La avidez de
la novedad es una imposición. El recordar, por su parte, lo que no hemos vivido
es un recordar a partir de la lectura del relato testimonial, intersubjetivo y
vital. Esta es la lectura existencial. La diferencia entre la lectura histórica
y existencial es relevante. La lectura histórica tiende a considerar el pasado
como algo acabado. Para la lectura existencial, en cambio, la transmisión del
pasado es una re-interpretación, una re-contextualización; por tanto la
comprensión es una actitud creadora. Comprender es hacer participar lo pasado
como algo actual.
La lectura
existencial lee el palimpsesto desde el punto de vista de la memoria que
recrea. En este sentido, se establece una relación ética, que conforma el
carácter social entre los individuos. Preguntar al pasado no es un acto de
añoranza fatua de lo que sucedió alguna vez, no es un intento de volver atrás; es
la posibilidad de romper con la lógica del presente, con la uniformidad del
lenguaje. En este caso, la memoria es formación de ethos, estructuración ética del recuerdo, de lo que está ausente de
mí y del otro. Como señala Michaels, la memoria es moral, lo que recordamos reflexivamente
es lo que recuerda nuestra conciencia, nuestro pensar-hacer.
De
lo que se trata, es que nos demos cuenta que para que tenga lugar una
configuración de la subjetividad es necesaria la memoria. Por lo tanto, la
cultura amnésica conduce a una crisis de identidad y de alteridad, porque en la
amnesia olvidamos quiénes somos, y también olvidamos a los otros. Sin el otro
no hay ni pasado, ni presente, ni futuro. Sin el otro no hay tiempo. Porque el
otro es el tiempo que nos remite a un pasado que no puede olvidarse y a un
futuro que todavía no existe pero que ya nacerá. El otro es mi presente en el
pasado, sin él el barrio se puebla de soledad, de ausencia.
La crisis de
la identidad es lo brumoso del recuerdo; de nuestra historia, de una
determinada manera de entender nuestra historia. La historia como narración que
me pertenece, como memoria que me constituye, que me da significado. En la
desmemoria la subjetividad se vacía, porque el otro ha sido olvidado y negado.
El sujeto
deambula insomne porque ya no hay memoria del pasado de aquellos que ya no
están para contarlo, del pasado que se aleja de su forma de relato. Un pasado
que está latente, que no está acabado, ni clausurado. Sólo está allí, a la
deriva. El individuo parece estar construido en función de un progreso que ha
terminado con su propia identidad. Lo que importa es el presente y, sobre todo,
el futuro. Mirar al pasado es, ahora, una actitud depresiva. El éxito, el
bienestar, la felicidad se construye sobre la desmemoria del ser. Pero,
entonces, descubrimos que este progreso es el precio que los vencedores hacen
pagar a los vencidos como algo natural y aceptado.
El hombre y la
mujer vuelven los ojos al pasado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos al
igual que su boca. Sus brazos extendidos. El pasado que se constituye como una
cadena de datos, de opiniones, argumentos, sueños; ahora lo vemos como una
catástrofe. El sujeto quisiera volver al pasado, para despertar sus recuerdos pero
ya no es posible. La turbulencia del progreso lo empuja hacia el futuro, y para
existir necesita darle la espalda al pasado y a la memoria. A la negación de su
ser.
El hombre, la
mujer quieren pararse, echar una mano a lo caído y resucitar lo han sido y lo
que son. El torbellino del presente los empuja hacia adelante. El individuo ya
no se encuentra y no puede hacerse cargo de sí mismo. Hay que hacer frente al
viento del presente absoluto para solidificar al sujeto. El drama está en la
incomprensión del presente-progreso que se ha convertido en finalidad de las
personas, y no la persona en la finalidad del progreso. La transmutación del
devenir.
En este
sentido, en la memoria no hay nostalgia del pasado, sino la posibilidad de la
reflexión, la crítica y la atopía. La memoria no es sólo el recuerdo del
pasado, sino aquel recuerdo que nos permite actuar, analizar y re-significar el
presente y desear un futuro en función de un ethos autoconstruido. De ahí que la memoria sea espacio-tiempo,
pues en el rememorar está implícita la novedad y el cambio. Toda memoria es auténtica
esperanza. No hay contradicción entre atopía y memoria, porque la atopía surge
en el presente de posibilidades.
Se trata de
dejar de entender la historia como un hecho homogéneo, como un conjunto de
acontecimientos que se suceden acumulativamente; se trata de concebirla como
memoria, es decir, como un espacio-tiempo crítico, un espacio-tiempo que pone
la mirada en el pasado para ser capaz de intervenir el presente. La memoria,
así entendida, es recuerdo y crítica, también es posibilidad.
Reitero, la
memoria no es una acumulación de datos del pasado. Hacer memoria no puede ser
una obsesión depresiva, en este caso sería una perversión de la memoria. Por el
contrario, la memoria es selectiva. Recordamos y olvidamos, en toda memoria hay
olvido. De allí también su contingencia, pues el individuo es por naturaleza
olvidadizo; necesita olvidar y le es necesario. Pero está presto para recordar.
La memoria,
desde este punto de vista, es responsabilidad. Sin memoria no se tiene en
cuenta al otro, carecemos de espacio- tiempo. La memoria es el otro. El olvido
se va haciendo característica común a todas las relaciones de poder, pues
conlleva al olvido de los otros. Se hace necesario borrar el recuerdo, no dejar
huella del otro borrando así todo rastro de mi propia identidad. La voluntad de
recuerdo nos perpetúa en la vida.
PD. Visita en
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