jueves, 5 de noviembre de 2015

THELMA Y LOUISE O LOS ENCANTOS DE CIRCE: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Thelma y Louise es un doble canto a la vida. En primer término, a esa vida que uno por sí mismo elige, y no la que otro le impone. En medio de este primer canto es paradójica porque ambas mueren, en ese intento de preservar la vida que la vida le has hecho elegir. Es no dejarse amedrentar por los avatares de las circunstancias. Es ponerse en píe, sin importar cuánto miedo se sienta. Es plantarle cara a la vida. Eso es la odisea de estas dos mujeres.

           En ese estar en la vía, como diría Jack Kerouac, Thelma y Louise hacen su viaje como así lo hizo Odiseo. Se enfrentan a los cantos de sirenas y a todos aquellos cíclopes que hacen de la vida una desventura. Solo se tienen a cada una como si fuesen una sola. Eran dos días nada más, que se convirtieron en toda una vida. Que hizo de Thelma a Louise, y de Louise a Thelma, como aquel paso Sancho Panza al Quijote y de éste a aquel. Se transmutan.

Cada una se abandona a la otra. La realidad las acecha, para impedirles su evasión de esta realidad. La realidad palpable, la realidad mezquina. Sin embargo, es que ella donde ambas se fraguan su carácter, y se descubren. Como diría Ortega y Gasset, “¡Cuánta astucia supone la fuga genial!”. La astucia de dormir y vivir con la existencia atada al abismo. La fuga de esta vida del hastío, por la excitación que se agazapa debajo del miedo.

La vida aburrida, repetitiva; esa que da hastío. La de cada mañana y cada tarde. La del mal vino, si es que es vino. La vida de la vida desaparecida. En esa vida donde los sujetos dejan de ser sujetos para convertirse en objetos. El marido imbécil de Thelma, el restaurante donde deja la vida Louise, el puercoespín que quiere violar a Thelma. Todo vacío y sin poder llenar. Por eso eran dos días nada más, de fiesta y alegría. Allí empezó todo.

El segundo canto a la vida de Thelma y Louise es el de amistad. De la cual dice Cicerón, “pues ciertamente siento la falta de un amigo cual no habrá nunca semejante…  Y afligirse uno gravemente por sus desgracias, no es de quien ama al amigo, sino de quien se ama a sí mismo”. Porque la amistad es amar tanto al otro como se puede amar a uno mismo. De eso nos dan ejemplo, las dos mujeres en medio de sus desgracias. Se expresan esa filia hacia la otra.

No importan para uno y la otra las cosas que van haciendo torpemente. La amistad se preserva porque, como bien dice Cicerón, la mayor fuerza de la amistad consiste “en los estudios, en los deseos y en los pareceres”. En estos últimos van reconstruyendo, a cada momento, Thelma y Louise sus vínculos más estrechos. Se van despojando de cada cosa y la amistad se convierte en lo esencial. 

En estos pareceres y deseos está a prueba laamistad, en este caso, la vida misma. Porque “no es otra cosa la amistad que un sumo consentimiento en las cosa divinas y humanas con amor y benevolencia; don tan grande, que no sé si han concedido los Dioses (excepto la sabiduría) otro mayor a los mortales”, dirá Cicerón. Es el consentimiento con el otro, la puesta en el amor, por ello éste no necesita la transparencia como dice Byung-Chul Han; al indicar “hay que negar el presente represivo y aceptar la existencia del otro y, de su mano, la posibilidad del amor”.
                                   
Las torpezas y desatinos de Thelma no son nada para Louise, ella es así. La quiere por lo que es. La amistad es eso, querer al otro por lo que es, y no por lo que uno quiere que sea. Y vuelvo nuevamente a Cicerón, quien nos enseña que “la amistad abraza muchas cosas; a cualquiera parte que nos volvamos, la encontramos pronta, en todas tiene lugar, nunca es impertinente, jamás molesta”. En esto consiste un espíritu en su magnanimidad. La mano tendida y presta.

En este artículo dedica a Thelma y Louise en las palabras de Cicerón, éste nos recuerda “porque el verdadero amigo le mira el otro como a una imagen de sí mismo”. Por ello la amistad no necesita de la «transparencia», concepto tan cacareado últimamente. “Porque donde rige la transparencia, no hay lugar para la confianza” nos puntualiza Byung-Chul Han. Y continua el filósofo coreano, “la transparencia suprime la confianza… solo se pide transparencia insistentemente en una sociedad en la que la confianza ya no existe como valor”.

Para qué la transparencia, si “en la amistad nada es fingido, nada disimulado, todo cuanto hay de ella es verdadero, y todo proviene de la voluntad” nos recuerda por siempre Cicerón. Cuidado con la monserga de la transparencia, lo que importa es la amistad. Esa filia que nos une al otro, por el otro. Ese es el gran canto de Thelma y Louise, el cual se sella con la muerte. Así como el amor en Romeo y Julieta también se rubrica con la muerte.   

Porque en estas dos mujeres que, son a la vez, todas las mujeres se manifiestan aquello que decía el filósofo romano. “Soy de parecer que no puede haber amistad sino entre hombres de bien”. En este caso, entre mujeres de bien. Que se muestran en la maravilla de ser todo lo que son, instante dejado al tiempo en la foto de partida. Testimonio de la belleza que perdurará a lo largo del camino.

            Por eso en el momento decisivo ante el Gran Cañón, donde se hace la elección final entre la vida y la muerte, ambas optaran por la vida. Porque, “siguiendo tantos y tan grandes provechos de la amistad, el mayor de todos es que hace concebir buenas esperanzas para todo lo que puede sobrevenir, y no deja que desfallezcan o se acobarden los ánimos”, nuevamente Cicerón.

En este último momento es cuando acecha la realidad de la mediocridad, que intenta impedir a ambas mujeres la evasión hacia una realidad que se han  decidido. Y en esto consiste la fuga genial, decidir por la vida que se desea vivir. Por ello Ortega y Gasset nos dirá con claridad meridiana “Ha de ser un Ulises al revés, que se liberta de su Penélope cotidiana y entre escollos navega hacia la brujería de Circe”. 


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