lunes, 2 de junio de 2014

DE LA DESESPERANZA A LA ESPERANZA, EL ACOMPAÑARSE: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La esperanza es una posibilidad molesta, porque el mundo que sólo tolera lo efectivamente dado. Donde lo importante es la adquisición de destrezas para que el individuo sepa desenvolverse. Impera la efectividad, la rapidez y el progreso, todo bajo el signo del control y de la evaluación técnica, llamada científica. Tanto el futuro como el pasado se miden bajos estos parámetros. El futuro, que todavía no ha llegado, se hace visible de antemano, ya se sabe cómo tiene que llegar a ser. El pasado si no llegó a cumplir tales parámetros es oprobioso. 

El fracaso de la atopía de la esperanza está ligado a la ausencia del espacio-tiempo privado, del espacio-tiempo no vigilado. Cada vez estamos más faltos éste, que es el que hace posible nuestros sueños diurnos. La reflexión no depende ni del trabajo, ni de los deberes, ni de los proyectos, depende de la atopía que se pone en movimiento. Por eso la sociedad de la vigilancia no tolera la atopía, ya que ésta se convierte en esperanza.

Las preguntas ¿qué puedo hacer? y ¿qué me es permitido esperar? Carecen de lugar en el mundo burocratizado y de la mera razón instrumental. En la medida que el mundo se hace abarcador la atopía se repliega, pues aquel funciona según lo dado, lo positivo, el mundo está terminado. Para la atopía, por el contrario, el mundo está abierto; no está cerrado por la necesidad. Aparece el sentido de una ética del espacio-tiempo, en la medida en que da sentido y significado al pasado, al presente y al futuro, en una relación que establezco conmigo mismo y con el otro.

Sin el otro no hay ethos, pues careceríamos de espacio y tiempo, esto es, de antepasados y sucesores. El mero presente se acaba anulando a sí mismo. La posibilidad está con el otro. La esperanza, como elemento de una ética, implica necesariamente al otro. En una conglomerado sin esperanza, ni el yo ni el otro existen. El sujeto es mera apariencia, es informe, vana alegría. En un acumulado sin esperanza, los hechos son impuestos como ídolos, sin futuro y sin posibilidad.

Cada nacer, por el contrario, es un nuevo comienzo, una imprevisibilidad. Que no apetece la sociedad de la vigilancia. En cada nacer a hay una espera, en este esperar hay un mantenerse vivo, como en “El Coronel no tiene quien le escriba”, esta espera encarna la condición de la posibilidad, pues la llegada sólo se da en un mundo en el que la esperanza es posible. Pero no es un mero esperar que se consume en ella misma, es un esperar haciendo. 

La esperanza se pone en lo otro, en el descentramiento. En el no aburrimiento, en mi tiempo y en el del otro. En el  acompañamiento, pues nos tenemos el uno al otro. Sin esperanza el tiempo es desesperanzado, es aburrimiento. El espíritu naciente lucha contra el aburrimiento, no mata el tiempo; lo re-crea. Lo otro se hace más importante que el yo, aquí encontramos dos egos que se hacen compañía.

En el acompañarse el uno y el otro se pone el significado de la esperanza. La espera se hace posibilidad, la esperanza conforma, irrumpe y sorprende. Abre lo que puede ser posible. El sujeto se hace deseo e identidad. La búsqueda de este yo que soy, es la búsqueda de un yo que puede rescatarse. El yo con el otro se convierten en la fenomenología de un mundo de posibilidades, de un mundo encantado, de un humano.

La existencia humana se produce en la tensión entre la desesperanza y la esperanza, entre la conservación y el cambio, entre la contingencia y la posibilidad. La identidad del individuo se abre necesariamente entre la memoria y la esperanza, que son dos entidades unidas, porque la memoria es esperanza. La existencia es esta tensión entre la rememoración y de la anticipación. Entre el yo y el otro, entre el recuerdo del otro y el nacimiento del otro.

En la esperanza damos sentido a la contingencia, establecemos simbólicamente las formas a cambiar e innovar. Determinamos nuestro movimiento, nuestra interpretación y re-interpretación. Comenzamos a existir en la re-creación y en la crítica; en la persistencia y el cambio. Situamos adecuadamente la permanencia y la renovación; la memoria y la atopía.

Re-construimos nuestra comunicación re-significando el mundo, en medio de la lógica burocrática y la razón instrumental. Conformo al ser que soy convirtiéndome en un sujeto con voluntad de poder. Re-vivifico al individuo fundándolo en la confianza de sí mismo y del otro. El otro aparece como amigo, no en una transacción económica, no en un instrumento.

Al conformarme como sujeto me doy a confianza mí mismo, porque me descubro. Puede contar conmigo y a la vez el otro. Construyo mis relaciones sobre las bases de la sinceridad; determino el contacto corpóreo que me invita a salir de mí, a lanzarme a la experiencia, al transitar de la existencia. El éxito no es el fin, es la vida que deseo vivir y que me propongo dar existencia, en un mundo que no está exento de riesgos y peligros, pero eso no importa, porque para eso estoy aquí. Y puedes contar conmigo.



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