Podemos vivir
muchos años con una angustia por la falta de dirección en nuestras vidas. Podemos sentirnos inquietos o
incómodos, en algunas ocasiones calmar ese malestar. Pero el asunto es que,
aparentemente, acabamos por acostumbrarnos a ella; pues,
aparentemente, aprendemos
a convivir con ésta. Aparentemente.
Cuando tenemos
dificultades en nuestras relaciones personales nos hacemos más o menos conscientes
de tal angustia, de tal molestia, que a veces es intensa y queremos librarnos
de ella. En
tales circunstancias intentamos disminuir las molestias con técnicas de efecto rápido,
recurrimos a los parches de la ética de la personalidad. Una concepción mecanicista, se intenta buscar una especie
de repuesto a la molestia. Pues no entendemos que esa angustia es consecuencia de un problema profundo
de nuestro ser.
La victoria personal precede a la victoria
pública. Por ello, la eficacia personal es el
fundamento de la eficacia interpersonal. La fortaleza de carácter y la
independencia personal son los cimientos de una auténtica y eficaz interacción
con los demás. La personalidad es conformadora de lo social, es una relación
simbiótica. Una y otra tienen que conformarse de manera conjunta.
La integridad
del sujeto es fundamental para la cura de aquella angustia. La integridad es el valor que
nos asignamos a nosotros mismos a medida que identificamos nuestro conjunto de
valores; pues ésta nos permite organizarnos en torno a nuestras
prioridades, que son la base de nuestra cotidiana, de nuestra conciencia y de la
valoración que tenemos de nosotros mismos.
En medio de esta integridad vamos
definiendo el equilibrio dinámico de nuestra valentía
y consideración, que en otro artículo hemos tratado. Si podemos expresar nuestros sentimientos
y convicciones con valentía equilibrada, con consideración por los sentimientos
y convicciones del otro, somos cada vez más persona, pues trascendemos nuestro
ser perteneciéndonos a nosotros mismos.
La administración de nuestras vidas consiste,
en términos generales, en aumentar la calidad de ésta.
Para ello es necesario desarrollar una mentalidad de abundancia personal y
colectiva, debemos estar
convencidos que alcanza para todos. A partir de esta mentalidad emanamos un
profundo sentido del valor y de seguridad personal, que da como resultado un
reconocimiento, unos beneficios y una responsabilidad
compartidos.
Esta mentalidad nos abre opciones y alternativas
creativas, proyecta el gozo y la satisfacción hacia el exterior. Se reconocen
posibilidades para interacciones favorables y desarrollos comunes. Se abren oportunidades de soluciones a los problemas. La
felicidad y el bienestar vienen tanto de adentro hacia afuera, como de afuera
hacia dentro. Es imprescindible entender y estar atento a esta relación de
doble dirección.
Aunque la
relación de adentro-afuera significa comenzar primero con nosotros mismos, no
es posible olvidar la relación afuera-adentro pues ésta afirma nuestras
victorias personales. Así como debemos cumplir las promesas a nosotros mismos, también
esperamos que los otros nos cumplan las promesas realizadas a nosotros. No es suficiente una relación adentro-afuera, ésta tiene que estar en
una relación de interdependencia con una relación afuera-adentro. Ambas
fortalecen el hacer de los individuos y la colectividad.
El origen de
los problemas que se producen en las relaciones personales, organizacionales,
empresariales, comunidades, generalmente es por darle preeminencia a uno de
tales paradigmas, sea el afuera-adentro o el adentro-afuera. Si hay un
problema, el mismo tiene que ser indagado tanto afuera-adentro como
adentro-afuera.
Si estamos convencidos que el problema está afuera es un error, pero lo mismo
es si sólo pensamos que está adentro. En el primer caso, pensamos que si los otros se avienen a
razones o repentinamente desaparece el problema se resuelve. En el segundo
caso, pensamos que somos nosotros los que debemos entrar en razón o debemos
desaparecer y así el problema se resuelve. En una relación es necesario revisar
ambas partes, por ambas están involucradas.
Los principios
de eficacia están cada vez más profundamente instaurados entre nosotros, en
nuestra conciencia sobre la experiencia de vivir. Nos insisten en la necesidad
de desarrollarlos
y emplearlos con el fin de alcanzar nuestros propósitos; nos dicen que debemos
pensar de forma diferente, que debemos hacer girar nuestros
paradigmas hacia uno nuevo y más profundo, el paradigma adentro-afuera como si
éste fuese la panacea. Es de cuidado porque puede conducir a un individualismo,
aun solipsismo ciego.
No hay claves ni fórmulas mágicas para
obrar. Tenemos que educar nuestra capacidad reflexiva para alcanzar una cierta
congruencia en medio de la disparidad en que vivimos; tenemos que hacernos
cargos de nosotros mismos, que no es un asunto solitario. Tenemos que trata de
hacer progresos en nuestra educación personal, descubrir que avanzar a lo largo
de la vida implica aprender y comprometerse con uno y con los otros. Hacer,
aprender y comprometerse una y otra vez, pues la vida es una fluctuación
continúa.
PD. Visita en
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