martes, 31 de enero de 2017

CÓMO NOS VEN LOS DEMÁS Y CÓMO NOS VEMOS NOSOTROS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

¿Cómo nos ven los demás? Es una pregunta interesante, porque involucra muchos elementos de nuestra personalidad. Algunos podrían personas que hacemos la pregunta por inseguridad hacia nosotros mismos; baja estima dirían. Otro aspecto, sería mera curiosidad personal. Porque puede ser que nos interese, en un momento dado, eso que proyectamos de lo cual no nos hemos percatado antes. La pregunta inicial conlleva a esta otra: ¿Qué imagen proyectamos?

¿Proyectamos la imagen que realmente creemos que proyectamos? ¿O es que no sabemos cuál imagen proyectamos? No saber cómo nos ven los demás es algo muy común. Porque nunca indagamos al respecto, o ingenuamente nos sumimos «en el no me importa» o «yo soy yo». Si permanecemos en una zona gris tales preguntas poco importan. Ya que en tal zona no hacemos nada, estamos en la inacción. Sin embargo, cuando deseamos o empezamos a proyectarnos a realizar algún tipo de actividad la pregunta adquiere relevancia.

Adquiere importancia porque ¿qué pasa cuando queremos conquistar a otras personas? Me refiero para la actividad que estamos empezando a realizar. En ese momento la imagen que proyectamos importa. Por ejemplo, cuando vamos a buscar un empleo queremos mostrar una imagen de ser competente para ese empleo. En este caso, va a funcionar el principio de asociación imagen-oficio. Funciona en nosotros un paradigma preestablecido. Y no es un asunto mediático o social. Así funcionamos.

En las relaciones interpersonales, la cosa es más intensa. Porque se puede generar atracción o rechazo. El segundo es doloroso. A ninguno de nosotros nos gusta ser rechazado. Todos queremos ser amados y aceptados, esa es una realidad. El rechazo nos disgusta. Porque eso nos genera limitantes y hace que se desarrolle una actitud de aislarnos. Puesto que, percibimos que no pertenecemos a ese lugar. Y las otras personas pueden mostrarse hostiles o indiferentes hacia nosotros. Sin embargo, para no temer el rechazo es necesario experimentarlo, entenderlo hasta que te deje de afectar.

El problema del rechazo es que estimula nuestros miedos más fuertes, y nos ocasiona alteraciones mentales y emocionales. Con lo cual nuestra inteligencia interpersonal e intrapersonal disminuye, ya que se produce un estado emocional inadecuado. El problema del rechazo es nuestra respuesta emocional a éste. Porque como dice Alexandre Jollien “Solo se perciben briznas de la angustia que sufre el otro”. No obstante, la integridad personal, la seguridad en nosotros mismos, y la paz que alcanzamos cuando entendemos que, no importa lo alguien diga o haga contra nosotros, ser lo que somos está bien.  

Cuando logramos mantenernos emocionalmente equilibrados o distanciados del rechazo, seremos capaces de manejar estas situaciones con más facilidad. La habilidad de estar calmados y tranquilos cuando se produce el rechazo es un proceso de aprendizaje. El cual comienza por borrar o desechar todas nuestras respuestas emocionales que nos hacen infelices. Para ello, debemos aprender a identificar la emoción que nos produce el rechazo, para comenzarla a amainar. Llegar a tener bajo nuestro control y no que tal emoción nos desborde. Debemos transformar nuestra frustración en determinación; convertir nuestros enojos y miedos en poder.

El rechazo es nuestra respuesta primaria a lo desconocido. No es algo personal. Rechaza o porque no está interesado en nosotros o hay algo que no entiende sobre nosotros. Cada rechazo debe convertirse en el trabajo para construir una fortaleza. Alexandre Jollien nuevamente no señala “El arte de mantenerse en pie, de mantener el rumbo supone un horizonte más feliz hacia el cual dirigirse”. Y les recuerdo que el autor citado sufre de «Atetosis», que una discapacidad neuromotora, que produce dificultades en la coordinación de movimientos.

Junto a la pregunta que inicia este escrito. Podemos indicar otra pregunta que también es relevante. ¿Por qué los demás tienen esa imagen de mí? Esta interrogante va a buscar causas, algunas serán externas y otras internas a nuestra personalidad. La indagación inicial está puesta en los otros, me pregunto por mí desde la observación de aquellos otros. Y les puedo preguntar ¿Cómo me ves tú? ¿Qué imagen ves de mí? Me pueden dar distintas respuestas. No obstante, ¿Por qué me ven de esa manera? Es algo que nosotros transmitimos. Está en nosotros.

Estas interrogantes es algo que debemos relacionar. Para tratar de descubrir cómo nos vemos en el mundo. Por ser esto, parte de conocernos a nosotros mismos. Repito cuando estamos en una zona inacción eso no importa mucho. Pero, cuando comenzamos a movernos en procura de desarrollar una actividad, la imagen que proyectamos es importante. Recordemos cuando nos gusta alguien queremos agradar a esa persona, inicialmente, a través de nuestra imagen. Porque tal imagen nos muestra al mundo.

            La imagen que proyectamos proviene de nosotros, es causada por nosotros. Por el contrario, el rechazo está o viene del otro y nosotros no lo podemos controlar. Sobre la segunda no tenemos gobierno posible; sobre la primera sí. Sobre nuestra imagen podemos influir, modificarla, mejorarla. Proyectar lo que deseamos proyectar, porque somos causa de ella. Somos el agente activo capaz de mostrar lo que es y quiere ser. Y como dice Alexandre Jollien “el oficio de ser mujer, de ser hombre, el inevitable arte de vivir a diario exige muchos recursos para convertir la vida en una victoria”.


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martes, 10 de enero de 2017

LAS FORTALEZAS O COMPETENCIAS DE NUESTRO PENSAR-HACER: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Nuestras fortalezas se definen a partir de la relación que éstas tienen con nuestro desempeño y rendimiento. También las podemos definir al asociarlas con nuestros comportamientos de eficiencia y eficacia, en la ejecución de las actividades que llevamos a cabo. Para gestionar, de manera eficiente y productiva, nuestras capacidades o competencias debemos conocer cuáles poseemos. En esto consiste, en parte, conocernos a nosotros mismos.

Lo primero que debemos hacer es detectar cuáles son nuestros talentos, esto es, aquellos atributos que nos definen en nuestro pensar-hacer. Por ejemplo, a un músico lo definen sus competencias musicales para tocar un determinado instrumento, a un mecánico automotriz lo definen sus habilidades corporales para manipular diestramente unas herramientas, entre otras competencias.

Al reconocer nuestros talentos, debemos orientar éstos para convertirlos en nuestras fortalezas, lo que requiere de un proceso de aprendizaje. Por ejemplo, una persona con talento corporal para el baile, debe estudiar tal disciplina para convertirla en una fortaleza. Debemos reconocer nuestros talentos para identificarlos claramente; para luego desarrollarlos hasta convertirlos en fortalezas. Todos somos buenos en o para algo, ese es nuestro atributo. El disciplinarlo o educarlo es el proceso para que ese talento se convierta en una fortaleza útil a un fin.

Uno de los obstáculos que con frecuencia impide nuestro desarrollo personal y social, es no reconocer o reconocer a medias nuestros atributos, nuestras competencias. En esto nos hace andar a ciegas. Además, nos impide llegar a desarrollar adecuadamente algún tipo de fortaleza. El proceso de reconocer y valorar nuestros talentos y desarrollar nuestras fortalezas es fundamental. A veces, tendemos erróneamente a enfocarnos en corregir aquellos aspectos que son nuestras «debilidades»; podemos trabajar en éstas, pero es más importante trabajar en nuestras competencias, por es por medio de éstas que alcanzaremos el éxito.

            Con respecto a las debilidades, estas son carencias que todos poseemos. Por ejemplo, muchos de nosotros «no cantamos ni en la ducha» porque tenemos debilidades para la música. Las debilidades no nos impiden que seamos exitosos; cuando en verdad nos enfocamos en nuestras competencias. Las «debilidades» forman parte de nosotros, nos constituyen. No hay que tenerles miedo. Hay que saber, también, cuales son éstas. Ahora bien, centrarse en éstas no es productivo.

Para abordar adecuadamente nuestras debilidades podemos gestionar un plan de estrategia. Por ejemplo: Realizar un plan de mejoramiento para reducir la debilidad. Diseñar un sistema de apoyo para compensar la debilidad. Utilizar uno de los talentos innatos para minimizar la debilidad. Encontrar un complemento que sustituya la debilidad. Desistir de la atención que demande la debilidad. Sin embargo, considero que es más importante poner nuestro mayor énfasis en desarrollar nuestras competencias o fortalezas.

            Desde el punto de vista de la gestión de desempeño, sea éste personal u organizacional, debemos descubrir los talentos predominantes para poder elevarlos a fortalezas. Nuestro pensar-hacer debe basarse en un sistema de fortalezas. Porque, de este modo, nuestro proceso de gestión de desempeño será más eficiente para alcanzar las metas que nos proponemos. Debemos entender que este proceso, es un proceso de mediano y largo plazo de mejoramiento y formación continua.

Cuando somos conscientes y consecuentes con nuestros talentos y fortalezas comprendemos qué genera nuestro comportamiento y nuestras acciones. Comprendemos que y quienes somos. Asimismo, podemos conocer el alcance de nuestras acciones. Podemos orientar, además, de manera eficiente nuestros planes de desarrollo y de gestión.

De lo anterior podemos señalar que los objetivos específicos de nuestro aprendizaje debe fundamentarse en: Reconocer las características de nuestras fortalezas relacionadas éstas con los criterios sobre aptitudes, actitudes y destrezas. Plantearnos un proceso para desarrollar nuestros talentos hasta convertirlos en fortalezas. Estudiar el manejo de nuestros atributos y competencias en la cotidianidad de nuestro pensar-hacer. Analizar las estructuras de las fortalezas en personajes relevantes con vista a nuestros fines, un aprendizaje por modelo es importante.

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