Nuestro
contacto con la vida es sentimental y práctico. Ya que ésta es provocadora de
alegrías, miedos, encantamientos y pesadillas. En la vida, las cosas son lo que
son para mí. El aroma de ésta puede embalsamar o envenenar mi existir. Por
ello, torcer nuestra mirada a lo que nos resulta desinteresado, a esa cosa sin
olor ni sabor que es la realidad de los otros, es una pasión intensa que nos
obliga a valorar la realidad de los otros.
Así la vida se
desarrolla en esos amores que exigen del amado interminables pruebas de amor,
para poder estar tranquilos. Cuando hablamos de pasiones, hablamos tanto de
experiencias subjetivas como de lo que el mundo nos revela en nuestra relación
con él. La realidad bruta se nos hace inhabitable. Por ello buscamos vivir en
una realidad interpretada; a esta realidad la convertimos en nuestra casa, la
dotamos de sentido y humanidad.
A cada momento
le damos sentido a esa realidad en que nos encontramos. Le damos motivos,
preocupaciones y espejismo. Nuestra vida la transfiguramos en fragmentos de una
realidad, y de este modo permitimos que ella aparezca dotada de un valor. El
hombre y la mujer son un animal difícil, por esta carga emocional que lo
constituye.
En todas las
épocas de nuestro vivir no hemos sentido los mismos sentimientos, ni los hemos
valorado de la misma manera. Éstos han cambiado permanentemente. Nuestra cultura
retoca sin parar nuestro mundo afectivo. Nos «sentimentalizamos» a través de la
cultura. Del Yo inerme o indiferente pasamos a un sentimiento diferente. Es la
conciencia de esa cultura que nos conforma o nos des-conforma.
Nuestras expresiones
se modifican, como señala Marina desde «la furia me arrebató», pasamos a «me
siento furioso». Una es exógena, la otra reflexiva. La pasión retorna, en voz
media, sobre la persona. Se convierte, de esta manera, en algo propio y
personal, en una intimidad que nos pertenece, y la cual disfrutamos
sofocantemente.
En este refinamiento
de las pasiones, éstas ya no son experiencias que se sienten y se viven; ahora
son hechos que se analizan y autoanalizan, ahora son herramientas para el éxito
y el mercado de la felicidad. Incluso se ponen en duda. Las penas de nuestros amores
se convierten en tormentos negativos, que se auscultan en función de objetivos
laborales, sociales. Ya no son una pena, ahora son algo positivo o negativo con
vista a un fin.
Por otra
parte, nuestra relación con el mundo desde que nacemos es afectiva; porque somos
seres menesterosos que ansiamos la plenitud del entorno, en el que vivimos
abiertos y expectantes. Por ello, nos encontramos permanentemente en una disposición
de ánimo y afectiva ante el mundo. En nuestro origen somos unos seres sensibles
y carentes, a los cuales muchas cosas nos afectan. Después buscaremos a través
de eso que llamamos objetividad entender donde nos encontramos.
Por nuestros
placeres, dolores, deseos y proyectos vivimos siempre en estampida. Somos, a la
vez, expulsados y retenidos. Nos encontramos en la encrucijada de nuestros
propios caminos mentales, en esa maraña en la que se entrecruzan nuestros conocimientos,
afectos y acciones. Todo influye sobre nosotros, por lo cual nuestros problemas
sentimentales se van convierten en tornillos sin fin.
Nuestros sentimientos
modifican nuestro pensar, nuestra acción y el entorno que habitamos. Asimismo
nuestra acción modifica nuestro pensamiento, sentimientos y el entorno. El
entorno, a su vez, influye en nuestro pensar, en nuestros sentimientos y nuestra
acción. Los pensamientos influyen en nuestros sentimientos, acciones y el
entorno. Esto es un torbellino imparable. Quién los puede resistir. Por ello, la
experiencia sentimental es una semiótica que nos golpe desde las profundidades.
Nuestra
experiencia sentimental es el balance consciente e inconsciente de nuestra
situación, de nuestro estar en este mundo. Son una mezcla subjetiva y objetiva.
Es una urgencia. Nuestras pasiones son un lenguaje que hay que aprender a
descifrar, una llamada de emergencia desde algún lugar de nuestro vivir; son
una superficie que aparentemente conocemos, pero cuyo fondo y profundidad
ignoramos.
En esta
balanza inestable intervienen nuestro estado corporal, el andar de nuestros
deseos y proyectos, el sistema de nuestras creencias y prejuicios, nuestras
experiencias y algunas otras de las que no somos totalmente conscientes.
Nuestro mundo emocional es brillante y oscuro, cálido y frío, tierno y violento,
es decir, es paradoja.
Nuestro vivir
es un argumento inacabable, y a cada instante trae nuevos datos sobre este
nuestro vivir afectivo. Nuestras emociones cambian rápidamente durante una situación.
Vivimos la incertidumbre y la calma, la calma y la sorpresa, la sorpresa y la
furia, la furia y el arrepentimiento, el arrepentimiento y el afán de querer
que nos perdonen. Deshojamos la margarita de los miedos y las esperanzas. La
cordura es asunto difícil. No dijo la coherencia y la armonía. La que tanto
anhelamos.
PD. Visita en
facebook: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA OBED DELFÍN
Escucha:
“PASIÓN Y RAZÓN” por WWW.ARTE958FM.COM
(todos los martes desde las 2:30 pm horas de Caracas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario