sábado, 22 de marzo de 2014

LA RESPONSABILIDAD DEL SUJETO QUE SOY: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La posibilidad de llegar hacer una persona eficaz, el personal, lo organizacional, comunitario, empresarial, es un proceso continuo de formación y de construcción de sí mismo. Son logros personales que se reflejan en el hacer y en la acción con el otro. Entre estos logros, están también los fracasos privados y los fracasos comunes, nada de esto es extraño en el hacer del individuo.
           
La diferencia está que cuando se asume una actitud ineficaz el individuo retrocede ante los fracasos, no los asume como parte necesaria de su proceso de formación. Si permanece en este momento de ineficacia pasa a un estado de dependencia, en el cual es el otro quien determinará cuáles son sus necesidades en tanto sujeto, y a través de este otro buscará satisfacer sus exigencias y deseos, que en última instancia no serán los suyos propios, sino los de ese otro.

No obstante, en esa condición de dependencia se establece una condición, un comportamiento que oscila entre luchar y huir. Se establece una relación consigo mismo ambigua y contradictoria, que tiende a una forma más bien destructiva de sí mismo, pues ya no se pertenece a sí, sino es la forma de otro, de aquel otro del cual depende. La pregunta, en cuestión, es ¿cómo puede esa persona romper con tal relación?

Antes de intentar responder, observemos algunas actitudes la persona que mantiene una forma del pensamiento del afuera, como diría Foucault. Por lo general, y esto no es una fórmula, la persona duda de sí misma, y es normal, pues no se tiene a sí misma como guía de su hacer;  tiende a culpar a los demás pues la responsabilidad no recae en ella, ya que ella no se es.

Su hacer carece de objetivos determinados, pero ¿cómo lo puede establecer ella misma si es dependiente de otro? Se mueve por los objetivos que otro le determina. Hace lo primero que viene a su mente, sin establecer si eso es fundamental o no en su hacer, esto deviene de la carencia de claridad en sus objetivos; en este sentido es un errabundo, un planeta diría Platón.

Por otra parte, puede pensar de forma egoísta, en que ella obtiene algún tipo de ganancia mientras los demás pierden algo que a ella le pertenece, o de una manera sufrida yo pierdo mientras los demás ganan algo que me pertenece, siempre será una víctima. Este individuo ineficaz tiene gran necesidad de ser comprendido, pues necesita del otro, el otro es su yo. Es temeroso, ya que carece de confianza en sí mismo, y carece de confianza porque él no es él, es un otro.

Sugerir una solución es complicado. Primero, porque existe un espectro amplío de alternativas para que el sujeto se constituya a sí mismo. Segundo, es el sujeto el único que puede elegir cuál de esas alternativas experimentará y cuál le resulta eficaz a sus fines, y en esto de los fines es él quien determinará cuáles son. Por otra parte, si él no elige no existe la posibilidad de un cambio, de una transformación, para esto último existen las justificaciones.  

Muchas personas consideran que es necesario el uso de la mano dura para lograr sus buenos fines, e incluso algunos exigen que le apliquen tal mano dura para alcanzar los fines. Acá se establece una relación de complacencia mutua basada en la mano dura. En este caso, no se establecen relaciones de la calidad humana entre la vida personal, comunitaria u organizacional, tiende a parecer más a lo Hegel denomino la dialéctica del amo y el esclavo.

En otros casos, y son muchos los casos, admitimos que nuestros recursos más importantes son desperdiciados, que se hace una mala administración de nuestros recursos, lo cual incide negativamente en los fines propuestos, en caso que haya fines propuestos. Y adviene la interrogante ¿Qué hago yo para que ese mi recurso más importante no se desperdicie? Porque pongo la culpabilidad de lo que ocurre en un otro. No asume mi responsabilidad de ser lo que soy. Algunas actitudes de nuestra ineficacia se fundan en nuestro condicionamiento del pensamiento inmediatista, a corto plazo. Pero ese es mi pensamiento inmediatista, no el de algún otro etéreo a quien le puedo echar la culpa de lo que me pasa.

Si mi idea, si mi concepción de mi hacer en la vida está fundada en las cosas rápidas, fáciles y sin complicaciones está bien, esa es mi forma de ver y concebir el mundo. ¿Pero funciona así el mundo? Es la pregunta inmediata. ¿Cuál es la dimensión de mis objetivos, de mis logros y mis metas? Si es que los tengo, o sólo tales objetivos y metas tienen el alcance de posiblemente media hora, a lo sumo. En este caso, mi vida será inmediata y mis resultados también lo serán, no puedo aspirar a más.   

            Sin embargo, para cosechar, quien cultiva sabe que tiene que laborar constantemente en el espacio-tiempo del adentro de su ser y en el afuera con los otros; porque en este tránsito que es la construcción del sujeto y que se da a lo largo de la vida la inmediatez no funciona, no tiene una cabida eficaz. En esta nuestra vida, hay circunstancias que actúan con independencia de nuestro conocimiento, de nuestro mirar con atención, de nuestro considerar algo.


No hay una solución instantánea a las cosas nos decimos a nosotros mismos. No obstante, seguimos actuando y pensando de esa manera, por nos hemos condicionado a esa forma de pensar que resulta tan atractiva como un dulce. El sujeto en medio de sus circunstancias está inmerso en lo que Covey llama la ley de la cosecha; donde no podemos convivir al margen de nuestras relaciones, de nuestros convenios gerenciales, de nuestras organizaciones sociales intentando cosechar manipulando logros inmediatos de lo que yo quiero como éxito inmediato.  

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