martes, 22 de julio de 2014

LAS POTENCIALIDADES Y CAPACIDADES DEL SUJETO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Los procesos para dar rienda suelta a las potenciales capacidades que cada individuo contiene en sí necesitan ser parte integral de programas de formación, los cuales deben ponerse en práctica de manera inmediata. Un primer aspecto a considerar, es aprehender el contenido de tal o tales programas en función de sus metas personales, sociales, empresariales… hay que aprender las líneas básicas que se enmarcan en el propósito general que un individuo se ha trazado.

Una segunda cuestión es buscar ampliar lo que cada uno de nosotros hemos aprendido en  nuestra experiencia, en nuestro proceso reflexivo personal y social, esto es, lo que hemos elaborado con sus propias ideas y pensamientos. Lo que generalmente denominamos nuestra propia filosofía de vida.  Otro aspecto a tener en cuenta, es compartir y enseñar lo que hemos aprendido con otras personas, para así aumentar y fortalecer nuestra propia comprensión de ello; aquí estamos en un proceso de cooperativo de aprendizaje, lo que nos permite conformar un vocabulario común para el intercambio, que nos permite desbloquear la percepción que generamos entre nosotros mismos.

Compartir lo que hemos y vamos aprendiendo nos lleva aplicar nuestros saberes de manera directa con los otros, en este intercambio ponemos nuestros saberes a prueba en circunstancias inmediatas. Lo cual permite reforzar unos saberes y rebatir otros. Ya que estos saberes están en función de unas metas, un propósito general y conjunto o equipo de personas. Por último, en este proceso de formación es necesario controlar los resultados; ya que el análisis de los resultados nos permite evaluar si estamos en el camino correcto para alcanzar las metas propuestas. Asimismo, el control de los resultados nos permite visualizar si es necesario o no iniciar nuevamente un programa de formación. Recordemos que los programas de formación pertenecen a círculo constante de aprendizaje.     

Toda formación y crecimiento efectivo y eficaz se caracteriza por este proceso cíclico de desarrollo paso a paso. Cuando nos percibimos capacitados en principios personales,  sociales, gerenciales a través de este proceso continuo nos liberamos de viejas fórmulas, que muchas ya no son efectivas para nuestro desempeño personal y laboral. Pues, éstas se han convertido en patrones arcaicos de pensar, de hacer, de comportarnos, lo que impide llevar a cabo un mejor desempeño en nuestros haceres.  

Por el contrario, cuando nuestros programas o estructuras de formación están orientados y motivados a la configuración de nuestro ser-hacer, a lo que el sujeto es, las personas, organizaciones y empresas descubren maneras eficaces de lograr que sus estructuras, sistemas y estilos sean más congruentes con las misiones, valores, roles y metas que se han planteado. Logran ser más integrales en la relación pensar-hacer.

Determinar estructuras eficaces de programas de formación nos permite romper barreras, que en muchos casos son espejismos que nos hemos elaborado nosotros mismos. Un programa de formación, concebido en función del sujeto, debe tener como principio romper la barrera humana o statu quo de nuestra labor diaria, de nuestro hacer-pensar diario; cosa nada fácil por demás, pero necesario para alcanzar un desempeño más beneficioso en nosotros como persona, como vecino, como gerente, como obrero…   

¿Por qué es tan difícil romper esa barrera humana? Entre otras respuestas, porque frecuentemente consideramos que nosotros somos más una limitación o un impedimento que una ventaja y una oportunidad. Y esto es algo que debemos revertir, es decir, debemos comenzar por concebirnos como oportunidades y ventajas; debemos abandonar esa manera de concebirnos como limitaciones o impedimentos, que es como por lo general nos vemos y nos pensamos. Esta es una primera barrera que hay que superar. Pero no en un mero hablar, no en una mera declaración “de que ahora me declaro soy esto y lo otro”, se debe llevar a cabo en un proceso reflexivo, en el cual está involucrado constantemente nuestro pensar-hacer. Y eso necesita constancia y trabajo.    

Así podremos superar el bajo rendimiento que está institucionalizado en lo personal, en lo social, en lo organizacional, lo empresarial. Y que se refleja en las estructuras, en los sistemas, en los procedimientos y en los procesos de nuestro hacer y de nuestro pensar. Un programa de formación y desarrollo debe emanar de forma natural la perspectiva, la misión y los principios de la persona, de la organización, de la empresa; pues sin esto se estaría creando una artificialidad que no responde a ninguna necesidad.

La formación de las personas debe intentar aumentar el poder de la gente para elevarse desde sí mismo, para encontrar y mantener el rumbo que ella misma se ha determinado; avanzar con buena disposición hacia lo que viene, que necesariamente no es algo desconocido; hay que dejarse guiar tanto por la imaginación como por la memoria, pues éstas nos permiten abandonar miedos y fracasos del pasado. Todo esto con el fin de dar un salto cualitativo y cuantitativo en nuestra labor, en nuestro hacer, pues esto nos permitirá introducir cambios en nuestros hábitos, en nuestras directrices de vida.




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