sábado, 28 de diciembre de 2019

ORDENAR NUESTRO VIVIR

Desde hace tiempo nuestro vivir se concibe como sometido a un permanente cambio, comprendemos nuestra vida personal y organizacional a partir de este supuesto; creemos que el cambio y la incertidumbre constituyen las características distintivas de nuestro hacer.

Tal creencia se ha generalizado y estamos seguros de que el éxito está en la capacidad de adaptarnos a los cambios y las incertidumbres, está en la velocidad que tengamos para cambiar de paradigmas, de poner a un lado lo que ha caducado y asumir lo nuevo.

Pensar que el cambio y la incertidumbre es lo verdadero se explica por tres aspectos dados en el pensamiento moderno.
Primero, se dejó de conversar con la historia del pensamiento olvidando que desde Heráclito una de las preguntas fundamentales era la comprensión del cambio.

Segundo, se dio la incomprensión de la estructura de la realidad, donde el cambio es condición de todo lo sensible; todo en la naturaleza está sujeto al ciclo de nacimiento, vida y muerte, esta es la condición esencial de lo vivo: la transformación.

Tercero, se produjo la desconexión total con una “verdadera realidad” que trasciende al mundo sensible y es la que le da existencia, sentido y comprensión.

Estos tres aspectos serían indicios para Platón de que estamos sumidos en la caverna viendo solo sombras de la realidad, y nos reprocharía el filósofo que por estar tan asombrados con la idea del cambio nos hemos olvidado que a pesar de todas las transformaciones que nos ocurren a lo largo de nuestra vida seguimos siendo humanos y que las organizaciones, por su parte, aunque sufren muchos cambios siguen siendo las mismas.

Para Platón, la verdadera realidad la constituye el inmutable mundo de las Ideas. Desde esta perspectiva, nuestras frustraciones e impotencias se deben a que buscamos en el mundo sensible realizar actos y tener relaciones ajustadas a la realidad del mundo de las ideas, y olvidamos que nuestros actos y relaciones solo participan en diversos grados de ese mundo y nunca serán expresión plena de él, porque vivimos en mundo imperfecto y sometido a cambios.

La perspectiva platónica nos lleva, en primer lugar, a comprender que nunca habrá total plenitud ni perfección en cualquiera de nuestros actos y relaciones. Debemos asumir esta realidad, pues por el contrario nos generaremos frustraciones. En este mundo nunca lograremos el matrimonio soñado, ni el producto final perfecto ni el jefe inigualable ni la satisfacción plena de nadie.

En segundo término, Platón nos hace comprender que al aceptar nuestras limitaciones nuestras acciones estarán orientadas hacia el mundo ideal, esto es, hacia el mundo de las Ideas: bello, lo verdadero, lo bueno y lo justo. Porque la imperfección de nuestras acciones y relaciones tienden hacia la búsqueda de lo ideal.

En tercer lugar, el filósofo nos hace ver que al liderar organizaciones y equipos humanos siempre estamos ante las amenazas de la decadencia y la descomposición de éstos. Por tanto, la función crítica y esencial de un líder es evitar la desintegración del equipo y la organización[1].

Las organizaciones al tener políticas de comportamiento, de compromisos y atención a los valores en las relaciones interpersonales, su cultura se degrada más lentamente porque se busca lo ideal. En esta búsqueda se tratan de evitar malas prácticas, malas comunicaciones, el desorden del poder, la falta de calidad y la ausencia de valores, todo esto porque en nuestro hacer tendemos al mundo de las Ideas platónicas.

El rol del líder es administrar el presente, con sus problemas y urgencias, llevando a la organización al ideal proyectado. Un ideal que debe ser satisfactorio para todos los miembros por ser justo y querer alcanzar una meta perfecta y admirable; de esta manera las acciones del líder y de los miembros se acercan a las propiedades del mundo de las Ideas.

Por el contrario, si solo nos dedicamos a lidiar con el día a día, a resolver metas inmediatas, es decir, lo urgente, estaremos encerrados en la caverna viendo y gestionando sombras. Y nos olvidamos de lo que es realmente importante, cuya misión —en sentido platónico— sería construir un ideal personal, de equipo y de organización.

Aunque estamos en mundo de contingencias, de cambios y mutaciones, nuestras acciones y actos se dirigen a alcanzar unos ideales que están más allá de los cambios permanentes. Son estos ideales los nortes que guían nuestros haceres. Por ello, ante nuestro hacer Platón nos preguntaría ¿Cuál es la idea de organización justa, armónica y buena que orienta nuestra gestión? ¿Qué Idea dirige nuestro hacer? ¿Cómo organizamos ésta?


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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Twitter: @obeddelfin



[1] Entendamos que una organización puede ser una empresa, una familia, un matrimonio, un grupo de amigos…

sábado, 21 de diciembre de 2019

ACUERDOS JUSTOS

Unas de las cosas buenas que nos legaron los sofistas, y hay que agradecerles, es habernos abierto los ojos sobre el hecho de que tenemos que lograr acuerdos justos sobre los honorarios a cobrar por las asesorías filosóficas. Vieron que el conocimiento tiene su valor monetario y eso es justo, no eran ningunos remilgados en este aspecto.

Otra cosa que nos enseñaron fue apreciar y saber manejar el poder de las palabras, de los gestos y las emociones, el poder que éstas tienen para influir, convencer y movilizar a los demás en diversos ámbitos de la vida. Saber utilizar el poder de las palabras es algo importante en el diario vivir, sino sabemos esto vamos a la deriva. Porque nunca sabremos cuando nos utilizan con ellas y nosotros no sabremos hacer uso de las mismas.

A través de esta perspectiva pragmática y relativista reconocemos que las personas tienen distintas visiones e interpretaciones del mundo, ninguna es más verdadera que otra y cada interpretación se relaciona con los intereses, deseos y perspectivas de cada quien. Esta es una realidad porque los clientes, por ejemplo, tienen una visión particular de una organización, los trabajadores otra y los propietarios tienen otra.

Lo relevante es comprender que tales visiones e interpretaciones son la realidad de cada persona y grupo, y éstas nacen de sus intereses particulares y necesidades, las cuales se transforman en formas de actuar, sentir y pensar. Esto es lo que debemos tener en cuenta para sortear la complejidad de nuestras relaciones interpersonales.

Lo anterior nos hace entender que lo relevante para que nuestras ideas sean consideradas dentro de una organización, un grupo o por una persona, es que las mismas interpreten correctamente el universo de interés de quienes toman las decisiones que tengan capacidad para implementar los proyectos. Lo que determina el éxito de una idea no es la racionalidad sino el poder de convencimiento y realización fundado en un universo de intereses.

Lo que queremos lograr y nuestros objetivos están enmarcados en un conjunto de interpretaciones y de intereses, así mismo sucede con las demás personas, los grupo, las organizaciones; cada quien debe influir, crear su proyecto y estar dispuesto a movilizarse de acuerdo a ese universo de interés. A partir de ahí se contará con la capacidad de movilizar recursos, decisiones y acciones a partir del poder de las palabras.

Para los sofistas ni lo absoluto, ni lo permanente ni lo trascendente existen; cuestionan la posibilidad de un conocimiento objetivo y dudan de que la comunicación se funde en una comprensión plena. Para ellos, cada persona o grupo tiene su forma particular de ver el mundo, la comunicación se fundamente en la capacidad de convencer y el entendimiento mutuo es un dato inseguro, por lo cual el resultado de nuestras interacciones interpersonales son resultado del esfuerzo de comprensión.

En el plano de la dirección de personas, los sofistas señalarían que la incapacidad de acción y las barreras de ejecución se encuentran en las historias que las personas se cuentan a sí mismas y sobre los otros como si éstas fuesen verdades absolutas: etiquetamos o clasificamos a una persona o un asunto como difícil y así lo tratamos de ahora en adelante sin averiguar si en verdad es así o no; de esas verdades proviene la inoperatividad de nuestras acciones.

Nuestra resistencia a los procesos de cambio sean personales, grupales, tecnológicos… tiene su raíz en qué pensamos, en qué sentimos y cómo evaluamos el proceso que atravesamos más allá de las características del sistema que se implementa. En estos casos, la función del liderazgo está en la construcción de relatos capaces de dar dirección, sentido y capacidad de acción a las personas en función del universo de intereses en que éstas se encuentran inmersas.

A partir de lo anterior, la principal preocupación de los sofistas sería conocer cuáles son las claves desde las cuales nos contamos nuestra historia, proyectamos nuestro futuro y vivimos el presente, pues en ese relato se juegan nuestras posibilidades futuras.

Los sofistas exigirían una definición clara de nuestros intereses y expectativas dentro de una organización y en nuestro vivir: ¿Hacia dónde queremos ir? ¿Cuál es el camino que debemos seguir para lograrlo?... La actitud con respecto a nuestras historias personales debe estar dirigida a investigar el poder de acción que emerge de ellas. No podemos estar interesados en ser condescendientes ni complacientes con lo banal, tenemos que enfocarnos en mejorar nuestros indicadores, renunciar a esas historias inadecuadas que solo nos sirven para justificar lo que no pasa y nos restan capacidad de acción.


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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Twitter: @obeddelfin


sábado, 14 de diciembre de 2019

KENTUKIS

Kentukis[1] nos inserta en el mundo de la técnica y la tecnología, dónde ambas como criaturas emancipadas hacen todo lo posible para sobrevivir terminando por dominarnos y convirtiéndonos en sus súbditos; han terminado por atraparnos.

En la novela de Samanta Schweblin se plantea la «astucia de la técnica»[2] que a imagen de un Golem se conduce a metas diferentes a la que originariamente le habían sido trazadas ejerciendo sobre nosotros su poder de dominación.

La interpretación sobre la astucia de la tecnología y la técnica considera que éstas son la causa de la «refrigeración de lo social»[3], que consiste en el enfriamiento y congelamiento de nuestras relaciones interpersonales debido al aislamiento provocado por ella mismas. Tal crítica señala que éstas nos han llevado a la pérdida de las solidaridades humanas y comunitarias, que constituyen la especificidad de las sociedades históricas, al abandonarnos unos a otros.

La crítica del siglo XX y XXI a la tecnología, es que gracias a ésta el aislamiento humano se ha convertido en la característica de los habitantes de las ciudades contemporáneas, lo cual ha contribuido al encierro en nosotros mismos, fundamento de las sociedades solitarias de hoy día. En medio de toda esta tecnología nos hemos terminado por convertir en sujetos asociales, es la opinión que prevalece cuando se alude al detrimento social causado por la cibercultura.

Para Maffesoli, y esto lo apreciamos en Kentukis, se produce una inflexión dentro de la cibertécnología, la cual consiste en que lo arcaico social se manifiesta en ella. En el ciberespacio apreciamos los afectos y recreaciones de los vínculos sociales, el arcaísmo social pervive dentro y se refuerza dentro la misma técnica a niveles sin fronteras. Los vínculos sociales siguen interactuando en el ciberespacio como formas de relación, Facebook y WhatsApp son sus expresiones más resaltantes. En el caso de Kentukis son esos aparatos homónimos.

En el ciberespacio se establecen nuevas formas sociales de relaciones, donde lo arcaico nos remite a las características primarias de nuestra naturaleza de los vínculos sociales manifestados en la capacidad de fantasear e intercambiar socialmente. En el caso de los Kentukis se construyen relaciones a partir de lo inmaterial, en un imaginario desarrollado en el cuerpo de las redes sociales; es una realidad inmaterial, una ficción a manejar.

Las redes sociales han generado una nueva sociabilidad, han conformado nuevos sitios comunitarios, un nuevo «reencantamiento del mundo» dice Maffesoli. Cada día hay más usuarios en las redes sociales, que buscan un espacio de expresión e intercambio, allí se dan todas las manifestaciones humanas. Se difunden en estas redes sociales: los problemas y las inquietudes personales, las creencias y las dudas, se buscan amantes, se difunde pornografía casera, manifestaciones artísticas, noticias, mentiras… En realidad, se busca al otro.

Toda esta trama constituye la búsqueda de vínculos sociales, según el interés de cada quien. En esto hay tipos de sociabilidad, en oposición a la idea racional y demasiado rígida de lo que es social o en oposición a lo social institucionalizado. La sociabilidad en el ciberespacio restituye la dimensión simbólica de la existencia y acentúa el hecho de que la sociedad se basa en el valor de las cosas que no tienen necesariamente un precio. Con todas las consecuencias que esta socialización posee.

El arcaísmo social en las redes sociales se expande cada día, es un acontecimiento. Lo arcaico de buscar a los otros para relacionarnos es lo que obra en contra del aislamiento de la tecnología y del congelamiento social. Lo que se da en este acontecimiento social un lugar horizontal por la fusión entre la tecnología y el arcaísmo social, al ser un lugar que establece vínculos entre iguales.

Facebook remite a una horizontalidad donde podemos intercambiar con y entre otras personas, aunque se ejerce el dominio vertical en la censura avalada por unas normas comunitarias del propio sitio web; o se abren blogs u otros instrumentos para publicar sin que haya un jurado que juzgue previamente lo publicado. De allí que haya expresiones como «este es mi facebook o este es mi blog  y publico lo que quiero».
Hacer conocidos e intercambiar en las redes sociales despliega nuevos roles de social, donde lo intempestivo e inatrapable encuentran una nueva actualidad en la cibercultura, que permite convertir la propia vida en algo otro que impregna la totalidad de la existencia social. Cualquiera dice búscame en facebook o en instagram como antes decían que lo buscaras en la calle tal o en el barrio tal. Este acontecimiento de-construye la forma social existente hasta ahora e impone otra forma.

Esto es lo que ha estado sucediendo. Podemos sin demasiadas dificultades encontrar gente afín a nuestros intereses por la variedad de gustos —sexuales, musicales, deportivos, consumistas, religiosos, filosóficos— encontraremos allí quien le dé «me gusta» a lo que publicamos.

A partir de esto generaremos una comunidad social como instinto básico de todo humano. Hay en las redes sociales un hormigueo cultural y a partir de éste vamos elaborando intercambios, donde lo que se va instituyendo se burla de lo instituido. En este nuevo entramado se ponen en juego nuevos vínculos, pues en el ciberespacio cualquier cosa tiene su espacio. Es el crisol de una nueva y vieja vida social.

En el caso de Kentukis la historia termina desgarrada, pero asimismo se ocurre en lo social instituido. Lo que percibimos en la novela de Schweblin es que nos aferramos a ese arcaísmo social que busca del roce, del intercambio aunque éste termine en desgracia, que es buena parte de la historia social de las personas.

Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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Twitter: @obeddelfin




[1] Kentukis. Novela de Samanta Schweblin.
[2] Ver, Michel Maffesoli. El tiempo de las tribus.
[3] Ver, Michel Maffesoli. Iconologías nuestras idolatrías posmodernas.

sábado, 7 de diciembre de 2019

IRONÍA PARA VIVIR

La ironía es un instrumento para ser capaces de reconocer nuestra ignorancia y darnos cuenta que vivimos de muchas ilusiones, ésta nos abre el camino para encontrar el sentido que motoriza nuestro pensar-hacer; no es suficiente leer una definición de justicia para transformarnos en justos ni que un coach nos entrene con un set de declaraciones fundamentales para luego salir a pregonarlas.

Lo que nos mueve, lo que es capaz de alimentar nuestra acción y sostenernos en medio de dificultades y cambios es lo descubrimos en nuestro interior, es ahí en nuestro pensar-hacer donde debemos encontrar nuestras respuestas, el sentido y el significado de nuestro vivir.

Con nuestras acciones conviven meras opiniones y juicios infundados que nos hacen perder el sentido de nuestros asuntos, pero a la vez conviven verdades de sentido que nos conducen por el camino adecuado a nuestros fines y que nos hacen ser capaces de encontrar lo que es adecuado nuestra hacer.

La propuesta filosófica nos muestra que somos nosotros quienes debemos buscar las respuestas que ya de alguna manera poseemos; la filosofía práctica nos ayuda a través del diálogo a encontrar eso que estamos buscando, a vencer los prejuicios, a superar las creencias y apasionarnos por el descubrimiento de lo que hacemos.

El arte de preguntar y la ironía son el legado socrático que nos ayudan a encontrar la verdad de nuestros sentidos de vida y la fuerza que nos impulsa a actuar. Preguntar es reconocer nuestra ignorancia y nos abre a la búsqueda de los sentidos vitales, nos permite encontrar el sentido de nuestro hacer a través de la reflexión; al preguntar buscamos derribar mitos, prejuicios y creencias para encender la voluntad que nos lleve a actuar según nuestras metas.

El arte de la mayéutica, implícito en el diálogo, nos permite alumbrar nuestros procesos productivos y revisar nuestra capacidad de reflexión a través de preguntas abiertas, que nos llevan hacia las respuestas que esperamos encontrar para motivar nuestra acción. Esto supone dominar el arte de dialogar y tener la capacidad para encontrar los sentidos de nuestro pensar-hacer, tener confianza para encontrar respuestas a las preguntas fundamentales.

Lo anterior nos lleva a plantearnos algunas preguntas, por ejemplo, ¿tenemos el valor para despojarnos de nuestras creencias y prejuicios errados? ¿Tenemos una actitud abierta al diálogo? ¿Somos capaces de actuar en consecuencia a los sentidos de vida que descubrimos? Dar respuestas acertadas a estas interrogantes nos abre el camino a la reflexión y a un hacer adecuado.


Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín
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Twitter: @obeddelfin