temerarios, puesto que más bien prefieren analizar y evaluar los problemas, asumir la responsabilidad personal del cumplimiento de sus labores y les gusta obtener específica y expedita retroalimentación sobre lo que hacen. Tienden a ser infatigables, les gusta trabajar muchas horas, no se preocupan excesivamente por el fracaso en caso de que éste ocurra y por lo general prefieren hacerse cargo ellos mismos de sus asuntos.

¿Se plantean algunas teorías de la motivación? La motivación se define como la voluntad de ejercer altos niveles de esfuerzo hacia las metas organizacionales, condicionadas por la habilidad del esfuerzo de satisfacer alguna necesidad individual. Entre las teorías de la motivación, tenemos: 1) Teoría de la jerarquía de las necesidades: Fue ideada por Abraham Maslow. Quien señala que en el ser humano existe una jerarquía de cinco necesidades. Éstas son: 1.1) Fisiológicas: Incluye el hambre, la sed, el refugio, el sexo y otras necesidades físicas. 1.2) Seguridad: Incluye la seguridad y la protección del daño físico y emocional. 1.3) Social: Incluye el afecto, la pertenencia, la aceptación y la amistad. 1.4) Estima: Incluye los factores de estima interna como el respeto a uno mismo, la autonomía y el logro, así como también los factores externos de estima como el estatus, el reconocimiento y la atención. 1.5) Autorrealización: El impulso de convertirse en lo que es uno capaz de volverse; incluye el crecimiento, el lograr el potencial individual, el hacer eficaz la satisfacción plena con uno mismo.

Conforme cada una de estas necesidades se satisface, la siguiente se vuelve dominante. Desde el punto de vista de la motivación, la teoría indica que aunque ninguna necesidad se satisface por completo, una necesidad sustancialmente satisfecha ya no motiva. Así que de acuerdo con Maslow, si quiere motivar a alguien, se necesita entender en cuál nivel de la jerarquía está actualmente la persona, para enfocarse en satisfacer aquella necesidad del nivel que esté inmediatamente arriba. 2) Teoría X y Teoría Y: Douglas McGregor propuso dos posiciones distintas de los seres humanos. Una básicamente negativa, nombrada teoría X; la otra básicamente positiva, nombrada teoría Y. Después de observar el modo en que los gerentes trataban a sus empleados, McGregor concluyó que la visión del gerente acerca de la naturaleza de los seres humanos está basada en ciertas suposiciones de grupo. En consecuencia, éste moldea su comportamiento, hacia los subordinados, de acuerdo con estas suposiciones. De acuerdo con la teoría X, las cuatro premisas adoptadas por los gerentes son: X.1) A los empleados inherentemente les disgusta trabajar y, siempre que sea posible, tratarán de evitarlo. X.2) Ya que les disgusta trabajar, deben ser reprimidos, controlados o amenazados con castigos para lograr las metas. X.3) Los empleados evitarán responsabilidades y buscarán dirección formal siempre que sea posible. X.4) La mayoría de los trabajadores coloca la seguridad por encima de todos los demás factores asociados con el trabajo y mostrarán muy poca ambición.

En contraste con esta percepción negativa acerca de la naturaleza de los seres humanos, McGregor listó las cuatro suposiciones positivas que llamó teoría Y: Y.1) Los empleados pueden percibir el trabajo tan natural como descansar o jugar. Y.2) La gente ejercita la autodirección y el autocontrol si están comprometidos con sus objetivos. Y.3) La persona promedio puede aprender a aceptar, aún buscar, la responsabilidad. Y.4) La habilidad de tomar decisiones innovadoras se halla ampliamente dispersa en toda la población y no necesariamente es propiedad exclusiva de aquellos que tienen puestos gerenciales.

La teoría X asume que las necesidades de nivel bajo dominan a los individuos. La teoría Y supone que las necesidades de nivel alto dominan a los individuos. McGregor sostiene que las premisas de la teoría Y son más válidas que las de la teoría X. Por tanto, propuso tales ideas –la toma participativa de decisiones, los trabajos desafiantes y de responsabilidad y las buenas relaciones de grupo- como métodos que maximizan la motivación de un empleado.

3) Teoría de la Motivación-Higiene: Frederick Herzberg propuso la teoría de la motivación-higiene. En la creencia de que la relación de un individuo con su trabajo es básica y que su actitud hacia su trabajo bien puede determinar el éxito o el fracaso del individuo. Herzberg investigó acerca de ¿qué quiere la gente de sus trabajos? Pidió a la gente que describiera, en detalle, situaciones en las que se sentía excepcionalmente bien y mal acerca de sus trabajos. Las respuestas se tabularon y se separaron por categorías. A partir de éstas, Herzberg concluyó que las respuestas que la gente dio cuando se sentía bien en su trabajo eran muy diferentes de las contestaciones dadas cuando se sentía mal. Los factores intrínsecos (motivación), como el logro, el reconocimiento, el trabajo en sí mismo, la responsabilidad y el crecimiento parecen estar relacionados con la satisfacción en el trabajo. Por otro lado, cuando estaban insatisfechos citaban factores extrínsecos (higiene), como la política de la compañía y la administración, la supervisión, las relaciones interpersonales y las condiciones de trabajo. Cuando éstos son adecuados, la gente no estará insatisfecha; sin embargo, tampoco estará satisfecha. Si se quiere motivar a la gente en su trabajo, Herzberg sugiere enfatizar los factores intrínsecos, esto es, los de motivación. Aspectos que la gente encuentra intrínsecamente satisfactorios.

¿Cómo son las relaciones organizacionales y las personales? El ambiente de una organización está compuesto por aquellas fuerzas que potencialmente contribuyen o afectan el desempeño de ésta. Algunas organizaciones enfrentan ambientes relativamente estáticos, es decir, pocas fuerzas modifican en el ambiente. Los ambientes estáticos causan menos incertidumbre entre el personal de la empresa u organización. Puesto que la incertidumbre es una amenaza para la eficacia de una organización, ésta se trata de ser reducida al mínimo. Una manera de aminorar la incertidumbre es por medio de ajustes en la estructura de la organización.

Se han encontrado que hay tres aspectos para cualquier ambiente de una organización: capacidad, volatilidad y complejidad. 1) La capacidad de un ambiente se refiere al grado en que puede apoyar el crecimiento. Los ambientes ricos y crecientes generan un exceso de recursos que puede servir de amortiguador a la organización en momentos de relativa escasez. Por ejemplo, la capacidad abundante da margen para que una organización cometa errores, no así la escasez de capacidad. 2) El grado de inestabilidad de un ambiente organizacional se refleja en el aspecto de la volatilidad. Donde hay un alto grado de cambio impredecible, el ambiente es dinámico. Esto hace difícil pronosticar con precisión las probabilidades asociadas con diversas opciones de decisión. 3) La complejidad es el grado de heterogeneidad y concentración entre los elementos ambientales. Los ambientes simples son homogéneos y concentrados. En contraste, a los ambientes caracterizados por la heterogeneidad y la dispersión se les denomina complejos.

La administración de recursos humanos en tanto proceso aplicado al crecimiento y conservación del esfuerzo, las experiencias, la salud, los conocimientos, las habilidades… de los miembros de la organización debe generar relaciones organizacionales óptimas. En este sentido, las relaciones humanas se deben dar en toda la organización y no entre grupos reducidos. Las relaciones laborales, por su parte, se emplea frecuentemente a las relaciones obreras-patronales. 1) La calidad de la vida laboral de una organización es el entorno, el ambiente, el aire que se respira en una organización. Los esfuerzos para mejorar la vida laboral constituyen labores sistemáticas, que llevan a cabo las organizaciones para proporcionar a los empleados una oportunidad de mejorar sus puestos y su contribución a la empresa, esto en un ambiente de mayor confianza y respeto. 2) La calidad del entorno laboral se ve determinada por la manera en que el personal desarrolla su actividad a través de las relaciones organizacionales. Puesto que para lograr mejoras a largo plazo en la organización, es indispensable mejorar la calidad de las relaciones laborales. A corto plazo, una administración autocrática no puede mantener progresos significativos en el nivel de las relaciones organizacionales, porque el deterioro en el entorno laboral conlleva a mayores niveles de ausentismo, tasas de rotación y renuncias, así como a la lentitud, el desgano y la indiferencia. El personal se retira psicológicamente de sus labores y predomina la actitud de cumplir exactamente con el mínimo. Por otra parte, la mayor parte de las personas consideran que disfrutar de un entorno laboral de alto nivel contribuye al éxito de la organización de una manera significativa.

En consecuencia, la administración de recursos humanos se une en la necesidad de crear un clima de relaciones en el que verdaderamente se trate a las personas como expertos responsables en sus puestos. De esta manera, lo más probable es que se obtengan mejores decisiones, más altas tasas de productividad y una calidad muy superior del entorno laboral. Un punto de interés es determinar si la satisfacción laboral conduce a un mejor desempeño o si, por el contrario, es el mejor desempeño lo que conduce a mejores niveles de satisfacción. La razón que hace difícil determinar cuál de estos dos factores se origina primero, radica en que la relación entre el desempeño y la satisfacción es de naturaleza similar, la posibilidad de elevar el nivel de satisfacción depende de que las compensaciones, los estímulos y las relaciones organizacionales.

Algunas cosas que suelen hacer las empresas para mejorar el entorno laboral son: 1) Desarrollo de vida más saludable: Junto con entornos de trabajo más seguros y saludables, muchos patrones establecen programas que alientan a los empleados a mejorar sus hábitos de salud. Los programas de bienestar enfatizan el ejercicio, nutrición, control de peso y evitan el uso de sustancias dañinas, dan servicio a los empleados de todos niveles de la organización. 2) Programas de asistencia a empleados: Casi todas las organizaciones han encontrado que los programas de asistencia son benéficos para todos. Por otro lado, es evidente que problemas emocionales, crisis personales, alcoholismo y abuso de drogas que muchas veces se consideran problemas personales, afectan el comportamiento en el trabajo e interfieren con el desempeño laboral. Un programa de asistencia laboral proporciona en casos necesarios asistencia profesional por medio de consejeros internos o profesionales externos.

Abordar los recursos humanos requiere de inversión de tiempo, personal y presupuesto. Puesto que, constituye un esfuerzo para conocer las necesidades actuales y futuras de las personas y de la organización; así como fuentes actuales y futuras de nuevos empleados. Gracias a este trabajo los factores atinentes a los recursos humanos pueden establecerse a corto y largo plazo. Al considerar los aspectos personales, de conducta y motivación, los encargados de recursos humanos tratan de calcular la disponibilidad de la organización para atender estos hechos, para así satisfacer en lo posible los factores personales y de la organización. Estos se inician con un inventario de los recursos actuales de personal para identificar el potencial de cada individuo dentro de la empresa.

Tanto los procesos internos como los externos dan como resultado la elaboración de planes a corto, mediano y largo plazos; que permiten conocer los lineamientos generales del personal para la organización. Esta información se convierte en elemento importante de la base de datos del departamento de personal. En la organización contemporánea cada sector debe justificar su propia presencia, sobre la base de la contribución de eficiencia que aporta a la marcha del conjunto completo. El desarrollo del personal es el resultado acumulado de las interacciones diarias. Es un proceso continuo que se realiza durante un largo período de tiempo. Se requiere paciencia y una perspectiva amplia de parte del administrador. El factor más importante a desarrollar es la capacidad del personal en un entorno en el que se logre la cooperación, comunicación y un intercambio abierto de ideas. La estructura de la organización es responsable de las mayores o menores posibilidades de relaciones para llevar a cabo el desarrollo de personal. A las organizaciones que están estructuradas rígidamente, les resulta más difícil incorporar programas creativos de desarrollo de personal; también, las que están estructuradas débilmente, quizá no tengan el enfoque y propósitos necesarios para la coordinación interna y motivación del personal.

Las fuentes consultadas para este artículo fueron:
CHIAVENATO, Idalverto. Introducción a la Teoría General de la Administración, México, Editorial McGraw Hill, 1999.
FERRARO, Eduardo, Administración de Personal: Funciones Fundamentales para el Desarrollo del Área, Buenos Aires, Primo Editora, 1995.
KOONTZ, Harold y WEIHNRICH, Heinz. Administración: Una Perspectiva Global, México, Editorial McGraw Hill, 1994.
MARISTANY, Jaime, Evaluación de Tareas y Administración de Remuneraciones, Buenos Aires, Editorial Edilí, 1972.
MELINKOFF, Ramón. La Estructura de la Organización. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1969.
ROBBINS, Stephen, Comportamiento Organizacional, México, Prentice Hall, 1996.
SOLANA, Ricardo, Administración de Organizaciones en el Umbral del Tercer Milenio, Buenos Aires, Ediciones Interoceánicas S.A., 1983.
WERTHER, William y DAVIS, Heith, Administración de Personal y Recursos Humanos, México, Editorial McGraw Hill, 1995.


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martes, 26 de mayo de 2015

TRAS LA BÚSQUEDA DE NUESTRO PENSAR: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Pensamos en las cosas y a partir de allí elaboramos ideas sobre ellas. Es ésta una exigencia elemental, pero que no siempre realizamos. Se nos ocurren pensamientos acerca de muchas y éstos poseen diversos grados de certeza; van desde los pensamientos más comunes a los más elaborados, que llegan a ser «verdades o teorías científicas» de una época. Unos u otros, como señala Ortega y Gasset, son «ocurrencias» que surgen en nosotros.

El sujeto está antes de que se le ocurran estas ideas. Estamos antes con respecto estas ideas, pensamientos u ocurrencias. Nuestros pensamientos aparecen en una vida que ya preexiste, y se enfrentan con ella.  Llegamos a esas ideas por un acto particular de pensar; son pensamientos que producimos por una elaboración lógica que llamamos razonamientos. Estos pensamientos no son nuestro mundo ni nuestro ser, porque se nos han ocurrido.

Los pensamientos o «ideas-ocurrencias» las producimos nosotros, a éstas las interpretamos, las discutimos, las propagamos, planteamos en sus pros y sus contras. Porque la verdad en que se sustentan nos resulta relativo, y han sido planteadas en un horizontes de diversas perspectivas. Pero no vivimos de ellas, ya que no son un fenómeno vital.

Estas ideas son obra de nuestro pensar; éstas no son parte de nuestro sustrato de vida. Con ellas nos encontramos o las elaboramos en el decurso de nuestra vida. Es el resultado de nuestro hacer intelectual. Llegamos a estos pensamientos por medio del trabajo de nuestro entendimiento. Nuestras ideas, pensamientos solo existen mientras las pensamos, por eso necesitan ser formulados. No están allí esperándonos, nosotros estamos antes.

Nuestros pensamientos tienen una realidad problemática. Podemos postergar para luego seguir pensando en una cosa. Incluso no tenemos certeza de eso que pensamos, es lo más común fluctuar en esa incerteza cuando pensamos. El pensar siempre nos depara una violenta sorpresa. Es siempre un interrogar, un cuestionar. Ya que no contamos con nada, todo tenemos que producirlo. Este pensar es lo menos eficiente de nuestra vida, por las implicaciones que tiene en nuestra actividad intelectual, nos detiene mucho. Tal vez por eso últimamente aconsejan tanto que no pensemos. 

Al fluctuar en este mundo de ideas vivimos en un azoramiento con respecto al mundo. Un azoramiento que para muchos es preferible evitar, incluso ya no desean confiar en la razón. Como si ésta fuese una especia de peste medieval. Pero en la palabra que dice cualquier cosa dicen otra cosa. Por el contrario, al pensar tenemos conciencia de nosotros y de lo que nos rodea; de nuestros fantasmas, de nuestros imaginarios. Dejamos de actuar de manera latente.      

Los pensamientos que producimos sobre las cosas, sean nuestros o que hemos asumidos, no poseen un valor de verdad, ni de realidad permanente. Actuamos con ellos sabiendo que son formas de interpretar al mundo. Hacemos uso de éstos de acuerdo a las circunstancias en que nos encontramos. La certeza de un pensamiento corresponde a la interpretación que tenemos de la realidad particular.

Insertamos nuestros pensamientos en una realidad conformada por creencias. Con  nuestro pensar tenemos que aprender, circunstancialmente, a conseguir claridad sobre qué atenernos en el mundo.  No sabemos qué hacerse con nuestras ideas, con nuestro pensar. Ignoramos cuál es nuestro oficio auténtico. Tenemos que aprender a integrar nuestra vida intelectual. Que en otros artículos he dicho es una apasionada-razón o una razón-apasionada.

Tenemos que ponernos a pensar en los asuntos que nos conciernen. Tenemos que pensar para develar la realidad constitutiva de nuestra vida; develar nuestras adhesiones automáticas. Está en nuestras manos hacerlo, es algo que depende de nuestra voluntad de poder.      

Nuestros pensamientos solo los ejercemos sobre lo que es cuestionable. Nuestras ideas se nutren de lo cuestionable. El pensar necesita de la crítica. Se sostiene, se afirma al apoyarse en otras ideas que son cuestionables, y entre las cuales se forma una pegajosa tela de araña. Así podemos estructurar un mundo integrado por ideas, por críticas de las que nos sabemos productores y responsables.

No hay ideas inmutables. Éstas se reducen a las interpretaciones y a las referencias a otras ideas. Eso es todo nuestro pensar, de allí su dificultad. Lo que podemos es contrastar nuestras ideas con las de los demás. No podemos erigirlas como verdades. La verdad es excluyente, así como los dioses. Dos dioses no caben en un mismo templo.

Nuestros pensamientos nos hacen necesitados de los otros. Por ello, la filosofía es menesterosa. Ya lo dijo el divino Platón. En esto somos combinaciones, aleaciones, búsquedas intelectuales. Entre nosotros y nuestros pensamientos hay la distancia infranqueable de la búsqueda. Una búsqueda que nos da independencia, porque podemos superar nuestras ideas, nuestros pensamientos. Recordemos que sobre sus productores.

Podemos ponernos serios o reírnos de nuestros pensamientos; comportarnos de acuerdo a lo que pensamos. No estamos obligados a creer en nuestros pensamientos; ya que presentimos en ellos el riesgo de fiarnos ciegamente a nuestras ideas. Podemos ser consecuentes o no con nuestras ideas. Abandonarlas en el camino por otras. Por esta razón, corregimos y modificamos nuestras ideas. Nuestra relación con las ideas, con el mundo intelectual es una relación que nosotros construimos. Y esta relación no es de fe, sino de incertezas.  


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POR QUÉ PERSISTE LA PREGUNTA ¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La pregunta ronda permanentemente como espada de Damocles sobre quien dice que estudia filosofía. Ahora bien, la gente tampoco sabe para qué sirven la mayoría de los estudios o carreras universitarias. A lo sumo sabe de manera distorsionada para qué sirven la medicina, la abogacía y la ingeniería, y por eso las considera las únicas carreras universitarias válidas. Es decir, que tal pregunta no es potestad exclusiva de la filosofía, como muchos orgullosamente pretenden. Que la gente no sepa para qué sirve la filosofía no es ningún problema; que no lo sepa quien la estudia ese si es el problema. Y de esos abundan muchos.

            ¿Por qué le resulta a quien estudia filosofía decir para qué sirve ésta? Es una pregunta que debe tener respuestas pragmáticas sobre el oficio del hacer filosófico. Recuerdo al amigo Pedro Alvarado quien me decía una vez: ese «carajo» tiene una licenciatura, una maestría y un doctorado en filosofía y no sabe qué hacer para ganarse la vida. Y en esto, en verdad, radica el fundamento de la pregunta planteada. ¿Cómo se puede ganar la vida quien estudia filosofía? ¿Cómo se gana el sustento diario quien estudia filosofía?   

            En la Escuela de Arquitectura, por ejemplo, muchos profesores ejercen, además, la profesión diseñando; es decir, ejercen la arquitectura en la docencia y el diseño. Por lo menos, el hacer arquitectónico lo llevaban a cabo en dos instancias. Ahora bien, por lo general, eso no sucede en la Escuela de Filosofía, donde el hacer filosófico solo se ejerce en la docencia. Con esto, el alumno no tiene la oportunidad de ver otra forma del ejercicio profesional, y eso es una limitante que repercute en la imposibilidad de responder la pregunta inicial.

            Los campos de estudio de la filosofía son amplios: ética, estética, filosofía política, filosofía de la historia, historia de la filosofía, lógica, filosofía del lenguaje… y continúa. ¿Por qué entonces no se puede dar respuesta a la pregunta inicial? ¿Por qué se sigue pensando que lo único que puede hacer un graduado de filosofía sea dar clases? ¿Qué sucedió para llegar a esta situación? Incluso, habría que preguntar ¿siempre ha sido esto así? Spinoza no daba clases, ni lo hizo Descartes, que yo recuerde.        

            ¿Por qué se ha reducido el oficio filosófico a esto? No estoy denigrando de la docencia ni es mi intención. ¿Por qué eso que analiza la totalidad de las cosas solo puede ejercer la docencia? ¿Por qué el graduado en filosofía es un amputado laboral? ¿Por qué en el horizonte de trabajo lo que logra vislumbrar es la docencia? ¿Por qué se ha dado esta situación? Y peor aún ¿Por qué ésta persiste?[1]      

            La restricción ficticia del campo laboral o, más elegante aún, del oficio filosófico es preocupante, ya que existe una dinámica donde el pensar filosófico se puede llevar a la praxis. Y creo que el estudiante de filosofía está huérfano y desorientado acerca de éstos. En la actualidad, no se sabe qué hacer con dos mil quinientos años de saber filosófico. Y es paradójico. La filosofía atrapada en sí misma. O tal vez, alguien la ha atrapado y la encadenado. Tal vez, en eso consistía aquel llamado del barbudo alemán, liberar a ésta de las trampas que le han tendido.      

            Parece la filosofía un saber inútil. Un saber que no puede ensuciarse las manos con acciones prácticas de la vida. Y en esto hay mucho romanticismo ramplón. Aristocracia de alpargata, diría Pocaterra, quien no era filósofo. Hay un ascetismo peligroso en el mero estudiar, no digo saber. Que más bien se parece a una asepsia. Pues no quiere contaminar el saber filosófico con un hacer impío, como si el saber-hacer no fuesen una sola cosa. El hacer filosófico es saqueado impunemente por mercachifles; pero no se puede culpar al mercachifle sino a quien ha abandonado el hacer filosófico, luego no hay cabida para la queja.    

            La filosofía debe volver a tomar su hacer en el mundo de acciones prácticas. No puede seguir holgazaneando. Indudable no es la filosofía, sino aquellos que en las Escuelas de Filosofía se gradúan. Como señala Roger C. Schank “En Estados Unidos hay 3000 universidades; he enseñado en tres de ellas, las mejores, supuestamente. El problema es que fabrican gente con doctorados que se convierten en profesores en otras universidades, que fabrican a su vez a otros doctores que se convierten en profesores de otras universidades y así”[2]
  
            Es necesario dar respuesta a la pregunta, y tal respuesta está en la historia de la filosofía misma. En su hacer práctico. El mundo está allí y no espera por nadie. Por más saber que diga poseer. El hacer filosófico debe plantearse con determinación. Así como la medicina tiene sus grandes investigadores también tiene a los médicos de consulta general, a los cuales acudimos por nuestras dolencias. Por ello no es menos medicina, y a nadie se le ocurre objetar tal práctica médica. La filosofía debe dejarse de ser tan pacata y mojigata, tal vez aquello de la miseria de la filosofía. Debe asumir su hacer.


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[1] En un artículo de este blog intitulado “De la filosofía a la filografía” objetaba en ese entonces el paso del amor al saber al amor al libro.

jueves, 21 de mayo de 2015

NUESTRAS DUDAS Y EL SUJETO QUE SOMOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Un día cualquiera, en medio de nuestras creencias se abren agujeros de dudas. Ésta es al modo de la creencia, porque pertenece a la misma arquitectónica de la vida. En la duda también estamos. En ella nos desarrollamos y nos construimos. Solo que la duda tiene un sentido aterrador para nuestro hacer, ya que en la duda estamos como ante un abismo; siempre nos sentimos cayendo. La duda es la negación de la estabilidad. Por ella esto somos.

Con la duda sentimos que nuestros firmes cimientos ceden. Nos falla la firmeza de nuestro pensar-hacer y parece que caemos en el vacío. En aquella no podemos valernos, no podemos hacer nada para asirnos firmemente, ni siquiera para vivir. Viene a ser la negación dentro de la vida; como asir, sin atrapar, la otredad de nuestra existencia.

En la duda, no obstante, conservamos el carácter de ser algo en que estamos. La duda no es una idea que podemos pensar, sostener, criticar o formular. En la duda somos. Creemos en ella, por difícil que parezca. Por ello no dudamos de nuestra duda, en eso consiste su grandeza y posibilidad. Si dudásemos de nuestra duda, ésta sería algo soso, ingenua, irrelevante. No representaría ningún peligro.

La duda actúa semejante a la creencia. La diferencia está en lo que se cree. La duda, como dice Ortega y Gasset, «no es un "no creer" frente al creer». La duda nos sitúa en una realidad u otra; por lo que al estar en ella nos sentimos en algo estable. Pensamos que la duda no nos pone ante una realidad.

Sin embargo, la duda tiene una creencia. Al dudar de algo no desaparece la realidad. La duda, en sentido, «nos arroja ante lo dudoso»; nos coloca ante otra realidad, que es tan realidad como la que está fundada en la creencia. Sin embargo, esta realidad de la duda es ambigua e inestable; ante ella no sabemos a qué atenernos ni qué hacer. La realidad de la duda  es estar en lo inestable. Es poner nuestra vida en la condición permanente de un sismo.

Para describir el estado de duda en que nos encontramos decimos «me hallo en un mar de dudas». Porque la duda es inmensa, porque el mar lo consideramos muy inestable con respeto a la tierra, que es firme. Y, demás, corremos peligro de perecer si llegamos a naufragar en ese proceloso mar. El mar es una metáfora de lo inestable, de lo que no es firme, y del cual hay que cuidarse.     

Lo dudoso es un estado líquido, una realidad acuosa. Donde no podemos sostenernos y a la cual podemos caer. A nada nos podemos agarrar. En la duda fluctuamos, estamos a la deriva, al vaivén de las olas. El estado de duda es un mar que nos vislumbra en situaciones de náufragos. Dudamos porque estamos, en por lo menos, ante dos creencias antagónicas; las cuales al entrechocar entre sí nos lanzan de la una a la otra, sin dejarnos pisar ese suelo firme que anhelamos.

La duda también consiste en el desarrollo de nuestro creer. Al sentirnos caer en esos abismos que se abren en nuestras creencias reaccionamos de manera enérgica. No esforzamos por salir de la duda. Sin embargo, la característica de la duda es que ante ella no sabemos qué hacer. No sabemos qué hacer porque la realidad se nos presenta ambigua, amorfa. Con ésta no podemos hacer nada.

En esta situación de duda, nos ponemos hacer un algo extraño que es negado por la creencia. Nos ponemos a pensar. Y pensar en una cosa, es lo menos que podemos hacer. Cuando todo falla en ese mar tormentoso de la duda, nos queda la posibilidad de pensar sobre lo que nos falla. Nuestro intelecto es lo más próximo con que contamos, lo que más a mano tenemos. Cuando creemos en nuestras creencias no solemos pensar, ni usamos nuestro intelecto porque todo está dado. Pero al naufragar en lo acuoso de la duda nos agarramos a nuestro intelecto como a un salvavidas.

Los baches de nuestras creencias son el lugar donde revive nuestro pensar efectivo. Donde renace nuestro intelecto. En el pensar tratamos de superar lo oceánico de la duda, por un mundo en el que lo inestable y ambiguo queda gobernado. ¿Cómo logramos esto? Fantaseando, imaginando, produciendo, inventando mundos nuevos.

Lo vital es la imaginación. Tenemos un mundo indeterminado, el cual tenemos que construir. Tenemos penalidades y alegrías y con ellas construimos nuestra vida; nos orientamos con ellas he inventamos nuestros mundos. Cada uno de nosotros tenemos que enfrentarnos, por nuestra cuenta, con todas nuestras dudas, con todos nuestros cuestionamientos. Por ello, conformamos figuras imaginarías de diversos mundos y de posibles formas de pensar-hacer ante ellos. Algunas nos parecen más firmes y con ellas nos quedamos. Pero, no olvidemos, son un caso particular de lo imaginario.


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martes, 19 de mayo de 2015

DE LA NECESIDAD E IMPORTANCIA DE NUESTRAS CREENCIAS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Como bien dice Ortega y Gasset en nuestras creencias estamos. Contamos con nuestras creencias para andar por la vida.  Por ello, para en entender a una persona tenemos que saber cuáles son sus creencias. Por el contrario, estaremos observando a una persona que no es ella, lo que nos impide tener cierta claridad sobre ella.   

Todos nosotros estamos constituidos por creencias; y de una u otra formas tenemos nuestra vida puesta sobre ellas. Nuestro vivir es un constante tener que interactuar con algo, esto es, con nuestro mundo y con nosotros mismos. Y en este interactuar nos encontramos bajo un conjunto de interpretaciones que nos anteceden; de formas de ver el mundo e incluso de vernos a nosotros.

En este nuestro vivir nos ponemos, sin saberlo, sobre un sustrato de pareceres que vamos adoptando poco a poco.  Estas son nuestras creencias. Las creencias no nos surgen así de improviso, no llegamos a éstas a través de nuestro pensar.  Las creencias son verdades que nos permiten vivir de manera segura. Sin ellas nada seríamos. Por eso nuestras creencias son el continente donde habitamos. Y nuestro habitar habita en ellas.

 Las creencias tienen en nuestra vida contenidos generales. Por ello, nosotros somos creencias: y éstas terminan confundiéndose con la misma realidad porque, como dice Ortega y Gasset, «son nuestro mundo y nuestro ser». Las creencias no se nos ocurren, ni forman parte de nuestros pensamientos, solo los determinan. Cuando entendemos lo que son las creencias   caemos en cuenta el papel que éstas juegan en nuestra vida; y el sentido funcional que poseen.

Las creencias suponen nuestra vida, no podemos vivir sin ellas; porque suponen y soportan nuestra vida, que se asienta en creencias que nunca llegamos a producir. Las creencias no las formulamos nosotros ni las discutimos; eso sí las propagamos y las sostenemos. En las creencias «simplemente estamos en ellas», y siempre estamos en ellas. Incluso las tenemos, son nuestra propiedad, tal vez, la más valiosa propiedad. Por esta razón, siguiendo a Ortega y Gasset «la creencia es quien nos tiene y sostiene a nosotros». Sin ellas nada somos, o tal vez solo somos un sueño o una pesadilla.

En las creencias nos encontramos, nos reconocemos. Están allí mucho antes que nos ocupemos de pensar-hacer. Las creencias tienden a ser permanentes, porque hacen ser nuestra identidad. Estamos dentro de éstas. Las creencias son nuestro en nuestro fondo y en él operan  cuando pensamos-actuamos sobre algo. Aludimos a ellas como lo hacemos con la realidad, con nuestro entorno. Las creencias no las pensamos, las vivimos. Ocupan el primer lugar en nuestro existir, siempre contamos con ellas y lo hacemos sin pausa ni reflexión.

No nos damos cuenta de nuestros motivos, de la resolución que hemos adoptado, de la ejecución de las acciones con que hacemos las cosas. No nos cuestionamos, ni por un momento, nuestro pensar-hacer. ¿Por qué? Porque la creencia existe y nos antecede. Ella es lo más importante de todo; ella es el supuesto en que asentamos toda nuestra vida. De este modo, contamos con las creencias y no pensamos. Cuando no pensamos algo es porque ya contamos con eso; y así se dan las creencias en nuestra vida.

La mayor eficacia en nuestra vida se da por todas aquellas creencias con que contamos, y porque contamos con ellas no pensamos. Hacer nuestro inventario personal desde las creencias con que contamos, será re-construir nuestra historia y esclarecer nuestra vida desde el sustrato de nuestra narrativa. Las creencias constituyen las bases fundacionales de nuestra vida, sobre las que acontece nuestro devenir. Éstas nos ponen en frente lo que es nuestra realidad.

Todo nuestro pensar-hacer depende de nuestro sistema de creencias. En ellas «vivimos, actuamos y somos». Por lo general, no tenemos conciencia plena de nuestras creencias; ya que  no las pensamos, a través de ésta actuamos, hacemos y pensamos. De ahí que, cuando creemos en una cosa siempre «contamos con ella» como una verdad inmutable. Esto nos hace realizar una «vida viviente» como diría Ortega y Gasset.

Nosotros no podemos evitar reconocer la creencia como una verdad; nos adherimos automática y mecánicamente a ella. Esta imperiosa realidad se convierte en algo a lo cual dependemos, con lo que contamos, queramos o no. En este sentido, la creencia es nuestra contra-voluntad; aquello con que nos topamos en su completitud. Y son incuestionables, por ello son una verdad. «Con nuestras creencias estamos inseparablemente unidos», señala Ortega y Gasset; por eso somos creencias.

Somos crédulos. Por eso el sustrato de nuestra vida, formado por creencias, es el que sostiene toda nuestro pensar-hacer. Éstas son el continente firme en el cual nos afanamos a diario. Ahora bien, entre las creencias que tenemos una de ellas es la creencia en nuestra razón, en nuestra inteligencia. Con todo lo sucedido, esta creencia subsiste; pues seguimos creyendo en la eficiencia de nuestro intelecto como una de las realidades existentes, y que integran nuestra vida. Sin embargo, tenemos que atender que una cosa es nuestra fe en la inteligencia y otra es nuestra creencia en las «ideas» que nuestra inteligencia configura. En la primera se cree a píe juntillas, en la segunda no tanto. No obstante, nos servirá para re-configurar nuestro pensar-hacer, nuestro mundo, nuestra vida.


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jueves, 14 de mayo de 2015

DE LA MAGNANIMIDAD EN NUESTRO PENSAR-HACER: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

El valor de la magnanimidad es poco conocido, poco entendido y su definición formal tampoco nos lleva demasiado lejos; incluso podemos decir que ha quedado en el olvido. Las definiciones nos hablan de «grandeza y elevación de ánimo» o “grandeza de espíritu”. Opuestos son los conceptos contrarios a la magnanimidad, a saber, la mezquindad, la tacañería, la pusilanimidad, la humildad.

La magnanimidad es la disposición de dar más allá de lo que se considera normal; de entregarse hasta las últimas consecuencias; de emprender sin miedo; de avanzar pese a cualquier adversidad. La grandeza de ánimo de la magnanimidad es el valor que convierte a un simple sujeto en un héroe.

No debemos confundir la grandeza de ánimo con una motivación extraordinaria e impulsiva para realizar algo. Pues el valor de la magnanimidad se práctica independientemente del buen humor y del entusiasmo que tenemos un día particular, o de la simpatía que tengamos por las personas. La magnanimidad no es una disposición transitoria; ésta es parte de la naturaleza de la persona que la posee y la cultiva.

Cuando nos conformarnos con lo que hemos logrado, u orientamos nuestros esfuerzos a la adquisición de bienes y a la riqueza nos es suficiente la ambición. Para lograr lo anterior no hace falta magnanimidad. La grandeza de ánimo se caracteriza por la búsqueda de los más altos ideales del ser humano, y a la entrega para servir a éstos.

El magnánimo aleja de sí la envidia y el resentimiento. Supera el temor de ser criticado por hacer algo que considera moralmente bueno. Tiene la capacidad de afrontar grandes retos con paciencia, perseverancia y alegría. La disposición al otro son rasgos característicos de su personalidad.

Para el magnánimo no hay acciones de pequeña categoría, o el temor a cuidar de lo que denominamos «una buena imagen». Actúa con la convicción de cumplir con un compromiso y un deber personal. Toda acción es un gran reto. Atender a los hijos es la empresa para la madre o el padre; el alumno para el maestro; los trabajadores para el gerente de una empresa; los vecinos para el hacer comunitario. ¿Se tienen deseos de prosperar y ser mejores?

La magnanimidad está en atender a que las personas mejoren por sí mismas. Se atiende para corregir, enseñar y hacer entender para que salgan de esa situación que los afecta. Es mucho lo que debemos trabajar personalmente en la magnanimidad, para comprender mejor nuestro pensar-hacer. La virtud de la magnanimidad incluye las otras realidades de nuestra vida, como nuestras empresas y retos a alcanzar; mejorar y acrecentar nuestros conocimientos; mejorar nuestras acciones laborales para alcanzar una posición económica de bienestar.

Todo aquello a lo que aspiramos, dinero, conocimientos, posición, influencia, deben estar signado por la magnanimidad. Lo adecuado a nuestros fines es enfocar nuestros esfuerzos en traspasar las fronteras del mero egoísmo. Si tenemos más conocimientos podemos atender mejor nuestras empresas, para que mejoraren nuestros haceres sean éstos más productivo. De este modo, estamos en mejores en condiciones de llevar a cabo  nuestra vida que siempre involucra a los otros.

Para alcanzar nuestra grandeza de ánimo es necesario que cada día nos preguntemos ¿Para qué hacemos esto? ¿Quiénes se benefician? ¿Puedo hacerlo mejor? Hacernos el propósito de prestar una mejor atención a los otros. Hay que olvidarse de esos resentimientos, envidias y juicios inadecuados con respecto a nosotros y a los demás; como decía el Cabral «De ese trago amargo ya no bebe mi corazón». Debemos mejorar nuestros modales y ser corteses con la vida y todos los demás. Tener una disposición serena ante los avatares de la vida, y a dominar las emociones inadecuadas que puedan generarse.

La magnanimidad es una virtud para robustecer nuestra comprensión del mundo. Generar atención, generosidad y optimismo. La magnanimidad ennoblece nuestras acciones; el consejo, la ayuda, la compañía, el trabajo, son los medios cotidianos que tenemos para llevar a cabo nuestro pensar-hacer. Hacer de nuestras labores y aspiraciones algo realmente grande prescindiendo de las dificultades que siempre están presentes.

Al ser magnánimos nos sentimos dignos de las cosas más grandes. Porque al tener esta alta estimación de nosotros mismo estamos reconfortados con nosotros y con los que están junto a nosotros. De allí que, la magnanimidad supone siempre lo grande, lo bello, que solo se encuentra en una grandeza de ánimo. En el que estimamos nuestro «justo valor».


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martes, 12 de mayo de 2015

DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE HUMILDAD: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

En distintos lugares y por distintas vías uno escucha hablar de que hay que ser humilde, se impone socialmente como un deber. Cosa por demás extraña.  Pero, ¿qué es la humildad? ¿Por qué se ha convertido en valor tan importante en la terapéutica de autoayuda? ¿Qué relación existe entre la humildad y la gerencia? ¿Es la humildad un concepto de la biogerencia? En fin ¿De qué hablamos cuando hablamos de humildad?

El término humildad (deriva del latín «'hŭmĭlĭtas, ātis, f. humilis'»,) tiene varias acepciones: Primero, como virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades; según el concepto de Humanitas, de acuerdo con Panofsky, estaríamos en la confrontación entre el hombre y cuanto lo trasciende; esto es, la consideración de la humanidad en contraposición a la divinidad. Segundo, como bajeza de nacimiento -de clase baja u origen pobre- Consideración muy propia de los aristos helenos, por lo cual lo humilde era visto con desprecio. Tercero, como sumisión; esto tiende más a las relaciones de sometimiento entre los hombres. Cuarto, se aplica a la persona que tiene la capacidad de restar importancia a los propios logros y virtudes y de reconocer sus defectos y errores; asunto de las personas «modestas» y muy acorde con ciertas tendencias religiosas, que desean encajonar a todos en esta gris modestia.

En tanto ésta sea una virtud, la humildad consiste en aceptarnos con nuestras habilidades y nuestros defectos, sin vanagloriarnos por ellos. ¿Vanagloriarnos ante quién o ante qué? Por otra parte, la humildad es opuesta a la soberbia. La soberbia entonces es una virtud o una anti-virtud.  La persona humilde, dicen, no es pretenciosa ni interesada ni egoísta, como lo es una persona soberbia; quien se siente auto-suficiente y generalmente hace las cosas por conveniencia. Extraña conclusión con respecto a la persona soberbia, y la caracterización de la persona humilde desborda lo que la humildad consiste y se aboca a rasgos psicológicos, un tanto difíciles de comprobar. Deseamos al humilde más no al soberbio. Y ¿para qué lo deseamos? Esta apreciación encaja en la tercera de definición de humildad, aquella que consiste en ser un ser sumiso.

La humildad es una cualidad o característica humana que es atribuida a toda persona que se considere un ser pequeño e insignificante frente a lo trascendente de su existencia o a Dios según si se habla en términos teológicos. Esta caracterización está en consonancia con la primera definición, en aceptar que somos «un ladrillo más en pared» y no podemos pretender la semejanza con la divinidad.   

Una persona humilde, generalmente dicen, ha de ser modesta y vivir sin mayores pretensiones. La última definición humildad sinónimo de modestia. Alguien que no piensa que es mejor o más importante que otros, un asunto entre humanos; donde todos somos iguales. No obstante, no se explicita el concepto de igualdad ni en qué consiste ésta. Vuelve a quedar difusa la noción de igualdad.  Señala Arendt, «la sociedad se iguala bajo todas las circunstancias, y la victoria de la igualdad en el Mundo Moderno es sólo el reconocimiento legal y político del hecho de que esa sociedad ha conquistado la esfera pública».

Por otra parte, se dice que la humildad en las personas es toda aquella cualidad que revela el completo concepto de lo que es el ser humano, es la verdadera virtud que muestra en un más completo sentido lo que convierte a una persona en humano. La humildad, en este sentido, es algo cognoscitivo. Es tener conocimiento del ser, en tal caso sería una ontología. Creo que esto es desacertado, por ser una pretensión sin sentido, pasar de ser una virtud a ser un principio de conocimiento. Con respecto a que «convierte a una persona en humano», es al revés, a lo humano lo convierte en persona, esto es, en ser social.

El valor de la humildad, se dice, ayuda a las personas a contener la necesidad de decir o hacer gala de sus virtudes a los demás. Estamos en el concepto de modestia. Otro aspecto señala que, una persona que vive la humildad hace el esfuerzo de escuchar y de aceptar a todos; acá se refiere al aspecto de sumisión ante el otro. Ya lo dice Nietzsche, «es sabido cuáles son las tres pomposas palabras del ideal ascético: pobreza, humildad, castidad»

Otros dicen que, ser humilde es dejar hacer y dejar ser, si aprendemos a eliminar la arrogancia, reconocemos las capacidades físicas, intelectuales y emocionales de los demás. La primera parte se asemeja al principio de economía liberal «laissez faire, laissez passer» que se refiere a una completa libertad en la economía, al libre mercado. Por otra parte, se refiere a eliminar «la arrogancia» para reconocer… Otra consecuencia sin sentido. Pues nada asegura que al eliminar la arrogancia podamos reconocer las capacidades en el otro; estamos nuevamente ante un asunto de conocimiento.     

Otros señalan, la humildad permite a la persona ser digna de confianza, flexible y adaptable. Volvemos a estar en la definición de sumisión. Además, agregan en la medida en que somos humildes, adquirimos grandeza en el corazón de los demás. Es decir, los otros nos ven con benevolencia, se sigue reafirmando la noción sumisión. Debemos ser sumisos ante los otros. En este sentido, Nietzsche dice «en este terreno del autodesprecio, auténtico terreno cenagoso, crece toda mala hierba, toda planta venenosa, y todo ello muy pequeño, muy escondido, muy honesto, muy dulzón».

Algunos dicen que, el éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad; cuanto más humilde, mayores logros obtendremos. Una persona humilde puede adaptarse a todos los ambientes, por negativos que éstos sean; nunca dirán “no era mi intención decirlo”, según la actitud, las palabras reflejarán eso, entonces debemos cuidar nuestras palabras para no lastimar sin desearlo. Estos siguen asumiendo el concepto de humildad como sumisión a otro hombre. Y refuerzan esa idea a los fines de ser más productivos. «Solo nosotros somos los buenos, los justos» dicen éstos, los demás son malos, injustos con ellos. Parecen un bolero o una ranchera desgarrada.  

           Como apreciamos es una palabra, un concepto que manejamos acríticamente. Una palabra que embriaga nuestra emocionalidad. Que repetimos esta palabra sin pensar que es lo que estamos diciendo. Confundimos los ámbitos cuando la nombramos, incluso no hacemos distinción de sus diversos significados. De allí, la confusión de los ámbitos. Repetimos la palabra presuponiendo que para todos los ámbitos significa lo mismo. Uso indiscriminado del lenguaje. Todo concepto, toda palabra tiene diferentes significados y sentidos. Por eso es necesario preguntarnos ¿de qué hablamos cuando hablamos de humildad? 



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jueves, 7 de mayo de 2015

EL SUJETO HEDÓNICO EN LA SUMA DE PLACER: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La moda es un atractivo imperioso, pero efímero. No obstante, se ha convertido en un arquetipo vital de nuestro vivir. Nos proporciona un gran placer pasajero. La solución que nos impone la moda misma o el mercadeo es encadenar múltiples y veloces placeres, que siempre serán sustituibles por otros placeres.

Esta suma de placeres es, según Marina, un «hedonismo de la cantidad». Que está en función de sumar y multiplicar cantidades de experiencias placenteras. Lo importante para nosotros es sumar placeres. Por ello, para el mercadeo del placer lo importante es ofrecer experiencias, que se tienen que vivir en el tiempo apresurado que dura nuestro capricho. Porque este mercado no puede detenerse. Él necesita de nuestra insatisfacción personal y social para funcionar.

De este modo, defendemos, con todo nuestro ser, una manera de vivir transitoria y sin ataduras. Todo fluye, decía el oscuro de Efeso. Esa «personalidad deseante» que somos busca compromisos sin vínculos, porque el vínculo nos detiene. Ansiamos lo versátil, la renovación de nuestra identidad; sin identificación con nuestro pasado. Nos volvemos hábiles en nuestras afiliaciones, pero siempre libre de lazos. Incluso con nosotros mismos.  

No obstante, en algún momento en medio de este remolino fluyente tenemos necesidad de la fidelidad. Somos seres mentalmente muy arcaicos aún. Necesitamos fijar nuestra voluntad antojadiza, nuestra ligereza. Tenemos que releer la preocupación de Platón con respecto a Parménides y Heráclito, cuando se desee proponer el paso de la «fidelidad del deseo» al «deseo de la fidelidad». Estoy de acuerdo, el maestro del jardín de Academo es más adecuado en este aspecto.

La proliferación de nuestros deseos nos ha conformado como personalidades caprichosas, que soportamos mal, cuando soportamos, el aplazamiento de la satisfacción y la frustración. Vivimos en la frustración anhelando o andando tras el placer. El mercado del placer y la felicidad es adictivo, y por ello restringe nuestra libertad. Ya que en esta aparente elección está oculta la reducción de nuestra libertad. Toda adicción merma o anula nuestra libertad de pensar-hacer.

La pluralidad y la desagregación de nuestros impulsos conllevan a conformar una voluntad débil, señala Nietzsche. La puesta del deseo y la construcción de su ideología deshacen nuestro yo. Lipovetsky indica que «el yo ha sido pulverizado en tendencias parciales, según el mismo proyecto de desagregación que ha hecho estallar la sociabilidad en un conglomerado de moléculas personalizadas».

En medio del mercado del deseo hemos configurado una sociedad del capricho, en la cual nuestra voluntad se ha vuelto caprichosa, y por tal veleidosa. De allí, que ésta sea débil. Debemos desvelar estos sistemas afectivos que nutren nuestros fenómenos emocionales y reflexivos. Debemos analizar si estamos aceptando exigencias incompatibles con nuestra voluntad.  

Lo que inquieta con este mercadeo del deseo, de la promoción del bienestar, de la felicidad… es que pretendiendo aparecer como una ideología progresista y liberadora, no sea más que un truco de mago, y como tal solo sea pura ilusión.

La popularidad de este mercadeo del deseo y la felicidad así parecen indicarlo. La relación con las adicciones del hedonismo y el gusto por una aparente transgresión personal y social parecen refrendarlo. Pues tal transgresión, puede llegar a ser un mecanismo que resguarda las relaciones de poder y los sistemas ocultos de represión.

Los discursos de ese mercadeo se han hecho parte constitutiva del discurso biopolítico y biogerencial, como modos correctos de hacer. La transgresión puede que no sea ninguna transformación, sino una sumisión a otras formas de relaciones de poder. Lo cual es propio de una sociedad interpretada, que intenta conservar lo ya alcanzado, aunque sean migajas.

Inquieta que seamos víctimas de una superchería que nos esclaviza con golosinas y dulces. Y no podemos rebelarnos porque nos gusta y agrada. Como en la nave de la película «Wally». El mercadeo del deseo es seductor y todos a caemos bajo sus encantos. ¿Quién no es conquistado por la miel más dulce y agradable? O ¿por los cantos de sirenas?

En este mercadeo nos asustan las disfunciones de la violencia, de la fragilidad de los sentimientos, de la desconfianza generalizada…  Sin embargo, no las relacionamos con él. Porque no reflexionamos que nuestros deseos son deseos nunca alcanzados. Como si quien ve comer a otro ya sacia su propia hambre. Nuestro deseo siempre es deseo. No hay satisfacción de éste.

En esta situación, nuestra vida se mantiene y es dirigida por el deseo. Por eso cuando nos desplomamos por la frustración y la depresión no tenemos referentes para vivir. No sabemos para qué vivir, porque no tenemos deseos propios para hacer algo. Nuestra historia es el empeño por satisfacer deseos, que no sabemos si son nuestros. O son deseos que nos ofrecen. En algún momento sufrimos una ruptura existencial. Y el mercado se ha cerrado.



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