miércoles, 9 de agosto de 2017

PARA QUÉ SIRVE PENSAR: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Para llegar a pensar tenemos que prepararnos —instruirnos, educarnos— para alcanzar el pensar. Sin embargo, como dice Heidegger ¿qué quiere decir pensar? Y decimos nosotros ¿cómo nos preparamos para este pensar? Tenemos que aprender a pensar porque el pensar no es un acto natural, aunque así lo parezca.

Cuando nos disponemos aprender a pensar admitimos, a la vez, que aún no sabemos pensar. Podemos llegar a pensar porque tenemos la posibilidad de hacerlo, es una condición que está abierta a nosotros. Es una posibilidad. No obstante, la posibilidad no nos asegura que tengamos la capacidad de hacerlo. Dice Heidegger, nosotros somos capaces de algo en la medida que aquello o eso nos guste; que lo deseemos. Porque deseamos algo es que lo dejamos venir, acercarse; que sea parte de nosotros. Nos abrimos a lo que queremos, lo dejamos que se acerque y se una a nosotros. En esto se abre la posibilidad.

Este deseo que nos permite acercarnos a eso que queremos es lo que nos cobija o resguarda en nuestro ser pensante. Y en ésta permanecemos porque lo deseamos; en este caso, deseamos pensar. Por otra parte, solo aquello que nos GUSTA o que DESEAMOS es que tenemos en CONSIDERACIÓN, es a lo que ATENDEMOS a lo que prestamos «atención». Por ejemplo, si nos gusta la mecánica automotriz atendemos a los vehículos, si nos gusta la literatura atenderemos a los libros.  

Solo pensamos en lo que tomamos en consideración, lo que nos resulta IMPORTANTE a nosotros. Heidegger nos interroga sobre ¿qué es aprender? Y nos indica: “El hombre aprende en la medida en que su hacer y dejar de hacer los hace corresponder con aquello que, en cada momento, le es exhortado en lo esencial. A pensar aprendemos cuando atendemos a aquello que da que pensar”. Aquello que nos importa y deseamos. Si algo nos es indiferente no lo tomamos en consideración, no lo tomamos en cuenta y por tal razón no pensamos en tal cosa. Solo atendemos a aquello que da que pensar, y nos da que pensar en la medida de nos resulta importante. Allí aprendemos a pensar.

“Todo lo que es de consideración da que pensar” dice Heidegger. Lo que nos resulta de interés. Lo que es «preocupante» para nosotros. Lo que es neurálgico, fundamental, vital. Pero no como algo universal; sino como algo que es parte de las inteligencias múltiples que nos constituyen. Solo a partir de nuestras inteligencias es que las cosas se hacen «preocupantes» para cada uno en particular. Ahora bien, no hay un preocupante universal, sino preocupantes de acuerdo a la conformación de los individuos; para lo que a mi inteligencia lógico-matemática es preocupante no es preocupante para la inteligencia musical del otro.

En términos generales siempre están incitándonos a actuar más, en vez de pensar. Esto lo observamos en las terapéuticas sociales y en las concepciones triunfalistas. Por ello siempre vemos que la gente pregunta por el ¿cómo hacer? Es decir por el actuar, antes que el pensar.

Hemos señalado antes que pensamos en lo que nos importa, lo que nos llama la atención. Lo que nos interesa. Interesar, nos dice Heidegger, es “estar en medio de y entre las cosas, estar en medio de una cosa y permanecer cabe ella”. Cuando salimos de entre ella no resulta indiferente. Sin embargo, no debemos confundir el «INTERESARSE» con «LO INTERESANTE». El primero atiende a lo «estar en medio de». Lo segundo se refiere a lo inmediato; a aquello a lo que somos indiferentes y no prestamos atención al momento siguiente y pasamos a otra cosa que nos interesa tan poco como lo que anteriormente nos resultaba «interesante».

Lo INTERESANTE, actualmente, lo hemos degradado a lo momentáneo, a lo inmediato; lo que termina en poco tiempo por resultarnos indiferente y terminamos tirándolo al basurero de lo que consideramos aburrido. Propio de la sociedad del hartazgo y del empalagamiento, de esto he escrito un artículo anteriormente.

El hecho de que estemos pendientes de lo que es INTERESANTE no quiere decir que tengamos disponibilidad para el pensar. Más bien parece lo contrario. Pues confundimos lo interesante con lo PREOCUPANTE, éste es lo que nos conduce a pensar. “El hecho de que todavía no pensemos, sería sólo un descuido, una negligencia por parte del ser humano”, pero esto es solo una parte nos señala Heidegger. Pues, “el hecho de que todavía no pensemos proviene más bien de que esto que está por pensar le da la espalda al hombre”. ¿Qué es este dar la espalda? Que se retira de nuestro interés, pero no es absolutamente ausente. Porque en cualquier momento puede reclamar nuestra atención. Por ejemplo, muchas veces caminamos por cierta calle, muchas cosas nos son indiferentes hasta que un día algo que ha estado allí siempre reclama nuestra atención; antes nos daba la espalda, ahora no.

La relación entre nosotros a y el pensar solo es auténtica y fructífera si el abismo que hay entre nosotros y el pensar se hace visible, y se presenta inicialmente como un abismo sobre el que no podemos tender ningún puente. La imposibilidad inicial, que nos incita al desear.

¿Qué quiere decir pensar? Heidegger nos dirá que significa estar al acecho, aun cuando no hayamos entrado en lo que es propiamente el pensar. En este sentido, todavía no estamos  pensando propiamente; sin embargo, todavía no estamos el elemento en el que el pensar propiamente piensa. El rasgo fundamental del pensar es la percepción.

Percibir es la palabra griega «noesis» que significa: darse cuenta de algo presente.  Darnos cuenta que está presente, volverlo y aceptarlo como un presente. Este percibir es dejar que lo presente esté ante nosotros en toda su extensión. Se nos ha puesto delante y de este modo se ha hecho presente. Por lo tanto, ocupa toda nuestra atención, nuestro interés. De esta presencia nosotros hacemos nuestras representaciones. Y con éstas nos dirigimos al des-ocultamiento de las cosas. En el pensar predomina el estado de des-ocultamiento. Pensar sirve, entonces, para quitarle el ocultamiento a las cosas, para hacerlas presentes a nosotros, y darles representación.

Nota: Las citas de Heidegger pertenecen al artículo “Qué quiere decir pensar”

Referencias:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Youtube: Obed Delfín

Twitter: @obeddelfin

sábado, 5 de agosto de 2017

LA SOCIEDAD DE LA SATURACIÓN Y DEL HASTÍO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La sociedad de la sobreabundancia lleva a la saturación, por ejemplo, actualmente hay una canción «despacito» de la cual la gente ya está saturada; lo mismo ocurrió con la canción «vivir la vida». No es que a la gente les dejé de gustar la canción sino que se saturan de oírla a cada hora y en muchos idiomas. Por lo cual se produce el hastío. Que como dice Springsteen, “en el nuevo mundo digital, donde la capacidad de concentración se reduce a tres segundos, donde la fría y dura mano de lo efímero y el anonimato en serie tienen una gran influencia”. Es importante estar atentos a esta condición que nos embarga y no nos damos cuenta.

Esta saturación musical era algo impensable digamos en los años sesenta y setenta. Pues los fanáticos para oír su canción preferida tenían que esperar que la colocaran en la emisora de radio; o algún amigo comprara el disco o un casette de cinta para oírla, con el peligro que el disco se rayara o la cinta se enredara y se dañara. Los medios para oír un tema musical eran pocos, por lo que no había posibilidad que se produjera la saturación ni el hastío. No estoy pensando que debemos volver a esa situación.

Actualmente es diferente, hay muchos medios para oír, «descargar» y reproducir el tema musical que nos gusta, y de este modo llegamos con mucha rapidez a la saturación. La cual se da por exceso, por sobreabundancia. Al darse tal saturación buscamos inmediatamente otra canción que este de moda, para satisfacer nuestra ansía musical. Lo mismo ocurre con nuestra vida en general.

La sociedad de la abundancia es la sociedad de la saturación y el hastío. Nos hastía la vida misma, la aventura, el amor, la falta de hambre, la política, la gente… Vivimos en un estado permanente de hastío. De allí la permanente búsqueda del cambio, de lo novedoso, del deporte extremo… Pasamos de una actividad a otra porque nos fastidiamos de la que estamos haciendo. Vivimos empalagados. Al podría decir: a mi no saturan mis hijos o mi trabajo, y es cierto; pero ¿Y el resto de las cosas?

Todos los días son días de fastidio. Nada nos mueve, añoramos las aventuras; si la conseguimos pronto la abandonamos porque ya no nos satisface. Saltamos de una actividad a otra. Hacemos una cosa, hacemos otra. Cada día se apaga en sí mismo, para que no se repita. Vivimos la máxima del carpiem die, pero de la manera más vacua posible. Porque ni siquiera es una concepción de vida, solo lo hacemos por la saturación.

De allí que pasamos de la euforia a la desesperanza permanentemente. Estamos enredados en un círculo sin fin, sin posibilidad de ver más allá. Por la sencilla razón que nos fastidiamos por la saturación, vivimos inmersos en ésta. Mientras no nos demos cuenta reflexivamente que vivimos en el hastío no podremos salir de él. Solo repetiremos nuestra condición.

Esta permanencia en la saturación asfixia nuestra existencia, la nubla. Es como si nos saturara el oxigeno que respiramos y no pudiésemos vivir en él. Como el hastío es parte de nuestra vida, éste se nos hace natural. Por ello vivimos en él sin darnos cuenta. Es parte inherente a nuestro pensar-hacer. Sin embargo, no algo natural. De allí que podemos pensarlo y cambiarlo.

Al no darnos cuenta de esta condición de saturación permanecemos en ella, y somos reincidentes en la misma. La posibilidad de abordarla está en saber qué es y qué la produce. Saber sus causas, saber el porqué. Entender que nadamos en el mar de saturación el cual nos produce, a la vez, esa intensa molestia. Ese querer pasar de un estado a otro por el solo pasar.  

Tenemos que aprender a manejar la saturación, hacer uso de esta situación. Porque en ella estamos. Nos puede gustar algo mucho, pero si abusamos de ella nos empalagamos con la misma; y comienza nuestra angustia porque ahora comenzamos a rechazarla. De allí que tengamos que aprender a administrar nuestra vida. A saber paladear el día a día, cada situación. A demorarnos, como dice Byung Chul-Han. Tenemos que aprender como esos catadores de vinos, que degustan una porción para saber lo bueno de la totalidad.

Incluso estamos saturados de tiempo. Hemos perdido la noción del Kairos, ese momento justo. Todos andamos estresados por falta de tiempo, pero no es el tiempo lo que nos falta. Es el derroche del mismo. Tiempo extraviado en situaciones en la que no hacemos nada, perdemos el tiempo decimos. Y es cierto. Lo cual contribuye a aumentar esta sensación de saturación.

La saturación y el hastío es algo que podemos manejar. Para ello debemos educar nuestra vida, hacer como el catador de vino que paladea cada porción extrayendo de ella lo mejor, disfrutar de cada porción. El disfrute de las cosas es algo que se aprende, y requiere dedicación. Requiere voluntad de aprendizaje, para así poder llegar a disfrutar esas particularidades.

No aprendemos para huir del hastío y la saturación. No. Aprendemos, para disfrutar de lo que hacemos, de quienes nos rodean, de las situaciones que vivimos, del lugar que habitamos. Aprendemos a vivir placenteramente, a demorarnos en cada cosa que hacemos, en cada idea, en cada conversación, en el oficio que realizamos a diario. No es una apuesta romántica e ingenua. Es una construcción que implica nuestra vida a largo plazo.

Referencias:
Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Youtube: Obed Delfín

Twitter: @obeddelfin