jueves, 27 de febrero de 2020

VOLUNTAD DE PODER



¿Cuánta voluntad de poder poseemos para sobresalir con el desarrollo de nuestras fortalezas? ¿Tenemos claro nuestro proyecto de vida? ¿Somos capaces de reírnos de nosotros mismos? Estas preguntas las abordaremos desde la perspectiva de Nietzsche.
Para Nietzsche, las historias sociales y personales son elaboraciones racionales de emociones apaciguadas. Por ello es necesario integrar los aspectos racionales, emocionales y corporales que nos conforman, hacer convivir a Apolo y Dionisio. El primero está regido por la razón, la claridad y la decisión, el segundo por las emociones, los impulsos y el gozo. Es reconocer los sentimientos y sus vínculos en nuestro pensar-hacer. Cómo integrar y desarrollar la racionalidad y las emociones que nos constituyen, es un desafío constante integrar la racionalidad de Apolo y la afectividad de Dionisio.
Además, este mundo de acciones prácticas que encaramos cotidianamente tiene relevancia y fuerza propia para vivirlo. Por eso debemos entender que todo está en este vivir, y en el cual falta la plenitud absoluta. Por eso nos desarrollamos como sujetos en medio de problemas y en medio de incertidumbres construimos nuestras relaciones. Que este mundo es, a la vez, un marco de restricción y competencias, y en él nos toca vivir.
Por tanto, debemos encarar nuestro mundo con sus contradicciones y desplegar en él nuestro proyecto de vida, sabiendo al mismo tiempo que nuestras elecciones requieren decisión, fuerza de voluntad para sortear los obstáculos, resistir caídas y celebrar nuestros éxitos. Al reconocer nuestro mundo hace que aparezca nuestra la voluntad de poder, pues no bastan las buenas razones para iniciar nuestro proyecto o conquistar nuestras metas; junto a éstas necesitamos nuestra voluntad de poder,  para buscar los recursos que necesitamos para lograr lo que nos planteamos, construir las redes de ayuda necesarias, tomar decisiones adecuadas y encarar los conflictos de manera favorable a nuestro fin.
Ya que el mundo es, a la vez, posibilidad y resistencia, horizonte y límite. En esto consiste la contradicción del mismo. Muchas veces tenemos todos los argumentos racionales para actuar, pero éstos son paralizantes; o no tenemos ninguna razón estructurada pero estamos dispuestos para la acción. Esto quiere decir que nuestra pensar-hacer se mide por el poder y las posibilidades de acción con que construimos nuestro proyecto de vivir.
En este accionar tenemos que incluir el devenir, que excluye toda verdad absoluta e inmóvil, toda identidad y no-contradicción. Ya que el devenir es parte esencial de nuestra realidad; esto quiere decir que somos algo inacabado e indefinido; una mezcla de pasado, del presente que estamos encarando y del futuro por realizar. Somos un siendo, un algo que se está realizando.
Nuestro despliegue hacia ese proyecto que estamos construyendo, hacia ese vivir que no podemos asegurar plenamente, hacia ese horizonte que presenta riesgo porque es la aventura de hacer es por medio de la acción. Con la cual generamos nuestra transformación, alcanzamos nuestras metas y direccionamos nuestro vivir. La verdad de nuestro vivir está en el hacer. Por tanto, filosofar está en realizar las acciones necesarias para conocernos, transformarnos y llegar a ser.
Ahora bien, tenemos que tener cuidado porque el exceso de razón nos convierte en sujetos serios y nos aleja del buen humor. Nos tomamos tan en serio a nosotros mismos, a nuestras historias, nuestros dolores, que no sabemos reírnos de nosotros mismos o hablar de nosotros con soltura y desenfado. Debemos aprender a reírnos de nosotros mismos, de nuestros pobres dolores, de nuestra pesada realidad, para, de esta manera, estar mejor dispuestos a entrar en las zonas más profundas de nuestro pensar-hacer.

Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín

sábado, 22 de febrero de 2020

CONSTRUCCIÓN DE NUESTRA BIOGRAFÍA



¿Qué temáticas son necesarias para integrar nuestro hacer? ¿Qué contradicciones presenta el mismo? ¿Somos capaces de gestionar nuestros conflictos? ¿Tenemos capacidad para lograr soluciones integradoras? Las respuestas a estas preguntas las abordaremos desde la perspectiva hegeliana.
El planteamiento de Hegel se centra en la superación del espíritu a partir de las diversas tensiones que se dan entre lo viejo y lo nuevo, en medio de estas tensiones nuestro espíritu se despliega y desarrolla hacia un fin superior. Desde la perspectiva hegeliana, lo primero que debemos hacer es entender los procesos de cambios internos y externos que tensionan nuestro hacer. Es importante saber quiénes somos, pero también es importante saber hacia dónde estamos cambiando, cuáles tendencias políticas, sociales, económicas, tecnológicas y ecológicas están modelando nuestro hacer con más o menos fuerza.
Nuestra biografía se explica a partir de esas tensiones, ya que el movimiento de un paradigma inicial se va transformando y expresando a través de conocimientos, instituciones, prácticas, tecnologías, creencias, arte y valores. Y a medida que este paradigma inicial se despliega vamos creando las contradicciones y las tensiones que explican la futura decadencia de aquel paradigma inicial y el nacimiento de otros nuevos.
Nuestro hacer se despliega a través del tiempo en prácticas, productos, servicios, procesos, competencias y cultura. Es necesario entender que este despliegue se da en medio de tensiones, decisiones y conflictos. Por lo cual, debemos reconocer que nuestro hacer genera un nuevo futuro que supera nuestro actual hacer.
Por eso nuestro hacer tiene la fuerza espiritual para cambiar, innovar, modificar e introducir nuevas competencias en nosotros. Desde ese hacer debemos gestionar los cambios que se van presentando y no permanecer solamente en lo ya logrado; debemos gestionar nuestros conflictos y llevar nuestro hacer al límite que nos permita abrir nuevos horizontes.
Todos esos cambios, conflictos y haceres implican una transformación espiritual, que incluye modificaciones en nuestra forma de ser y hacer. La transformación personal es el asunto más importante y desafiante de nuestro hacer; ya que el saber y las habilidades que requerimos son fundamentales para acceder nuevas formas de pensar-hacer. Por eso necesitamos comprender nuestras capacidades para realizarlas en prácticas concretas.
Como hacedores nuestra meta debe ser integrarnos en la superación, no mantenernos permanentemente en la misma condición. Así como cambiamos de PC o Laptops porque hay programas más avanzados, asimismo debemos buscar las mejores condiciones de nuestro hacer para ser más eficaces y eficientes. De este modo, integramos nuevas habilidades y estrategias en nuestro hacer.
Esto lo podemos hacer porque somos seres históricos, en movimiento y cambiantes a partir de múltiples tensiones, que nos ubican en un equilibrio dinámico que nos obliga a buscar nuevas perspectivas. Para Hegel, la armonía siempre es dinámica, el equilibrio inestable y la seguridad transitoria. El deseo de un tiempo tranquilo, sin tensiones y donde alcancemos el fin de nuestras metas es solo el término de éstas, y el comienzo de otras metas que nos proponemos lograr, de otras tensiones y conflictos que debemos emprender. Estar viviendo es estar tensionado, exigido y desafiado.
En este sentido, el compromiso es el motor de desarrollo y la expresión de nuestras necesidades y posibilidades, las cuales debemos realizar para hacer realidad nuestras metas. El arte de hacer está en el reconocimiento de nuestras necesidades y en la integración de unas alternativas de solución, por las cuales podemos crear unas nuevas realidades que nos aporten valor personal. Como hacedores debemos conducir nuestro hacer por la vía de la creatividad, de la invención de soluciones que integren el potencial de nuestro desempeño.

Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín





















martes, 18 de febrero de 2020

QUÉ PODEMOS CONOCER



¿Cuáles valores guían nuestras acciones? ¿Tenemos una actitud crítica hacia nuestro saber? ¿Somos responsables al emitir opiniones y juicios? ¿Somos capaces de reconocer los límites de nuestros conocimientos? ¿De reconocer nuestros errores? Estas interrogantes las vamos a abordar desde la perspectiva de Kant, para ver en qué nos puede ayudar este filósofo en nuestra vida cotidiana.

Nuestra época está convulsionada por una multitud de información que circula a través de internet, convivimos con un universo virtual que determina cambios de paradigmas e influye en nuestros juicios y valores. Por otra parte, esta época tiene desconfianza de que la razón pueda servir para el desarrollo de la humanidad. En este contexto debemos reflexionar sobre cómo determinar el alcance de nuestro pensar-hacer.

Kant nos dice que nuestra relación con las cosas y con el mundo está mediada por nuestros sentidos; esto quiere decir, que sentimos lo que nuestros sentidos nos dejan percibir. Además, lo que sentimos se da en un espacio-tiempo determinado, por ejemplo, el árbol que está en el jardín se le caen las hojas por causa de la sequia. Solo conocemos los fenómenos que suceden en nuestro espacio-tiempo, por nuestra sensibilidad y así se da nuestro entendimiento.

Por lo cual, tenemos un conocimiento mediado por el espacio-tiempo, los sentidos y nuestro propio saber: si solo poseemos métodos cuantitativos nuestra realidad será únicamente de números, o si medimos nuestro hacer por calidad de servicio todo lo que percibiremos será la satisfacción de las demás personas. Conocemos nuestro entorno por nuestra forma de acceder a él, con esto el resto de la realidad tiende a desaparecer de nuestro universo de interés.

La manera como tanteamos nuestras circunstancias determina lo que vemos como realidad, y a partir de allí tomamos las decisiones que tomamos. Además de observar los modos disponibles con los que estructuramos nuestro hacer, Kant nos pedirá poner atención a nuestros procesos de análisis y de toma de decisiones; pues éstos determinan el valor, la calidad y la orientación de nuestro saber y de nuestras acciones.

Si nuestro análisis es pobre, nuestros resultados serán espurios, las decisiones malas y las acciones confusas; si nuestro análisis se desliga de los datos y solo sigue teorías abstractas nuestras decisiones serán desajustadas al entorno; o si nuestro análisis es solo intuitivo las conclusiones serán débiles. En nuestro hacer debemos asegurar que los mecanismos de acción respondan a la manera en que queremos acercarnos a la realidad, que nuestro análisis y toma de decisiones sean efectivos y se mantengan apegados a la información adquirida. Es necesario mantener contacto con la realidad para sacar conclusiones con base en pruebas empíricas, es lo que nos recomendaría Kant.

Ahora bien, al reconocer que el saber se adecua a las formas y categorías de cada sujeto en particular, tenemos que aceptar que hay distintos puntos de vista con el cual las personas se relacionan con su realidad; hay múltiples inteligencias que permiten ver unas cosas y otras no. Esta perspectiva establece el valor de la diversidad con que cada persona adquiere y expresa su saber. Por lo cual, debemos aceptar, combinar y aprovechar las distintas miradas que los sujetos poseen con respecto al entorno en que se desenvuelven. De esta manera, podemos combinar miradas cuantitativas y cualitativas, información racional y emocional, entre otras más, para que los procesos productivos sean más favorables.

Esta diversidad implica que tenemos diferentes formas de recoger información, organizarnos para interactuar con la realidad, acercarnos a la toma de decisiones y asumir nuestra voluntad para encarar la cotidianidad; estas diferencias determinan nuestras fortalezas y nuestras áreas de desarrollo. Esto implica que el conocimiento productivo se alcanza al combinar múltiples perspectivas de conocimiento.

Con todo lo anterior, es importante el cuidado, la responsabilidad y la manera en que emitimos nuestros juicios, ya que éstos determinan la solidez de nuestro conocimiento y de nuestra acción. Si concluimos, tomemos el ejemplo, que una persona es irresponsable porque llegó tarde a un compromiso, cometemos el error de generalizar a partir de un solo hecho. Por lo mismo, no podemos confundir nuestra intuición emocional con nuestra certeza racional, pues convertimos solo nuestro sentir en el principio que regula nuestra realidad; o si actuamos creyendo que poseemos la realidad y la verdad absoluta configuramos un mundo rígido y autoritario, el cual queremos imponer a los demás.
Al  reconocer cuál es el origen de nuestras opiniones, cuál es el grado de certeza que éstas ofrecen y cuáles son sus límites nos hace personas responsables para con nosotros y los demás.

Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín



miércoles, 12 de febrero de 2020

NUESTRA EXPERIENCIA Y LA REALIDAD



¿Cómo recolectamos la información con que gestionamos nuestro vivir? ¿Tomamos nuestras decisiones a partir de esa información? Por ultimo, ¿nos organización a partir del análisis de nuestra realidad? Estas interrogantes las vamos a abordar desde la perspectiva del empirismo.

El empirismo filosófico considera que no estamos sometidos a la sujeción de ninguna autoridad externa para alcanzar el conocimiento, hasta aquí coincide con el racionalismo. Para los empiristas la fuente de conocimiento son nuestros sentidos y, además, no es posible un conocimiento absoluto. Es necesario, por otra parte, que desarrollemos la capacidad de identificar falsos juicios y falsos conocimientos que confunden nuestro entendimiento, debemos liberarnos de ellos y desarrollar una forma de pensar que nos asegure el camino para un conocimiento correcto.

Entre los prejuicios que oscurecen nuestro recto pensar tenemos: 1) Los prejuicios sociales producto de nuestras limitaciones como sujeto  social. 2) Los prejuicios que responden a nuestra  individualidad y nos llevan por caminos incorrectos del conocimiento. 3) Los culturales que generan confusión a partir de nuestros intercambios sociales. 4) Los dogmaticos, que provienen de los dogmas de fe y contienen falsos conocimientos. De todos éstos debemos alejarnos y evitarlos.

Tales prejuicios dificultan la rectitud y eficacia de nuestra forma de pensar y de nuestros intercambios sociales, porque son obstáculos para el buen conocimiento; pues asumimos como verdad algo que no lo es, o atribuimos autoridad a alguien y damos por ciertas sus opiniones; o consideramos como principios intocables los supuestos que perviven en la tradición social, y esto termina por dificultar nuestra adecuada toma de decisiones.

Debemos estar prevenidos, por otra parte, de nuestros componentes irracionales que nos llevan a tomar decisiones basadas en meros impulsos o en una secuencia de falsos pensamientos, que hacen decidir o adquirir lo que no deseamos o a interesarnos por lo que no necesitamos en verdad, o a decidir basados en percepciones sesgadas.

Para poseer una forma de adecuada de pensar que evite los errores antes mencionados, Francis Bacon propone como punto de partida los sentidos: aquello que tocamos, vemos y sentimos. Para este filósofo a todo pensamiento le corresponde un saber sensorial, por ejemplo, al pensar sobre la felicidad le corresponde el placer. Por lo que las ideas son un conjunto de sensaciones reunidas bajo un nombre.

A partir de lo anterior, las ideas las debemos fundar en hechos, no en otras ideas o teorías. De lo que se trata es de identificar los hechos que fundamentan nuestras ideas y decisiones, si no hay hechos que fundamenten éstas estamos en una situación de ceguera o bajo el influjo de un prejuicio que nubla nuestro recto conocer. Desde esta perspectiva es valioso que contemos con una forma sólida para la creación y gestión de nuestro pensar, ya que así aseguramos nuestra efectividad y evitamos conclusiones erradas.

Para David Hume, el origen de las ideas esta en el conjunto de impresiones provenientes del mundo exterior o en las sensaciones internas; tales impresiones se transforman en ideas a partir de la actividad asociativa de: 1) Semejanza, la idea de dureza proviene de la resistencia que operan los materiales sobre nuestro cuerpo, esto es semejante en el vidrio o la piedra. 2) Contigüidad, esperamos encontrar detrás de la fachada de una casa, cocina, sala de estar y dormitorios, pues en nuestra experiencia esto se presenta de forma contigua. 3) Relación espacio-temporal, tenemos la idea de que todo lo que sube bajar, ya que cada vez que lanzamos algo hacia arriba este cae. Cada uno de estos tres elementos corroboran nuestras ideas.

Es en la experiencia y en la costumbre que las cosas se dan de una determinada manera y esto es lo que nos hace tener ideas estables sobre la realidad en que estamos. Para Hume, es a partir de la relación causa-efecto que fundamos nuestro conocimiento, hacemos una simple asociación realizada por la costumbre de experimentar algo de forma repetida, por lo cual concluimos que: de A se produce B.

En el plano del conocimiento, desde la perspectiva del empirismo, tenemos que aceptar que éste siempre depende de la experiencia concreta que lo demuestre, y que el saber alcanzado será siempre probable. En el plano ético y de la acción humana implica que las nociones de bien, mal, justicia, honor y otras, tienen su fundamento en la experiencia de utilidad y de placer. Estaremos del lado de las virtudes que nos resultan útiles para nuestra conservación individual y social. Esto significa que el fundamento de la ética es el sentimiento provocado por la experiencia de vida, por la aceptación, reconocimiento o sensación de bienestar personal y social que llegamos a tener cuando realizamos tales actos.

El empirismo filosófico encara los desafíos humanos dándole lugar privilegiado a la experiencia, al sentimiento y la costumbre. Esto quiere decir, que lo primero que debemos observar es si nuestros conocimientos e ideas están asentados en la experiencia concreta y si contamos como una forma de experimentación sólida. No interesan las ideas meramente especulativas; lo importante es contar con datos concretos para lograr la satisfacción de nuestros propósitos.


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín



lunes, 10 de febrero de 2020

LA RAZÓN Y NUESTRO ACTUAR






































Con el uso de la razón nos hacemos estratégicos, cuestionadores, capaces de poner en duda conocimientos que habíamos dado por ciertos, podemos dudar de esos saberes impuestos por autoridad; asimismo, tenemos la capacidad de cuestionar los saberes impuestos por la tradición. Esto nos permite pensar sin ataduras de autoridad, cuestionar nuestras propias conclusiones y gobernarnos a nosotros mismos.

Ahora bien, para hacer uso de la razón de la forma más adecuada es importante tener un método para pensar correctamente, para tomar decisiones, gestionar efectivamente nuestros haceres y producir eficientemente. En el hacer filosófico todo lo anterior se fundamenta en la “duda metódica”. La misma, expuesta por Descartes, consiste: 1) Rechazar cualquier  proposición que revele la más mínima duda sobre su veracidad. 2) No emitir ningún juicio de certeza sobre cualquier conocimiento que derive de una proposición que no sea absolutamente veraz.

Al asumir esos dos principios tenderemos un fundamento “claro y distinto” desde la razón. Descartes y la tradición griega nos han hecho dudar sobre el conocimiento que nos ofrecen los sentidos, por lo cual dirá Descartes “éstos a veces nos engañan y si nos engañan al menos una vez, entonces no pueden constituirse en fundamento de la verdad”. Debemos señalar que en ambos hay una búsqueda de la verdad absoluta, nosotros actualmente nos conformamos con una verdad contingente.

Descartes nos legó el idealismo y el subjetivismo, cuando en medio de su escepticismo constata que por el hecho de estar dudando y equivocándose, se revela a sí mismo, sin ninguna duda, que él “es una cosa que piensa”. En esto no hay duda; el pensar es la primera certeza absoluta que tenemos, es una verdad absoluta.

Esta certeza cartesiana inicia un método que solo tiene apoyo en la reflexión personal y racional, no busca ningún argumento de autoridad, ni en la fe ni en ninguna doctrina. Esto que ahora es tan común, es un desafío al sentido común, pues postula que la primera certeza es nuestro pensar y no el entorno en que nos desenvolvemos. Es del pensar que se derivan las pruebas de las existencias de esas realidades en que estamos inmersos.

A partir de acá, la razón no es asistida ni por la fe ni por ningún principio de autoridad ni por el sentido común, en tanto certezas. Esto es el triunfo de la razón. Lo cual significa que en el mundo de acciones prácticas no debemos ceder a los engaños de los sentidos, a la urgencia de tomar una decisión apresurada, a la autoridad de otros, o al deseo de querer que algo sea de cierta forma. Debe prevalecer la reflexión racional y mesurada.

Todo el discurso cartesiano nos lleva a actuar bajo principios sólidos y verdaderos, tener certeza firme ante cada juicio, conocimiento y opinión. Debemos ser responsables al emitir un juicio, éste no puede ser apresurado y debe contar con evidencia firme; debemos asumir una opinión fundada en un análisis consistente. Para asumir esta condición es necesario que seamos capaces de gobernarnos a nosotros mismos, para así conducir nuestros impulsos, emociones y distracciones de modo que éstas no entorpezcan el libre despliegue de nuestro pensar. Ya que no podemos confundir nuestra reflexión racional con nuestro querer, desear o sentir.

Es necesario que distingamos la certeza y la verdad. Tener la sensación de una certeza no es razón suficiente para sostenerla como si ésta fuese una verdad. Las intuiciones son un tipo de conocimiento que debemos considerar, pero hay que estar conscientes que no tienen un valor de verdad. Tomar lo aparente, lo que se dice o lo que se cree como verdad absoluta es muestra de nuestra debilidad en el recto pensar. A esto debemos estar atentos, porque nos desvía del pensar adecuado y del gobierno de nosotros mismos.

Los cuatro pasos fundamentales del método cartesiano para asegurar el recto pensar son:
• No admitir como verdad cosa alguna que no sea clara y distinta al pensar.
• Dividir los problemas en tantas partes simples como sea posible.
• Conducir ordenadamente la reflexión desde lo que es más simple de conocer hasta lo complejo.
• Hacer enumeraciones y revisiones para asegurar que no se ha omitido nada en el análisis.

Esto nos sirve para pensar y actuar, pues con ellos podemos producir, gestionar, seleccionar, tomar decisiones, comprar, invertir, entre otras muchas cosas. Del mismo modo, nos ayuda a definir con claridad nuestros objetivos y metas.

Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín

jueves, 6 de febrero de 2020

LIBERTAD Y RESPETO A NOSOTROS MISMOS






































Siempre nos planteamos crear un mejor individuo de nosotros mismos, buscamos eliminar nuestros temores e incertidumbres para saber qué tanto nos debemos fiar de ciertos principios, saber a qué responden éstos y en qué medida son capaces de reducir nuestra inestabilidad, minimizar nuestro temor y regular nuestros conflictos connaturales.

Para entendernos nos preguntamos cómo seríamos en un estado de naturaleza, en una situación previa a nuestro hacer actual. Suponemos que al explicarnos nuestro paso de lo natural a lo que actualmente hacemos comprenderemos lo que somos, del mismo modo que comprendemos los diversos aspectos de nuestro entorno. Que si darnos cuenta hace rato estamos en estas disertaciones.

Nuestro estado natural se caracteriza por vivir en una duda permanente con respecto a nuestro hacer, nuestra seguridad, a lo que somos y nos pertenece; pues escudriñamos cómo ganar una parcela en el mundo y defendernos de los roces que la convivencia genera. Nos percibimos desvalidos, y esto se da hasta en los que se creen más seguros de sí mismos.

Desde este punto de vista, pensamos que tenemos derecho a lo que aún no hemos alcanzado, y para ello debemos zanjar disputas que aún no se han producido. Todo nuestro hacer presenta situaciones de inseguridad, que nos obligan a defender lo que hemos alcanzado. Consideramos que solo somos nosotros lo que estamos en esa situación, sin darnos cuenta que es una situación general.

En esta situación estamos en un estado de guerra con nosotros mismos, lo cual puede poner en riesgo la relación con nosotros mismos. Debemos evitar extremar este estado para no convertimos en guasones de nosotros mismos, evitar ensimismarnos y separarnos de nuestras relaciones interpersonales. Lo que debemos hacer es hacer uso adecuado de nuestra voluntad de poder y asumir nuestro propio hacer.

Al defender y proteger lo que somos nos aseguramos a nosotros mismos. De allí la necesidad de fortalecer nuestras capacidades, de gobernarnos y administrar nuestro vivir con justicia usando la fuerza de la razón y la emoción con el fin de dar estabilidad y seguridad a nuestro vivir. Que es la función primaria de nuestro hacer, cuidarnos y defendernos.

Bajo esta inspiración, el foco de nuestro hacer es saber también cuánto producimos, cuánto ganamos y cuánto crecemos; saber si respetamos nuestro derecho de ser lo que aspiramos ser, que se traduce en nuestra libertad a elegir y en el resguardo de nuestra privacidad, entre otras cosas. Si tutelamos nuestro derecho a ser lo deseamos no cometemos ninguna falta ni nos sentimos amenazando.

De ese modo, nos incentivamos, nos reconocemos y nos damos los beneficios que nos corresponden en nuestro pensar-hacer, al estar basado éste en criterios justos y aceptados por nosotros tenemos las posibilidades de reconocimiento y beneficios, a que aspiramos. De lo contrario, estaríamos permitiendo un estado desfavorable de nuestro pensar-hacer.

Debemos revisar de forma racional y justa como llevar adelante nuestro hacer, para ver con claridad las oportunidades en las que podemos participar. Pues cualquier conflicto nos aparta de lo que queremos y altera la visión sobre nuestras metas. Para evitar esto necesitamos asegurar la claridad de nuestro pensar y así poder generar prosperidad.

Debemos tener la valentía de hacer uso de nuestras fortalezas, con el objeto de cumplir las metas que nos hemos propuesto. Debemos ejercer nuestra responsabilidad para promover nuestros actos, tomar las decisiones favorables y asumir el comportamiento adecuado a nuestros fines.

Porque somos, de alguna manera, nuestra creación y ésta tiene sentido en la medida que cumplimos nuestros objetivos y metas, nos damos así más capacidad de acción y amplios horizontes de significados. En esto está comprometido nuestro hacer inteligente que requiere grados de libertad.

Un punto crucial para medir nuestro ser es evaluar el grado en que cumplimos nuestras responsabilidades, pues esto revela el valor que le damos a nuestros compromisos y la disposición que tenemos de cuidarnos para no dejar decaer nuestro pensar-hacer. En ello consiste la libertad y el respeto a nosotros mismos.


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín

sábado, 1 de febrero de 2020

GOBERNAR



El arte de gobernar, en su sentido externo e interno, tiene muchas interrogantes, tomemos algunas: ¿Somos capaces de tomar decisiones que no sean del agrado de todos? ¿Qué capacidad tenemos para liderar? ¿Cuál es nuestra capacidad en el manejo de crisis? ¿Qué grado de autoridad tenemos en nuestro entorno? Qué responderíamos a estas preguntas.

El primer aspecto del gobierno externo, no del gobierno de sí mismo, tiene algo que ver con lo que llamamos empatía, esto es, que se centra en la generación de vínculos afectivos con las demás: que lo quieran a uno, que lo admiren, que lo sigan, como si el amor fuese la fuente que asegura la autoridad. Pero esto no es del todo correcto, aunque sirve para manejar muchas situaciones.

Gobernar se mide por la capacidad de manejar y enfrentar crisis. Pues como dice el dicho gobernar en tiempos de paz y prosperidad es asunto fácil, lo complicado es en momentos difíciles. Por esta razón, es que nos debe interesar conocer cuál es nuestra capacidad para tomar decisiones que no sean del agrado de todos, porque en los momentos de dificultad no puede temblarnos la mano, ya que nos podría costar el gobierno.

La característica fundamental de los humanos es la inestabilidad, somos seres cambiantes en nuestros deseos y preferencias, queremos algo un día y otra cosa al siguiente; prometemos fidelidad en tiempos de bonanza y rompemos la misma en momentos de escases; vivimos deseando múltiples cosas. Por eso fundar el poder en esa volubilidad es un sin sentido, ya que no podemos prever cuál será nuestro comportamiento. Por eso, Maquiavelo que sabía de estas cosas, recomendaba fundar el gobierno en la “fuerza propia”, lo que él denominaba «la virtú». ¿Qué es la fuerza propia?

La fuerza propia se compone de cuatro elementos: 1) Prudencia, la más importante de las cuatro, es la capacidad de observar los riesgos y las posibilidades cuando están emergiendo para tomar las acciones oportunas. 2) Potencialidades propias, es decir, nuestras fortalezas y capacidades, para ejecutar acciones y tomar decisiones que muestren nuestra autoridad y poder; nadie puede dudar quien gobierna. 3) Saber asociar, es la capacidad de generar coaliciones, acompañamientos, apalancamientos, de generar apoyo para el ejercicio del gobierno; capacidad, porque sin una buena coalición es imposible gobernar. 4) Dominio del relato, es la construcción de un relato que aumente la lealtad y adhesión, que inhiba las acciones que amenazan el gobierno; aunque este relato tiene la finalidad de consolidar la confianza y el cariño está fundado en la autoridad.

Prudencia para prever y actuar en forma oportuna y adecuada; potencialidades propias para ser reconocido como autoridad; saber asociar de manera adecuada para consolidar el gobierno, y el dominio del relato con elemento vinculante para procurar adhesión; son las cuatros características fundamentales para ejercer el gobierno.

Todo gobierno necesita consolidarse y aumentar su poder, para esto es necesario transformar la prudencia, las potencialidades propias, el saber asociar y el dominio relato en mecanismos adecuados para el ejercicio del poder y la resolución de problemas.

Con estos elementos podemos convivir y reducir las tensiones, conformar un vivir reglado y ordenado que nos permita hablar pacíficamente; hacer de la prudencia una institución para minimizar los roces que se presentan diariamente, desarrollar nuestras potencialidades para disuadir a quienes se nos quieren imponer y el relato lo conformaremos a partir de la identidad común que nos une.

Por todo lo anterior, nuestro vivir requiere prácticas, políticas y mecanismos para que las naturales tensiones que se presentan puedan discutirse y llegar así a una solución; requiere de recursos propios de poder que nos hagan respetables y escuchados, lo que nos da influencia social y liderazgo, nos confiere identidad y unidad interior.

Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín