viernes, 12 de diciembre de 2014

DEL PENSAR COMO ACTO DE APRENDIZAJE: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Señala Heidegger que «Llegaremos a aquello que quiere decir pensar si nosotros, por nuestra parte, pensamos. Para que este intento tenga éxito tenemos que estar preparados para aprender el pensar». En los últimos tiempos se habla de aprender a sentir las emociones, y hablamos del corazón como metáfora que es, pues sabemos que tanto las emociones como el pensar son funciones del cerebro. Ahora bien, en la invitación a sentir nuestras emociones nos olvidamos del pensar, como si en verdad supiésemos pensar. Pensar es algo que debemos aprender, ya que éste no es algo del todo natural.

            Debemos aprender a pensar, pues aún no sabemos o no somos capaces de pensar. Pensamos, pero nuestra razón se despliega en el pensar. La función natural del cerebro, entre otras cosas, es pensar; pero no pensar racionalmente, y acá incluyo a la emoción como parte del pensar. Debiésemos poder pensar cuando quisiéramos, pero son más las veces que queremos pensar y no podemos.

            Con este deseo de pensar, queremos mucho y podemos poco. El pensar entonces es una posibilidad, que no garantiza que seamos capaces de hacerlo. No obstante, admite esta capacidad nuestra de poder llegar a serlo, es decir, que somos capaces de hacer aquello que deseamos, de aquello a lo que somos afectos. Podemos llegar a pensar en la medida que deseemos llegar a pensar, que hagamos de este deseo una inclinación de nuestro ser.

            Tenemos, como dice Heidegger, que «cobijar» este deseo. En el pensar debemos estar atentos a lo que hay que tomar en consideración; pues así seremos capaces de aprender a pensar. ¿Qué es aprender? Aprender lo hacemos en la medida que nuestro hacer y dejar de hacer lo hacemos en correspondencia con aquello que, en cada momento de nuestra vida, nos resulta esencial. Como señala el filosofo de Messkirch: «A pensar aprendemos cuando atendemos a aquello que da que pensar».

            Lo que es de nuestra consideración es lo que no impulsa a pensar. Lo que nos es indiferente no. Por ello, pensamos en lo que nos preocupa, en lo que se hace preocupante a nosotros es en lo que pensamos. Nadie se levanta una mañana y dice: «hoy voy a pensar sobre tal cosa o tal otra», cuando nos damos cuenta ya estamos pensando en algo que nos preocupa. ¿Qué es lo que es lo preocupante?

            Ante esta circunstancia de lo preocupante, la solicitud es que actuemos. La solicitud es cómo hacerlo, se nos dice que lo que falta es acción. De allí siempre el conjunto de preguntas instrumentales, en ¿cómo lo vas hacer? La acción sobre el pensar. Sin embargo «es posible que hasta nuestros días, y desde hace siglos, el hombre haya estado actuando demasiado y pensando demasiado poco», dice Heidegger. Ahora se dice que se debe sentir más, ya ni siquiera pensar.

            No encontramos a diario en medio de y entre las cosas. De aquí parte nuestro interés por las cosas del mundo, incluidos nosotros en ellas. Ahora bien, lo que nos resulta de interés o preocupante convierte al resto de las cosas en indiferentes. Asimismo, lo que es de interés para hoy es lo que vale como preocupante. Esto o aquello es lo que nos permite estar preocupados o  indiferentes; y en un momento dado pasar a estar liberados de aquello que no nos concierne.

            A veces pensamos que hacemos una atención especial a algo cuando decimos que nos resulta interesante. Y sin embargo pasamos, inmediatamente, a lo indiferente con respecto a esto. Podemos señalar que tal preocupación era exógena, que en verdad no nos concernía. Era la preocupación de otro, no nuestra. Lo preocupante, en tal caso, es lo que da que pensar desde nosotros mismos, no desde otros.

            Lo que nos preocupa, lo que nos da que pensar, nos interpela en tanto nos hace dirigirnos a ello, y hacemos esto pensando. Lo que nos da que pensar no es algo que nosotros establecemos, como antes he indicado. Lo que nos da que pensar se nos adviene sin darnos cuenta. ¿Estamos preparados para pensar en ello? De allí, que lo preocupante sea el hecho de que nosotros aún no pensamos.

            ¿Qué quiere decir esto? Que todavía no hemos llegado propiamente a pensar por y sobre nosotros mismos. Que no nos hemos considerado como lo que nos preocupa. ¿Por qué no hemos llegado aún a esto? Tal vez porque nosotros todavía no nos consideramos, de un modo suficiente, aquello que es lo que da que pensar. En este caso, no somos de interés para nosotros mismos; somos sólo un descuido, una negligencia.


             El hecho de que todavía no pensemos, se da porque estamos o le damos la espalda a lo que en verdad es lo preocupante. Nos dirigimos, por el contrario, de modo suficiente a aquello que no está en nuestra consideración, sino en la de otro. ¿Cuándo y de qué modo ocurrió este dar la espalda? Sea la pregunta inicial a nuestro aprender a pensar.


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martes, 25 de noviembre de 2014

CONFLICTO Y DIÁLOGO EN LOS AMBIENTES HUMANOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Entre los factores que más perturban en una empresa y organización la falta de comunicación es uno de los elementos de mayor incidencia. Aunque, muchas veces, se alega que se tienen niveles de comunicación medianamente aceptables. No obstante, éstos normalmente son de mala calidad. Lo que conduce a la ruptura y acuerdos comunicacionales adecuados para lograr entendimientos que beneficien a todos los miembros de la empresa u organización.
 
Una errada y mal dirigida estrategia comunicacional acarrea situaciones indeseables, que afectan considerablemente el ambiente laboral de toda empresa u organización. Por lo que, las partes involucradas en un conflicto deben necesariamente establecer entre sí, para indagar lo que en verdad desea cada parte. Así los participantes del conflicto pueden enterarse, negociar y aceptar propuestas que beneficien a ambos de forma satisfactoria.
 
Toda comunicación entre las personas contiene en su interior la posibilidad del conflicto. Esta posibilidad siempre es una presencia, a la cual no hay que rehuir. Por ejemplo, en toda empresa y organización esta posibilidad es una realidad latente y manifiesta; pues la diversidad de criterios existentes conduce a las partes a manifestar posiciones opuestas y contradictorias, sobre lo que puede desear y requerir la gerencia de tal empresa u organización.
 
De allí, la necesidad de fomentar una comunicación fluida y efectiva entre los miembros de una empresa u organización. Una comunicación fluida contribuye a afrontar de manera eficaz los posibles conflictos y a mejorar los procesos productivos, que es el fin último de toda empresa y organización.
 
Por lo general, se establece que la comunicación es la transmisión de un mensaje entre un emisor y un receptor mediante un código común. Planteado de esta manera, solo se ha expuesto media verdad sobre la teoría de la comunicación, ese esquema no estable una comunicación sino una transmisión de información. Pensemos en la televisión, está en términos generales, lo que hace es transmitir una información del tipo que sea, bajo el esquema: emisor-código común-receptor. La comunicación necesita el retorno del código común, esto es, que el receptor se convierta en emisor, lo que se denomina «feedback». El esquema sería: (emisor/receptor)-código común-(emisor/receptor)   
 
De esta manera, ambos participantes son agentes activos. Lo cual trae consigo una nueva forma de apreciar el proceso de comunicación, pues éste ahora es un proceso de diálogo entre partes iguales. De esta forma, mejorara el ambiente empresarial y organizacional, ya que dará sentido de pertenencia a todas las partes, pues éstas tendrán algo que decir para contribuir a optimizar la organización. Pues ahora hay una concepción diferente acerca de las partes que conforman la empresa. Y recordemos, las partes son personas, con actitudes, emociones, cogniciones… no son cosas.
 
Desde esta nueva manera de percibir a las personas, se puede establecer que la fluidez del diálogo depende de cada una de las partes en conflicto. De este modo, se propicia el entendimiento; pues las partes en conflicto deben partir del respeto mutuo y de la confianza en el otro. En este sentido, la comunicación que va aparejada a un conflicto es, a la vez, la posibilidad de solución del mismo. Pues ésta lleva en sí a desarrollar el arte de la negociación. Más que comunicación hablamos de diálogo.
 
La comunicación y el diálogo es un fenómeno complejo, variado y múltiple. Ya que articula procesos tanto de la vida personal como social de cada persona. El diálogo se complica por cada uno de nosotros experimentamos una historia particular del mundo, por lo que nunca sabemos lo que ocurre en la psique de las otras personas.
 
De este modo, el diálogo está interferido por señales orales y comportamiento no verbales de lo que cada uno de nosotros pensamos y sentimos. A partir de estas interferencias, hacemos conjeturas acerca de los posibles pensamientos y actos de las otras personas. Introducimos más ruidos en el proceso de comunicación.
 
Como apreciamos toda comunicación está ligada a la motivación personal e interpersonal. En el ambiento empresarial y organizacional está ligada a la toma de decisiones, al liderazgo y al conflicto, entre otros aspectos. Lo que genera diferencias entre las personas; además de las diferencias en la habilidad de comunicarnos. Estas últimas son, en parte, el resultado de deficiencias en el escribir, hablar, aconsejar, entrevistar, debatir y hablar en público; estos es, deficiencias en nuestra forma de relacionarnos, en primera instancia, con nosotros mismos, y en segundo lugar de interrelacionarnos con las otras personas.
 
Lo que genera las características de nuestra personalidad, de nuestra empatía, locuacidad, agresividad y carácter para intercambiar y convivir con los otros. Esto conforma situaciones de incapacidad para interrelacionarnos con los demás, con lo que vamos construyendo laberintos comunicacionales, donde cada uno nosotros hacemos aflorar nuestras carencias originales cerrando así toda posibilidad de salir de tal laberinto. La idea, por el contrario, es poder hacer aflorar nuestras mejores habilidades cognitivas y emocionales, en función de salir airoso del conflicto en que nos hemos envuelto.
 

 
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jueves, 20 de noviembre de 2014

EL SUJETO EN SUS EMOCIONES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Nuestro contacto con la vida es sentimental y práctico. Ya que ésta es provocadora de alegrías, miedos, encantamientos y pesadillas. En la vida, las cosas son lo que son para mí. El aroma de ésta puede embalsamar o envenenar mi existir. Por ello, torcer nuestra mirada a lo que nos resulta desinteresado, a esa cosa sin olor ni sabor que es la realidad de los otros, es una pasión intensa que nos obliga a valorar la realidad de los otros.

Así la vida se desarrolla en esos amores que exigen del amado interminables pruebas de amor, para poder estar tranquilos. Cuando hablamos de pasiones, hablamos tanto de experiencias subjetivas como de lo que el mundo nos revela en nuestra relación con él. La realidad bruta se nos hace inhabitable. Por ello buscamos vivir en una realidad interpretada; a esta realidad la convertimos en nuestra casa, la dotamos de sentido y humanidad.

A cada momento le damos sentido a esa realidad en que nos encontramos. Le damos motivos, preocupaciones y espejismo. Nuestra vida la transfiguramos en fragmentos de una realidad, y de este modo permitimos que ella aparezca dotada de un valor. El hombre y la mujer son un animal difícil, por esta carga emocional que lo constituye. 

En todas las épocas de nuestro vivir no hemos sentido los mismos sentimientos, ni los hemos valorado de la misma manera. Éstos han cambiado permanentemente. Nuestra cultura retoca sin parar nuestro mundo afectivo. Nos «sentimentalizamos» a través de la cultura. Del Yo inerme o indiferente pasamos a un sentimiento diferente. Es la conciencia de esa cultura que nos conforma o nos des-conforma.

Nuestras expresiones se modifican, como señala Marina desde «la furia me arrebató», pasamos a «me siento furioso». Una es exógena, la otra reflexiva. La pasión retorna, en voz media, sobre la persona. Se convierte, de esta manera, en algo propio y personal, en una intimidad que nos pertenece, y la cual disfrutamos sofocantemente.  

En este refinamiento de las pasiones, éstas ya no son experiencias que se sienten y se viven; ahora son hechos que se analizan y autoanalizan, ahora son herramientas para el éxito y el mercado de la felicidad. Incluso se ponen en duda. Las penas de nuestros amores se convierten en tormentos negativos, que se auscultan en función de objetivos laborales, sociales. Ya no son una pena, ahora son algo positivo o negativo con vista a un fin.

Por otra parte, nuestra relación con el mundo desde que nacemos es afectiva; porque somos seres menesterosos que ansiamos la plenitud del entorno, en el que vivimos abiertos y expectantes. Por ello, nos encontramos permanentemente en una disposición de ánimo y afectiva ante el mundo. En nuestro origen somos unos seres sensibles y carentes, a los cuales muchas cosas nos afectan. Después buscaremos a través de eso que llamamos objetividad entender donde nos encontramos.

Por nuestros placeres, dolores, deseos y proyectos vivimos siempre en estampida. Somos, a la vez, expulsados y retenidos. Nos encontramos en la encrucijada de nuestros propios caminos mentales, en esa maraña en la que se entrecruzan nuestros conocimientos, afectos y acciones. Todo influye sobre nosotros, por lo cual nuestros problemas sentimentales se van convierten en tornillos sin fin.

Nuestros sentimientos modifican nuestro pensar, nuestra acción y el entorno que habitamos. Asimismo nuestra acción modifica nuestro pensamiento, sentimientos y el entorno. El entorno, a su vez, influye en nuestro pensar, en nuestros sentimientos y nuestra acción. Los pensamientos influyen en nuestros sentimientos, acciones y el entorno. Esto es un torbellino imparable. Quién los puede resistir. Por ello, la experiencia sentimental es una semiótica que nos golpe desde las profundidades.

Nuestra experiencia sentimental es el balance consciente e inconsciente de nuestra situación, de nuestro estar en este mundo. Son una mezcla subjetiva y objetiva. Es una urgencia. Nuestras pasiones son un lenguaje que hay que aprender a descifrar, una llamada de emergencia desde algún lugar de nuestro vivir; son una superficie que aparentemente conocemos, pero cuyo fondo y profundidad ignoramos.

En esta balanza inestable intervienen nuestro estado corporal, el andar de nuestros deseos y proyectos, el sistema de nuestras creencias y prejuicios, nuestras experiencias y algunas otras de las que no somos totalmente conscientes. Nuestro mundo emocional es brillante y oscuro, cálido y frío, tierno y violento, es decir, es paradoja.

Nuestro vivir es un argumento inacabable, y a cada instante trae nuevos datos sobre este nuestro vivir afectivo. Nuestras emociones cambian rápidamente durante una situación. Vivimos la incertidumbre y la calma, la calma y la sorpresa, la sorpresa y la furia, la furia y el arrepentimiento, el arrepentimiento y el afán de querer que nos perdonen. Deshojamos la margarita de los miedos y las esperanzas. La cordura es asunto difícil. No dijo la coherencia y la armonía. La que tanto anhelamos.



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martes, 18 de noviembre de 2014

EL CONFLICTO EN NUESTRAS RELACIONES PERSONALES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

En la estructura de un conflicto hay que considerar tres aspectos básicos del mismo. Primero, la situación en la que se produce el conflicto. Es decir, tener información sobre lo que ha sucedido; conocer el tipo de relaciones que se establece entre los protagonistas del conflicto; los valores que están presentes y los recursos con los que se dispone para afrontarlos. Segundo, las actitudes o predisposición que tienen los protagonistas para la acción. Acá hay que considerar los componentes cognitivos y emotivos, esto es, cuáles imágenes evocan los involucrados ante la situación de conflicto; cómo evalúan las partes el conflicto. Tercero, la conducta o comportamiento que manifiestan los protagonistas a consecuencia de la situación.

Por otra parte, todo conflicto sea personal, familiar, laboral, es un proceso en el que se produce una dinámica de interacción entre las partes involucradas. El cual progresa a medida que las partes tienen conciencia del conflicto y de cuáles son sus intereses. El conflicto, por otra parte, se conforma por diferentes fases, en las cuales hay que tener presente el sentido cíclico y recurrente de las mismas.

Las fases del conflicto son: escalada, estancamiento y desescalada. En la fase de la «escalada» se alcanza el momento álgido del conflicto; el «estancamiento», por su parte, se da cuando el conflicto se estabiliza; y la «desescalada» es cuando el conflicto se reduce paulatinamente. Como podemos apreciar estas tres fases se pueden dar en cualquier tipo de conflicto.

La fase de «escalada» se incrementa cuando intervienen los procesos perceptivos o de manejo de la información, o una escalada irracional del conflicto. En esta fase, el involucrado o involucrados pueden ampliar los problemas, desplazar los problemas hacia las personas del conflicto, incrementar la competitividad entre ellos, e implicar a otros individuos que no están dentro del conflicto. Es el momento crítico del conflicto, o cuando éste estalla.

La etapa de «estancamiento» se puede dar, por ejemplo, porque ambas partes deciden que no desean competir, sino cooperar. O en un caso familiar, porque el hastío se apodera de la pareja, y se asume mejor dejar eso así. Cuando se decide cooperar, puede ser que los involucrados estén en una relación de poder bastante equitativa, desde la cual valoran que carece de sentido continuar en una competencia improductiva; o tal vez porque carecen de estrategias y recursos competitivos; o porque son más los costos que los beneficios; o porque se ha eliminado el soporte social que sustentaba el conflicto. Es importante considerar que el «estancamiento» no siempre da lugar a la «desescalada»; ya que el conflicto solo puede haberse estancado en un punto muerto, y repentinamente activarse nuevamente hacia la escalada. Consideremos por ejemplo un matrimonio en conflicto, la fase de «desescalada» se puede producir cuando se da un estado de resignación entre una de las partes o de las dos, el conflicto permanece latente, no resuelto.

En la fase de «desescalada», las partes han podido alcanzar objetivos comunes y han incrementado la interacción entre ellos. Todo conflicto tendrá una mayor posibilidad de solución cuando se trabaje hacia la cooperación y equidad entre las partes.

En nuestras relaciones interpersonales es importante atender el conflicto, educarnos en él desde la concienciación y sensibilización. En este sentido, nuestro diálogo intercultural será el referente para practicar la negociación y mediación. Tenemos que educarnos en el conflicto, con la meta de dirigirlo hacia una transformación de nuestra realidad, para construir un mundo convivencia. Muchas veces actuamos y nos educamos en eludir el conflicto, por las razones que sean, y pensamos que es la mejor forma de ser o estar en el mundo; pero basamos esta actuación y educación bajo el prejuicio de que el conflicto es un factor inadecuado y no favorable a nuestras relaciones. Es una visión un tanto errada, porque siempre vivimos en el conflicto. De allí que debamos aprender a manejarlo con nuestra razón-apasionada o apasionada-razón.

Esto implica que debemos trabajar fundándonos en dos pilares fundamentales, a saber: los valores y las actitudes. De manera que nuestras relaciones de poder, nuestra comunicación, la empatía, los modelos culturales se integren dentro éstos. No podemos eliminar los conflictos, lo que debemos hacer es entenderlos como una oportunidad para transformar nuestra realidad.

Para solucionar un conflicto lo más adecuado es recurrir a técnicas pacíficas de solución.  En los procedimientos pacíficos de la solución de conflictos es necesario trabajar la comunicación asertiva, ya que permite que las partes involucradas expresen sus deseos, opiniones y sentimientos, tanto positivos como negativos, de manera adecuada.

El dominio de la comunicación asertiva implicada beneficios importantes sobre las partes, porque permite que éstas se auto-conozcan y se acepten tal como son; comprendan y manejen los sentimientos propios y los de los demás. De esta manera, cada parte será capaz de aceptar sus propias limitaciones expresando a la otra una visión abierta de cómo es realmente.

El uso de la comunicación asertiva mejora la capacidad de diálogo en todos los niveles. De modo que, las relaciones que se establecen son más adecuadas y satisfactorias a los fines propuestos; ya que la comunicación es clara, fluida y sincera. Es importante que ante un conflicto los involucrados dispongan de técnicas y estrategias para dialogar asertivamente.



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jueves, 13 de noviembre de 2014

LA SOLUCIÓN DE PROBLEMAS Y ERRORES EN LOS TIPOS DE PENSAMIENTOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Muchos de los errores de nuestro pensamiento provienen de lo que se denomina la «trampa de la inteligencia», ésta consiste en que cada uno de nosotros podemos justificar prácticamente cualquier punto de vista. Cuanto mejor elaborado tengamos nuestro argumento o razonamiento, menos necesidad tenemos de explorar la situación y contrastarla con otras opiniones o datos. En este sentido, podemos quedar prisioneros de nuestro propio punto de vista. Hay que estar muy atento a esta situación.

Todos sentimos la necesidad de tener la razón, debe ser por un mecanismo natural de defensa. Hay que agregar aspectos sociales, como la imagen y el estatus; los cuales dependen del entorno social y de las diversas inteligencias en juego. A veces, es difícil profundizar en la búsqueda de la cierta certeza, aceptar errores o encontrar soluciones que pueden ser incómodas.

El uso de la crítica produce una satisfacción más inmediata que el uso constructivo. De allí, que se diga que es «más fácil criticar que hacer». O incluso, en muchos casos, al mostrar que estoy de acuerdo con alguien, mi rol puede parecer superfluo y subordinado, «no soy original», algo tan manoseado actualmente como la originalidad.  Por otra parte, al proponer una idea «me pongo en manos» de aquellos que la tienen que juzgar, ahora soy yo quien será criticado.

Por el contrario, al ser yo quien crítica parece que soy quien controla la situación. De allí que, muchas veces preferimos la seguridad del pensamiento reactivo a la del pensamiento creativo. Ya que en el pensamiento reactivo se reacciona ante los datos que a uno le entregan, uno es el crítico de tales datos. Recordemos esos horrendos programas de concurso en televisión, el participante está sometido, esclavizado a la opinión del «jurado», sí son jueces, el participante una «cosa» a complacerlos. Por el contrario, en el pensamiento creativo hay que crear el contexto, los conceptos, los objetivos. Somos sujetos de acción activa.

Otro aspecto es la rapidez de pensamiento, el apresuramiento de formular opiniones y juicios, muy útil para muchas cosas en la vida; pero supone un riesgo saltar a conclusiones a partir de muy pocos datos. Un proceso más lento, más acucioso puede llegar a conclusiones más apropiadas.

Por contraposición al pensamiento lógico está el pensamiento arbitrario, éste es el reverso del pensamiento lógico. Si el pensamiento lógico es: preciso, exacto, se basa en datos probables, en hechos; es analítico, sigue reglas; es racional, sensato y secuencial (paso a paso). El pensamiento arbitrario es: impreciso, no comprueba la veracidad de lo que afirma, no analiza; crea sus propias reglas, no razona, discurre a saltos.

Cuando un argumento lógico tiene aspecto de ser válido pero no lo es, lo denominamos falacia. Sabemos que las falacias son razonamientos erróneos que parecen válidos, de eso oímos muchos por la televisión, particularmente, en los discursos políticos; que son unos de los que más pesan en el hacer colectivo. Las falacias pueden ser formales o informales. Las primeras, son aquellas que son inválidas porque no están bien construidas formalmente. Las informales, son aquéllas cuya invalidez se debe a una incorrección en el contenido de las premisas y no a una incorrección formal. En ambos casos, las premisas aportan una base incorrecta para llegar a hacer la conclusión.

Por otra parte, cuando elaboramos una argumentación aparentemente válida con la intención de inducir a error, a ésta la denominamos sofisma. Éstos son argumentaciones aparentemente válidas que pretenden inducir a error. Muchos ejemplos, hay en los discursos y los podemos apreciar poniendo un poco de atención. El pensamiento arbitrario se puede disfrazar de pensamiento lógico, a esto hay que estar atentos.

Las principales dificultades en el uso del pensamiento creativo provienen de contraponer a éste un pensamiento encarrilado, como se dice sobre carriles. El primero es: flexible, espontáneo, fluido, original, suspende el juicio, asume riesgos; es libre, heterodoxo, acepta la ambigüedad. Por su parte, el pensamiento encarrilado es: rígido, premeditado, mimético, rutinario, descalificador, inmovilista, normativo, ortodoxo y no soporta la ambigüedad.

Entre los obstáculos que tiene el pensamiento creativo tenemos: Primero, los «auto-supuestos restrictivos», que son las limitaciones y restricciones que nosotros mismos nos imponemos al resolver un problema. Segundo, «el síndrome de Herodes», que es la costumbre de criticar destructivamente las ideas en el momento en que se producen, matar la idea al nacer. Tercero, «la resistencia al cambio», esto se da porque todo cambio, aunque sea para mejor, implica momentos de desorganización y de cierto desconcierto e indefinición.

Cuarto, «la sumisión sin crítica», esto consiste en la obediencia ciega a las ideas dominantes y a las opiniones de los expertos, como seres infalibles. Quinto, «el miedo a cometer errores», muy común en todos nosotros, como si con otros tipos de pensamientos, por ejemplo, el lógico no los cometiéramos. Esto debe ser algo inculcado en las escuelas, lo cual se interrelaciona con la vergüenza. Sexto, «la desconfianza en las capacidades creativas», es parte de lo anterior, el hecho de no poseer una estima sólida; tales capacidades, muchas veces, están latentes pero no salen a la luz por el miedo y la desconfianza en nosotros mismos.

Séptimo, «la excesiva presión del tiempo», eso de que «lo quiero para ayer», nos obliga a tomar decisiones apresuradas, y acudimos a las decisiones habituales, las de siempre. Octavo, «el miedo a quebrantar las normas del grupo»; el apego social traza normas de conducta que nos permite una aparente pertenencia a un grupo social, si rompemos las normas ya no perteneceremos a ese grupo. Noveno, «la dicotomía juego–trabajo»; el prejuicio de que lo creativo es juego y no trabajo; de allí que concebimos el trabajo como algo siempre rutinario y aburrido. Nunca como un acto creativo.


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martes, 11 de noviembre de 2014

EL SUJETO EN LA SOLUCIÓN DE CONFLICTOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Ya hemos señalado, en un escrito anterior, la necesidad de conocer las técnicas y estrategias adecuadas para desarrollar un conjunto práctica que permitan hacer más eficazmente las habilidades para la solución de conflictos. Expusimos las características del pensamiento lógico y creativo, por lo que habíamos quedado pendientes de abordar el pensamiento sistémico y optimista.   

Por medio del pensamiento sistémico interpretamos situaciones o procesos globales. Las características más destacadas de este tipo de pensamiento es que con él procedemos a tener una visión global de la situación. No va de hecho en hecho particular, sino que analizamos las situaciones en su globalidad. Este tipo de pensamiento se aleja o toma distancia para visualizar la cuestión desde diversas perspectivas y con esto tratar de ver el marco de la situación en su conjunto. Es un pensamiento globalizador.

Por ejemplo, en una consultoría filosófica empresarial: los fallos del proceso, las quejas de los clientes, el absentismo de los empleados no son datos aislados. Hay que observar éstos en el conjunto general de la empresa, con el objeto de captar el conjunto de interacciones que se llevan a cabo en ésta. Una visión global de las circunstancias nos permite establecer nexos entre los elementos individuales.

El pensamiento sistémico nos permite estar atentos a los diversos procesos y monitorear indicadores de tendencia, para llegar a determinar si hay algún patrón indicativo, alguna pauta que se repite debajo de los hechos puntuales y de manera casi inconsciente, la cual haya podido pasar desapercibida. Antes de llegar a la toma de decisiones, se han de estudiar las diversas repercusiones de las pautas o patrones indicativos en el sistema, que es el todo. Para la toma de decisiones se ha de considerar el corto plazo, pero asimismo el medio y largo plazo, es decir, se considera una visión global.

Tal consideración viene al caso, porque sabemos que las acciones agresivas pueden tener un efecto de rebote en el sistema, y pueden volverse en contra de éste. Por ello, es necesario considerar y asumir la responsabilidad que a cada sujeto le corresponde en la toma de decisión; ya que todos los elementos de un sistema se influyen entre sí y, a su vez, son influidos por el sistema. Algunos denominan a esto una visión holística.

Por tanto, cada elemento y cada acto del sistema no son separables de su posición en el mismo; por lo que cada integrante tiene responsabilidades y un margen de actuación. Asumir esta concepción potencia el trabajo en equipo. Que como vemos  el todo es mayor que la suma de las partes. De esta manera, al trabajar en equipo se crean cooperaciones que enriquecen y facilitan el resultado de cada uno de los miembros.

Los procesos más habituales en el pensamiento sistémico son la retroalimentación o realimentación; ésta consiste, por ejemplo, en recibir la opinión de alguien sobre un comportamiento en particular. Con respecto a la retroalimentación, existen cuatro tipos fundamentales de ésta. En primer lugar, la retroalimentación reforzadora; la cual refuerza o intensifica el efecto que se venía produciendo. Segundo, retroalimentación de crecimiento; a partir de ésta el sistema crece, se desarrolla y mejora. Tercero, retroalimentación de involución o deterioro; en este caso el sistema (empresa, organización, comunidad, individuo) intensifica cada vez más un efecto negativo, por lo que se degrada cada vez más. Por último, la retroalimentación compensadora; la cual tiende a compensar el efecto para mantener el equilibrio del sistema.

Por su parte, el pensamiento optimista o favorable nos ayuda a percibir la vida con una visión de agrado y placer antes las situaciones; podemos decir que nos ayuda a tener una actitud más propicia y benévola ante ciertas circunstancias. Nos ayuda a manejar nuestro pensar-hacer a través del respeto y la valorización favorable.

El pensamiento optimista trasciende la pura individualidad; por no ser individuos aislados formamos parte de diversos sistemas en los que influimos y nos influyen. En este sentido, el pensamiento optimista es un pensamiento social; esto lo vemos en las empresas, organizaciones, comunidades que están motivadas a un logro.

La característica fundamental del pensamiento optimista es que se centra en los aspectos más favorables. Por ello, de las diversas facetas que tiene la realidad se fija en aquéllas que le ayudan a sentirse mejor y a conseguir las metas más adecuadas. El pensamiento optimista es visionario, pues sabe que los objetivos se logran más fácilmente si se tiene una visión muy clara de los mismos.

 Por ejemplo, en las empresas y organizaciones se habla de la visión de la empresa u organización, y del líder visionario. Se refuerza la idea de que el líder tiene que generar y comunicar una visión que resulte motivadora. En este sentido, el pensamiento optimista valora lo intelectual y lo emocional como aspectos favorables para el desarrollo personal y social. Esto es, valora todos los elementos de la personalidad.

El pensamiento optimista comprende antes que juzgar; escucha antes de emitir juicios. No se precipita. Considera que existen diversas interpretaciones y trata de no imponer la suya a los demás. A través del pensamiento optimista estamos abiertos a otras formas de conocimiento y de realidad. No se desprecia ninguna forma de conocimiento, en todas hay posibilidades, y esto es importante. Por lo que, utiliza los tres tipos de pensamiento que ya hemos expuesto antes.

El pensamiento optimista está abierto a formas de conocimiento intuitivo o de otro orden. A otras formas posibles de realidad que no se captan directamente. Por otra parte, es responsable. Cada uno es responsable de sus propios actos, y asume las consecuencias de sus acciones u omisiones.  Éste es un valor que es compartido con el pensamiento sistémico. No quiero decir que los dos anteriores tipos de pensamiento no sean responsables, sino que no está como un valor en ellos.
                                           


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jueves, 6 de noviembre de 2014

PENSAR EN LA SOLUCIÓN DE PROBLEMAS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Siempre nos haremos la siguiente pregunta: ¿Por qué algunas personas poseen mayor facilidad para resolver un problema y salir con éxito de una situación conflictiva? En primer lugar, a tener el conocimiento de las técnicas, estrategias adecuadas y la práctica constante de las mismas pueden hacer que desarrollen más eficazmente estas habilidades. No puede ser una acción intuitiva todo el tiempo, aunque es imposible negar que hay personas que poseen tal virtud.

Los aspectos que guían la acción para resolver un problema son: Primero, conocer cómo funcionan nuestros pensamientos; esto es, los aspectos que limitan su uso eficaz y las potencialidades que debemos manejar para la solución de problemas. Segundo, aprender estrategias eficaces de dominio de nuestros procesos mentales, para implantar modos adecuados para el desarrollo de problemas. Tercero, utilizar eficazmente las herramientas de trabajo individual y grupal, con el fin de optimizar nuestras decisiones profesionales.

Nuestra forma de pensar tiene varias formas. Para la solución de problemas el pensamiento intencional es muy adecuado, pues por medio de éste actuamos sobre la experiencia con un propósito determinado. Determinamos unas metas y logros específicos. Se dan cuatro maneras diferentes, por lo menos, de llevar a cabo el pensamiento intencional, a saber: el pensamiento lógico; pensamiento creativo; pensamiento sistémico; pensamiento optimista.

Cada una de estos modos de pensamiento se debe aplicar problemas o situaciones en particular o determinadas. Ya que, en por el contrario, pueden producir errores en situaciones en los cuales no son adecuados. En este sentido, hay una intrínseca relación entre la situación en desarrollo y el tipo de pensamiento que debemos asumir para afrontar la misma.  Por tanto, hay que evaluar la situación para saber con cuál tipo de pensamiento hay que asumir para tratar ésta. Por ello, en muchos casos, es conveniente trabajar en equipo para compartir las diferentes cualidades de pensamientos de las personas involucradas.  

En primer término, vamos a plantear como es el pensamiento lógico y para qué nos sirve. El pensamiento lógico nos sirve para analizar, argumentar, razonar, justificar o probar diversos razonamientos, es un pensamiento analítico. Las características de éste son las siguientes: es preciso y exacto; en él se utilizan los términos en su estricto sentido, por ejemplo, no es lo mismo decir todos, que la mayoría o algunos; hay y es necesaria la precisión terminológica.

Éste Se basa en datos probables o en hechos concretos; se busca la veracidad y el rigor, parte, entonces, de la información válida y verificable. Como ya hemos señalado es analítico. Por ello divide los razonamientos en partes y examina los elementos de la información para encontrar relaciones. Posteriormente realiza síntesis, pero pone el énfasis en el aspecto analítico. El razonamiento lógico sigue reglas, está dirigido por las reglas de la lógica silogística. Si no cumple esas reglas, el razonamiento será falso.

Es racional, en él no hay lugar para las fantasías. Se ciñe a hechos o datos comprobables. Por ser lógico es secuencial, va paso a paso. Los razonamientos se enlazan como eslabones de una cadena, unos detrás de otros y mantienen un orden riguroso. No admite saltos, las conclusiones tienen que estar apoyadas en las premisas o planteamientos anteriores.

El pensamiento lógico aplica en el razonamiento deductivo, por lo cual obtiene conclusiones particulares a partir de una premisa general. Asimismo, en el razonamiento inductivo para obtener conclusiones generales a partir de premisas particulares. Como apreciamos el pensamiento lógico es tanto deductivo como inductivo.

El pensamiento creativo, por su parte, es muy eficaz para producir ideas. Éste es un productor de ideas. A través de él tenemos la capacidad de generar alternativas, planteamientos nuevos o diferentes. Es el rasgo dominante de este tipo de pensamiento. Produce ideas novedosas mediante la re-estructuración de los esquemas conceptuales. Se hace uso de la intuición y del conjunto de las interrelaciones que aparentemente no tienen conexión. Por ello, genera otros esquemas conceptuales diferentes. Está conformado por la creatividad, y las alternativas posibles o descabelladas, las cuales incorpora al análisis de la situación.  No solo trata: A y B, sino A, B, C y X…

Los rasgos más destacados del pensamiento creativo son su flexibilidad. Ya que no se empeña en una única solución. Si una alternativa de solución no funciona, inmediatamente busca o plantea otras alternativas de solución. Es un razonamiento espontáneo, fluido; nace como un proceso de armonía dinámica, no estática. La variedad de ideas surgen de un terreno abonado por el trabajo y la reflexión.

Busca la originalidad en el trabajo de cada situación considerándola diferente; lo que valora es la peculiaridad de cada circunstancia frente a las soluciones en serie. Su método de trabajo es que suspende el juicio. Primero piensa, imagina, fantasea, busca alternativas. Luego valora si cada idea es adecuada. Tendemos a perdemos muchas ideas interesante por desecharlas prematuramente y por juzgarlas precipitadamente.

El pensamiento creativo asume riesgos, no le asusta el cambio. El razonamiento Creativo no propone el cambio por el cambio, pero está abierto a él si éste resulta necesario. Es libre, no funciona con normas preestablecidas. Utiliza determinadas estrategias y técnicas pero no como reglas obligatorias, se utilizan éstas en la medida en que son ayudan. Como apreciamos es un pensamiento heterodoxo; pues se plantea ¿qué ocurriría si las cosas fueran de otra manera?

Sin embargo, las ideas que se produce con el pensamiento Creativo deben ser aplicables y por lo tanto compatibles con la ortodoxia, con las reglas de la organización en la que nos movemos. No es pura arbitrariedad. Este pensamiento es tolerante; puesto que reivindica la libertad y no el sometimiento a reglas, lo que quiere decir que no es dogmático. Acepta cualquier idea y cualquier otro tipo de pensamiento. Acepta la ambigüedad, es capaz de soportar situaciones en las que las cosas no están claras o los roles no están muy definidos.

            Nos ha faltado tratar el pensamiento sistémico y el optimista. Éstos los abordaremos en el próximo escrito.


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martes, 4 de noviembre de 2014

NUESTRAS RELACIONES Y LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

En toda relación, sea ésta laboral, familiar, interpersonal, siempre está la posibilidad de la ofensa. La ofensa tiene varias vertientes, puede venir desde el exterior o ser endógena. Tomo el caso de la ofensa exógena. Si alguien, por alguna razón, lo ofende a uno sin querer y sigue haciéndolo es necesario tomar la iniciativa para aclarar esta cuestión. Uno no se puede quedar de brazos cruzados ante esta situación, como se dice: hay que toma el toro por los cachos.

Porque que si no tomamos la iniciativa, hay que tener presente dos consecuencias que se van a ir generando poco a poco. Primero, al ser ofendidos a menudo cavilamos y cavilamos sobre la ofensa, hasta que la situación escapa a todo sentido y proporción. Construimos un universo sobre la ofensa que hemos recibido, pero no hacemos nada. Y llega un momento que tal universo explota, y siempre es de mala manera. Segundo, al ser ofendidos actuamos de forma defensiva para evitar males posteriores. Nos retraemos en nosotros mismos, nos victimizamos, pero no hacemos nada al respecto.

Por el contrario, cuando tomamos la iniciativa, en el momento adecuado, de afrontar la ofensa recibida debemos hacerlo con buena disposición de ánimo y utilizando ciertas herramientas básicas de resolución de conflictos, no con un espíritu vengativo y colérico. Al hacer uso de las primeras preservamos nuestra dignidad y la de la otra persona; además preservamos nuestro respeto hacia nosotros y la persona en cuestión. De esta forma aprendemos a responder a diversas circunstancias en la vida cotidiana sin sentirnos amenazados.

Otro aspecto a tener en cuenta en la solución de conflictos, es admitir nuestros errores cuando éstos son nuestros, aprender a disculparnos y pedir el perdón que el caso amerita. Cuando hemos sido parte activa de una relación que ha sufrido lesiones de diferentes magnitudes, tenemos que admitir, por principio de honradez y de virtud, que tenemos la culpa de ello. Pues, cuando una persona ha sido lastimada ésta retrocede, se encierra en sí  misma, y nos coloca en el ámbito más desagradable de su mente.

A menudo el único camino para salir de esta  situación consiste en admitir sinceramente nuestros errores, disculparnos y pedir perdón, sin excusas, explicaciones ni defensas. Para estas últimas ya habrá tiempo, cuando la otra persona esté en capacidad de poder escuchar tales explicaciones, y que serán necesarias exponerlas para no volver a caer en el mismo error y cometer nuevamente viejos errores. 

A veces permanecemos abiertos y atentos, en demasía, a discusiones estériles. Por eso hay momentos que hay que hacer el sordo a las discusiones. Recordemos que en la vida hay muchos chupa-emociones, eso que denominan «vampiros emocionales». En esos casos, lo más sensato es no responden a los argumentos contenciosos ni a las acusaciones irresponsables. Hay que hacer oídos sordos a todo ello, hasta que todo ese murmullo se reduzca a la nada.
           
Pues, recordemos que si uno trata de responder o de discutir con estos «vampiros emocionales» sólo consigue gratificar a su antagonista, engancharse en su juego perverso; y, además, encender una hostilidad y una furia hasta entonces contenidas. «Perlas a los puercos» dice el dicho bíblico. Por el contrario, mientras uno siga en silencio en los asuntos importantes que le conciernen, el otro lucha con las consecuencias de sus expresiones irresponsables.

No hay que dejarse arrastrar por esos «zombis emocionales» a un terreno peligroso y absurdo, en el cual ellos son expertos en manejar. Si uno se deja arrastrar a este estercolero uno terminará golpeado y afligido por no haber tomado una decisión sensata.

Nuestras relaciones deben ser de persona a persona, de manera directa y sin intermediarios. A veces lamentamos haber descuidado a la persona individual para atender a muchos otros; en este caso, tapamos el árbol con el bosque. Sabemos que debemos dedicar nuestro tiempo a brindar expresiones de estima y gratitud a personas particulares. Porque toda empresa, organización o comunidad está constituida por mujeres u hombres de carne y hueso. No por conceptos universales de humanidad.

En este sentido, es necesario renovar compromisos con los asuntos más comunes de la vida, esto es, con las personas que nos rodean. Como dice Covey con lo importante y no lo urgente. Renovar de forma continua nuestros compromisos básicos es lo que nos une a los amigos, a los familiares, a los compañeros de trabajo… En estos compromisos básicos profundizamos lealtades y fuertes lazos emocionales con esas personas asociadas a nuestras vidas. Ahondamos, de manera abierta y sincera, sobre las cuestiones sobre las que a menudo surgen diferencias. No ignoramos nuestras diferencias, sino que las subordinamos a un bien mayor.

En esta apertura hacia los otros, se hace imprescindible dejarse influenciar primero por los otros. Pues llegaremos a tener influencia sobre los demás en la medida que ellos la tienen sobre nosotros. En esto se fundamenta una relación recíproca. Una relación no es relación cuando la influencia solo se da en un solo sentido. Cuando una persona percibe que nosotros estamos auténticamente interesados en ella, en sus problemas y sentimientos, siente que también ella ha influido sobre nosotros. En ese momento, estará dispuesta a abrirse a nosotros.

Un último aspecto, es aceptar a la otra persona y su situación. El primer paso para entablar una relación honesta con otra persona consiste en aceptar a ésta tal como es. El prejuicio que emitimos sobre alguien refuerza el comportamiento defensivo de la otra persona, y es natural, pues se siente atacada. La comparación o el rechazo son fatales si se intenta llegar a establecer una relación, por ejemplo laborar. De antemano está perdida la posibilidad, y costará mucho esfuerzo llegar a limar asperezas.
 
Una sensación de aceptación y valor, por el contrario, libera inmediatamente a las personas de la necesidad de defenderse, y ayuda a liberar la tendencia natural de asumir un comportamiento defensivo. La aceptación no es la solidaridad automática de una debilidad ni el acuerdo automático con una opinión. Es la afirmación del valor que la otra persona tiene en tanto persona. De que ella siente y piensa de determinada manera. Y que no debe concordar con mi forma de sentir y pensar. Sencillamente es otra persona, así como yo lo soy también.


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martes, 28 de octubre de 2014

LA CONSTRUCCIÓN DE RELACIONES CON EL OTRO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Al construir nuestras relaciones establecemos determinaciones, aunque éstas no se hagan de manera explicitas.  Por ejemplo, en nuestras relaciones sociales establecemos el cumplir las promesas que hacemos a los demás. De esta manera, logramos sobre los demás cierta influencia, ya que al cumplir nuestras resoluciones y promesas damos votos de confianza mutuos. Además, tratamos de ser mejores y actuar mejor. Por ello, al no cumplir nuestras promesas deterioramos nuestras relaciones y nuestra influencia. Por lo que, jamás debemos hacer una promesa que no vamos a cumplir.

En la conformación de relaciones interpersonales se hace necesario concentrarse en el área de influencia que uno posee. Porque al enfocarnos en hacer algo favorable con respecto a las cuestiones que podemos abordar, ampliamos nuestra área de acción. Nuestras áreas de acción o influencia las podemos fortalecer al cambiar nuestros hábitos de actuar y de pensar. Por supuesto, aquellos que estén resultando inadecuados. Al cambiar hábitos desfavorables cambiamos nuestros métodos de acción.

Si nuestras relaciones son sinceras se fundan en la amistad. Aunque ésta tiene grados. No somos amigos de todos por igual o de igual manera, eso bien lo sabemos. Cuando vivimos según la amistad estamos fomentando la interdependencia de la vida, ya que confiamos en las relaciones humanas. Por el contrario, desconfiamos de técnicas superficiales de relaciones humanas y de fórmulas manipuladoras, sean para alcanzar pseudo relaciones personales que solo pretenden un mero éxito individual.

Si nuestras relaciones interpersonales son fundadas en la amistad suponemos lo mejor en los demás. Nadie establece una relación suponiendo que el otro lo va a dañar. Suponemos la «buena fe» que da buenos frutos en una relación. Actuamos, entonces, según el supuesto de que nosotros y los demás queremos y pensamos poner lo mejor de cada uno. Si nos abocamos en este sentido, podemos ejercer una influencia favorable para lograr que aflore lo mejor que hay en cada uno de nosotros. Que cada uno de nosotros planteamos una relación de oportunidades para todos.

No obstante, muchas veces nuestras formas de juzgar y medir a los otros afectan de antemano las relaciones. Estos prejuicios provienen, a menudo, de nuestras propias inseguridades y frustraciones. Esto nos debe lleva a estar pendiente de esas realidades cambiantes y complejas que nos conforman. Ya que toda persona posee diversas dimensiones y potencialidades, algunas son evidentes y otras latentes.

Es más fácil juzgar o enjuiciar al otro o  a los otros. Aun cuando lo primero que tenemos a mano somos nosotros mismos. Partiendo del hecho que lo que tenemos a manos somos nosotros mismo procuremos, primero comprendernos a nosotros, y luego a los demás. Así llegaremos, por un camino distinto, primero comprender a los demás y después a ser comprendidos por los otros.

De allí, que cuando nos comunicamos con otro debemos y tenemos que prestarle toda nuestra atención, es decir, estar totalmente presentes. Para no llegar a establecer un «simulacro automático de diálogo». Cuando estamos presentes para el otro podemos llegar a tener empatía con esa persona, podemos llegar a ver las cosas desde el punto de vista del otro. La gente solo acepta la influencia de otra persona cuando siente que esa persona la comprende.

Un aspecto muy minimizado en nuestras relaciones es el no recompensar las actitudes honestas. Incluso, a veces, no comulgamos con las preguntas honestas y francas, pues censuramos, juzgamos y abochornamos a los demás cuando hacen este tipo de preguntas. De esta manera, hemos aprendido a cubrirnos y a protegernos de no preguntar. Cuando, por el contrario, la tendencia constructiva a la crítica constituye un factor fundamental para una comunicación honesta.

Toda comunicación constructiva debe ser comprensiva, más no blandengue. Cuando se empleas respuestas comprensivas es porque hemos generado empatía, hemos reflexionado sobre el pensar-hacer de la otra persona. Cuando esto se da suceden tres cosas, a saber: Primero, se adquiere una mayor comprensión y claridad sobre las dificultades y las diferencias con respecto a la otra persona. Segundo, se gana un nuevo crecimiento respecto a la interdependencia responsable. Tercero, se construye un ámbito de confianza real en la relación.

El conjunto de respuestas comprensivas alcanza su mayor valor cuando alguien quiere hablar sobre una situación cargada de emociones encontradas. Muy propio de las relaciones laborales cuando llegan al punto peligroso del estrés; ya que acá las relaciones interpersonales y laborales están en entre dicho, son endebles y caóticas. En esta situación de zona roja, las respuestas comprensivas corresponden más a una actitud que a una técnica.



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martes, 21 de octubre de 2014

DEL LENGUAJE SENCILLO Y FÁCIL A LA ESTUPIDEZ DEL SUJETO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Por lo general, consideramos que a la gente hay que hablarle de manera sencilla y fácil para que entienda, y esto que es una verdad muy arraigada nos parece muy loable. Ensalzamos tal acometido, lo aplaudimos y todos estamos de acuerdo en ello. Así tiene que ser para que la gente entienda.  

El niño va al preescolar y hay que hablarle con un lenguaje fácil y llano; lo me dice cuando en los seis años que le corresponde pasar en la primaria; en la secundaria se repite la misma verdad del lenguaje llano, algunos alumnos desgraciadamente no terminan la secundaria; en el nivel universitario vuelve a aparecer la necesidad del lenguaje sencillo, incluso algunos profesores ya ni indican fuentes documentales para no complicar al alumno. A aquellos que culminaron sus estudios universitarios, de secundaria y los que no lo hicieron hay que seguir hablándoles en un lenguaje sencillo.

A los profesionales o no en el campo laboral hay que hablarles con un lenguaje sencillo y claro, y uno se pregunta ¿cuándo será el momento de hablarles con un lenguaje profundo y significativo? ¿De dónde ha aparecido esta verdad del lenguaje sencillo y llano? ¿Por qué se ha instaurado tal verdad? ¿Y quiénes son estos que promulgan tal verdad?

Quienes promulgan la necesidad de tal lenguaje deben ser individuos superiores a los otros. Unos sumos sacerdotes que poseen un discurso no accesible a profanos, y por tanto deben darles a éstos miserables algo que ellos puedan entender en su ignorancia. Esto es, un lenguaje sencillo y claro. Pues están convencidos que la gente es incapaz de entender la profundidad de su discurso. Creen que la gente es pendeja, como decía Facundo Cabral.
           
Eso es lo que se oculta en tal verdad. Que Ortega y Gasset haya dicho que «la cortesía del filósofo es la claridad» que no quiere decir que el pensador español haya convertido el tal lenguaje fácil y llano en una verdad; tal vez cuando dijo eso tenía en mente a Heidegger. Quien no es muy accesible en su lenguaje, pero están hablando entre iguales.

Retorno a la interrogante, ¿cuándo será el momento de hablarle a la gente con un lenguaje profundo y significativo? Nunca dirán estos sumos sacerdotes del lenguaje llano, porque nunca lo entenderán. Según estos gurús supremos a toda la gente hay que hablarles como tontos, porque así es como entienden. Y todos nos creemos esta verdad y la repetimos como si fuese un salmo bíblico.

Que hay cosas que no se entienden ni a la primera ni a la segunda, es cierto. Quien lo niega. Pero de allí a no hacer ningún esfuerzo por entender es entregarse a la estupidez, a esperar que los sumos sacerdotes tengan la dignidad de darme su jarabe de lenguaje simplón, a esperar que éstos en desde su sabiduría me iluminen con su sencillez. «Pero no te esfuerzo hijo mío que tú nunca entenderás».

Es un discurso de racismo intelectual y colonial. Donde una elite del lenguaje nos ofrece a la periferia sus favores e indulgencias, para que nosotros podemos entender estos que ellos atesoran. Con esto del lenguaje llano y fácil vamos asesinando a la educación, al discurso, al buen hablar, a la inteligencia de la gente. Un estudiante universitario habla peor que un caletero, y además se jacta de ello con mucho orgullo. No podemos distinguir qué nivel de educación tienen cuando dos personas hablan. E incluso es obligatorio el hacer uso del lenguaje llano y fácil.

En esta obligación, porque deviene de una verdad, nos hemos extraviado. Hemos considerado una mera forma discursiva como una verdad, y así hemos establecido una frontera de conocimiento. Allá los que desde un lenguaje fácil y llano nos ofrecen su sabiduría y acá los que recibimos ese don; y no nosotros, que hemos recibido esa bendición llana y fácil, repetiremos más llano y fácil tal discurso, lo volveremos más empobrecido.

El sujeto se desarrolla en el esfuerzo. No tenemos otra manera de hacerlo, sin las determinaciones, sin los obstáculos nosotros no desarrollamos músculos ni corporales ni intelectuales. Solo el trabajo que contiene en sí el reto de superación nos impulsa a fortalecernos. Entonces, ¿por qué esa verdad de un lenguaje fácil y llano? Como si el aprendizaje fuese una comida rápida y desechable.

Que hay cosas difíciles nadie lo niega. La vida misma nunca es fácil, de allí los retos y el desarrollo que obtenemos de ese trajinar diario. La molicie corporal y mental nunca conduce a nada productivo. Como dice Hinckley «la permisividad nunca genera grandeza». Es necesario para nuestro desarrollo personal y social que invirtamos esfuerzo intelectual y corporal en nuestra formación.

Nosotros entendemos, posiblemente no a la primera, pero llegamos a entender cuando nuestro deseo de superarnos es parte de nosotros mismos. Por eso no necesitamos permanentemente de un lenguaje fácil y llano, eso solo se basa en una mentira construida. Quienes promueven la necesidad permanente de un lenguaje fácil y llano consideran a los otros unos mediocres. Ya lo decía Oscar Wilde, quien sabía mucho de eso, «el vicio supremo es la superficialidad».  



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viernes, 17 de octubre de 2014

LA AMISTAD EN LA CONFORMACIÓN DEL SUJETO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

En la Ética a Nicómaco[1] dirá Aristóteles que la amistad “es lo más necesario para la vida”. Y que ésta es una virtud o está acompañada de virtud.  En ambos casos, la amistad es un pensar-hacer fundamental para y en la conformación del sujeto. No es concebible el sujeto solo, aquel que fatuamente dice primero yo, segundo yo y tercero yo. Este será, en todo caso, un imbécil.   

Y continúa el filósofo, “En efecto, sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviera todos los otros bienes; incluso los que poseen riquezas, autoridad o poder parece que necesitan sobre todo amigos”. ¿Quién se concibe a sí mismo solo? Privado de cualquier contacto con otra persona, con la cual poder conversar, de poder enviarle un mensaje de texto o escribirse mutuamente a través de facebook. Así uno de los mayores castigos que ha podido concebir el hombre es el aislamiento, el exilio, el destierro, la prisión, esto es, apartar al sujeto de los suyos. Quitar la tierra en que ha morado el individuo.

En todas nuestras circunstancias convivimos con nuestros semejantes. Ahora bien, “en la pobreza y en las demás desgracias, consideramos a los amigos como el único refugio”, nos dice el Estagirita. Pues son ellos a quienes buscamos. Incluso aquellas personas soberbias y engreídas terminan claudicando sino ante la amistad, por lo menos ante la necesidad del otro; que en última instancia es lo que nos conduce a establecer nuestros lazos de amistad. Por ejemplo, la necesidad de jugar, en nuestra infancia, con otros niños; o de contar algo interesante que nos sucedió da lugar a la conversación que puede abrir las compuertas de la amistad.

Pues todos necesitamos de la ayuda del otro para guardarnos de nuestros errores en esta vida, o para contar y festejar nuestras alegrías. Necesitamos del otro a causa de nuestra debilidad; de la asistencia que podemos prestar y podemos dar; de la ayuda que necesitamos para realizar nuestras acciones. Y como dice Aristóteles “los que están en la flor de la vida les prestan su apoyo para las nobles acciones” a aquellos que necesitan de la ayuda necesaria.

            Ya que “con amigos los hombres están más capacitados para pensar y actuar”. Nuestro pensar-hacer se conforma en la amistad, y no como bestias solitarias. Pensar en soledad es un buen hacer, pero si este pensar no se manifiesta en la conversación termina por convertirse en algo estéril. Y no sólo el pensar, sino el sujeto mismo. Pues como interpretó Heidegger a Aristóteles el hombre es un ser del habla, del hablar, de dialogar. Porque en hablar le va gran parte de la vida al sujeto.

El sujeto necesita conversar, decir sus cosas o las cosas que a él le interesan. Luego va aprendiendo que el otro también quiere decir cosas, y en este oírse mutuamente se va tejiendo la amistad. Por ello, cuando alguien siente que reiteradamente el otro no lo escucha, aquel termina por alejarse de esa persona que no lo atiende. Ya que considera que esa persona no está abierta a la atención recíproca, no está abierta a la amistad. Pues la amistad consiste en un abrirse al otro, a ese «tender la mano», que significa estoy dispuesto a.

Nuestro pensar-hacer no es algo individual, aun cuando nuestra historia personal lo sea y nos pertenezca. Nuestro pensar-hacer se conforma con los otros. Es un algo social y colectivo. Un algo en que estamos inmersos con los otros y con los otros lo construimos. Y eso es la amistad.  Pues en este viaje que es la vida “puede uno observar cuan familiar y amigo es todo hombre para todo hombre”. Aun cuando la enemistad también tenga su existencia en esta vida.  Porque como dice Calamaro, «igual somos amigos, porque para enemigos hay un montón de gente corriente» 

Nos desarmamos ante los otros porque la amistad así lo exige. El otro es nuestro y uno es del otro. De Edimburgo a Caracas, la amistad no es sólo un aliento sino una realidad, con toda la convicción que la emoción nos depara. Por ello, “la amistad es no sólo necesaria, sino también hermosa” dijo Aristóteles. La amistad sigue, por todas partes, dando a cada uno de nosotros muchos de sus instantes.

            En la amistad nos hacemos semejantes unos a otros en medio de nuestras diferencias. En la amistad nos amamos, y aunque parezca contradictorio también, muchas veces, terminamos odiándonos. Porque como decía el oscuro de Efeso, «la armonía más hermosa procede de tonos diferentes». La amistad nos permite airear nuestro ser, sin medias tintas; y que el tiempo que muchas veces nos separa en la distancia sea sólo un soplo pasajero. Pues, “tener muchos amigos se considera como una de las cosas mejores” decía el Estagirita.

Cicerón, por su parte, nos dijo que “la amistad es más hija de la naturaleza que de la necesidad, y más de la aplicación del ánimo con cierto sentido de amar, que del pensamiento de las utilidades que podrá traer”. Pues necesitamos irremediablemente del otro, tenemos necesidad de él, está en nuestra naturaleza. Así Ovidio, en Las Heroidas, dará apertura al conjunto de cartas haciendo solicitar de “Penélope, tu esposa desdichada, ¡Oh tardo y perezoso Ulises mío! Esta te escribe; pero no respondas. En lugar de respuesta ven tu mismo”.


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[1] Tengo presente para las citas: Ética Nicomáquea, Libro VIII, “Sobre la amistad”, Madrid, Editorial Gredós, 1993.