Uno antes cuando
utilizaba el Metro veía culos buenos, bien arregladas, bañadas, perfumadas.
Ahora no, solamente viejos, a toda hora lo que se ve son viejos. La razón es muy
sencilla: el Metro no les cobra pasaje a los viejos.
Por tanto, el
único medio que tienen para desplazarse en la ciudad es el Metro. Porque los
buseteros no los van a perdonar y les van a cobrar sus 50 centavos de dólar
para ir y otros 50 centavos de dólar para venir. Y esos no tienen esa plata
para pagar el pasaje.
¿Y dónde caen?
En el Metro
Geriátrico.
Por esa razón, y
otras muchas más, es que el Metro se ha convertido en el lugar de la
desesperanza.
No obstante,
ahora el Metro se arrechó y estableció que todo el mundo debe poseer una
tarjeta SUVE para andar en el sistema. Tengo entendido que hay tres colores, a
saber: Una roja para las personas en edad laboral activa; una azul para los
estudiantes y la tarjeta amarilla para los pellejos, los vejetes.
Las mujeres son
viejas a los 55 años de edad y los hombres a los 60 años.
Se jodieron
aquellos que promulgaban que "la vejez es una idea".
Ahora, la vejez
es una tarjeta amarilla.
Además, esos
mismos pellejos que se la pasaban diciendo que "la vejez es una
idea"; ninguno protestó ni dijo que él quería comprar la tarjeta roja,
porque "la vejez es una idea".
No, él compró su
tarjeta amarilla. Que es un pago único de unos 80 centavos de dólar y de ahí en
adelante queda exonerado hasta que lo cremen, incluso si quiere lo pueden
cremar con la tarjeta amarilla y todo.
Yo hice mi cola,
el primer día, y compré mi vaina. Sin ningún problema.
Bien, en los
torniquetes hay unos lectores de tarjeta, son nuevos. Los tarjetas rojas ponen
su tarjeta y la maquina dice: ¡Bienvenido!
Cuando los
tarjetas amarillas ponemos la tarjeta en el lector, la maquina dice: "Exonerado,
viejo coño e madre", y cuando ya uno pasa le grita "Mardito".
Y está bien así.
¿Por qué coño hace tanto viejo en este planeta? La naturaleza es para cachorros
que llegaran a adultos. La naturaleza no es para viejos, miren National
Geographic. La naturaleza solo admite adultos aptos, los viejos son mera
carroña. Es jodido, pero es así.
El Metro como
lugar de la desesperanza y la demencia senil, también alberga su departamento
de ventas de chucherías. Hoy había dos carajos durmiendo en el piso del vagón,
eran de esos carajos que limpian el piso del vagón con un trapo que está más
sucio que el piso.
En el vagón que
me monté había una vieja dándosela de aséptica, murmuraba que hedía. Como no va
a heder, si todavía hay gente que medio se baña. Ya el jabón apareció, pero el
agua en muchos lugares no.
La vieja venía
con sus remilgos de limpieza y uno de los carajos que estaba tirado durmiendo
en el piso del vagón, por un frenazo del Metro, se despertó y seguro que se
acordó que tenía que pasarle el trapo al piso a ver si le daban algodón, se levantó
todo turulato y le pasó el cuerpo y los brazos a la vieja, casi la abrazó. A la
vieja le dio repeluzno y empezó a sacar toallitas desechables para limpiarse la
ropa y los brazos.
Que verga.
La vaina con los
viejos es esa. Hay que ir pensando en cómo despedirse a la llanera de este
planeta. La vejez no es vida. Vida es beber, fornicar, volver a beber y volver
a fornicar.
La familia no
mata al viejo, no porque lo vayan a meter preso, eso sería lo de menos, sino
porque no quiere sentir la ausencia de la soledad que genera toda muerte.
Porque nadie llora por el muerto, sino por la soledad que siente. Eso es el gen
egoísta.
Hasta ante la
muerte somos egoístas.
Pero ni modo.
No estaba muerto
andaba de parranda, dice la canción.
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