sábado, 8 de febrero de 2025

HEMOS SIDO VULGARES


 

Aquellas canciones se encontraban ya muy de moda entre la población de esa época, ya que en el artículo de prensa el comentarista decía lo siguiente, “pero, sobre todo, lo que me ha incomodado más ha sido la libertad con que se entonan por esas calles y en muchas casas una porción de cantares donde se ultraja la inocencia y se ofende la moral por muchos individuos no sólo de la más baja extracción, sino también por algunos en quienes se debería suponer una buena crianza”

El comentarista de prensa no se refiere al reguetón ni a nada parecido del siglo 21, se refiere a la guaracha en La Habana entre finales del siglo 19 y principio del siglo 20. Porque nosotros hemos sido vulgares por esa jeta toda la vida y nada nos ha pasado.

Los comentarios moralizantes a lo largo de la historia universal siempre han terminado siendo relativos, por cuanto están sometidos a los vaivenes de las épocas. Por lo mismo no tienen asidero, forman parte de un tiempo determinado y ahí se quedan. La moral es relativa y depende de un conjunto de factores, que al cambiar los mismos aquello que era inmoral deja de serlo y se convierte en algo de todos los días.

Por eso es que los moralistas son aburridos. Y pasan pronto de moda. Por ejemplo:

La conmemoración del día del orgullo gay toma como referencia un suceso trágico en una discoteca de Nueva York en la década de los sesenta o setenta. Aunque tal día, hoy parece más una mera fiesta trivial que una conmemoración a una tragedia. Y estos celebrantes olvidan que:

El continente americano fue sometido al genocidio, por parte de los conquistadores europeos, al tomar como justificación la práctica sodomita de los aborígenes. Entre los postulados para justificar este genocidio estuvo la rebeldía reiterada de los aborígenes, el canibalismo, la práctica de sacrificios humanos y los sodomitas. Con estos preceptos se autorizó por parte de la iglesia católica y del reinado de España el exterminio sistemático de grupos humanos en América. Que, además, abarcó el exterminio cultural del continente.

El exterminio humano y cultural nunca aparece en ese día del orgullo gay, porque el exterminador terminó convirtiéndose en sodomita. Aunque, ya lo era, pero no había salido del closet. Que el europeo se haya dedicado, todo el siglo XVI y XVII, ha exterminar extensos grupos aborígenes por una práctica sexual, deja en pañales a Auschwitz. Lo hace ver como una minucia. Claro, los americanos originarios no tienen Hollywood.

Hasta ayer, si alguien quería desprestigiar a una persona se hacía correr el rumor de que era marico. Si era una persona pública, tal infundio lo colocaba en la cuerda floja. Actualmente, se utiliza la acusación de pederasta, se ha hecho popular esto último. Porque a nadie le importa si es homosexual o no. El agua derramada, derramada está. Ya no se recoge. Pero la memoria histórica es otra cosa. Es el recuerdo de que los civilizados solo eran unos barbaros.

Los moralistas van desde el rechazo y la condena de otras formas de vida y sus costumbres hasta cualquier justificación que justifique y su ignorancia. Los moralistas se fundamentan en motivos de raza, etnia, religión, política o nacionalidad, cualquier cosa es buena para justificar un genocidio. Los moralistas de cualquier siglo, como aquellos de los siglos de conquista, autorizan y aplauden que se esclavice a rebeldes, a sodomitas y caníbales; que se los someta a trabajos forzados para tratar de corregirlos de sodomía, canibalismo y sacrificio humano.

"No fue así lo que hicieron los dzules cuando llegaron aquí. Ellos enseñaron el miedo, vinieron a marchitar las flores. Para que su flor viviese, dañaron y sorbieron la flor de nosotros". Se lee en el Chilam Balam de Chumayel.


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