sábado, 1 de febrero de 2020

GOBERNAR



El arte de gobernar, en su sentido externo e interno, tiene muchas interrogantes, tomemos algunas: ¿Somos capaces de tomar decisiones que no sean del agrado de todos? ¿Qué capacidad tenemos para liderar? ¿Cuál es nuestra capacidad en el manejo de crisis? ¿Qué grado de autoridad tenemos en nuestro entorno? Qué responderíamos a estas preguntas.

El primer aspecto del gobierno externo, no del gobierno de sí mismo, tiene algo que ver con lo que llamamos empatía, esto es, que se centra en la generación de vínculos afectivos con las demás: que lo quieran a uno, que lo admiren, que lo sigan, como si el amor fuese la fuente que asegura la autoridad. Pero esto no es del todo correcto, aunque sirve para manejar muchas situaciones.

Gobernar se mide por la capacidad de manejar y enfrentar crisis. Pues como dice el dicho gobernar en tiempos de paz y prosperidad es asunto fácil, lo complicado es en momentos difíciles. Por esta razón, es que nos debe interesar conocer cuál es nuestra capacidad para tomar decisiones que no sean del agrado de todos, porque en los momentos de dificultad no puede temblarnos la mano, ya que nos podría costar el gobierno.

La característica fundamental de los humanos es la inestabilidad, somos seres cambiantes en nuestros deseos y preferencias, queremos algo un día y otra cosa al siguiente; prometemos fidelidad en tiempos de bonanza y rompemos la misma en momentos de escases; vivimos deseando múltiples cosas. Por eso fundar el poder en esa volubilidad es un sin sentido, ya que no podemos prever cuál será nuestro comportamiento. Por eso, Maquiavelo que sabía de estas cosas, recomendaba fundar el gobierno en la “fuerza propia”, lo que él denominaba «la virtú». ¿Qué es la fuerza propia?

La fuerza propia se compone de cuatro elementos: 1) Prudencia, la más importante de las cuatro, es la capacidad de observar los riesgos y las posibilidades cuando están emergiendo para tomar las acciones oportunas. 2) Potencialidades propias, es decir, nuestras fortalezas y capacidades, para ejecutar acciones y tomar decisiones que muestren nuestra autoridad y poder; nadie puede dudar quien gobierna. 3) Saber asociar, es la capacidad de generar coaliciones, acompañamientos, apalancamientos, de generar apoyo para el ejercicio del gobierno; capacidad, porque sin una buena coalición es imposible gobernar. 4) Dominio del relato, es la construcción de un relato que aumente la lealtad y adhesión, que inhiba las acciones que amenazan el gobierno; aunque este relato tiene la finalidad de consolidar la confianza y el cariño está fundado en la autoridad.

Prudencia para prever y actuar en forma oportuna y adecuada; potencialidades propias para ser reconocido como autoridad; saber asociar de manera adecuada para consolidar el gobierno, y el dominio del relato con elemento vinculante para procurar adhesión; son las cuatros características fundamentales para ejercer el gobierno.

Todo gobierno necesita consolidarse y aumentar su poder, para esto es necesario transformar la prudencia, las potencialidades propias, el saber asociar y el dominio relato en mecanismos adecuados para el ejercicio del poder y la resolución de problemas.

Con estos elementos podemos convivir y reducir las tensiones, conformar un vivir reglado y ordenado que nos permita hablar pacíficamente; hacer de la prudencia una institución para minimizar los roces que se presentan diariamente, desarrollar nuestras potencialidades para disuadir a quienes se nos quieren imponer y el relato lo conformaremos a partir de la identidad común que nos une.

Por todo lo anterior, nuestro vivir requiere prácticas, políticas y mecanismos para que las naturales tensiones que se presentan puedan discutirse y llegar así a una solución; requiere de recursos propios de poder que nos hagan respetables y escuchados, lo que nos da influencia social y liderazgo, nos confiere identidad y unidad interior.

Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín


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