sábado, 27 de octubre de 2018

SIN CONOCERNOS QUE POCO QUEDA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Sin conocernos a nosotros mismos, sin conocer nuestro pensar-hacer-sentir, sin conocer el trasfondo de nuestros condicionamientos; sin conocer porque tenemos ciertas creencias acerca de la vida, acerca de nuestros vecinos y acerca de nosotros mismos, nos preguntamos ¿cómo podemos pensar verdaderamente sobre cosa alguna?

Si no conocemos nuestros trasfondos, si no conocemos ni el ser ni el origen de nuestro pensamiento, cualquier búsqueda que emprendamos resultará del todo vana y nuestras acciones carecerán de sentido o ¿será esto de otra manera? Tampoco tendrá sentido que seamos médicos, mecánicos, peluqueros o que pertenezcamos a alguna organización.

¿Cuál es el propósito de nuestra vida cotidiana? ¿Qué significa todo eso? ¿Qué significan nuestros conflictos existenciales? Nuestras guerras, nuestros antagonismos internos y externos. Debemos empezar por saber qué somos nosotros mismos o ¿piensas qué es de otra manera? Decir debemos conocernos a nosotros mismos suena tan sencillo, pero es extremadamente difícil aunque no imposible. Y es algo que no se hace con una receta o de manera instantánea.   

Para seguirnos nosotros mismos, para ver cómo opera nuestro propio pensar-hacer-sentir, hay que estar alertas y es necesario estar prestos. A medida que comenzamos a estar más alertas ante los enredos de nuestro propio pensar-hacer-sentir, ante nuestras respuestas y a los propios sentimientos, empezamos a ser más consciente, no sólo de nosotros mismos sino de las personas con las que estamos en relación. Conocernos es estudiarnos en acción, en la convivencia. Sin embargo, la dificultad está en que somos muy impacientes, queremos seguir adelante y alcanzar una meta. Porque vivimos en una sociedad del apresuramiento.

A causa de tal prontitud nos decimos que no tenemos tiempo ni ocasión de brindarnos una oportunidad, de estudiar y de observarnos detenidamente. Pues, nos hemos comprometido en diversas actividades, por ejemplo, ganarnos el sustento, criar niños, o nos hemos asumido en ciertas responsabilidades en diversas organizaciones. Nos hemos comprometido exteriormente de distintas maneras, que casi no tenemos tiempo para reflexionar sobre nosotros mismos, para observarnos, para estudiarnos. Nos hemos olvidado de nosotros.

La responsabilidad de reflexionarnos depende de nosotros mismos, no de los demás. Por eso seguir a gurús o solo leer los últimos libros sobre esto o aquello, es algo vano, una vacuidad más. Aunque recorramos la tierra entera siempre tendremos que volver a nosotros mismos. Debido a que casi todos somos totalmente inconscientes de nosotros mismos, nos resulta por ello muy difícil empezar a ver el proceso de nuestro pensar-sentir-actuar.

Cuanto más nos conocemos a nosotros mismos más claridad tenemos de nuestro pensar-sentir-actuar. Ahora bien, el conocimiento propio no tiene fin, es decir, no lo alcanzamos en una realización y no llegamos a una conclusión. Siempre se está reconstruyendo. A medida que nos estudiamos nos ahondamos más y más, encontramos sentidos y significados.

Podemos llegar a una mente tranquila mediante el conocimiento propio, o una paz de espíritu dirían algunos. En esta quietud adviene nuestra propia realidad y hay una acción creadora. Si carecemos de nuestra comprensión y de nuestra experiencia propia toda búsqueda personal es una mera actividad sin significado. Si logramos comprendernos llegamos a realizar una acción creadora, una vivencia inmediata en la convivencia alrededor nuestro y del entorno en que vivimos.

Para comprendernos ¿qué se requiere? ¿Qué necesitamos para entendernos? ¿Para comprender a nuestro amigo, cónyuge, el paisaje, nuestro entorno?  Creo, que requerimos verdadera atención o ¿crees que puede ser otra cosa? Porque para entender algo tenemos que dedicarle todo nuestro ser, toda nuestra atención plena profunda. ¿Cómo podemos tener plena atención si estamos distraídos? Por ejemplo, con las cosas del trabajo, o del estudio, o con las noticias sobre lo que sucede en el mundo.

¿Cómo podemos tener plena atención cuando nos interesa más lo externo? Estamos concentrados en otras muchas cosas y no en nosotros mismos. Por lo cual, somos incapaces de mirarnos atentamente, aunque sea solo por un momento. No somos capaces de prestarnos atención a nosotros mismos, de estudiarnos, de hacernos preguntas, de interrogarnos placenteramente para disfrutar de nuestro propio diálogo. Si no tenemos plena atención, no hay un recto entendimiento de nuestro pensar-hacer-sentir.

Escucharnos para entendernos y escuchar para entender. Debemos prestar plena atención y eso es posible cuando estamos atentos, no cuando estamos distraídos. Cuando estamos luchando en medio de un estado de necesidad por nuestra vida material es difícil atendernos, debemos estar atentos a este condicionamiento exterior que nos aleja de nosotros.

Si algo nos interesa, por lo general, ponemos toda nuestra atención en eso. ¿Será acaso que no nosotros interesamos por nosotros mismos? Al estar interesados en algo no hacemos ningún esfuerzo, no erigimos ningún muro de resistencia; incluso no ponemos ningún «pero». Si algo nos interesa prestamos plena atención con espontaneidad.

Sin embargo, para la mayoría de nosotros nos resulta muy difícil esa atención; porque, tal vez, en lo íntimo hay resistencia de nuestra parte a descubrirnos, o creemos que debemos hacer un sacrificio que desgarrará nuestro falso deseo de bienestar. Pues comprender es algo profundo, y nosotros mostramos resistencia ante eso.

Decimos que queremos prestar plena atención a alguna cosa. No obstante, es posible que tengamos miedo a saber que tal conocimiento signifique desilusión, y que nos haga cambiar la visión de nuestra vida. Hay una contienda interior, una lucha íntima de la que quizá no nos damos cuenta. Aunque creemos que prestamos atención, lo que hay en realidad es una continúa distracción de lo interior y exterior, y sea esa nuestra mayor dificultad.

Debemos prestarnos plena atención, no atención a retazos. Debemos tratar de aminorar la inquietud de nuestra mente, de nuestro pensar-sentir-hacer. Jamás consideramos alguna cosa con tranquilidad, con ánimo receptivo. Atendemos a lo nos dicen que debemos hacer y lo que no debemos hacer; estamos pendientes de lo otro, no de nosotros.

No podemos tener entendimiento de nosotros mientras nuestra mente esté perturbada, mientras estemos inquietos. Mientras no nos callemos, no estemos tranquilos ni receptivos no será posible comprender. Para llegar a entendernos tiene que haber tranquilidad en todo nuestro ser. Por ejemplo, si nos topamos con un paisaje hermoso nos silenciamos, porque deseamos captar todos sus elementos, sus significados; en el momento que estamos quietos nos alcanza toda su belleza.

La comprensión y la calma irán llegando si deseamos en verdad entendernos, tanto física como mentalmente. Aunque parezca contradictorio el estar alerta y en calma esto es posible, pues es una alerta pasividad. Que no se logra por compulsión. Escucharnos, estar alertas y en clama es un arte, un hacer. Por ello, es preciso que dediquemos tiempo y pensar-sentir-hacer a aquello que deseamos comprender.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin

sábado, 20 de octubre de 2018

TRAS LA BÚSQUEDA DE ALGO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


¿La mayoría de nosotros estamos tras la búsqueda de algo? ¿Deseamos algo? Particularmente, deseamos algo cuando nuestro mundo se vuelve un desasosiego; entonces procuramos hallar cierta felicidad, algún tipo de paz que nos tranquilice. Por lo menos deseamos algo semejante a eso.

En estas condiciones resulta importante averiguar ¿qué es, en verdad, lo que intentamos encontrar? La mayoría de nosotros decimos que buscamos la felicidad o la paz, por ejemplo. Aunque no determinamos de qué tipo serán éstas. Tal cosa se da porque vivimos en un mundo, exterior e interior, sacudido por disturbios, guerras, contiendas, luchas. Por lo cual, deseamos un refugio seguro donde podamos tener algo de tranquilidad.

Casi todos deseamos algo así, eso es cierto. Para encontrarlo, muchas veces, vamos de un dirigente a otro, de una organización a otra, de un instructor a otro. Vamos buscando algo afuera. Antes señalé que buscamos la felicidad, o tal vez simplemente buscamos alguna clase de satisfacción, la cual llamamos felicidad. Entre felicidad y satisfacción hay diferencias como todos sabemos, pero eso será asunto de otro artículo.

Lo que me interesa acá es la pregunta sobre ¿qué es lo que buscamos? Porque muchas veces no sabemos lo que buscamos, aunque escudriñamos insistentemente algo. Por lo general, nosotros pretendemos buscar satisfacción o lo que deseamos es estar satisfechos; tener esa sensación de plenitud que da al final una búsqueda exitosa, de una tarea bien realizada... Con eso nos es suficiente.

Lo importante es que buscamos algo. Por eso vamos a reuniones, nos sentamos a oír una charla, una conferencia. Estamos interesados en alguien que nos parece dice algo interesante. De allí, que es interesante preguntarnos: ¿Por qué escuchamos a un orador determinado? ¿Por qué nos tomamos la molestia de ir a algún sitio para ver  y oír? Y además, ¿Qué es lo que escuchamos?

En muchas ocasiones, vamos de un conferenciante a otro, porque procuramos hallar solución a nuestras dificultades, o tratamos de hallar la causa de nuestra perturbación, de nuestra miseria. En este ir y venir de un lugar a otro, de un conferencista a otro, debemos exigirnos a nosotros mismos la claridad de nuestra indagación.

Podemos consagrarnos en cuerpo y alma a alguna causa, a una idea y hallar en ella un refugio. O podemos apartarnos del mundo, procurar el aislamiento que nos libere de los conflictos de la gente que nos rodea. Sin embargo, ¿resuelve esto nuestro problema? O debemos ciertamente descubrir ¿qué es lo que realmente queremos? Tanto en lo íntimo como en lo externo.

Si llegamos a ver esto de manera clara, tal vez no necesitemos ir ninguna parte o recurrir a ningún instructor. Porque lo más probable es que nuestra dificultad inicial estriba, en primer lugar, en que tenemos que aclararnos a nosotros mismos ¿Qué es lo que buscamos? Y ¿Para qué lo buscamos?

Porque sin esa claridad, nuestra indagación intentará averiguar lo que otros dicen, sea el más elevado instructor o la más excelente organización, sobre algún remedio a nuestro conflicto o a la miseria de nuestra vida, esto será un esfuerzo un tanto perdido. Porque solo creeremos que hemos encontrado algo que nos satisface o que hemos hallado lo que deseamos. Y podemos permanecer cristalizados y encerrados en tal creencia.

Debemos preguntarnos, de un modo realmente serio y profundo, si alguien puede darnos la paz, la felicidad o lo que sea que buscamos. Ahora bien, esta búsqueda incesante en lo exterior ¿puede brindarnos ese sentido de realidad que anhelamos? O ¿necesitamos comprendernos a nosotros mismos? El conocimiento propio nos llega mediante una búsqueda, pero se da ¿siguiendo a alguien? ¿Perteneciendo a una determinada organización?

Tal vez, nuestro problema es que no buscamos entendernos a nosotros mismos; y, entonces, toda nuestra búsqueda es en vano. Podemos refugiarnos en ilusiones, podemos huir de la contienda, de la lucha, de la brega; podemos adorar a otro ser; podemos esperar nuestra salvación de otra persona. No obstante, mientras seamos ignorantes de nosotros mismos, mientras no nos demos cuenta del proceso total de nosotros mismos, no tendremos fundamentos para nuestro pensamiento, para nuestro afecto, para la acción que se genera por nosotros.

De allí, que lo primero que debemos desear es conocernos a nosotros mismos. Pues, este parece ser el único fundamento sobre el cual podemos construirnos y construir nuestras relaciones. Así antes de poder construir, de poder transformar, antes de poder condenar o destruir, tenemos que saber lo que somos.

De modo, que si buscamos afuera al emprender la búsqueda y contactar instructores u organizaciones es cosa inútil. Pues carece de sentido, aun cuando a quienes seguimos nos digan: «debes conocerte a ti mismo». Porque nuestro mundo, nuestras experiencias, nuestras vivencias son lo que somos nosotros. Si somos mezquinos, vanos, codiciosos esa es la personalidad que construimos, ese es el entorno que recreamos; esa es la casa en la cual habitamos.

Antes de emprender la comprensión de la realidad del mundo, antes de actuar, antes de tener relación con otros, resulta esencial que empecemos por entendernos a nosotros mismos. Porque esto es asunto serio y necesario. Si no nos entendemos a nosotros mismos, ¿cómo podemos actuar con nosotros mismos? O ¿cómo podemos construir una convivencia productiva? Pues nuestro propio conocimiento es parte de la convivencia.

Es necesario estudiarnos, estar atentos a toda palabra nuestra y a las respuestas que ellas provocan, vigilar todo movimiento de nuestro pensar-hacer y del sentir; observar conscientemente nuestras respuestas corporales, sea que actuemos movidos por nuestros centros corporales o por alguna idea.

Observar cómo respondemos a las situaciones cotidianas, a esas cosas que nos parecen intrascendentes, pero que nos conforman. Debemos ahondar seriamente en esta cuestión. No de forma esporádica o cuando todo lo demás ha fracasado y nos hemos fastidiados. La búsqueda de nosotros mismos es algo fundamental para llegar a comprender nuestra totalidad y la totalidad con los otros.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin

sábado, 13 de octubre de 2018

NUESTROS MIEDOS LOS ALIADOS DE CADA DÍA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


“Las emociones son inseparables de la idea de premio y castigo, placer y dolor, acercamiento o huida, ventaja o desventaja personal. Es inevitable que sean inseparables de la idea del bien y del mal” Antonio Damasio

Cuando el sentimiento de miedo nos invade, por lo menos tenemos dos alternativas: hacerle frente y actuar; o no hacerle caso y permanecer inactivos. Si decidimos enfrentar al miedo, lo hacemos sintiendo una aprensión relativa al mismo temor que estamos sintiendo. Actuamos asustados.

Enfrentar al miedo, por otra parte, lo podemos interpretar como tener al mismo como un adversario, y debemos considerar que esta palabra significa «Lo que siempre está delante de sí». ¿Es recomendable tener al miedo como adversario? Considero que no. Es mejor tenerlo de aliado o socio. Un adversario debe ser algo fastidioso, pues uno no puede pasar la vida teniendo al miedo todo el tiempo delante de uno como a alguien a quien enfrentar.

Enfrentarlo o hacerlo socio nuestro es una decisión que tiene un impacto determinante a lo largo de nuestra vida de asustados. Porque siempre vamos a sentir miedo por una u otra causa. No podemos expulsar el miedo de nuestra vida, siempre va a estar allí. Por el contrario, lo que hagamos con él es un asunto nuestro y corresponde a nuestra elección y responsabilidad.

Si decidimos hacerlo nuestro socio, que me parece la decisión más acertada, esto nos dará más valentía para arriesgarnos a hacer cosas y asumir acciones productivas. Dedicarnos a vencer el miedo es absurdo, porque nunca lo vamos a lograr; es una emoción básica y siempre nos va a acompañar. Tener seguridad y ser fuertes no excluye la emoción del temor. Vencer el miedo se ha convertido en un slogan de nuestro patrón y de creencia cultural; no se vence se maneja de manera adecuada o no.

En la vida no podremos apartarnos del temor, porque no podemos hacerlo. Lo que podemos hacer, porque está en nosotros, es decidir si éste me motiva o me paraliza. Alguien puede objetar que hay miedos patológicos, lo concedemos; pero en ese caso estaríamos hablando de otro nivel de miedo o fobia, que no es de lo que trato acá.

La emoción del miedo nos debe promover un impacto emocional, que nos permita un proceso de reflexión a través de los sentimientos. Al considerar el temor desde este punto de vista tenemos un nuevo concepto sobre nosotros mismos. Podemos generar más confianza y respeto propio, y considerar el hecho de correr riesgos al actuar o al tomar decisiones.

Podemos ser capaces de darnos cuenta de que los temores son parte nuestra. No son algo ajeno, ni que nos llega desde afuera. Desde la perspectiva del éxito tenemos, por lo menos, dos opciones entre las que podemos elegir. Primero, actuar adecuadamente con vista a una meta; lo cual significa que tomamos la postura de ser activo para gobernar nuestra vida y ser el productor de nuestras experiencias. De este modo, damos validez a nuestro pensar-hacer como sujeto exitoso y prospero.

Al no rechazar el miedo como algo nefasto podemos considerar que desarrollamos el amor por nosotros mismos, que es el punto de partida del cuidado de nosotros mismos y para realizar una inversión en nuestros esfuerzos para alcanza resultados favorables. Al decidir a actuar con vista a fin loable, esta conducta nos lleva un estado de aprecio por nosotros.

Por el contrario, si somos arrastrados por el miedo asumimos una actitud inadecuada o carente de metas; decidimos no actuar o nos sentimos indignos de nuestro pensar-hacer. Por lo cual, no nos planteamos en nuestro horizonte el propósito de ser un sujeto exitoso.

Lo que debemos hacer es posesionarnos de nuestro proceso de crecimiento y desarrollo personal, que incluye nuestras emociones. Debemos proponernos a actuar de manera favorable para con nosotros mismos. El sujeto exitoso se plantea acciones y reacciones, responde adecuadamente ante un acontecimiento y obtiene resultados favorables.

Arriesgarnos en medio del miedo nos da seguridad, aumenta nuestra voluntad de actuar, porque nos damos cuenta del valor de nuestra toma decisiones y de llevar a cabo nuestros compromisos. Las experiencias de nuestra vida, sean agradables o no, son responsabilidad nuestra y en esta participan nuestros temores de cada día.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin

sábado, 6 de octubre de 2018

ESTRATEGIA DE DESARROLLO DE AUTORIDAD: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA


Si en la vida uno se plantea, o no, un plan estratégico personal tiene que determinar estrategias. En el caso, que no nos planteemos ningún plan las estrategias irán surgiendo a medida que las circunstancias se van presentando; a cada circunstancia una estrategia. Por el contrario, si uno se plantea un plan, aunque no tiene que ser muy elaborado sino un simple boceto, las estrategias serán más estructuradas con vista a un fin. ¿Qué tenemos que hacer?

Las estrategias van acompañadas de herramientas de acción que se enmarcan en diversas áreas, por ejemplo, lo ético, social, económico y de autoridad; entre otros. Nombramos éstas por son las que intentaremos abordar en este artículos y en otros futuros. Como podemos percibir tales estrategias y herramientas se abarcan aspectos de desarrollo personal y social. En este artículo, en particular, vamos a tratar acerca de las estrategias de desarrollo de autoridad. ¿En qué consiste esta?

La estrategia de desarrollo de autoridad comienza porque nosotros tomemos el control de nuestra vida. No puede ser otro quien la dirija la vida que deseamos llevar adelante, o la que en este momento vivimos. Para el despliega de esta estrategia debemos considerar dos aspectos que pueden bloquear o imposibilitar el desarrollo de la misma. El primero es el estado de miedo; el segundo el estado de mediocridad o el estado de hacer las cosas mediocremente. ¿Cómo se manifiestan ambos estados?

Nos preguntamos ¿en qué consiste el estado de miedo? Asumir ser responsables de nuestra vida significa que cuando se presente un acontecimiento, y éste sea importante, lo más seguro es éste que nos lleve a un estado de miedo o porque es muy importante la decisión a tomar o porque no sabemos cómo resolverlo. ¿Qué debemos hacer?

Una acción que podemos realizar es trasladarnos del miedo —en tanto factor paralizante— a un motivador favorable a nuestro fin (lo podemos llamar motivador positivo para usar el lenguaje cotidiano) que conscientemente sabemos que contiene el riesgo para alcanzar la meta que nos hemos planteado, esto es, alcanzar un éxito.  Pasado el acontecimiento y el estado de miedo debemos realizar el examen de lo sucedido para evaluarlo y tenerlo como un registro de experiencia.

El segundo estado, el de la mediocridad, contiene en sí el ser irresponsable en y con nuestra vida. Significa que estamos paralizados y asumimos una actitud de evasión. Donde lo que predomina es la carencia de entusiasmo, un estado de aburrimiento, una estima baja y una mentalidad de desmerecimiento; esto es, lo que Nietzsche denomina «la voluntad de la nada». ¿Qué se puede hacer para enfrentar este estado?[1]

Voy a volver sobre el estado de miedo (porque es más común de padecerlo que el otro estado). Éste incluye las sensaciones de temor, confusión, nerviosismo, anticipación, ansiedad y suspenso. Emociones que, por lo general, evitamos porque nos hacen vulnerables y nos ponen al descubierto como al rey desnudo.  Por otra parte, nos han enseñado que el miedo es una sensación o «emoción negativa», pensemos en esa división de emociones positivas y negativas, a estas últimas las rechazamos. Por lo cual, cuando sentimos miedo pensamos inmediatamente que algo anda mal o que hemos hecho algo mal. ¿Es necesariamente algo malo el miedo?

Antonio Damasio[2] nos indica que el humano, en tanto especie, ha sobrevivido gracias a las mal llamadas «emociones negativas»; pues éstas le han permitido estar alerta a las circunstancias de la vida. Esto nos señala que tales emociones son adecuadas en cuanto hay un fin o meta propuesta, esto es, que el miedo es un motivador adecuado y posiblemente nuestro principal motivador. ¿Qué hacer con el miedo nuestro de cada día?

La meta, en cuanto al miedo, se fundamenta en el gobierno de las emociones o podemos decir adquirir inteligencia emocional controlar o gobernar a éste; para evitar entrar en un pánico paralizante que nos impida asumir la resolución del acontecimiento a que nos enfrentamos en un momento dado. Porque el pánico se presenta cuando el miedo nos bloquea y no podemos seguir adelante. ¿Cómo insertamos el miedo en la estrategia de desarrollo de autoridad?

Es necesario considerar al miedo como un aliado importante, pues éste nos hace estar alerta y nos prepara para la toma de decisiones y para el actuar con vista a una meta. Por ello, debemos asumir el miedo como el riesgo relativo de estar sintiendo los resultados de que la decisión a tomar tiene un impacto determinante en nuestra vida, sea personal, social, laborar... Si decidimos arriesgarnos, debemos  tener en igualdad de condiciones nuestro valor y nuestro miedo; porque el hombre valiente, nos dice Platón, es consciente del miedo para no ser un insensato. Tanto el valor como el miedo nos permiten entender la magnitud del riesgo, para desarrollar una adecuado y exitosa estrategia de desarrollo de autoridad.

Todavía nos falta por tratar aspectos de este tema, pero eso lo haremos poco a poco en próximos artículos.

Referencias:
Twitter: @obeddelfin