martes, 1 de julio de 2014

DE LA ANGUSTIA A LA CONQUISTA DE LA PERSONALIDAD: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Podemos vivir muchos años con una angustia por la falta de dirección en nuestras vidas. Podemos sentirnos inquietos o incómodos, en algunas ocasiones calmar ese malestar. Pero el asunto es que, aparentemente, acabamos por acostumbrarnos a ella; pues, aparentemente, aprendemos a convivir con ésta. Aparentemente.

Cuando tenemos dificultades en nuestras relaciones personales nos hacemos más o menos conscientes de tal angustia, de tal molestia, que a veces es intensa y queremos librarnos de ella. En tales circunstancias intentamos disminuir las molestias con técnicas de efecto rápido, recurrimos a los parches de la ética de la personalidad. Una concepción mecanicista, se intenta buscar una especie de repuesto a la molestia. Pues no entendemos que esa angustia es consecuencia de un problema profundo de nuestro ser.

La victoria personal precede a la victoria pública. Por ello, la eficacia personal es el fundamento de la eficacia interpersonal. La fortaleza de carácter y la independencia personal son los cimientos de una auténtica y eficaz interacción con los demás. La personalidad es conformadora de lo social, es una relación simbiótica. Una y otra tienen que conformarse de manera conjunta.   

La integridad del sujeto es fundamental para la cura de aquella angustia. La integridad es el valor que nos asignamos a nosotros mismos a medida que identificamos nuestro conjunto de valores; pues ésta nos permite organizarnos en torno a nuestras prioridades, que son la base de nuestra cotidiana, de nuestra conciencia y de la valoración que tenemos de nosotros mismos.

En medio de esta integridad vamos definiendo el equilibrio dinámico de nuestra valentía y consideración, que en otro artículo hemos tratado. Si podemos expresar nuestros sentimientos y convicciones con valentía equilibrada, con consideración por los sentimientos y convicciones del otro, somos cada vez más persona, pues trascendemos nuestro ser perteneciéndonos a nosotros mismos.

La administración de nuestras vidas consiste, en términos generales, en aumentar la calidad de ésta. Para ello es necesario desarrollar una mentalidad de abundancia personal y colectiva, debemos estar convencidos que alcanza para todos. A partir de esta mentalidad emanamos un profundo sentido del valor y de seguridad personal, que da como resultado un reconocimiento, unos beneficios y una responsabilidad compartidos.

 Esta mentalidad nos abre opciones y alternativas creativas, proyecta el gozo y la satisfacción hacia el exterior. Se reconocen posibilidades para interacciones favorables y desarrollos comunes. Se abren oportunidades de soluciones a los problemas. La felicidad y el bienestar vienen tanto de adentro hacia afuera, como de afuera hacia dentro. Es imprescindible entender y estar atento a esta relación de doble dirección. 

Aunque la relación de adentro-afuera significa comenzar primero con nosotros mismos, no es posible olvidar la relación afuera-adentro pues ésta afirma nuestras victorias personales. Así como debemos cumplir las promesas a nosotros mismos, también esperamos que los otros nos cumplan las promesas realizadas a nosotros. No es suficiente una relación adentro-afuera, ésta tiene que estar en una relación de interdependencia con una relación afuera-adentro. Ambas fortalecen el hacer de los individuos y la colectividad.

El origen de los problemas que se producen en las relaciones personales, organizacionales, empresariales, comunidades, generalmente es por darle preeminencia a uno de tales paradigmas, sea el afuera-adentro o el adentro-afuera. Si hay un problema, el mismo tiene que ser indagado tanto afuera-adentro como adentro-afuera.

Si estamos convencidos que el problema está afuera es un error, pero lo mismo es si sólo pensamos que está adentro. En el primer caso, pensamos que si los otros se avienen a razones o repentinamente desaparece el problema se resuelve. En el segundo caso, pensamos que somos nosotros los que debemos entrar en razón o debemos desaparecer y así el problema se resuelve. En una relación es necesario revisar ambas partes, por ambas están involucradas.

Los principios de eficacia están cada vez más profundamente instaurados entre nosotros, en nuestra conciencia sobre la experiencia de vivir. Nos insisten en la necesidad de desarrollarlos y emplearlos con el fin de alcanzar nuestros propósitos; nos dicen que debemos pensar de forma diferente, que debemos hacer girar nuestros paradigmas hacia uno nuevo y más profundo, el paradigma adentro-afuera como si éste fuese la panacea. Es de cuidado porque puede conducir a un individualismo, aun solipsismo ciego.

No hay claves ni fórmulas mágicas para obrar. Tenemos que educar nuestra capacidad reflexiva para alcanzar una cierta congruencia en medio de la disparidad en que vivimos; tenemos que hacernos cargos de nosotros mismos, que no es un asunto solitario. Tenemos que trata de hacer progresos en nuestra educación personal, descubrir que avanzar a lo largo de la vida implica aprender y comprometerse con uno y con los otros. Hacer, aprender y comprometerse una y otra vez, pues la vida es una fluctuación continúa. 




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