La procura de intentar comprender para
después ser comprendido es la posibilidad que atiende la actitud valiente
cuando ésta va unida con el respeto. Pues, exige valentía y respeto el no ser
comprendido primero, aquí nuestro ego es apaciguado ante el otro; miramos al
otro antes, por un momento, de mirarnos a nosotros. En esto, tal vez, consiste
la valentía de la cortesía.
Ahora bien, esta actitud tiene un
fundamento sólido en la reflexión, cuando hablo de reflexión hablo de lo
emocional-racional como un todo. Reflexionar sólo sobre los problemas a los
cuales me enfrento es, posiblemente, la causa originaria de casi todas las
dificultades de la gente, que es el problema básico del diálogo en el que no
hay comunicación. Puesto que no escuchamos, a veces
ni siquiera a nosotros mismos, con empatía; con esa identificación
mental-afectiva de un sujeto que se pone en el estado de ánimo del otro.
Aun cuando escuchamos desde dentro de nuestra
propia autobiografía. Debemos desarrollar la habilidad y la actitud de la
empatía. Necesitamos de nuestra aprobación y de nuestra valentía para desarrollar esa habilidad para escuchar primero, pues
ésta requiere mesura y respeto para con el otro. Y por naturaleza parece que
somos seres egoístas.
La disposición para comprender requiere
valentía y consideración, ya que en el continuum
de la vida uno avanza desde los instintos de luchar y huir hasta alcanzar una comunicación en ambos sentidos, una comunicación
comprometida con el otro, y en ésta se hace necesaria que la valentía y la
consideración estén lo más equilibradas posibles.
El despliegue de esta disposición es una
actitud cooperativa, sinérgica señalan algunos, que conlleva en sí una actitud
creatividad, pues hay que crear algo. Y este crear no
es algo individual, es
crear a través de dos actitudes respetuosas que en el diálogo encuentran
alternativas de solución mucho más acordes para ambos. Esto, en particular,
cuando las conversacionales son negociaciones posicionales.
Muchas de nuestras conversaciones, sin
darnos cuenta, son negociaciones, son regateos posicionales en las cuales está
implícita la búsqueda de un compromiso. La madre que
intenta convencer a los hijos de que hagan algo, las relaciones maritales están
sustentadas en conversaciones de regateos posicionales… De allí, la necesidad de entra en diálogos cooperativos,
y no en monólogos de mando. Ya que en la conversación cooperativa se abandona
la posición personal, y se abre uno a comprender las necesidades e intereses
básicos y profundos del otro, en función de alcanzar alternativas de solución
para satisfacer a ambas partes.
Si uno aporta
el espíritu del trabajo en equipo, espíritu que no sólo es laboral, comenzamos
a construir vínculos intensos, donde cada uno de nosotros subordinamos,
voluntariamente, nuestros deseos inmediatos en función de relaciones a largo
plazo. Pues nos hacemos responsables de nuestras actitudes y comportamientos personales y
colectivos, podemos así mismo elegir nuestras
respuestas en cualquier circunstancia.
Con una actitud de valentía y
consideración nos comunicamos francamente con los demás, y tratamos de crear
soluciones donde todos ganamos. Con esta actitud de valentía y respeto
abandonamos la «comunicación defensiva», y pasamos a
establecer transacciones de compromiso, hasta alcanzar alternativas y
transformaciones cooperativas y creativas en la construcción de nuestro hacer.
En estas transacciones de compromiso nos renovamos
a nosotros como individuos particulares e individuos colectivos. Al estar en
esta renovación constantemente dejamos de actuar con estilos y sistemas
cerrados, pues estamos abiertos a escuchar a los otros, que son aportes
constantes a nuestro ser. Acá buscamos la
innovación y el mejoramiento constantes de ideas, actitudes, compromisos…
Esta relación con los otros nos permiten,
en gran medida, evitar cometer dos errores respecto de las soluciones que
tomamos. Un error es que no tengo una clara comprensión de quién soy. Ya que si
no me enfrento al otro vivo en un permanente monólogo, o al andar en círculos
homogéneos siempre estaré de acuerdo con mi opinión. En consecuencia, nuestros hacer,
nuestro pensar y nuestros hábitos se convierten en una identidad sin
diferencias, en la cual no hay posibilidad para cambiar; y todo cambio amenaza
nuestra seguridad.
El otro error es que no tenemos un claro
panorama de adónde queremos ir, cuáles son nuestras metas. Por esto nuestras metas
se quedan sin bases de apoyo, cuando esto nos ocurre de manera seguida nos
desalentamos y las abandonamos. Pues, no logramos ver que nosotros no somos
nuestro hacer, pensar y nuestros hábitos, estamos en un estado de ceguera. Y no
consideramos la necesidad de revisar nuestras hacer, nuestras actitudes,
nuestro pensar.
No somos mónadas, requerimos de una
profunda comprensión de nosotros mismos y de los otros; requerimos de observar
nuestros principios, de procesos ante la vida de evolución, lo cual incluye
juicios, compromisos, retroalimentación y continuidad. Ya que muchas veces somos víctimas de las condiciones ni del
condicionamiento de nosotros mismos, sin excluir el hecho de ser víctimas de
otros.
Requerimos entonces de valentía y respeto para entender que nosotros
podemos crearnos y destruirnos. Que podemos escribir nuestro propio guión,
elegir nuestro rumbo y controlar nuestro propio destino. Que siempre estará en
relación con muchos otros.
PD. Visita en facebook: Consultoría y
Asesoría Filosófica Obed Delfín
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