La legibilidad
del sujeto implica una relación que es circular y autorreferencial basada en la
narración predeterminada de nuestra percepción de la realidad. Esta relación
contiene una infinidad de narraciones y descripciones que están en conflicto
con una realidad que está más allá de ese discursivo predeterminado, del cual
todos hacemos uso. En este conflicto se acaba imponiendo la narración que mejor
se ajusta a una determinada realidad, que necesariamente no es la nuestra.
En este
sentido, los promotores de un nuevo discurso subrayan que es pertinente prescindir
de los prejuicios y aplicar las buenas ideas, vengan de donde vengan. Pero,
¿cuáles son esas buenas ideas? La respuesta es: las que funcionan.
Estamos ante lo
separa el acto humano de la gestión de las cuestiones sociales, en el marco de
relaciones biosociales, biopolíticas y biogerenciales. Este acto de
intervención es aquel que modifica el contexto que determina el funcionamiento
de las cosas; no cualquier cosa que funcione en el contexto de las relaciones
existentes.
He aquí la
vertiente de la legibilidad del sujeto, es el momento en el que una
reivindicación específica está dirigida a algo más, y empieza a funcionar como metáfora
de la completa re-estructuración de todo el espacio de vida. Ya no es un
simplemente elemento en la negociación de intereses, sino que se pone en juego
el espacio vital del sujeto.
La
des-territorialidad del sujeto está acompañada del resurgir de una nueva re-territorialidad.
La ofensiva de las nuevas relaciones provoca una escisión en el ámbito de las
identidades específicas, pues se proponen el surgimiento de otras, sin saber si
estas otras ya han aparecido; estamos ante la necesidad perentoria del fluir,
del todo cambia, la visión por la visión heraclitiana de la vida. No importa,
sólo hay que fluir.
No obstante,
percibimos el uso de recursos permanentes donde la vida debe anclarse. Lo mismo cabe decir del sujeto que se aferra
a una determinada tradición cultural por considerarla la razón secreta del
éxito; este referirse a una fórmula cultural particular es un tamiz para el
anonimato del sujeto.
Lo que está oculto
en el contenido específico de la universalidad del éxito, es más bien que el éxito
es efectivamente excluyente. Una anonimia aterra al individuo que sigue ciegamente
su curso, sin ningún agente que la anime. En este aspecto, el horror de la
legibilidad es, por una parte, el espectro particular y viviente dentro de un
sistema universalmente exitoso indiferente a él; por otra, es el mismo sistema universal
que está en el centro discursivo de cada espectro particular viviente. El éxito
me rodea, pero no lo toco ni me toco, sino que me afirmo en mi anonimia.
En este
sentido, las estrategias están alejadas del sujeto o son sin el sujeto, a las
que recurren las relaciones de poder para reproducirse. Nosotros nos
enfrentamos a una situación opuesta, como sujetos prisioneros al modo de la
caverna de Platón; en el cual confluyen consecuencias imprevisibles de actos de
otros que truncan nuestros actos. En los cuales tampoco contamos con alguna
estrategia que abarque y regule tales interacciones. Circunstancias e
interacciones se nos advienen en nuestro ser.
Atrapados seguimos
enredados en el paradigma tradicional que parece otro, buscamos
desesperadamente una instancia que legítimamente ocupe y nos haga ocupar la
posición de sujeto que sabe y que se sabe. Una instancia que legitime nuestro
hacer, nuestro pensar. En última
instancia que avale nuestras decisiones: comité de ética, comunidad científica,
autoridad gubernamental, el gran otro, la invisible posibilidad de ser un yo.
Entre
tecnologías de ejercicios de las relaciones de poder que estructuran formas de
armonía en la vida de los individuos a través de las regulaciones y sistemas disciplinares
en los cuales los individuos hayan su bienestar. Estas dos formas de discursos
configuran la administración eficaz para hacer del sujeto una legitimidad
armónica productiva.
Se busca que
los individuos se auto-regulen y controlen, para que así busquen crear una
forma de vida verdadera, de manera ésta se extienda a la vida social, laboral,
familiar. Se busca impactar sobre todos los aspectos de la vida en un eje
tecno-progresista y bio-conservador. El activismo vivencial demanda de un
conjunto de saberes reproductivos para consolidar este eje de vida.
La calidad de
vida es una preocupación permanente, como práctica de la soberanía del sujeto. En
la que se estructura una vida disciplinada y sometida a la evaluación de las
capacidades por las autoridades, para intervenir a favor o en contra de la
expansión del sujeto. Son asuntos que impulsan la vida de cada sujeto. Cada
individuo constituye, entonces, una materia prima, que los agentes con
autoridad se esfuerzan en potenciar para extraer de él todos los beneficios
posibles.
PD. Visita en facebook: Consultoría y
Asesoría Filosófica Obed Delfín
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