En el
desarrollo de nuestras potencialidades está implícito nuestro crecimiento
personal. Este crecimiento no es proceso natural, se necesitan artificios para
lograrlo. Se da en la construcción de nuestras relaciones personales y en
nuestro propio esfuerzo individual. Y a partir de allí podemos comenzamos a recoge lo que hemos sembrado
en nosotros y los demás. Podemos decir, que el crecimiento se da a través de
una cadena de eventos, en la cual nos podemos saltar alguno, pero seguro que
tendremos que volver a éste, ya que es un eslabón que no se ha realizado.
Durante este
proceso estamos en diferentes niveles de crecimiento, que son niveles de
pensares y haceres diferentes constituidos por lo físico, lo social, emocional e
intelectual. De allí que cada proceso de despliegue personal sea diferente, ya
que tiene sus particularidades específicas. Aunque en aspectos generales sea
semejante para todos. Por ejemplo, si me encuentro en un nivel de desarrollo
personal diferente a alguien, lo más probable es que las cosas sobre las que
debo trabajar sean diferentes; e incluso estando en el mismo nivel las trabajaré
de manera diferente, ya que somos dos individuos que interpretamos el mundo de
forma particular. No hay uniformidad absoluta, eso lo sabemos.
De allí que las
comparaciones siempre sean peligrosas, y hay que actuar con cierta prudencia.
Las comparaciones generan mucha inseguridad. No obstante, abusamos de ellas, las hacemos, por ejemplo,
con nuestros hijos, compañeros de trabajo, y otros conocidos o desconocidos. Si
atinar sobre qué tipo de comparación estamos haciendo, cuál es su fin.
Comparamos alegremente, sin atender a las determinaciones que están influyendo
en una u otra persona. Por ello, causamos heridas.
Si nuestro sistema personal de valores y
seguridades proviene de comparaciones, esto quiere decir que estamos buscando
las miradas de los otros para vernos, no lo hacemos desde nuestra propia
perspectiva. Si sólo dependemos de la mirada del otro viviremos inseguros y
angustiados, pues somos dependientes de esa mirada. Nos sentiremos superiores o
inferiores de acuerdo a esa mirada que el otro hace de nosotros. Somos una
mirada del otro.
Sabemos que las opiniones, como las costumbres
y las modas cambian constantemente. No puede existir seguridad al
sólo estar sometido a la opinión de los otros. Nuestra
seguridad, en
primera instancia, depende de nosotros; luego provendrá del exterior. Por ello,
no podemos construir nuestros valores y seguridades, es decir, nuestro
carácter, sólo de instancias externas, ya esta dependencia ni desarrolla ni
fortalece, sólo crea debilidades. Es necesario desarrollar y desplegar nuestra
mirada sobre nosotros mismos. La otra mirada importa, pero la nuestra es
primordial.
Es nuestro
pensar-hacer lo que debemos analizar, si queremos compararnos debemos ser
justos con nosotros mismos, y saber que esta comparación no es un juicio sino
una mera evaluación, para aprovechar lo que nuestro entorno nos ofrece. Nuestra felicidad la
fundamos, en primer lugar, en nuestro progreso, no en el del otro. Luego
podemos compartir nuestra felicidad, y es necesario este compartir; porque de
que vale tener una felicidad si ésta está replegada sobre sí misma. De este
modo, nuestro deseo de bienestar personal lo compartimos con nuestro de deseo
de relacionarnos.
Nos basamos en nosotros y en los otros.
Esta relación es intrínseca. No existen atajos
personales, que como bucles sólo nos hacen volver sobre nosotros. El bucle
también nos conduce sobre los otros. Y este proceso es parte de la cadena de
eventos de nuestro desarrollo personal. El proceso es metódico, puedo saltar
pasos, si así lo deseo, pero a la larga lo más probable es me encuentre
volviendo a ellos para completarlos. A veces hacemos esos saltos para
impresionar, y ¿a quién queremos impresionar? A los otros, volvemos a estar
afuera de nosotros, estamos de nuevo en un inicio de la cadena de eventos. Cuando tratamos de aparentar ser más de lo que
somos, terminamos porque los demás y nosotros mismos nos perdamos el respeto.
En este
proceso desarrollo personal debemos partir de donde estamos, desde nuestro
punto inicial. De este yo que soy aquí y ahora. Para ello necesito pensar en lo
que soy y he sido, por eso mi pasado es importante, no lo puedo echar al
olvido; pues tengo que analizarlo, pensarlo. Verme en ese espejo que he venido
siendo. Reflexionar sobre este que he sido y soy, reflexionar sobre cómo es y
ha sido mi relación con otras personas. Este análisis de mi mismo y de mi
relación con los otros, es lo que me permite establecer objetivos y metas a
futuro. Plantearme qué quiero llegar a ser.
Esta
introspección reflexiva me permite una comprensión de mis fortalezas, de mis
oportunidades, de mis posibilidades en futuro que yo me planteo para mí, y para con quienes mantengo relaciones. Ahora
me planteo lo que deseo ser, lo que debería ser según lo que soy y lo voy
hacer; lo que deseo ser en mi relación con los demás, cómo va a ser esa
relación con los otros. Es por nosotros por donde debemos empezar. Nuestra
reflexión se debe iniciar en nosotros mismos, en ésta incluiremos a los otros
necesariamente.
No importa si no sabemos qué cosa irá después
de la otra en este proceso. Lo importante, en primer lugar, es iniciar este
proceso de reflexión. Nuestro esquema y proceso de desarrollo lo iremos
develando solos o con ayuda de otro. Lo importante es comenzar por
donde estamos hoy.
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Asesoría Filosófica Obed Delfín
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(todos los martes 1:30 a 2:30 pm, hora Caracas)
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