viernes, 12 de diciembre de 2014

DEL PENSAR COMO ACTO DE APRENDIZAJE: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Señala Heidegger que «Llegaremos a aquello que quiere decir pensar si nosotros, por nuestra parte, pensamos. Para que este intento tenga éxito tenemos que estar preparados para aprender el pensar». En los últimos tiempos se habla de aprender a sentir las emociones, y hablamos del corazón como metáfora que es, pues sabemos que tanto las emociones como el pensar son funciones del cerebro. Ahora bien, en la invitación a sentir nuestras emociones nos olvidamos del pensar, como si en verdad supiésemos pensar. Pensar es algo que debemos aprender, ya que éste no es algo del todo natural.

            Debemos aprender a pensar, pues aún no sabemos o no somos capaces de pensar. Pensamos, pero nuestra razón se despliega en el pensar. La función natural del cerebro, entre otras cosas, es pensar; pero no pensar racionalmente, y acá incluyo a la emoción como parte del pensar. Debiésemos poder pensar cuando quisiéramos, pero son más las veces que queremos pensar y no podemos.

            Con este deseo de pensar, queremos mucho y podemos poco. El pensar entonces es una posibilidad, que no garantiza que seamos capaces de hacerlo. No obstante, admite esta capacidad nuestra de poder llegar a serlo, es decir, que somos capaces de hacer aquello que deseamos, de aquello a lo que somos afectos. Podemos llegar a pensar en la medida que deseemos llegar a pensar, que hagamos de este deseo una inclinación de nuestro ser.

            Tenemos, como dice Heidegger, que «cobijar» este deseo. En el pensar debemos estar atentos a lo que hay que tomar en consideración; pues así seremos capaces de aprender a pensar. ¿Qué es aprender? Aprender lo hacemos en la medida que nuestro hacer y dejar de hacer lo hacemos en correspondencia con aquello que, en cada momento de nuestra vida, nos resulta esencial. Como señala el filosofo de Messkirch: «A pensar aprendemos cuando atendemos a aquello que da que pensar».

            Lo que es de nuestra consideración es lo que no impulsa a pensar. Lo que nos es indiferente no. Por ello, pensamos en lo que nos preocupa, en lo que se hace preocupante a nosotros es en lo que pensamos. Nadie se levanta una mañana y dice: «hoy voy a pensar sobre tal cosa o tal otra», cuando nos damos cuenta ya estamos pensando en algo que nos preocupa. ¿Qué es lo que es lo preocupante?

            Ante esta circunstancia de lo preocupante, la solicitud es que actuemos. La solicitud es cómo hacerlo, se nos dice que lo que falta es acción. De allí siempre el conjunto de preguntas instrumentales, en ¿cómo lo vas hacer? La acción sobre el pensar. Sin embargo «es posible que hasta nuestros días, y desde hace siglos, el hombre haya estado actuando demasiado y pensando demasiado poco», dice Heidegger. Ahora se dice que se debe sentir más, ya ni siquiera pensar.

            No encontramos a diario en medio de y entre las cosas. De aquí parte nuestro interés por las cosas del mundo, incluidos nosotros en ellas. Ahora bien, lo que nos resulta de interés o preocupante convierte al resto de las cosas en indiferentes. Asimismo, lo que es de interés para hoy es lo que vale como preocupante. Esto o aquello es lo que nos permite estar preocupados o  indiferentes; y en un momento dado pasar a estar liberados de aquello que no nos concierne.

            A veces pensamos que hacemos una atención especial a algo cuando decimos que nos resulta interesante. Y sin embargo pasamos, inmediatamente, a lo indiferente con respecto a esto. Podemos señalar que tal preocupación era exógena, que en verdad no nos concernía. Era la preocupación de otro, no nuestra. Lo preocupante, en tal caso, es lo que da que pensar desde nosotros mismos, no desde otros.

            Lo que nos preocupa, lo que nos da que pensar, nos interpela en tanto nos hace dirigirnos a ello, y hacemos esto pensando. Lo que nos da que pensar no es algo que nosotros establecemos, como antes he indicado. Lo que nos da que pensar se nos adviene sin darnos cuenta. ¿Estamos preparados para pensar en ello? De allí, que lo preocupante sea el hecho de que nosotros aún no pensamos.

            ¿Qué quiere decir esto? Que todavía no hemos llegado propiamente a pensar por y sobre nosotros mismos. Que no nos hemos considerado como lo que nos preocupa. ¿Por qué no hemos llegado aún a esto? Tal vez porque nosotros todavía no nos consideramos, de un modo suficiente, aquello que es lo que da que pensar. En este caso, no somos de interés para nosotros mismos; somos sólo un descuido, una negligencia.


             El hecho de que todavía no pensemos, se da porque estamos o le damos la espalda a lo que en verdad es lo preocupante. Nos dirigimos, por el contrario, de modo suficiente a aquello que no está en nuestra consideración, sino en la de otro. ¿Cuándo y de qué modo ocurrió este dar la espalda? Sea la pregunta inicial a nuestro aprender a pensar.


            PD. En facebook: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA OBED DELFÍN

            Escucha: “PASIÓN Y RAZÓN” por WWW.ARTE958FM.COM (todos los martes desde las 2:30 pm, hora de Caracas)