Entre las actitudes del Capitán Sparrow siempre está su
disposición a dialogar, lo que casi nunca o nunca tiene buenos resultados según
sus planes. Es Sparrow un dialogante sin resultados favorables, algo se tuerce
en el camino; lo que viene a al traste con los fines propuestos por éste. En
este sentido, va de fracaso en fracaso, pero no desiste en su empeño. Podemos
pensar que el Capitán es un cobarde y por ello recurre a la estrategia del
diálogo; sin embargo, nos demuestra lo contrario, como es el caso al
enfrentarse al Kraken.
No le falta
valor y coraje, aunque es un poco escurridizo. Esta actitud al diálogo es tan
reiterativa como los fracasos que ella entraña. Héctor Barbossa, quien
sublevado le ha arrebatado el mando del Perla Negra, se lo recrimina; como algo
no propio de un pirata. De nada vale Sparrow sigue en su empeño. Por ello, es
un antihéroe. El Capitán del Perla Negra nos recuerda más al Chapulín Colorado
que a Sir Walter Raleigh, a quien al final tampoco le fue tan bien.
Dialoga,
acuerda con cualquier bando, en eso no discrimina el Capitán. Es un pirata, y
hace honor a su oficio. Todos los diálogos tienen un propósito personal, salir
bien librado de la situación en la cual se encuentra metido. Trata de acomodar
las circunstancias a sus intereses, ese es el fin de su disposición a dialogar.
Trata de traer el agua a su molino. Suma fracasos con Davy Jones con quien
tiene una deuda inmensa; por intentar dialogar ha perdido el Perla Negra a
manos de Héctor Barbossa; y sus dialogo-trato con Lord Cutler Beckett va por
mal camino.
¿Por qué
todos estos fracasos de Jack Sparrow? Porque el diálogo solo pretende un
beneficio particular, el de él. Sparrow quiere el diálogo para su provecho
personal; por eso está teñido de manipulación. El diálogo tiene un fin, que
según los cálculos del capitán, solo lo debe beneficiar a él. Pero, repito,
algo se tuerce en el camino y todo sale mal según sus cálculos. E así inicia
una des-ventura para remediar en la situación en que se encuentra.
Un diálogo
es entre iguales, como bien nos lo supo enseñar Hannah Arendt. En el caso del
Capitán Sparrow alguien siempre está en desventaja, por lo general él. Esto nos
induce a pensar que hay situaciones externas al diálogo, en la que la buena
voluntad del Capitán está comprometida a hacer un juego de mano a su favor.
Pero, éste es un pirata, y aunque nos caiga bien nos hace dudar de su buena
voluntad. Algo tiene Sparrow de tramposo.
Más allá de
la buena voluntad o no de las partes, el diálogo busca un beneficio particular
y no común. ¿Cuántas veces no decimos que queremos dialogar, pero tenemos en
mente la actitud de Sparrow? Me refiero a la actitud del beneficio particular.
Esa actitud la podemos apreciar, por ejemplo, en la gerencia; en los padres; en
los matrimonios, noviazgos. Es decir, en las relaciones interpersonales.
Muchas veces
proclamamos nuestra disposición al dialogo. No obstante, buscamos nuestro
beneficio personal. Ahora, es una moda dialogar. Por todas partes oímos el
pregón del diálogo, la necesidad del mismo. Sin embargo, consideramos, en
primera instancia, que no somos iguales; por lo que ya no hay diálogo, habrá
otra cosa pero no diálogo. Insisto el diálogo solo es posible entre iguales; lo
demás será la posibilidad de hablar.
Por otra
parte, proponemos el diálogo pero pensamos como sacar el mayor beneficio
personal, en desmedro del otro. No hay beneficio mutuo. ¿Cómo puede haber así
diálogo posible? Vamos desarrollando esa actitud de piratería consciente o
inconscientemente en nuestro pensar-hacer. Porque siempre nos consideramos más
habilidosos que el otro para sacar mayor provecho de la conversación y
situación; en última instancia, unos raposos. Más que dialogar manipulamos, que
no es lo mismo. Después cual inocentes no sabemos de nuestros fracasos.
La actitud
dialogante del Capitán Sparrow es interesante; sin embargo, en ésta se anida la
manipulación. Ya que, siempre hay una segunda intención o una intención oculta
para sacar provecho del otro. Esto es muy común. Gente que confunde, a
propósito o no, dialogar con manipulación. E incluso llega a pensar que es lo
mismo. Una está dada para lo otro. De allí el permanente engaño con que tratamos
a las personas. Y con que nos tratamos a nosotros mismos.
Nos movemos en nuestras relaciones
interpersonales, e incluso personales, en esta doble actitud. Decimos del
dialogar, pero buscamos manipular. Muchas veces oímos, «pero no estamos
hablando»; hasta con un tono de entrega desinteresada. Y lo que se mueve por
debajo de este hablar es lo favorable que puede ser éste para nosotros. El
provecho propio no es la razón del diálogo.
Repito, nos
declaramos partidarios del diálogo y lo levantamos como emblema de nuestra
vida. Sin éste no podemos vivir, dirán los más extremos. No obstante, nuestra
actitud pirática, para con los demás, nos acerca al Jack Sparrow manipulador.
El dialogo, en este sentido, es solo un falso estandarte bajo el cual escondemos
nuestra actitud de bucaneros; saqueadores de las posesiones del otro. Esa es
nuestra forma de ser piratas y nada más que piratas.
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