La brújula de Jack Sparrow es como
nuestra vida en general, un andar sin un sentido determinado. No apunta a
ningún norte definido. Se mueve sin un rumbo claro. Es decir, es un planeta, en
su significación helénica, un ser errante, un vagabundo. Así somos nosotros en
la mayoría de los casos. No se nos nota mucho, porque estudiamos, trabajamos,
tenemos una familia… Hacemos algunas actividades y pertenecemos a conjunto de
normas que más o menos encausan nuestro hacer diario.
Si
nos preguntamos sobre nosotros mismos, lo más probable que es que no sepamos
que responder, o no responderemos muy acertadamente. En la mayoría de los casos
no tenemos fines o metas. Incluso, muchas veces, ni no las planteamos. Por ello
nuestro horizonte es brumoso y ambiguo. Somos como Alicia en la encrucijada, no
podemos decidir qué camino tomar porque no sabemos para donde vamos.
Es
una realidad nuestra vida. No un drama. Porque ya en el drama podemos suponer
que sabemos que estamos dentro de él. Solo vivimos. Sin fines ni metas. Además,
no vinimos a este mundo o estamos predestinados a ser felices, alegres o
tristes. Solo estamos acá porque vivimos. Así de simple. Lo demás es una
construcción de nuestros deseos. Deseo ser feliz, deseo ser exitoso. Son
aspiraciones. Pero en nuestra vida, en el mero vivir, somos una brújula que
apunta a cualquier parte.
Admitir
este juicio, es saber que estamos vivos. Y con ello, afirmar que somos un
proyecto posible. Lo que nos hace un proyecto de vida, es ese errar por el
mundo de nuestros apetitos, de nuestros deseos, de nuestras aspiraciones. Que
se cumplan o no es otra cosa. Queremos esto, queremos aquello. Vamos a la
derecha, vamos a la izquierda. Todo parece posible a la vez. Todo parece a la
mano como dice Heidegger o Sartre. De allí que la vida nos sea algo tan
maravilloso.
Parecemos
personas centradas en lo que hacemos. No obstante, divagamos permanentemente.
Entramos en ensoñaciones y en éstas nos quedamos disfrutando. Nos quedamos
mirando el atardecer y allí permanecemos absortos, perdidos en el afuera y en
el adentro de nuestro ser. De niño tenían que llamarnos, porque nos perdíamos
en el juego, y el tiempo-espacio se extraviaba ante nosotros. Solo la norma nos
devolvía a este mundo.
De
grandes seguimos siendo iguales. Sin embargo, nos embarga el conflicto de las
obligaciones asumidas. De allí vienen nuestros remordimientos. Porque ya no
podemos volver a perdernos en el juego; porque ahora somos adultos, padres,
abuelos, gerentes, maestros, obreros, profesionales… nos hemos impuesto
nuestras obligaciones. Y ellas rigen nuestra vida. Así lo hemos asumido, o por
libre elección u obligados por las circunstancias. Qué más da.
Ha
sido una elección a fin de cuenta. Una elección nuestra. Si no ha sido así el
tormento es mayor. La elección, dijo Aristóteles, tiene su causa en el deseo y
en el pensar deliberadamente. Elegimos por lo deseamos y lo reflexionamos. En
caso contrario, hemos sido empujados por la vida misma. La vida siempre tienes
recursos suficientes para meternos dos goles en contra. Entre estos nos movemos
constantemente, o elegimos o nos empujan.
He
allí los sentidos de nuestro haceres. En ir reconociendo todas estas
circunstancias. Para buscar, en esa brújula pérdida que somos, un camino para
nuestra vida. Conseguir un norte posible en ese nuestro proyecto que somos.
Dejar de ser meros errantes, vagabundo que vamos para allá y para acá. Poder
trazar un sendero propio y con sentido; porque lo propio muchas veces no es
suficiente si éste carece de sentido. Que importa si la comida es abundante, si
ésta no tiene sal es insípida. La paladeamos y la tragamos; sin embargo, no nos
satisface.
La brújula de Jack
Sparrow al igual que nuestra vida: “Apunta hacia aquello que tú más quieres de
verdad en este mundo”, así lo dice el Capitán del Perla Negra. Su norte son
nuestros deseos verdaderos. No los deseos fatuos que tenemos a cada rato. La
vida está lleno de éstos últimos, por ello tenemos que apartar la paja del
grano. De deseos estamos conformados, y por ellos nos movemos a diario. Pero lo
que da o puede dar sentido, dar rumbo a nuestra vista son los deseos
verdaderos. Esos que configuran nuestro ser y solo a éste pertenecen.
Cuando Jack
Sparrow arrojado nuevamente a la isla solitaria junto con Elizabeth Swann,
recostado y borracho de ron en la playa cual Dionisio tropical le dice a la
damisela: “Lo que realmente es el Perla Negra es la libertad”. Está expresando
el deseo de toda mujer, de todo hombre; ese deseo verdadero de ser libre. Ese
deseo de elegir la posibilidad de nuestra vida, de nuestro proyecto de vida. De
que la brújula apunte hacia lo que más deseamos de verdad. De ser lo deseamos
ser.
Por
ello, la brújula de Jack Sparrow es, a la vez, como nuestra vida; un andar sin
un sentido determinado y la posibilidad de apuntar hacia aquello que más
queremos de verdad en este mundo.
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Excelente apreciación filosófica sobre la vida sin sentido,ni rumbo alguno. Actualmente, nuestro mundo va en sentido invertido e inhumano.Se puede enmarcar y calificar de vida sin moral ni ética,y sin un sentido profundo.
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