jueves, 27 de febrero de 2020

VOLUNTAD DE PODER



¿Cuánta voluntad de poder poseemos para sobresalir con el desarrollo de nuestras fortalezas? ¿Tenemos claro nuestro proyecto de vida? ¿Somos capaces de reírnos de nosotros mismos? Estas preguntas las abordaremos desde la perspectiva de Nietzsche.
Para Nietzsche, las historias sociales y personales son elaboraciones racionales de emociones apaciguadas. Por ello es necesario integrar los aspectos racionales, emocionales y corporales que nos conforman, hacer convivir a Apolo y Dionisio. El primero está regido por la razón, la claridad y la decisión, el segundo por las emociones, los impulsos y el gozo. Es reconocer los sentimientos y sus vínculos en nuestro pensar-hacer. Cómo integrar y desarrollar la racionalidad y las emociones que nos constituyen, es un desafío constante integrar la racionalidad de Apolo y la afectividad de Dionisio.
Además, este mundo de acciones prácticas que encaramos cotidianamente tiene relevancia y fuerza propia para vivirlo. Por eso debemos entender que todo está en este vivir, y en el cual falta la plenitud absoluta. Por eso nos desarrollamos como sujetos en medio de problemas y en medio de incertidumbres construimos nuestras relaciones. Que este mundo es, a la vez, un marco de restricción y competencias, y en él nos toca vivir.
Por tanto, debemos encarar nuestro mundo con sus contradicciones y desplegar en él nuestro proyecto de vida, sabiendo al mismo tiempo que nuestras elecciones requieren decisión, fuerza de voluntad para sortear los obstáculos, resistir caídas y celebrar nuestros éxitos. Al reconocer nuestro mundo hace que aparezca nuestra la voluntad de poder, pues no bastan las buenas razones para iniciar nuestro proyecto o conquistar nuestras metas; junto a éstas necesitamos nuestra voluntad de poder,  para buscar los recursos que necesitamos para lograr lo que nos planteamos, construir las redes de ayuda necesarias, tomar decisiones adecuadas y encarar los conflictos de manera favorable a nuestro fin.
Ya que el mundo es, a la vez, posibilidad y resistencia, horizonte y límite. En esto consiste la contradicción del mismo. Muchas veces tenemos todos los argumentos racionales para actuar, pero éstos son paralizantes; o no tenemos ninguna razón estructurada pero estamos dispuestos para la acción. Esto quiere decir que nuestra pensar-hacer se mide por el poder y las posibilidades de acción con que construimos nuestro proyecto de vivir.
En este accionar tenemos que incluir el devenir, que excluye toda verdad absoluta e inmóvil, toda identidad y no-contradicción. Ya que el devenir es parte esencial de nuestra realidad; esto quiere decir que somos algo inacabado e indefinido; una mezcla de pasado, del presente que estamos encarando y del futuro por realizar. Somos un siendo, un algo que se está realizando.
Nuestro despliegue hacia ese proyecto que estamos construyendo, hacia ese vivir que no podemos asegurar plenamente, hacia ese horizonte que presenta riesgo porque es la aventura de hacer es por medio de la acción. Con la cual generamos nuestra transformación, alcanzamos nuestras metas y direccionamos nuestro vivir. La verdad de nuestro vivir está en el hacer. Por tanto, filosofar está en realizar las acciones necesarias para conocernos, transformarnos y llegar a ser.
Ahora bien, tenemos que tener cuidado porque el exceso de razón nos convierte en sujetos serios y nos aleja del buen humor. Nos tomamos tan en serio a nosotros mismos, a nuestras historias, nuestros dolores, que no sabemos reírnos de nosotros mismos o hablar de nosotros con soltura y desenfado. Debemos aprender a reírnos de nosotros mismos, de nuestros pobres dolores, de nuestra pesada realidad, para, de esta manera, estar mejor dispuestos a entrar en las zonas más profundas de nuestro pensar-hacer.

Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín

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