Los procesos
para dar rienda suelta a las potenciales capacidades que cada individuo
contiene en sí necesitan ser parte integral de programas de formación, los
cuales deben ponerse en práctica de manera inmediata. Un primer aspecto a considerar,
es aprehender el contenido de tal o tales programas en función de sus metas
personales, sociales, empresariales… hay que aprender las líneas básicas que se
enmarcan en el propósito general que un individuo se ha trazado.
Una segunda cuestión es buscar
ampliar lo que cada uno de nosotros hemos aprendido en nuestra experiencia, en nuestro proceso
reflexivo personal y social, esto es, lo que hemos elaborado con sus propias
ideas y pensamientos. Lo que generalmente denominamos nuestra propia filosofía
de vida. Otro aspecto a tener en cuenta, es compartir y enseñar lo que hemos aprendido con otras
personas, para así aumentar y fortalecer nuestra propia comprensión de ello;
aquí estamos en un proceso de cooperativo de aprendizaje, lo que nos permite
conformar un vocabulario común para el intercambio, que nos permite desbloquear
la percepción que generamos entre nosotros mismos.
Compartir lo que hemos y vamos aprendiendo
nos lleva aplicar nuestros saberes de manera directa con los otros, en este
intercambio ponemos nuestros saberes a prueba en
circunstancias inmediatas. Lo cual permite reforzar unos saberes y rebatir
otros. Ya que estos saberes están en función de unas metas, un propósito general
y conjunto o equipo de personas. Por último, en este proceso de formación es necesario controlar los
resultados; ya que el análisis de los resultados nos permite evaluar si estamos
en el camino correcto para alcanzar las metas propuestas. Asimismo, el control
de los resultados nos permite visualizar si es necesario o no iniciar
nuevamente un programa de formación. Recordemos que los programas de formación
pertenecen a círculo constante de aprendizaje.
Toda formación
y crecimiento efectivo y eficaz se caracteriza por este proceso cíclico de
desarrollo paso a paso. Cuando nos percibimos capacitados en principios personales, sociales, gerenciales a través de este proceso continuo nos liberamos de viejas fórmulas, que muchas
ya no son efectivas para nuestro desempeño personal y laboral. Pues, éstas se
han convertido en patrones arcaicos de pensar, de hacer, de comportarnos, lo
que impide llevar a cabo un mejor desempeño en nuestros haceres.
Por el contrario, cuando nuestros
programas o estructuras de formación están orientados y motivados a la
configuración de nuestro ser-hacer, a lo que el sujeto es, las personas, organizaciones
y empresas descubren maneras eficaces de lograr que
sus estructuras, sistemas
y estilos sean más congruentes con las misiones, valores, roles y metas que se
han planteado. Logran ser más integrales en la relación pensar-hacer.
Determinar estructuras eficaces de programas
de formación nos permite romper barreras, que en muchos casos son espejismos
que nos hemos elaborado nosotros mismos. Un programa de formación, concebido en
función del sujeto, debe tener como principio romper la barrera humana o statu quo de nuestra labor diaria, de
nuestro hacer-pensar diario; cosa nada fácil por demás, pero necesario para
alcanzar un desempeño más beneficioso en nosotros como persona, como vecino,
como gerente, como obrero…
¿Por qué es tan difícil romper esa barrera
humana? Entre otras respuestas, porque frecuentemente consideramos que nosotros
somos más una limitación o un impedimento que una ventaja y una oportunidad. Y
esto es algo que debemos revertir, es decir, debemos comenzar por concebirnos
como oportunidades y ventajas; debemos abandonar esa manera de concebirnos como
limitaciones o impedimentos, que es como por lo general nos vemos y nos
pensamos. Esta es una primera barrera que hay que superar. Pero no en un mero
hablar, no en una mera declaración “de que ahora me declaro soy esto y lo
otro”, se debe llevar a cabo en un proceso reflexivo, en el cual está
involucrado constantemente nuestro pensar-hacer. Y eso necesita constancia y
trabajo.
Así podremos superar el bajo rendimiento que
está institucionalizado en lo personal, en lo social, en lo organizacional, lo
empresarial. Y que se refleja en las estructuras, en los sistemas, en los
procedimientos y en los procesos de nuestro hacer y de nuestro pensar. Un
programa de formación y desarrollo debe emanar de forma natural la perspectiva,
la misión y los principios de la persona, de la organización, de la empresa; pues
sin esto se estaría creando una artificialidad que no responde a ninguna
necesidad.
La formación de las personas debe intentar
aumentar el poder de la gente para elevarse desde sí mismo, para encontrar y mantener
el rumbo que ella misma se ha determinado; avanzar con buena disposición hacia
lo que viene, que necesariamente no es algo desconocido; hay que dejarse guiar
tanto por la imaginación como por la memoria, pues éstas nos permiten abandonar
miedos y fracasos del pasado. Todo esto con el fin de dar un salto cualitativo
y cuantitativo en nuestra labor, en nuestro hacer, pues esto nos permitirá
introducir cambios en nuestros hábitos, en nuestras directrices de vida.
PD. Visita en facebook: Consultoría y
Asesoría Filosófica Obed Delfín
No hay comentarios:
Publicar un comentario