En toda
relación, sea ésta laboral, familiar, interpersonal, siempre está la
posibilidad de la ofensa. La ofensa tiene varias vertientes, puede venir desde
el exterior o ser endógena. Tomo el caso de la ofensa exógena. Si alguien, por
alguna razón, lo ofende a uno sin querer y sigue haciéndolo es necesario tomar
la iniciativa para aclarar esta cuestión. Uno no se puede quedar de brazos
cruzados ante esta situación, como se dice: hay que toma el toro por los
cachos.
Porque que si
no tomamos la iniciativa, hay que tener presente dos consecuencias que se van a ir
generando poco a poco. Primero, al ser ofendidos a menudo cavilamos y cavilamos
sobre la ofensa, hasta que la situación escapa a todo sentido y proporción.
Construimos un universo sobre la ofensa que hemos recibido, pero no hacemos
nada. Y llega un momento que tal universo explota, y siempre es de mala manera.
Segundo, al ser ofendidos actuamos de forma defensiva para evitar males
posteriores. Nos retraemos en nosotros mismos, nos victimizamos, pero no
hacemos nada al respecto.
Por el contrario, cuando tomamos la
iniciativa, en el momento adecuado, de afrontar la ofensa recibida debemos
hacerlo con buena disposición de ánimo y utilizando
ciertas herramientas básicas de resolución de conflictos, no con un espíritu
vengativo y colérico. Al hacer uso de las primeras preservamos nuestra dignidad y la de la
otra persona; además preservamos nuestro respeto hacia nosotros y la persona en
cuestión. De esta forma aprendemos a responder a diversas circunstancias en la
vida cotidiana sin sentirnos amenazados.
Otro aspecto a
tener en cuenta en la solución de conflictos, es admitir nuestros errores
cuando éstos son nuestros, aprender a disculparnos y pedir el perdón que el
caso amerita. Cuando hemos sido parte activa de una relación que ha sufrido lesiones
de diferentes magnitudes, tenemos que admitir, por principio de honradez y de
virtud, que tenemos la culpa de ello. Pues, cuando una persona ha sido lastimada ésta
retrocede, se encierra en sí misma, y
nos coloca en el ámbito más desagradable de su mente.
A menudo el único camino para salir de esta situación consiste
en admitir sinceramente nuestros errores, disculparnos y pedir perdón, sin
excusas, explicaciones ni defensas. Para estas últimas ya habrá tiempo, cuando
la otra persona esté en capacidad de poder escuchar tales explicaciones, y que
serán necesarias exponerlas para no volver a caer en el mismo error y cometer
nuevamente viejos errores.
A veces
permanecemos abiertos y atentos, en demasía, a discusiones estériles. Por eso
hay momentos que hay que hacer el sordo a las discusiones. Recordemos que en la
vida hay muchos chupa-emociones, eso que denominan «vampiros emocionales». En
esos casos, lo más sensato es no responden a los argumentos contenciosos ni a
las acusaciones irresponsables. Hay que hacer oídos sordos a todo ello,
hasta que todo ese murmullo se reduzca a la nada.
Pues, recordemos que si uno trata de
responder o de discutir con estos «vampiros
emocionales» sólo
consigue gratificar a su antagonista, engancharse en su juego perverso; y,
además, encender una hostilidad y una furia hasta entonces contenidas. «Perlas
a los puercos» dice el dicho bíblico. Por el contrario, mientras uno siga en
silencio en los asuntos importantes que le conciernen,
el otro lucha
con las consecuencias de sus expresiones irresponsables.
No hay que dejarse arrastrar por esos
«zombis emocionales» a un terreno peligroso y absurdo, en el cual ellos son
expertos en manejar. Si uno se deja arrastrar a este estercolero uno terminará golpeado
y afligido por no haber tomado una decisión sensata.
Nuestras relaciones
deben ser de persona a persona, de manera directa y sin intermediarios. A veces
lamentamos haber descuidado a la persona individual para atender a muchos otros;
en este caso, tapamos el árbol con el bosque. Sabemos que debemos dedicar nuestro tiempo
a brindar expresiones de estima y gratitud a personas
particulares. Porque toda empresa, organización o comunidad está constituida
por mujeres u hombres de carne y hueso. No por conceptos universales de
humanidad.
En este
sentido, es necesario renovar compromisos con los asuntos más comunes de la
vida, esto es, con las personas que nos rodean. Como dice Covey con lo
importante y no lo urgente. Renovar de forma continua nuestros compromisos
básicos es lo que nos une a los amigos, a los familiares, a los compañeros de
trabajo… En estos compromisos básicos profundizamos lealtades y fuertes lazos
emocionales con esas personas asociadas a nuestras vidas. Ahondamos, de manera
abierta y sincera, sobre las cuestiones sobre las que a menudo surgen
diferencias. No ignoramos nuestras diferencias, sino que las subordinamos a un bien mayor.
En esta
apertura hacia los otros, se hace imprescindible dejarse influenciar primero
por los otros. Pues llegaremos a tener influencia sobre los demás en la medida que
ellos la tienen sobre nosotros. En esto se fundamenta una relación recíproca.
Una relación no es relación cuando la influencia solo se da en un solo sentido.
Cuando una
persona percibe que nosotros estamos auténticamente interesados en ella, en sus
problemas y sentimientos, siente que también ella ha
influido sobre nosotros. En ese momento, estará dispuesta a abrirse a nosotros.
Un último
aspecto, es aceptar a la otra persona y su situación. El primer paso para entablar
una relación honesta con otra persona consiste en aceptar a ésta tal como es.
El prejuicio que emitimos sobre alguien refuerza el comportamiento defensivo de
la otra persona, y es natural, pues se siente atacada. La comparación o el
rechazo son fatales si se intenta llegar a establecer una relación, por ejemplo
laborar. De antemano está perdida la posibilidad, y costará mucho esfuerzo
llegar a limar asperezas.
Una sensación de aceptación y valor, por
el contrario, libera inmediatamente a las personas de la necesidad de
defenderse, y ayuda a liberar la tendencia natural de asumir un comportamiento
defensivo. La aceptación no es la solidaridad automática de una debilidad ni el acuerdo automático con una opinión. Es la afirmación del valor que
la otra persona tiene en tanto persona. De que ella siente y piensa de determinada
manera. Y que no debe concordar con mi forma de sentir y pensar. Sencillamente
es otra persona, así como yo lo soy también.
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