viernes, 17 de octubre de 2014

LA AMISTAD EN LA CONFORMACIÓN DEL SUJETO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

En la Ética a Nicómaco[1] dirá Aristóteles que la amistad “es lo más necesario para la vida”. Y que ésta es una virtud o está acompañada de virtud.  En ambos casos, la amistad es un pensar-hacer fundamental para y en la conformación del sujeto. No es concebible el sujeto solo, aquel que fatuamente dice primero yo, segundo yo y tercero yo. Este será, en todo caso, un imbécil.   

Y continúa el filósofo, “En efecto, sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviera todos los otros bienes; incluso los que poseen riquezas, autoridad o poder parece que necesitan sobre todo amigos”. ¿Quién se concibe a sí mismo solo? Privado de cualquier contacto con otra persona, con la cual poder conversar, de poder enviarle un mensaje de texto o escribirse mutuamente a través de facebook. Así uno de los mayores castigos que ha podido concebir el hombre es el aislamiento, el exilio, el destierro, la prisión, esto es, apartar al sujeto de los suyos. Quitar la tierra en que ha morado el individuo.

En todas nuestras circunstancias convivimos con nuestros semejantes. Ahora bien, “en la pobreza y en las demás desgracias, consideramos a los amigos como el único refugio”, nos dice el Estagirita. Pues son ellos a quienes buscamos. Incluso aquellas personas soberbias y engreídas terminan claudicando sino ante la amistad, por lo menos ante la necesidad del otro; que en última instancia es lo que nos conduce a establecer nuestros lazos de amistad. Por ejemplo, la necesidad de jugar, en nuestra infancia, con otros niños; o de contar algo interesante que nos sucedió da lugar a la conversación que puede abrir las compuertas de la amistad.

Pues todos necesitamos de la ayuda del otro para guardarnos de nuestros errores en esta vida, o para contar y festejar nuestras alegrías. Necesitamos del otro a causa de nuestra debilidad; de la asistencia que podemos prestar y podemos dar; de la ayuda que necesitamos para realizar nuestras acciones. Y como dice Aristóteles “los que están en la flor de la vida les prestan su apoyo para las nobles acciones” a aquellos que necesitan de la ayuda necesaria.

            Ya que “con amigos los hombres están más capacitados para pensar y actuar”. Nuestro pensar-hacer se conforma en la amistad, y no como bestias solitarias. Pensar en soledad es un buen hacer, pero si este pensar no se manifiesta en la conversación termina por convertirse en algo estéril. Y no sólo el pensar, sino el sujeto mismo. Pues como interpretó Heidegger a Aristóteles el hombre es un ser del habla, del hablar, de dialogar. Porque en hablar le va gran parte de la vida al sujeto.

El sujeto necesita conversar, decir sus cosas o las cosas que a él le interesan. Luego va aprendiendo que el otro también quiere decir cosas, y en este oírse mutuamente se va tejiendo la amistad. Por ello, cuando alguien siente que reiteradamente el otro no lo escucha, aquel termina por alejarse de esa persona que no lo atiende. Ya que considera que esa persona no está abierta a la atención recíproca, no está abierta a la amistad. Pues la amistad consiste en un abrirse al otro, a ese «tender la mano», que significa estoy dispuesto a.

Nuestro pensar-hacer no es algo individual, aun cuando nuestra historia personal lo sea y nos pertenezca. Nuestro pensar-hacer se conforma con los otros. Es un algo social y colectivo. Un algo en que estamos inmersos con los otros y con los otros lo construimos. Y eso es la amistad.  Pues en este viaje que es la vida “puede uno observar cuan familiar y amigo es todo hombre para todo hombre”. Aun cuando la enemistad también tenga su existencia en esta vida.  Porque como dice Calamaro, «igual somos amigos, porque para enemigos hay un montón de gente corriente» 

Nos desarmamos ante los otros porque la amistad así lo exige. El otro es nuestro y uno es del otro. De Edimburgo a Caracas, la amistad no es sólo un aliento sino una realidad, con toda la convicción que la emoción nos depara. Por ello, “la amistad es no sólo necesaria, sino también hermosa” dijo Aristóteles. La amistad sigue, por todas partes, dando a cada uno de nosotros muchos de sus instantes.

            En la amistad nos hacemos semejantes unos a otros en medio de nuestras diferencias. En la amistad nos amamos, y aunque parezca contradictorio también, muchas veces, terminamos odiándonos. Porque como decía el oscuro de Efeso, «la armonía más hermosa procede de tonos diferentes». La amistad nos permite airear nuestro ser, sin medias tintas; y que el tiempo que muchas veces nos separa en la distancia sea sólo un soplo pasajero. Pues, “tener muchos amigos se considera como una de las cosas mejores” decía el Estagirita.

Cicerón, por su parte, nos dijo que “la amistad es más hija de la naturaleza que de la necesidad, y más de la aplicación del ánimo con cierto sentido de amar, que del pensamiento de las utilidades que podrá traer”. Pues necesitamos irremediablemente del otro, tenemos necesidad de él, está en nuestra naturaleza. Así Ovidio, en Las Heroidas, dará apertura al conjunto de cartas haciendo solicitar de “Penélope, tu esposa desdichada, ¡Oh tardo y perezoso Ulises mío! Esta te escribe; pero no respondas. En lugar de respuesta ven tu mismo”.


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Escucha: “Pasión y Razón” en www.arte958fm.com (todos los martes desde las 2:30 pm, hora de Caracas)



[1] Tengo presente para las citas: Ética Nicomáquea, Libro VIII, “Sobre la amistad”, Madrid, Editorial Gredós, 1993.  

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