jueves, 20 de noviembre de 2014

EL SUJETO EN SUS EMOCIONES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Nuestro contacto con la vida es sentimental y práctico. Ya que ésta es provocadora de alegrías, miedos, encantamientos y pesadillas. En la vida, las cosas son lo que son para mí. El aroma de ésta puede embalsamar o envenenar mi existir. Por ello, torcer nuestra mirada a lo que nos resulta desinteresado, a esa cosa sin olor ni sabor que es la realidad de los otros, es una pasión intensa que nos obliga a valorar la realidad de los otros.

Así la vida se desarrolla en esos amores que exigen del amado interminables pruebas de amor, para poder estar tranquilos. Cuando hablamos de pasiones, hablamos tanto de experiencias subjetivas como de lo que el mundo nos revela en nuestra relación con él. La realidad bruta se nos hace inhabitable. Por ello buscamos vivir en una realidad interpretada; a esta realidad la convertimos en nuestra casa, la dotamos de sentido y humanidad.

A cada momento le damos sentido a esa realidad en que nos encontramos. Le damos motivos, preocupaciones y espejismo. Nuestra vida la transfiguramos en fragmentos de una realidad, y de este modo permitimos que ella aparezca dotada de un valor. El hombre y la mujer son un animal difícil, por esta carga emocional que lo constituye. 

En todas las épocas de nuestro vivir no hemos sentido los mismos sentimientos, ni los hemos valorado de la misma manera. Éstos han cambiado permanentemente. Nuestra cultura retoca sin parar nuestro mundo afectivo. Nos «sentimentalizamos» a través de la cultura. Del Yo inerme o indiferente pasamos a un sentimiento diferente. Es la conciencia de esa cultura que nos conforma o nos des-conforma.

Nuestras expresiones se modifican, como señala Marina desde «la furia me arrebató», pasamos a «me siento furioso». Una es exógena, la otra reflexiva. La pasión retorna, en voz media, sobre la persona. Se convierte, de esta manera, en algo propio y personal, en una intimidad que nos pertenece, y la cual disfrutamos sofocantemente.  

En este refinamiento de las pasiones, éstas ya no son experiencias que se sienten y se viven; ahora son hechos que se analizan y autoanalizan, ahora son herramientas para el éxito y el mercado de la felicidad. Incluso se ponen en duda. Las penas de nuestros amores se convierten en tormentos negativos, que se auscultan en función de objetivos laborales, sociales. Ya no son una pena, ahora son algo positivo o negativo con vista a un fin.

Por otra parte, nuestra relación con el mundo desde que nacemos es afectiva; porque somos seres menesterosos que ansiamos la plenitud del entorno, en el que vivimos abiertos y expectantes. Por ello, nos encontramos permanentemente en una disposición de ánimo y afectiva ante el mundo. En nuestro origen somos unos seres sensibles y carentes, a los cuales muchas cosas nos afectan. Después buscaremos a través de eso que llamamos objetividad entender donde nos encontramos.

Por nuestros placeres, dolores, deseos y proyectos vivimos siempre en estampida. Somos, a la vez, expulsados y retenidos. Nos encontramos en la encrucijada de nuestros propios caminos mentales, en esa maraña en la que se entrecruzan nuestros conocimientos, afectos y acciones. Todo influye sobre nosotros, por lo cual nuestros problemas sentimentales se van convierten en tornillos sin fin.

Nuestros sentimientos modifican nuestro pensar, nuestra acción y el entorno que habitamos. Asimismo nuestra acción modifica nuestro pensamiento, sentimientos y el entorno. El entorno, a su vez, influye en nuestro pensar, en nuestros sentimientos y nuestra acción. Los pensamientos influyen en nuestros sentimientos, acciones y el entorno. Esto es un torbellino imparable. Quién los puede resistir. Por ello, la experiencia sentimental es una semiótica que nos golpe desde las profundidades.

Nuestra experiencia sentimental es el balance consciente e inconsciente de nuestra situación, de nuestro estar en este mundo. Son una mezcla subjetiva y objetiva. Es una urgencia. Nuestras pasiones son un lenguaje que hay que aprender a descifrar, una llamada de emergencia desde algún lugar de nuestro vivir; son una superficie que aparentemente conocemos, pero cuyo fondo y profundidad ignoramos.

En esta balanza inestable intervienen nuestro estado corporal, el andar de nuestros deseos y proyectos, el sistema de nuestras creencias y prejuicios, nuestras experiencias y algunas otras de las que no somos totalmente conscientes. Nuestro mundo emocional es brillante y oscuro, cálido y frío, tierno y violento, es decir, es paradoja.

Nuestro vivir es un argumento inacabable, y a cada instante trae nuevos datos sobre este nuestro vivir afectivo. Nuestras emociones cambian rápidamente durante una situación. Vivimos la incertidumbre y la calma, la calma y la sorpresa, la sorpresa y la furia, la furia y el arrepentimiento, el arrepentimiento y el afán de querer que nos perdonen. Deshojamos la margarita de los miedos y las esperanzas. La cordura es asunto difícil. No dijo la coherencia y la armonía. La que tanto anhelamos.



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