martes, 29 de septiembre de 2015

«ALIEN» NUESTRO ÚNICO PASAJERO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

     Esa maravilla cinematográfica llamada «Alien» siempre nos acecha. Irrumpe en nuestras vidas sin mediación. Solo hace su aparición y nos deja sin aliento. ¿Qué es el Alien? Son los miedos que nos constituyen. Todos aquellos temores que nos rodean en nuestra vida. Es lo indeterminado, lo no definido ni controlado de nuestro existir. Ese ser que repta permanentemente por nuestras entrañas.    

            El Alien se nos aparece en esa nuestra aparente vida controlada. Cuando pensamos que nada nos puede pasar. Es lo otro. Lo afuera y oscuro. Sin embargo, anida en nuestro interior; allí se alimenta y va creciendo. Es la madre que le dice al niño allí viene el coco, allí está loco. Cada miedo que se nos inculca y cada miedo que desarrollamos a lo largo de nuestra vida. No tenemos escapatoria. El Alien siempre está allí.

            En tanto es el afuera que nos inquieta, éste es la vida en la calle; el motorizado que tememos nos robe o mate; quedar despedido del trabajo que tenemos; ser aplazados en el examen. Es lo otro, lo desconocido, lo que no tiene forma. Son nuestras relaciones confusas e imprecisas. La enfermedad, la vejez, la soledad; cada una de ellas se va convirtiendo en ese Alien que nos persigue y del cual huimos. La muerte del ser querido, que nos es arrebatado de un zarpazo. El niño que teme la ausencia de la madre.

            Cada miedo que está allí acechando. Nuestras ciudades se han convertido en nuestro Alien más preciado. Nos movemos por ellas sin saber que nos espera y que nos puede suceder. A veces, decimos sabemos que salimos pero no sabemos si regresamos. Allí está lo otro, eso desconocido. Porque ante lo preciso y determinado, siempre está la otra cara; el lado oscuro al cual tememos.  
 
            E incluso, nuestra primera relación con el mundo, según el texto sagrado judeo-cristiano, se establece a través del miedo. En éste se dice: “Y llamó Jehová Dios al hombre y le dijo: ¿Dónde estás? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”. La salida del Paraíso Terrenal se inicia con el miedo, porque acá el dios se ha hecho otro, a quien hay que temer. Este miedo nos acompaña, y siempre se fomenta.

            Las leyendas y cuentos de misterios acrecientan el temor por lo desconocido. Por lo que está allá, por lo ominoso. El miedo que instiga el político de un bando sobre el otro, del cristiano por el judío, de Occidente por el Islam, del blanco por el negro. El miedo nunca es inocente. Siempre nos consigue desnudos porque algo hemos hecho. Siempre hay una razón para temer. Es la pasión por excelencia de todo hombre, de toda mujer. El temer.

            Ese nuestro tejido social se construye en gran parte sobre el miedo. Sobre nuestros temores fundados o infundados, no importa cómo sean están allí. Por ello peleamos por abandonarlos, superarlos, hacerles trampas; pero nos acechan como el Alien a través de todos los intersticios de nuestro pensar-hacer. No hay maneras de hacerle trampa, siempre está allí de una u otra manera; incluso, a veces, muta.

            Cuando no está en nuestro consciente, está en nuestro inconsciente. Espera nuestro sueño, para hacerse presente. ¿Qué hacer? Esa es la interrogante. ¿Entregarnos a él y que nos devore? ¿Hacerle frente, cuando no tenemos fuerza suficientes para resistirnos? ¿Huir? Entonces siempre será una carrera interminable, sin cuartel. ¿Cuando en el fondo de nuestro ser vemos temor y vemos sospecha? Es más fuerte que nosotros, porque tiene muchas maneras y modos de ser.

            No podemos evadirlo, siempre estará en nuestro presente incierto. No importa cuanta certeza digamos que tenemos, siempre lo indeterminado hará su presencia. Un cambio de política en el trabajo, en el país; un suceso telúrico; cualquier incidente enciende nuestros miedos. Y como siempre está presente, entonces para nosotros no es extraño. Por ello, como dice Charly García “yo no voy a correr, yo no voy a correr ni a escapar de mi destino, yo no pienso en peligro”.

            No importa si el Alien está allí, porque siempre estará. Aunque no sepamos que es debemos confiar en nosotros. Porque al final no es un problema. ¿Por qué Sigourney Weaver vence al monstruo desnuda? Es algo extraño en esa escena final. No tiene armas, ni equipo especial cuando al fin solo están ella y él. Pensando en este desenlace, algo me recordó el cuadro de Eugène Delacroix «La Libertad guiando al pueblo». Ésta está desnuda.

            Así como el hombre adánico se planta desnudo ante dios para decirle que tuvo miedo; la libertad desnuda con todos sus miedos e indeterminaciones guía al pueblo. Lo mismo hace la mujer desnuda ante el Alien. Solo desnudos con nuestros miedos, con nuestra fragilidad podemos enfrentarnos a nuestros miedos internos y externos. Tenemos que despojarnos de todos nuestros haceres, para plantarnos cara a la vida. Desnudos con todos nuestros sentires podemos verle la cara a nuestros temores.

Así, en nuestra desnuda libertad tenemos que llegar a saber que al final el miedo no es un problema. Y con una nueva fascinación, saber qué placer esta pena del miedo que es solo eso, miedo. Que no nos puede devorar porque somos nosotros quienes lo alimentamos. Y nos debemos más que eso. Nos debemos toda la posibilidad de ser nuestra libertad, de plantar cara y decir ya, hasta acá está bien. Y saber que algo ha cambiado.    



PD. Facebook: consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Twitter: @obeddelfin
Youtube: Obed Delfín

No hay comentarios:

Publicar un comentario