La autonomía personal se desarrolla
junto con la confianza en sí mismo. Ya que si uno confía en uno mismo y en las
personas con las cuales comparte, sea trabajo, estudio, vecinos, no tiene
porque recurrir a ningún mecanismo de control, más bien se otorgará a sí y a
los demás una condición de autonomía. La confianza nos permite establece
acuerdos de ayuda y cooperación mutua entre todos.
A
partir de esta cooperación se inicia, entonces, la tarea de hacer más
productivas las estructuras de organización sean estas familiares, vecinales,
organizacionales, empresariales. Pues ahora todo está pensado para ayudarnos a
nosotros y a los otros a ser más eficaces, y para poder alcanzar los objetivos
de los acuerdos equitativos de yo gano-tú ganas. Ahora bien, si las estructuras
de nuestros acuerdos de cooperación están mal gestionadas no habrá autonomía ni
confianza.
Si
carecemos de carácter —autonomía y confianza—
y de competencias
no podemos dar poder ni beneficios ni reconocimiento a los demás. Si lo hacemos
sentimos que estamos en peligro, pues perdemos nuestro sistema de control. Por
ello debemos comprendernos reflexivamente a nosotros mismos, emplear el enfoque
adentro-afuera y afuera-adentro simultáneamente, para entender y conocer
nuestro carácter y nuestras competencias; para de esta forma construir nuestra
confianza y nuestro poder.
Hasta
que no asumamos como propiedad nuestra el enfoque adentro-afuera y
afuera-adentro no podremos intentar resolver los asuntos fundamentales de
nuestras vidas. No podremos delegar autoridad y confianza en otros, por más que
usemos el lenguaje de la confianza, de la autonomía, del empoderamiento. Sólo
seremos un discurso hueco.
Al
convertirnos realmente en sujetos autónomos nuestra personalidad y carácter se
pondrán de manifiesto. Podremos quienes organizar estrategias, estructuras y
sistemas sinérgicos acordes a nuestro orden interno y al de los demás. Esto nos
lleva a transformaciones importantes como resultado de rupturas con formas
tradicionales de pensar-hacer. Cambios de paradigma que se caracterizan por desarrollar
nuevas formas de pensar y hacer sobre viejos problemas.
Estos
cambios de paradigmas nos inducen a desechar presunciones injustificadas sobre
la gente; ya que tales presunciones no tienen cabida en cuanto se espera que se
produzcan mejores relaciones en nuestras organizaciones sociales. No podemos intentar
magnificar nuestros recursos usando técnicas manipuladoras, porque es parte de
paradigmas de valores trastornados, donde las cosas están al revés. En medio de
estos trastornos confundimos eficiencia con eficacia, conveniencia con
prioridad, imitación con innovación y pretensiones con competencia.
La
personalidad que uno despliega surge del núcleo de ideas y sentimientos sobre
la naturaleza del hombre que uno tiene. Lo que tengamos como centro de nuestra
vida —el trabajo, el placer, el amigo, el enemigo, el cónyuge, uno mismo, los
principios, las pasiones—, eso condiciona y afecta nuestra percepción del mundo
y de nosotros mismos. Pues esta percepción es lo que dirige nuestras creencias,
nuestras actitudes y comportamientos. A partir de esta percepción determinamos nuestros
objetivos y perseguimos nuestras metas, con las cuales labramos nuestro camino.
No
obstante, muchas veces lo hacemos antes de clarificar nuestras creencias y
actitudes, sin definir nuestra misión y clarificar nuestros valores. En
consecuencia, luego de recorrer nuestro camino nos damos cuenta que éste era
equivocado. Y allí nos descorazonamos y perdemos el sentido de nuestra vida.
Debemos entonces volver la mirada a nuestra confianza, a nuestro carácter; para
replantearnos nuevamente nuestro camino, ya que nada está perdido.
La
meta de este volver la mirada es desarrollar reflexivamente nuestras
potencialidades, que consiste en liberar el potencial creativo de nosotros
mismos. Hacer de este potencial parte de un proceso de cambio y desarrollo que
sea relevante y que tenga significado en nuestro pensar-hacer. Recordemos que
la acción se funda en la emoción, es decir, nuestro pensar-hacer está signado
por el conjunto de nuestras emociones, por eso nuestro hacer debe estar guiado
por una razón apasionada.
Razón
que afirma el más alto nivel de motivación humana, pues consideramos que las personas
somos lo más valioso de toda relación,
sea organizacional, empresarial, comunitaria o personal. Pues somos responsables
para descubrir, desarrollar y administrar todos los otros valores que
constituyen a las personas. Cada individuo debemos reconocerlo como un sujeto
libre, capaz de logros inmensos; nunca como una víctima o un instrumento
limitado por las condiciones y el condicionamiento.
De
esta manera, nuestro paradigma estará orientado hacia un proceso, no hacia un
producto. Este proceso de desarrollo personal, organizacional, empresarial,
comunitario consistirá en seleccionar prioridades, valores y objetivos; en
detectar y evaluar alternativas; planear y decidir pasos prácticos; en comparar
resultados obtenidos con las metas y objetivos propuestos.
PD. Visita en facebook: Consultoría y
Asesoría Filosófica Obed Delfín
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