Señala Heidegger que «Llegaremos a
aquello que quiere decir pensar si nosotros, por nuestra parte, pensamos. Para
que este intento tenga éxito tenemos que estar preparados para aprender el
pensar». En los últimos tiempos se habla de aprender a sentir las emociones, y
hablamos del corazón como metáfora que es, pues sabemos que tanto las emociones
como el pensar son funciones del cerebro. Ahora bien, en la invitación a sentir
nuestras emociones nos olvidamos del pensar, como si en verdad supiésemos
pensar. Pensar es algo que debemos aprender, ya que éste no es algo del todo
natural.
Debemos
aprender a pensar, pues aún no sabemos o no somos capaces de pensar. Pensamos,
pero nuestra razón se despliega en el pensar. La función natural del cerebro,
entre otras cosas, es pensar; pero no pensar racionalmente, y acá incluyo a la
emoción como parte del pensar. Debiésemos poder pensar cuando quisiéramos, pero
son más las veces que queremos pensar y no podemos.
Con
este deseo de pensar, queremos mucho y podemos poco. El pensar entonces es una
posibilidad, que no garantiza que seamos capaces de hacerlo. No obstante,
admite esta capacidad nuestra de poder llegar a serlo, es decir, que somos
capaces de hacer aquello que deseamos, de aquello a lo que somos afectos.
Podemos llegar a pensar en la medida que deseemos llegar a pensar, que hagamos
de este deseo una inclinación de nuestro ser.
Tenemos,
como dice Heidegger, que «cobijar» este deseo. En el pensar debemos estar
atentos a lo que hay que tomar en consideración; pues así seremos capaces de aprender
a pensar. ¿Qué es aprender? Aprender lo hacemos en la medida que nuestro hacer
y dejar de hacer lo hacemos en correspondencia con aquello que, en cada momento
de nuestra vida, nos resulta esencial. Como señala el filosofo de Messkirch: «A
pensar aprendemos cuando atendemos a aquello que da que pensar».
Lo
que es de nuestra consideración es lo que no impulsa a pensar. Lo que nos es
indiferente no. Por ello, pensamos en lo que nos preocupa, en lo que se hace
preocupante a nosotros es en lo que pensamos. Nadie se levanta una mañana y
dice: «hoy voy a pensar sobre tal cosa o tal otra», cuando nos damos cuenta ya
estamos pensando en algo que nos preocupa. ¿Qué es lo que es lo preocupante?
Ante
esta circunstancia de lo preocupante, la solicitud es que actuemos. La
solicitud es cómo hacerlo, se nos dice que lo que falta es acción. De allí
siempre el conjunto de preguntas instrumentales, en ¿cómo lo vas hacer? La
acción sobre el pensar. Sin embargo «es posible que hasta nuestros días, y
desde hace siglos, el hombre haya estado actuando demasiado y pensando
demasiado poco», dice Heidegger. Ahora se dice que se debe sentir más, ya ni
siquiera pensar.
No
encontramos a diario en medio de y entre las cosas. De aquí parte nuestro
interés por las cosas del mundo, incluidos nosotros en ellas. Ahora bien, lo
que nos resulta de interés o preocupante convierte al resto de las cosas en
indiferentes. Asimismo, lo que es de interés para hoy es lo que vale como
preocupante. Esto o aquello es lo que nos permite estar preocupados o indiferentes; y en un momento dado pasar a
estar liberados de aquello que no nos concierne.
A
veces pensamos que hacemos una atención especial a algo cuando decimos que nos
resulta interesante. Y sin embargo pasamos, inmediatamente, a lo indiferente
con respecto a esto. Podemos señalar que tal preocupación era exógena, que en
verdad no nos concernía. Era la preocupación de otro, no nuestra. Lo
preocupante, en tal caso, es lo que da que pensar desde nosotros mismos, no
desde otros.
Lo
que nos preocupa, lo que nos da que pensar, nos interpela en tanto nos hace
dirigirnos a ello, y hacemos esto pensando. Lo que nos da que pensar no es algo
que nosotros establecemos, como antes he indicado. Lo que nos da que pensar se
nos adviene sin darnos cuenta. ¿Estamos preparados para pensar en ello? De
allí, que lo preocupante sea el hecho de que nosotros aún no pensamos.
¿Qué
quiere decir esto? Que todavía no hemos llegado propiamente a pensar por y
sobre nosotros mismos. Que no nos hemos considerado como lo que nos preocupa. ¿Por
qué no hemos llegado aún a esto? Tal vez porque nosotros todavía no nos consideramos,
de un modo suficiente, aquello que es lo que da que pensar. En este caso, no
somos de interés para nosotros mismos; somos sólo un descuido, una negligencia.
El hecho de que todavía no pensemos, se da
porque estamos o le damos la espalda a lo que en verdad es lo preocupante. Nos
dirigimos, por el contrario, de modo suficiente a aquello que no está en
nuestra consideración, sino en la de otro. ¿Cuándo y de qué modo ocurrió este
dar la espalda? Sea la pregunta inicial a nuestro aprender a pensar.
PD.
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