jueves, 25 de junio de 2015

«ZONA DE CONFORT» O DE CONFORMISMO Y RESIGNACIÓN: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La extraña llamada «zona de confort» es considerada un estado de comportamiento, en el que la persona se desenvuelve en condiciones de «ansiedad neutral», al hacer uso de conjunto de comportamiento que le permiten conseguir un nivel de rendimiento el que no hay ningún sentido de riesgo; según Alasdair White «From Comfort Zone to Performance Management». Por otra parte, se señala que la «zona de confort» es un estado de comportamiento cómodo, dentro de la cual una persona opera en una condición «neutra de ansiedad», al usar un conjunto limitado de comportamientos para realizar un nivel constante de desempeño sin sentido de riesgo.

Algo extraño, que exista un estado de confort en el cual la persona está en un estado de ansiedad, parece esto una contradicción. Aun cuando se hable de «ansiedad  neutral», algo por demás que contribuye a aumentar el desconcierto. Una persona ansiosa pero neutra es una contradicción. ¿Qué significará para White «comfort»?   

En otro ámbito, se habla «zona de confort» a un «conjunto de límites» que la persona ha terminado por «confundir» con el marco de su íntima existencia. En este sentido, la persona aparentemente está engañada consigo misma; ya que está confundiendo estados de su existir. Por otra parte, se indica que las personas en esta zona «han renunciado a tomar iniciativas que les permitan gobernar sus vidas». Podemos señalar que las personas no tienen su propio gobierno, son esclavas de alguien o de algo. 

Otro aspecto a considerar es que la «zona de confort» es un tipo de «condicionamiento mental» que una persona causa para «crear y operar las fronteras mentales que no son reales»; tales límites crean un sentido de seguridad infundada. La persona tiende entonces a permanecer en esta zona. Desde este punto de vista, el sujeto está enajenado con respecto a la realidad que lo circunda. Por esta razón, se refugia en una pseudo zona de seguridad con el fin de encontrarse cómodo con respecto a sus aspiraciones y no sentir presiones de ese entorno que le resulta agresivo.

La «zona de confort» se da en cualquier nivel socioeconómico, lo que genera formas particulares de «zonas de confort», pueden ser éstas individuales o colectivas. La diferencia radica en las aspiraciones y valores de las personas de cada nivel socioeconómico. No obstante, más que una zona de confort, eso parece de una «zona de conformismo» o «zona de resignación» para usar términos más adecuados. ¿Por qué se insiste en usar un término inadecuado?

Una tendencia señala que «permanecer en nuestra zona de confort es señal de conformismo, ignorancia, miedo, falta de confianza, falta de nuevas aspiraciones y falta de ambiciones». Todo esto acusa que lo que hay es un «estado de resignación y conformismo»; el cual puede estar oculto por capaz o pliegues sociales que lo mitigan. Además, se considera que «permanecer en zona de confort no es de ninguna manera positivo». Por lo que siempre se insiste que hay que salir de la «zona de confort», sin preocuparse del problema de los términos. Como si fuese ofensivo a White.   

            Puede parecer fatuo dedicar un momento al término «confort», pero es necesario. El diccionario indica que es un galicismo procedente de la palabra francesa «confort», que a su vez es un anglicismo procedente de la palabra inglesa «comfort». Es aquello que produce bienestar y comodidades, sensación agradable para realizar alguna actividad. Es una percepción de bienestar físico, mental y social.

Desde esta perspectiva, el desarrollo individual y social está vinculado con el nivel de confort que brinda el entorno donde se habita. El lugar debe ofrecer condiciones apropiadas para que los individuos y la comunidad se desarrollen; refiere esto a lo construido, el ambiente natural y las relaciones que en éstos se expresan y desarrollan. Es una necesidad para la salud física, psíquica y social. Y esto se logra con mucho trabajo y dedicación. Por ello, hablar de zona de confort de la manera que se ha expresado antes parece un contrasentido.

En este hábitat confortable se establecen vínculos sociales, y con el lugar se establece una «topofilia» de importante significación; este sentimiento representa un afecto en la constitución social y personal de los individuos, ya que establece una fuerte vinculación con la emoción social e individual. Pues el morar conforma un todo inseparable con el habitar y el pensar, lo que ofrece un verdadero estado de confort.

Estamos en una situación de confort cuando alcanzamos un estado de bienestar físico, mental y social. Que dependen de diversos factores personales y sociales; además de aspectos físicos que nos permiten tener comodidad con las personas de nuestro entorno. Los límites de las condiciones de bienestar varían según la edad, el sexo, el estado físico, los aspectos culturales y modos de vida, las prácticas cotidianas, las actividades que se desarrollan…

            Se puede reclamar que de esto no trata la «zona de confort» a la que alude White, y estoy de acuerdo. Pero hay una distorsión en el término y es lo que he querido hacer notar. ¿Por qué si he alcanzado una zona de confort quiero salir de ella? Cualquiera diría es absurdo, lo que deseo salir es de una zona de perturbación, o de este encontrarme en un estado de resignación y conformismo.

Ahora bien, este mercado del éxito plantea lo siguiente: «Una vez que llegamos a nuestra zona de comodidad, podemos tomar un leve descanso, pero hay que considerar que estamos en un escalón, y que existen otros escalones que subir». Ya no estamos en una zona de confort, sino que ésta está subsumida en «zona de presión» que empuja permanentemente al sujeto a nunca detenerse. El sujeto no tiene respiro. Está en la ansiedad del constante fluir, y esto último lo venden de manera muy linda. Para ello, recurren a Heráclito, quien dijo que «la guerra es la madre (padre) de todas las cosas».

Agrega este mercado de la permanente «zona de presión exitosa»: «existe gente que a base de trabajo y esfuerzo ha logrado llegar a una zona de confort. Eso es excelente, ya que significa que han cumplido sus aspiraciones. Lo malo es que cuando lleguen a esa zona, se queden ahí». Nunca te puedes detener, estás condenado a la «zona de Sísifo»; hago referencia al mito. Por último, «lo importante es recordar que nada en este universo es estático, y si uno no mejora, entonces va en sentido contrario». Ningún esfuerzo valdrá, porque en el momento que te detengas serás un perdedor. Según la «zona de confort» estás condenado.



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martes, 2 de junio de 2015

«A ESE LO CAMBIO YO» MUJERES AQUÍ Y AHORA: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La expresión «a ese lo cambio yo» es muy común en mujeres veinteañeras que están iniciando el convivir o están de noviazgo con un hombre; no así en mujeres de más edad. Ya que a éstas últimas parece que las vivencias le han demostrado, por alguna vía, que eso parece no ser posible. Ahora bien, ¿por qué se persiste en este intento?  ¿A qué se debe esta aspiración veinteañera?

            La expresión en cuestión se tiende a expresar cuando el hombre hace alguna acción o acciones que «parecen» no gustar. Primero, tales acciones parecen no gustar a la mujer; segundo, las acciones parecen no gustar al entorno femenino de la mujer. Ante la crítica de tales acciones ¿Por qué se da esa solidaridad con el entorno femenino? ¿Por qué se hace esa declaración de cambiarlo?        

            ¿Qué influencia tiene el entorno femenino sobre el pensar de la mujer? Para que ésta se vea en el trance de prometer llevar a cabo tal acción. Acaso tal expresión ¿es solo un tropo de la conversación inter-femenina? Por otra parte, si la mujer gusta de un hombre o quiere a un hombre, ¿por qué ésta quiere cambiar al sujeto de su gusto o de su querer? ¿Qué hace que se sienta con el poder de transformar al otro?

            ¿Cuáles son las pulsiones que anidan en esta frase? La expresión debe tener una arqueología en la emocionalidad femenina. En el mejor de los casos, las mujeres terminan aceptando que ese hombre es así y no hay ninguna consecuencia que lamentar. En el peor, ya es otro cantar. Pero, la frase se repite, es algo cíclico. Propio de la observación de Úrsula Iguarán, quien veía que el mundo parecía que se repetía una y otra vez. 

            ¿Por qué se promete cambiar al sujeto? Incluso se dice con cierta arrogancia, para afirmarse ante los demás. ¿Hay acaso cierto atisbo de inseguridad? Y a ésta hay que exorcizarla invocando tal declaración. En muchos casos, creo que tal declaración es algo que se plantea en la conversación inter-femenina y ahí termina. Sin embargo, ¿por qué termina allí, si en verdad existe una molestia por las acciones del hombre? ¿Por qué no se aborda el tema con el sujeto en cuestión? Ya que es éste quien puede producir el cambio.    

¿Qué pretende, en verdad, la mujer que dice tal expresión? La piensa de manera reflexiva o tal frase es solo «un aliento de aire». O es una fanfarronada femenina, así como existen las masculinas. Algo que se dice al boleo sin ningún contenido. No obstante, la aspiración fallida de cambiar al otro conlleva a intensas decepciones, cuando la situación degenera en comportamientos violentos.    

Con respecto a la fanfarronada femenina, en muchos casos hay un mal manejo conversacional o comunicacional entre los implicados en la situación. No se sabe llevar a cabo un diálogo constructivo, por muchas causas. No estoy diciendo que la mujer no sabe realizar un diálogo constructivo, digo a los implicados. Porque un diálogo se hace entre dos. En el caso, de querer que una persona cambie una acción que realiza, es necesario hacer una «declaración de deseo»     

            ¿Se llega a hacer esta declaración? Y otra cosa ¿cómo se hace tal declaración? Porque puede ser que se haga, pero el cómo se hace influye es importante. Ya que puede ser que no sea una «declaración de deseo». Otro aspecto, la arrogancia es potestad de ambos sexos, si la declaración de «a ese lo cambio yo» tiene un acento imperativo, lo más probable es que haya un choque de personalidades. Otro aspecto a considerar.

            Retorno, a unas interrogantes iniciales. ¿Por qué la mujer se siente obligada a hacer esa declaración? ¿Qué le hace creer que tiene la potestad para cambiar a otro sujeto? La primera pregunta es una trampa entre el mundo femenino, porque hay algo que la hace que ella se comprometa ante éste. Incluso, sin que aparentemente nadie se lo haya exigido. Es una trampa porque parece una declaración de feminismo, está obligada a hacer tal fanfarronada. A darse importancia a sí misma, sin medir la dimensión de tal declaración.

               Además, la importancia de sí misma está mediada por el otro. En hacer una conquista como quien conquista un botín. En esta apuesta le va la vida, en muchos casos la apuesta es triste. Se compromete con el mundo inter-femenino no con ella, y aquí está la segunda trampa. Ahora no puede desistir de llevar a cabo el cambio que ha prometido, el orgullo está de por medio. El orgullo es mal consejero.  

            En medio de esta trampa, se persiste de manera ciega. «A trancas y barrancas». Se permanece en una declaración inicial irreflexiva, lo que no da cabida a la reflexión. En muchos casos, se persiste por tener una vida constituida por sentimientos que generan relaciones confusas. Y en estas relaciones confusas, el orgullo parece un adalid de salvación. No obstante, permanece la interrogante, ¿Qué hace que una mujer declare «a ese lo cambio yo»?     


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