Asumamos
que hay, por lo menos, tres tendencias fundamentales en nuestra vida, a las cuales
corresponden tres necesidades y tres posibilidades fundamentales de llevarlas a
cabo.
La
primer tendencia nos permite relacionarnos
o con ésta nos relacionamos con lo que ya existe, es decir, compartimos con el
mundo, con nuestro entorno; con las personas que están a nuestro alrededor y
con las cosas que conforman nuestro hábitat. En este sentido, interactuamos con
lo que hay en el mundo, que no pertenece a nuestro concurso pero que está listo
para nosotros, que está a la mano.
Ser
aceptados en nuestro entorno es el
contenido de esta tendencia. Pues buscamos vivir a cubierto, estar bajo la
protección de lo que preexiste. De allí, la construcción de nuestro entramado
social-afectivo, porque necesitamos de los otros para vivir. Establecemos
relaciones con el mundo, entiéndase nuestro entorno social e ingresamos en él
para poder convivir con los otros.
La
segunda tendencia contiene en sí el abandono de la anterior esfera, y por ello
nos exponemos a la confrontación
directa con las cosas y con las demás personas. Generamos el roce, lo
provocamos; en este sentido, vivimos a descubierto con el mundo.
Es
nuestro esfuerzo por conservar y prolongar nuestra existencia, por definir
nuestra personalidad, nuestra identidad mediante el manejo de las cosas. Es
nuestra proyección en los demás y en las cosas; por ejemplo, la caracterización
de nuestro modo de vestir, de nuestra habitación. Acá humanizamos las cosas del
mundo, para convertirlas en nuestro mundo; ejemplo, nuestros amigos, nuestros
colegas. Hacemos una cosificación.
Este
encuentro-desencuentro con las cosas
y las personas resulta para nosotros la tendencia más peligrosa. Porque es aquella
en que nos amenaza la mayor locura, en estar fuera de nosotros. La dimensión acá
es el presente, no concebimos un más allá.
La
tercer tendencia es la de la existencia
auténtica, que solo puede producirse
sobre la base de las dos anteriores. Ésta se plantea como una relación
explícita con nosotros mismos; en las dos tendencias precedentes la relación se
hacía posible en el trato con las cosas y las personas.
El
objeto de esta tendencia es que somos esencialmente nosotros, lo que hace
posible cada una de las tendencias anteriores. Lo es porque abre la posibilidad
cierta de nuestras relaciones y roces con el mundo, con los otros. Con esta
establecemos una conexión de sentido para con nosotros y los demás, y nos abre
la clave para comprender lo que somos.
Tal
tendencia es fundamental para entender que vivimos y que a través de este vivir
nos proyectamos hacia un futuro. El carácter de esta tendencia tiene el
significado de que nosotros somos un haz de luz, que ilumina de un modo
distinto y nuevo. Es en sí la posibilidad de todas nuestras posibilidades.
Referencias:
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@obeddelfin