lunes, 30 de junio de 2014

LA VALENTÍA Y EL RESPETO COMO DISPOSICIÓN DEL SUJETO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La procura de intentar comprender para después ser comprendido es la posibilidad que atiende la actitud valiente cuando ésta va unida con el respeto. Pues, exige valentía y respeto el no ser comprendido primero, aquí nuestro ego es apaciguado ante el otro; miramos al otro antes, por un momento, de mirarnos a nosotros. En esto, tal vez, consiste la valentía de la cortesía. 

Ahora bien, esta actitud tiene un fundamento sólido en la reflexión, cuando hablo de reflexión hablo de lo emocional-racional como un todo. Reflexionar sólo sobre los problemas a los cuales me enfrento es, posiblemente, la causa originaria de casi todas las dificultades de la gente, que es el problema básico del diálogo en el que no hay comunicación. Puesto que no escuchamos, a veces ni siquiera a nosotros mismos, con empatía; con esa identificación mental-afectiva de un sujeto que se pone en el estado de ánimo del otro.

Aun cuando escuchamos desde dentro de nuestra propia autobiografía. Debemos desarrollar la habilidad y la actitud de la empatía. Necesitamos de nuestra aprobación y de nuestra valentía para desarrollar esa habilidad para escuchar primero, pues ésta requiere mesura y respeto para con el otro. Y por naturaleza parece que somos seres egoístas.  

La disposición para comprender requiere valentía y consideración, ya que en el continuum de la vida uno avanza desde los instintos de luchar y huir hasta alcanzar una comunicación en ambos sentidos, una comunicación comprometida con el otro, y en ésta se hace necesaria que la valentía y la consideración estén lo más equilibradas posibles.

El despliegue de esta disposición es una actitud cooperativa, sinérgica señalan algunos, que conlleva en sí una actitud creatividad, pues hay que crear algo. Y este crear no es algo individual, es crear a través de dos actitudes respetuosas que en el diálogo encuentran alternativas de solución mucho más acordes para ambos. Esto, en particular, cuando las conversacionales son negociaciones posicionales.

Muchas de nuestras conversaciones, sin darnos cuenta, son negociaciones, son regateos posicionales en las cuales está implícita la búsqueda de un compromiso. La madre que intenta convencer a los hijos de que hagan algo, las relaciones maritales están sustentadas en conversaciones de regateos posicionales…  De allí, la necesidad de entra en diálogos cooperativos, y no en monólogos de mando. Ya que en la conversación cooperativa se abandona la posición personal, y se abre uno a comprender las necesidades e intereses básicos y profundos del otro, en función de alcanzar alternativas de solución para satisfacer a ambas partes.

Si uno aporta el espíritu del trabajo en equipo, espíritu que no sólo es laboral, comenzamos a construir vínculos intensos, donde cada uno de nosotros subordinamos, voluntariamente, nuestros deseos inmediatos en función de relaciones a largo plazo. Pues nos hacemos responsables de nuestras actitudes y comportamientos personales y colectivos, podemos así mismo elegir nuestras respuestas en cualquier circunstancia.

Con una actitud de valentía y consideración nos comunicamos francamente con los demás, y tratamos de crear soluciones donde todos ganamos. Con esta actitud de valentía y respeto abandonamos la «comunicación defensiva», y pasamos a establecer transacciones de compromiso, hasta alcanzar alternativas y transformaciones cooperativas y creativas en la construcción de nuestro hacer.

En estas transacciones de compromiso nos renovamos a nosotros como individuos particulares e individuos colectivos. Al estar en esta renovación constantemente dejamos de actuar con estilos y sistemas cerrados, pues estamos abiertos a escuchar a los otros, que son aportes constantes a nuestro ser.  Acá buscamos la innovación y el mejoramiento constantes de ideas, actitudes, compromisos…

Esta relación con los otros nos permiten, en gran medida, evitar cometer dos errores respecto de las soluciones que tomamos. Un error es que no tengo una clara comprensión de quién soy. Ya que si no me enfrento al otro vivo en un permanente monólogo, o al andar en círculos homogéneos siempre estaré de acuerdo con mi opinión. En consecuencia, nuestros hacer, nuestro pensar y nuestros hábitos se convierten en una identidad sin diferencias, en la cual no hay posibilidad para cambiar; y todo cambio amenaza nuestra seguridad.

El otro error es que no tenemos un claro panorama de adónde queremos ir, cuáles son nuestras metas. Por esto nuestras metas se quedan sin bases de apoyo, cuando esto nos ocurre de manera seguida nos desalentamos y las abandonamos. Pues, no logramos ver que nosotros no somos nuestro hacer, pensar y nuestros hábitos, estamos en un estado de ceguera. Y no consideramos la necesidad de revisar nuestras hacer, nuestras actitudes, nuestro pensar.    

No somos mónadas, requerimos de una profunda comprensión de nosotros mismos y de los otros; requerimos de observar nuestros principios, de procesos ante la vida de evolución, lo cual incluye juicios, compromisos, retroalimentación y continuidad. Ya que muchas veces  somos víctimas de las condiciones ni del condicionamiento de nosotros mismos, sin excluir el hecho de ser víctimas de otros.

Requerimos entonces de  valentía y respeto para entender que nosotros podemos crearnos y destruirnos. Que podemos escribir nuestro propio guión, elegir nuestro rumbo y controlar nuestro propio destino. Que siempre estará en relación con muchos otros.
           



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