sábado, 8 de marzo de 2014

ARQUEOLOGÍA DE LAS EMOCIONES: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Intentar comprender el origen, desarrollo y puesta en el aquí y ahora de la emoción es una tarea arqueológica. La emoción podría plantearse como la respuesta que ofrece el individuo a los estímulos socio-culturales y ambientales que siente o recibe del entorno donde vive. En entorno que es institucionalizado desde larga data.

Por debajo de las continuidades del pensamiento, de las manifestaciones masivas y homogéneas de un pensamiento colectivo, del devenir de una ciencia que se encarniza en existir desde su comienzo; por debajo de la persistencia de un género, de una forma, de una disciplina, de una actividad teórica, se trata ahora de detectar la incidencia de las interrupciones de la emoción.

El problema que se plantea en tal análisis no es sólo el de saber por qué vías han podido establecerse las continuidades de la emoción; de qué manera un solo y mismo designio ha podido mantener y constituir esta noción para tantos espíritus diferentes y sucesivos, establecer un horizonte único. Qué modo de acción y qué sostén implican este juego de las emociones; cómo el origen puede extender su ámbito mucho más allá de sí mismo y hasta ese acabamiento que jamás se da.

El problema no es la tradición ni el rastro, sino el recorte y el límite; no es el fundamento que se perpetúa, sino las transformaciones que valen como fundación y renovación de las fundaciones. La emoción no es esa materia inerte a través de la cual trata ésta de reconstruir lo que los hombres han hecho o dicho, lo que ha pasado y de lo cual sólo resta el surco; ahora se trata de definir el propio tejido de unidades, de conjuntos, de relaciones que se han constituido a su entorno.

En lugar de la cronología continua de la razón, que se remontaba al inaccesible origen, a su apertura fundadora; han aparecido unas escalas emotivas distintas las unas de las otras, rebeldes a una ley única, portadoras de un tipo de historia propia de cada una e irreductibles, aparentemente, al modelo general de una conciencia que adquiere, progresa y recuerda.

La noción de emoción ocupa ahora un lugar mayor en las diversas disciplinas. Lo discontinuo es, a la vez, lo dado y lo impensable; lo que se ofrece bajo la especie de los acontecimientos dispersos: decisiones, accidentes, iniciativas, descubrimientos. Y lo que debe ser por el análisis desaparece en la continuidad de los acontecimientos.

La emoción está constituida por el conjunto de lo que ha sido dicho en el grupo de todos los enunciados que la nombran, la recortan, la describen, la explican, cuenta su desarrollo, indica sus diversas correlaciones, la juzgan, y le prestan la palabra articulando en su nombre discursos que han de pasar por ser los suyos.

El objeto que se pone, como su correlato, por los diferentes enunciados emocionales no es idéntico al objeto que se dibuja a través de las diversas pretensiones de autoayuda; de la misma manera todos los objetos del discurso de desarrollo personal  son modificados, no es la misma emocionalidad de las que se trata aquí y allá, esto es, no se trata en absoluto de los mismos sujetos emocionales.

De esta multiplicidad de los objetos emocionales, se puede entresacar que no es posible admitir una unidad del discurso referente a la emoción, por lo que no es posible constituir un conjunto de enunciados posibles. Quizás haya que atenerse a los únicos enunciados que tienen un único y mismo objeto: los discursos sobre la felicidad y el éxito. Opuesto éstos a la depresión, la infelicidad y el fracaso.

Pronto nos damos cuenta de que cada uno de estos discursos constituye un tema particular, que es elaborado hasta transformar la noción de emoción por completo. De allí que se plantee el problema de saber si la unidad de tal discurso está constituido, más bien, por el espacio en el que diversos objetos son perfilados y continuamente transformados; y no por la permanencia y la singularidad de un sujeto.

La relación característica que permite individualizar el conjunto de enunciados relativos a la emoción, no será la regla de emergencia simultánea o sucesiva de los diversos objetos que en ella se nombran, se describen, se aprecian o se juzgan.

La unidad de los discursos sobre la emoción, no está fundada sobre la existencia del objeto emoción, o la constitución de un horizonte único de conveniencias; que sería el juego de las reglas que hacen posible la aparición de objetos recortados por medidas del propio discurso emotivo, sino por objetos que se diferencian en la práctica cotidiana, objetos que se manifiestan en descripciones patológicas cercados por códigos o recetas de medicación, de tratamiento, de cuidados.

La unidad de los discursos sobre la emoción sería el juego de las reglas que definen las mismas transformaciones de esos diferentes objetos; su no identidad a través del tiempo, la ruptura que se produce en ellos, la discontinuidad interna que suspende su permanencia; la ambigüedad de la multiplicidad propia de lo deseante.

Es manera paradoja intentar definir un conjunto de enunciados sobre la emoción en lo que hay en ésta de individual consiste en describir la dispersión de esos mismos objetos, intentar captar todos los intersticios que los separan, medir las distancias que reinan entre ellos; es intentar formular una ley de repartición.

La narrativa de la emoción se caracteriza menos por sus temas o sus conceptos que por un determinado estilo, por un constante y determinado carácter de la enunciación. El discurso no está constituido por un conjunto de observaciones, de recetas heterogéneas, sino por un corpus de postulados que suponen una misma mirada fija en las cosas, una misma cuadricula del campo perceptivo, un mismo análisis del hecho patológico según el espacio visible del cuerpo, un mismo sistema de transcripción de lo que se percibe y en lo que se dice —el mismo vocabulario, el mismo juego de metáforas—, esto es, una serie de enunciados descriptivos.

Hay que reconocer que el discurso de la emoción es un conjunto de hipótesis sobre la vida, de elecciones éticas, de decisiones terapéuticas, de reglamentos institucionales, de modelos de enseñanza, así como un conjunto de descripciones que en todo caso no puede separarse de la enunciación descriptiva ni de las formulaciones del discurso terapéutico. Y al margen de este discurso se han constituido masas documentales, instrumentos de correlación, técnicas de análisis que tienen que utilizar para modificar al individuo en su situación de sujeto.


Todas estas narrativas, nos conducen a una reminiscencia terapéutica depositada lentamente en el transcurso de los siglos en el discurso del yo. Si se deseara definir esta narrativa de la emoción en un sistema codificado y normativo de enunciación, hay que reconocer que esta terapéutica se ha podido formular en un contexto de discontinuidad, en los entresijos sobre los placeres del espíritu y en medio de la fragilidad de los sentimientos.

1 comentario:

  1. mas q re-Conocer el discurso emotivo

    es importante q Fijemos CURSO NACION

    Por lo q t propongo sumemos fuerzas en un SOLO SENTIR
    ORIENTADOR

    para ello NACER

    puedes hacer CAUSA COMUN CON LA ORACIÓN?

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