En la
estructura de un conflicto hay que considerar tres aspectos básicos del mismo.
Primero, la situación en la que se produce el conflicto. Es decir, tener información
sobre lo que ha sucedido; conocer el tipo de relaciones que se establece entre
los protagonistas del conflicto; los valores que están presentes y los recursos
con los que se dispone para afrontarlos. Segundo, las actitudes o
predisposición que tienen los protagonistas para la acción. Acá hay que
considerar los componentes cognitivos y emotivos, esto es, cuáles imágenes
evocan los involucrados ante la situación de conflicto; cómo evalúan las partes
el conflicto. Tercero, la conducta o comportamiento que manifiestan los protagonistas
a consecuencia de la situación.
Por otra
parte, todo conflicto sea personal, familiar, laboral, es un proceso en el que
se produce una dinámica de interacción entre las partes involucradas. El cual
progresa a medida que las partes tienen conciencia del conflicto y de cuáles
son sus intereses. El conflicto, por otra parte, se conforma por diferentes
fases, en las cuales hay que tener presente el sentido cíclico y recurrente de
las mismas.
Las fases del
conflicto son: escalada, estancamiento y desescalada. En la fase de la
«escalada» se alcanza el momento álgido del conflicto; el «estancamiento», por
su parte, se da cuando el conflicto se estabiliza; y la «desescalada» es cuando
el conflicto se reduce paulatinamente. Como podemos apreciar estas tres fases
se pueden dar en cualquier tipo de conflicto.
La fase de
«escalada» se incrementa cuando intervienen los procesos perceptivos o de
manejo de la información, o una escalada irracional del conflicto. En esta
fase, el involucrado o involucrados pueden ampliar los problemas, desplazar los
problemas hacia las personas del conflicto, incrementar la competitividad entre
ellos, e implicar a otros individuos que no están dentro del conflicto. Es el
momento crítico del conflicto, o cuando éste estalla.
La etapa de «estancamiento»
se puede dar, por ejemplo, porque ambas partes deciden que no desean competir,
sino cooperar. O en un caso familiar, porque el hastío se apodera de la pareja,
y se asume mejor dejar eso así. Cuando se decide cooperar, puede ser que los
involucrados estén en una relación de poder bastante equitativa, desde la cual
valoran que carece de sentido continuar en una competencia improductiva; o tal
vez porque carecen de estrategias y recursos competitivos; o porque son más los
costos que los beneficios; o porque se ha eliminado el soporte social que
sustentaba el conflicto. Es importante considerar que el «estancamiento» no
siempre da lugar a la «desescalada»; ya que el conflicto solo puede haberse
estancado en un punto muerto, y repentinamente activarse nuevamente hacia la
escalada. Consideremos por ejemplo un matrimonio en conflicto, la fase de
«desescalada» se puede producir cuando se da un estado de resignación entre una
de las partes o de las dos, el conflicto permanece latente, no resuelto.
En la fase de
«desescalada», las partes han podido alcanzar objetivos comunes y han
incrementado la interacción entre ellos. Todo conflicto tendrá una mayor posibilidad
de solución cuando se trabaje hacia la cooperación y equidad entre las partes.
En nuestras
relaciones interpersonales es importante atender el conflicto, educarnos en él
desde la concienciación y sensibilización. En este sentido, nuestro diálogo
intercultural será el referente para practicar la negociación y mediación.
Tenemos que educarnos en el conflicto, con la meta de dirigirlo hacia una
transformación de nuestra realidad, para construir un mundo convivencia. Muchas
veces actuamos y nos educamos en eludir el conflicto, por las razones que sean,
y pensamos que es la mejor forma de ser o estar en el mundo; pero basamos esta
actuación y educación bajo el prejuicio de que el conflicto es un factor inadecuado
y no favorable a nuestras relaciones. Es una visión un tanto errada, porque
siempre vivimos en el conflicto. De allí que debamos aprender a manejarlo con
nuestra razón-apasionada o apasionada-razón.
Esto implica
que debemos trabajar fundándonos en dos pilares fundamentales, a saber: los
valores y las actitudes. De manera que nuestras relaciones de poder, nuestra
comunicación, la empatía, los modelos culturales se integren dentro éstos. No podemos
eliminar los conflictos, lo que debemos hacer es entenderlos como una oportunidad
para transformar nuestra realidad.
Para
solucionar un conflicto lo más adecuado es recurrir a técnicas pacíficas de
solución. En los procedimientos
pacíficos de la solución de conflictos es necesario trabajar la comunicación
asertiva, ya que permite que las partes involucradas expresen sus deseos,
opiniones y sentimientos, tanto positivos como negativos, de manera adecuada.
El dominio de
la comunicación asertiva implicada beneficios importantes sobre las partes,
porque permite que éstas se auto-conozcan y se acepten tal como son; comprendan
y manejen los sentimientos propios y los de los demás. De esta manera, cada
parte será capaz de aceptar sus propias limitaciones expresando a la otra una
visión abierta de cómo es realmente.
El uso de la
comunicación asertiva mejora la capacidad de diálogo en todos los niveles. De
modo que, las relaciones que se establecen son más adecuadas y satisfactorias a
los fines propuestos; ya que la comunicación es clara, fluida y sincera. Es importante
que ante un conflicto los involucrados dispongan de técnicas y estrategias para
dialogar asertivamente.
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