jueves, 13 de noviembre de 2014

LA SOLUCIÓN DE PROBLEMAS Y ERRORES EN LOS TIPOS DE PENSAMIENTOS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Muchos de los errores de nuestro pensamiento provienen de lo que se denomina la «trampa de la inteligencia», ésta consiste en que cada uno de nosotros podemos justificar prácticamente cualquier punto de vista. Cuanto mejor elaborado tengamos nuestro argumento o razonamiento, menos necesidad tenemos de explorar la situación y contrastarla con otras opiniones o datos. En este sentido, podemos quedar prisioneros de nuestro propio punto de vista. Hay que estar muy atento a esta situación.

Todos sentimos la necesidad de tener la razón, debe ser por un mecanismo natural de defensa. Hay que agregar aspectos sociales, como la imagen y el estatus; los cuales dependen del entorno social y de las diversas inteligencias en juego. A veces, es difícil profundizar en la búsqueda de la cierta certeza, aceptar errores o encontrar soluciones que pueden ser incómodas.

El uso de la crítica produce una satisfacción más inmediata que el uso constructivo. De allí, que se diga que es «más fácil criticar que hacer». O incluso, en muchos casos, al mostrar que estoy de acuerdo con alguien, mi rol puede parecer superfluo y subordinado, «no soy original», algo tan manoseado actualmente como la originalidad.  Por otra parte, al proponer una idea «me pongo en manos» de aquellos que la tienen que juzgar, ahora soy yo quien será criticado.

Por el contrario, al ser yo quien crítica parece que soy quien controla la situación. De allí que, muchas veces preferimos la seguridad del pensamiento reactivo a la del pensamiento creativo. Ya que en el pensamiento reactivo se reacciona ante los datos que a uno le entregan, uno es el crítico de tales datos. Recordemos esos horrendos programas de concurso en televisión, el participante está sometido, esclavizado a la opinión del «jurado», sí son jueces, el participante una «cosa» a complacerlos. Por el contrario, en el pensamiento creativo hay que crear el contexto, los conceptos, los objetivos. Somos sujetos de acción activa.

Otro aspecto es la rapidez de pensamiento, el apresuramiento de formular opiniones y juicios, muy útil para muchas cosas en la vida; pero supone un riesgo saltar a conclusiones a partir de muy pocos datos. Un proceso más lento, más acucioso puede llegar a conclusiones más apropiadas.

Por contraposición al pensamiento lógico está el pensamiento arbitrario, éste es el reverso del pensamiento lógico. Si el pensamiento lógico es: preciso, exacto, se basa en datos probables, en hechos; es analítico, sigue reglas; es racional, sensato y secuencial (paso a paso). El pensamiento arbitrario es: impreciso, no comprueba la veracidad de lo que afirma, no analiza; crea sus propias reglas, no razona, discurre a saltos.

Cuando un argumento lógico tiene aspecto de ser válido pero no lo es, lo denominamos falacia. Sabemos que las falacias son razonamientos erróneos que parecen válidos, de eso oímos muchos por la televisión, particularmente, en los discursos políticos; que son unos de los que más pesan en el hacer colectivo. Las falacias pueden ser formales o informales. Las primeras, son aquellas que son inválidas porque no están bien construidas formalmente. Las informales, son aquéllas cuya invalidez se debe a una incorrección en el contenido de las premisas y no a una incorrección formal. En ambos casos, las premisas aportan una base incorrecta para llegar a hacer la conclusión.

Por otra parte, cuando elaboramos una argumentación aparentemente válida con la intención de inducir a error, a ésta la denominamos sofisma. Éstos son argumentaciones aparentemente válidas que pretenden inducir a error. Muchos ejemplos, hay en los discursos y los podemos apreciar poniendo un poco de atención. El pensamiento arbitrario se puede disfrazar de pensamiento lógico, a esto hay que estar atentos.

Las principales dificultades en el uso del pensamiento creativo provienen de contraponer a éste un pensamiento encarrilado, como se dice sobre carriles. El primero es: flexible, espontáneo, fluido, original, suspende el juicio, asume riesgos; es libre, heterodoxo, acepta la ambigüedad. Por su parte, el pensamiento encarrilado es: rígido, premeditado, mimético, rutinario, descalificador, inmovilista, normativo, ortodoxo y no soporta la ambigüedad.

Entre los obstáculos que tiene el pensamiento creativo tenemos: Primero, los «auto-supuestos restrictivos», que son las limitaciones y restricciones que nosotros mismos nos imponemos al resolver un problema. Segundo, «el síndrome de Herodes», que es la costumbre de criticar destructivamente las ideas en el momento en que se producen, matar la idea al nacer. Tercero, «la resistencia al cambio», esto se da porque todo cambio, aunque sea para mejor, implica momentos de desorganización y de cierto desconcierto e indefinición.

Cuarto, «la sumisión sin crítica», esto consiste en la obediencia ciega a las ideas dominantes y a las opiniones de los expertos, como seres infalibles. Quinto, «el miedo a cometer errores», muy común en todos nosotros, como si con otros tipos de pensamientos, por ejemplo, el lógico no los cometiéramos. Esto debe ser algo inculcado en las escuelas, lo cual se interrelaciona con la vergüenza. Sexto, «la desconfianza en las capacidades creativas», es parte de lo anterior, el hecho de no poseer una estima sólida; tales capacidades, muchas veces, están latentes pero no salen a la luz por el miedo y la desconfianza en nosotros mismos.

Séptimo, «la excesiva presión del tiempo», eso de que «lo quiero para ayer», nos obliga a tomar decisiones apresuradas, y acudimos a las decisiones habituales, las de siempre. Octavo, «el miedo a quebrantar las normas del grupo»; el apego social traza normas de conducta que nos permite una aparente pertenencia a un grupo social, si rompemos las normas ya no perteneceremos a ese grupo. Noveno, «la dicotomía juego–trabajo»; el prejuicio de que lo creativo es juego y no trabajo; de allí que concebimos el trabajo como algo siempre rutinario y aburrido. Nunca como un acto creativo.


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