Jared Diamond[i] plantea
doce factores para la gestión de crisis personales y los extrapola para comprender
cómo muchos países han respondido y resuelto las crisis en que se han visto
envueltos en ciertos momentos de su historia. Destaca que en toda crisis, sentimos
alivio cuando logramos determinar cuáles son en realidad los problemas que
tenemos que abordar y definimos los límites de los mismos, es a partir de este
momento cuando comenzamos a explorar la gestión de crisis e iniciamos un
proceso de cambios selectivos.
Vamos a exponer estos doce
factores desde el enfoque de la consultoría filosófica, con vista a buscar
alternativas de solución a nuestras dificultades en un mundo de acciones
prácticas.
Reconocer la situación de crisis: Al reconocer que estamos viviendo
una crisis es que podemos iniciar la gestión de ésta, esto es fundamental. Sin
este reconocimiento no hay posibilidad de avanzar. Es necesario el
reconocimiento de la circunstancia en que nos encontramos inmersos, tener consciencia
de ello. Esto implica un mirarnos, un develar la situación.
Hay momentos que no sabemos qué
es lo que nos está sucediendo, estamos en medio de una crisis y no lo sabemos.
Por tanto, no tenemos capacidad de reconocernos en esa situación. No reconocer
que estamos en una crisis no es un asunto caprichoso. Puede darse el caso ser de
que no somos conscientes de cómo estamos viviendo, en qué situación nos
encontramos o pensamos que nuestra situación es normal porque así hemos vivido
siempre. Como el personaje Hulk, que le dice al otro superhéroe que él soporta
el estrés porque siempre vive estresado; esta es su situación y piensa que es
normal. Nosotros vivimos en una burbuja de oxigeno sin saberlo y nos resulta
normal, incluso nunca lo llegamos a notar.
Al no reconocer que tenemos un
problema, por la razón que sea, nos encontramos impedidos de hacer algún progreso
en la solución del mismo. Por lo cual, podemos estar mucho tiempo en medio de
una crisis sin ver que ésta existe. Debemos estar atentos a saber en qué
circunstancia nos encontramos, y no dar por aceptado que nuestra situación es
normal porque así hemos vivido siempre o porque así ha sido siempre.
Responsabilidad de solución: Dado el primer paso, reconocer que
tenemos un problema o estamos en medio de un problema, tenemos que asumir la
solución del mismo, que no podemos torearlo. Tenemos que hacerle frente,
entender qué es ese problema, por qué se ha producido y buscar cómo
solucionarlo. Esta es la responsabilidad de solución. La misma es fundamental
porque con ésta nos convertimos en sujetos activos y productivos de una
alternativa de solución. De lo contrario, solo podemos saber que tenemos un
problema pero no hacemos nada para resolverlo.
Puede ser que el problema se
haya producido por fuerzas ajenas a nosotros. Pero somos nosotros quienes
debemos actuar. La pandemia (Covid-19) es algo en que nosotros no somos causa
de ésta, y aunque hay mucha gente que no cumple las normas sanitaria nosotros
si la podemos cumplir. A esas personas no las podemos cambiar ni hacer entrar
en razón. Sin embargo, nosotros sí somos la única persona cuyas acciones podemos
controlar. En este sentido, es responsabilidad nuestra hacer algo al respecto,
modificar nuestro comportamiento y nuestras acciones.
Tenemos pretensiones de cambiar
a la gente, cuando en realidad a quién debemos cambiar, si lo queremos hacer, somos
a nosotros mismos. La responsabilidad de cambiar es sobre nosotros mismos. De
este modo, es que asumimos la responsabilidad de su solución sobre el problema
en que nos encontramos.
Al asumir la responsabilidad de
solución evitamos la autocompasión, la postura víctima y la generación de
excusas que solo sirven para evadir hacernos cargo de nuestros problemas. Por
tanto, no es suficiente con limitarnos a reconocer que tenemos un problema, tenemos
que comenzar a transformar esa situación con la búsqueda de las alternativas de
solución.
Construir un cercado: Ya puestos en la búsqueda de alternativas, el
primer paso es «construir un cercado», esto es, identificar y delimitar el
problema que tenemos que resolver. Estamos como apreciamos en la teoría de la
toma de decisiones. Delimitar el problema es necesario. Si vamos a realizar el
almuerzo tenemos que establecer si será pescado, pollo o carne de res lo que
vamos a comer.
Si no identificamos y
delimitamos el problema éste nos termina abrumando porque nos sobrepasa,
perdemos los límites, pensamos que es inabarcable y que no lo podemos
solucionar. Con lo cual, caemos la desesperanza que nos paraliza.
Ante un problema debemos preguntarnos
¿Qué está funcionando mal y qué bien? ¿Qué es necesario cambiar y qué no? ¿Qué
podemos mantener y qué no? ¿Cuáles cosas podemos desechar? ¿Cuáles sustituir
con algo nuevo? Al ir respondiendo a estas preguntas vamos estableciendo cambios
selectivos, lo cual es clave en la búsqueda de alternativas de solución. En
esto consiste la construcción del cercado.
Los cambios selectivos son como
las cirugías puntuales, nos olvidamos de toda la estructura y solo nos
enfocamos en aspectos específicos. Esto nos da un mejor margen de maniobra y
podemos darle solución de manera más eficiente.
Buscar ayuda en los demás: La cooperación. Si no sabemos cómo
resolver el problema en que nos encontramos debemos pedir ayuda a los amigos o
a un profesional. Si la tubería del lavaplatos está goteando y no sé cómo repararla,
le pregunto a algún amigo si sabe hacerlo, sino llamo al plomero. Hemos buscado
ayuda.
Al solicitar ayuda en medio de
un problema obtenemos apoyo emocional y material de nuestras amistades o de
grupos de apoyo institucionalizados. La ayuda nos permite sentirnos
emocionalmente apoyados y pensar con claridad; de esta manera, compensamos la
merma temporal de nuestra capacidad para resolver los problemas.
El apoyo emocional tiene que
ver con saber escuchar, ayudar a ver los problemas con claridad (tres pasos
anteriores) y echar una mano a quien ha perdido temporalmente la esperanza y la
confianza en sí mismo, para que las recupere.
A veces complicamos nuestra
situación al no pedir ayuda; ya que pensamos que la podemos resolver nosotros
solos. Con el ejemplo del lavaplatos, a veces inundamos la casa por querer
resolver el goteo sin pedir ayuda. No todo lo podemos resolver nosotros solos,
tenemos que estar pendientes de que hay cosas que escapan a nuestras manos y
ahí es cuando requerimos la cooperación de los demás.
Adoptar a los demás como modelo: Esto también se conoce «como si»,
es un aprendizaje por modelaje y está vinculado al valor que los demás tienen para
nosotros como fuente de ayuda. Aquí impera el valor como modelo de gestión
alternativa.
Conocer a alguien que ha enfrentado
una situación parecida a la que estamos viviendo supone una ventaja, pues esa
persona constituye un modelo de habilidades de gestión útiles que podemos intentar
emular, si ha salido exitoso de tal trance; o lo tomamos como un modelo de lo
que no debemos hacer, en caso que haya resultado fallido. Tenemos esas dos opciones,
lo que podemos hacer o no.
Tales modelos por lo general
son los amigos, los conocidos o terceros de quien alguien nos hace referencia.
Sin son amigos o conocidos podemos conversar con ellos y aprender directamente
cómo resolvieron el problema similar al nuestro. También puede servirnos de modelo
alguien que no conocemos y sobre cuya vida y métodos simplemente hemos leído u
oído hablar.
Fortaleza del ego: Aunque la palabra ego tiene actualmente, no sé
porqué, connotaciones negativas, eso es lo que somos. Somos un Yo. Hay quien
les gusta hablar de autoestima y rechaza el ego. Autoestima y ego están
implícitos e íntimamente imbricados. Viven together.
La fortaleza del ego tiene que
ver con la confianza en nosotros mismos. Implica conocerse a uno mismo —sobre
esto he escrito algunos artículos— implica que nos establecemos objetivos y
metas; que nos aceptamos como persona independientes, es decir, que no dependemos
de los demás para obtener nuestra aprobación.
La fortaleza del ego tiene que
ver con la capacidad de tolerar emociones fuertes, mantenernos centrados en condiciones
de estrés, saber expresarnos libremente, percibir la realidad correctamente y
tomar decisiones sensatas. Todas estas cualidades son esenciales para poder
explorar nuevas alternativas de solución y superar la incertidumbre que nos
atenaza durante una crisis.
Autoevaluación honesta: Para tomar decisiones acertadas es
fundamental que seamos capaces de hacer una autoevaluación honesta de cuáles
son nuestras capacidades, fortalezas y debilidades; de las cosas que funcionan adecuadamente
y de las que no.
A partir de esta evaluación podemos
implementar cambios selectivos que nos permitan aprovechar nuestras capacidades
y fortalezas en función de los objetivos y metas que nos proponemos alcanzar.
Si Cristiano Ronaldo va a ejecutar un penalti nunca lo hará con la pierna
izquierda, pues su fortaleza está en su pierna derecha. Messi, por el
contrario, lo hará con la pierna izquierda. Cada uno usará su mejor fortaleza
para solucionar ese problema.
La importancia de la honestidad
en la solución de un problema es fundamental, porque muchas personas, por multitud
de razones, no suelen ser honestas consigo mismas. La consecuencia de tal
deshonestidad es que la crisis se agrava y nunca es resuelta. Incluso,
involucran a otras personas como excusa. Con una autoevaluación deshonesta puede
que sobreestimemos nuestras capacidades en una faceta y las subestimemos en
otra.
Tenemos que aprender a evaluar
de manera honesta lo que somos capaces de hacer y lo que no.
Experiencia de crisis anteriores: Si uno tiene la experiencia de
haber salido bien parado de crisis anteriores tiene la confianza de resolver
también la nueva crisis. Pero no hay que confiarse, porque todas las crisis no
se resuelven de la misma manera ni con los mismos mecanismos, ya que las partes
involucradas y las circunstancias difieren. No obstante, es un conocimiento que
ya se posee y del cual podemos que echar mano.
Los padres primerizos no saben
cómo solucionar ciertos problemas que les produce el recién nacido y recurren a
la madre (la abuela del bebe) por ayuda. Cuando tienen un segundo hijo, ya han
aprendido cómo resolver ciertos problemas gracias a la experiencia antes
adquirida. La indefensión que provoca estar pasando por una crisis sin saber
resolverla hace que aflore la idea de que, hagamos lo que hagamos, no saldremos
bien de esta.
Paciencia: Esta es un factor relevante para tolerar la
incertidumbre, la ambigüedad y los fracasos en nuestros intentos de solución.
Thomas A. Edison tiene que haber tenido mucha paciencia para llevar a cabo sus
dos mil y tantos experimentos hasta conseguir el filamento adecuado de la
bombilla eléctrica.
No siempre conseguimos resolver
al primer intento la gestión del problema en que nos encontramos. Al contrario,
casi siempre requerimos de varias tentativas para resolver satisfactoriamente la
crisis y dar con una solución funcional.
Quienes no son capaces de
tolerar la incertidumbre, el fracaso y se rinden en etapas tempranas de la
búsqueda, tienen menos posibilidades de dar con una alternativa de solución
adecuada. La paciencia es una virtud razonable, pero hay que cultivarla.
Flexibilidad: Un pensamiento flexible permite asumir cambios
selectivos. El pensamiento flexible es contrapuesto al pensar rígido e inflexible,
pues la rigidez implica la creencia de que solo hay una forma de hacer las
cosas. Tal juicio es un obstáculo para explorar otras vías de solución y
reemplazar enfoques fallidos por otros que funcionen adecuadamente.
La rigidez y la falta de flexibilidad
son la incapacidad para experimentar o desviarnos de las normas. La flexibilidad
está relacionada con la libertad para elegir por nosotros mismos. Esto es
importante porque, por lo general, nuestros planes casi nunca salen como lo
habíamos previsto. Por lo cual, tenemos que ser flexibles para improvisar sobre
la marcha.
Valores centrales[ii].
Los valores centrales o fundamentales son las creencias que consideramos
vitales para nuestra identidad, que sostienen nuestro código ético y nuestra concepción
del mundo. Estos valores nos permiten saber dónde poner el límite de los cambios
selectivos. ¿Cuáles valores consideramos innegociables? Para muchas personas la
familia, la religión, la honestidad son valores innegociables. Ante una crisis
tenemos que saber cuáles son nuestros valores centrales para poderla manejar.
Sin embargo, hay momentos
álgidos o zonas grises en la que los valores se someten a consideración. Por
ejemplo, los campos de concentración nazis fueron zonas grises donde los
valores tuvieron que ser ignorados o abandonados para poder sobrevivir. Estos
son casos extremos y en ellos no nos encontramos a diario.
Nuestros valores centrales pueden
hacer más sencilla nuestra toma de decisión o, por el contrario, volverla dificultosa. Porque,
por una parte, nuestros valores nos ofrecen claridad, una base sólida y una
certidumbre desde la que podemos plantearnos cambios personales, pues como dice
Ortega y Gasset “las ideas se tienen; en la creencia se está”. Por otro lado, pueden
ser un obstáculo al aferrarnos a tales valores, pues en el caso de que estén orientados
inadecuadamente nos impiden resolver una crisis. Aquí es fundamental
contraponer flexibilidad y valores centrales.
Ausencia de imposiciones: Al estar constreñidos por una fuerza
exterior no hacemos elecciones voluntarias. Estamos hablando de libertad de
elección, que no está condicionada por problemas prácticos ni por
responsabilidades impuestas.
Ensayar soluciones nuevas es
más difícil si tenemos cargas de responsabilidad con relación a otras personas,
los hijos por ejemplo. O si tenemos que cumplir con un trabajo muy exigente o
si nos vemos expuestos a un peligro físico. Sin embargo, esto no impide que
salgamos de una crisis, lo que hace es imponernos retos adicionales a resolver.
Los hijos, el trabajo exigente y el peligro pueden ser algo que hemos elegido.
Por tanto, son parte de nuestra responsabilidad y seguimos conservando nuestra
libertad de elección.
Estos son los doce factores que
debemos considerar para la gestión de crisis o problemas. Las crisis son de
diferentes envergaduras y tienen contextos particulares. No hemos esbozamos estos
factores como si fuesen fórmulas o recetas, solo los hemos expuesto de manera
abierta para considerar y estar atentos de ellos. Son guías generales que sirven
para alcanzar alternativas de solución a problemas específicos y particulares.
Cada quien hará uso de ellos a su mejor manera.
Estos diversos factores de la gestión
de crisis se enmarcan en lo que Aristóteles llamó phronesis. Que es la virtud del pensamiento ético, traducida como sabiduría
práctica y por lo general como prudencia, aunque nuestra idea de prudencia no
abarca el significado heleno. La phronesis
es la sabiduría de las cosas prácticas, la habilidad para discernir en cómo y
por qué actuar para fomentar la excelencia del carácter, es la habilidad para
pensar cómo y por qué debemos actuar para cambiar nuestro vivir a mejor.
Obed Delfín.
Consultoría y Asesoría Filosófica
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[i]
Jared Daimond. Crisis, cómo reaccionan los países en los momentos decisivos,
2019.