martes, 28 de enero de 2014

EN BUSCA DE MI FIGURA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

En la búsqueda de uno mismo, uno se pierde cuando intenta encontrarse. Mientras se avanza en tal indagación es necesario desembarazarse de nuestras sombras, antes que éstas se vuelvan exigencias y obstáculos. Pues en muchos casos estas auto-sombras se convierten en un modelo de prisión que me construyo y  me re-construyo constantemente.

La búsqueda de mi mismo, que no es una cosa fácil, es una invitación a descubrir el propio camino y muchas veces a manifestarme mi ingratitud. En el estado de excitación que acompaña a esta indagación se producen reajustes de mi realidad, mi cuerpo se transfigura. En él se producen metamorfosis de sueños, temores, fatigas y aprehensiones.

Mi figura ética, mi personaje conceptual me empieza a fascinar cuando surge de lo concreto, de mi práctica con el mundo. Me sirve para descubrir que mis conceptos, prejuicios  sólo tiene sentido cuando están fecundados por las experiencias, generados por las emociones, esto es, por la vida.

Mi figura real, la cual me he esculpido yo, sólo tiene sentido en la medida en que estimula mis propias genealogías inéditas, que hasta el momento son en sí mismas invitaciones e incitaciones a producir mis nuevas formas inspiradas. Éstas me permiten expresar mi preferencia entre una concepción ética y una visión estética de la vida. Por cuanto poseo el sentido de la diferenciación y práctico las afinidades electivas.

Yo que parto a la búsqueda de aquello y contra aquello que me divide, me debilita y me empequeñece me convierto un guerrero de mis propias alienaciones y mis propias perversiones. Lo que ahora me propongo construir es el edificio de mi identidad. El cual a de emerger hasta la conciencia.

Esta búsqueda-construcción es un trabajo monumental que al final me convertirá en una figura afortunada. Para esto tengo que recurrir al pensar reflexivo y mis acciones, cuya finalidad es la acomodación de una aparente realidad a mi voluntad, acomodación que concierne a una realidad resistente, compacta y determinada. Allí donde trepida lo informe de esa mi realidad, se ocultan las potencialidades que me corresponden, que mi ser hará surgir, es decir, hará parir.

El divino Platón, en Fedro, habla metafóricamente de dos caballos que son explosión y expansión de la energía. En la construcción de la ética, que no es un asunto individual, trato de canalizar mi impulso, de manifestar mi voluntad de jinete por medio de señales que aquellos caballos platónicos han de entender. Según mi hacer-pensar, los caballos adoptarán una velocidad y producirán una tensión en equilibrio. En esta búsqueda de mi figura alcanzo mi objetivo cuando yo y la cabalgadura que soy formamos una sola cosa, por la fusión de mis respectivas fuerzas, que siempre estarán en tensión.

En esta búsqueda y edificación de mi mismo no estoy construyendo una ética superficial o falsa, esto es, una moralina. Mi fuerza está  puesta en el deseo de trabajar para captar una esencia constituida por mí mismo, mi energía que actúa sobre mi realidad informe. Así encontramos el camino de las prácticas de las virtudes.

La ascesis que práctico apunta a la edificación de mí mismo. Esto a partir del material en bruto que soy; a partir del sujeto dominado por sus costados oscuros que soy extraigo un sentido, muestro una figura, produzco una obra. En este voluntarismo asoma un optimismo. A pesar del poder de lo trágico, no ignoro la exigencia de la necesidad, de las presiones inmensas del destino sobre las individualidades y las colectividades. Asimismo conozco también la existencia de una libertad.

La construcción de mí mismo abre la posibilidad de un espacio de inflexión, en el que intento inscribir mi voluntad y mis esfuerzos. Consciente sí de ser prisionero de ataduras estrechas y ceñidas; conozco también la zona ínfima que se ofrece a mi ser. En esta hendidura aplicaré toda mi determinación, todo mi poder para obtener mi forma, mi orden. Imprimo mi marca y las señales de mi voluntad.
           
La ética de mí mismo se constituye entre los dos bordes de esa fisura, que tensan y se oponen para lograr un acuerdo entre la libertad posible y las opciones concebibles. Desgarrada entre una aspiración y una restricción. La bella figura trata de producir un equilibrio, una armonía y un modo distintivo de operar, aprisionada está por su genealogía, por los tentáculos de su biografía condenada a lo artificial y a los conformismos.


El aprendiz de ética, yo y los otros yo, puede volverse un puro objeto, y escapar a las voluptuosidades de construirse a sí mismo como sujeto soberano. La sabiduría trágica, de la que tanto sabían los griegos, consiste en tener siempre presente la idea de que sólo se construye la propia singularidad sobre abismos. De ahí las importantes probabilidades de fracasos, conflagraciones y desintegraciones de nuestros proyectos cuando comenzamos a expandirnos en nuestra búsqueda.

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