jueves, 25 de septiembre de 2014

PERCEPCIONES, ACTITUDES Y COMPORTAMIENTOS PARA ACCIONES EFECTIVAS: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

El origen de la mayor parte de las dificultades en la comunicación radica, primero, en la percepción individual o grupal que se tiene del otro; segundo, en la credibilidad que se tenga sobre el o los individuos que intentas generar un proceso de comunicación. 

Con respecto a la percepción, tenemos que captamos nuestro entorno según un conjunto de experiencias, individuales y colectivas, que hemos acumulado a lo largo de nuestro pensar-hacer. Por ello, definimos nuestros territorios según nuestros marcos de referencia o mapas, que vamos elaborando constantemente. De este modo, nuestras percepciones son inducidas por nuestra experiencia, la cual influye sobre nuestros sentimientos, creencias y comportamiento. En esto radica nuestra identidad narrativa individual y colectiva. 

Cuando se generan conflictos entre la percepción y la credibilidad, éstos pueden acabar en problemas complicados, no siempre del todo ciertos. Pues, a menudo se producen o «conflictos de personalidad» o «rupturas de comunicación», en casos más difíciles ambos a la vez. Muchos problemas de credibilidad se pueden resolver cuando ambas partes se dan cuenta de que éstos son originados por un asunto de percepción, en este caso, de falsa percepción. Acá se necesita un diálogo abierto y franco.

Para hacer posible el diálogo, éste tiene que fundarse en un conjunto de actitudes y comportamientos eficaces para resolver los problemas de percepción y credibilidad. Con respecto a las actitudes, éstas deben modificarse para dar paso a una nueva percepción. Por ejemplo, debo presuponer que el otro obra de buena manera; no cuestiono anticipadamente  su sinceridad ni sus buenas intenciones, es decir, no genero prejuicios. Me planteo cuidar esta relación porque quiero resolver la diferencia de percepción que se ha producido, ya que posiblemente no conduce a nada. Puedo solicitar la ayuda del otro para ver la situación desde su punto de vista, e incluso generar otro punto de vista. En este sentido, estoy dispuesto a ser influido por la percepción de la otra persona y dispuesto a cambiar. Esto no es el abandono de mi personalidad, ni de mi visión del mundo. Es una apertura necesaria.

Mi comportamiento también debe modificarse, pues estoy en medio de un conjunto de acciones prácticas en las que interactúo con otras personas. En este comportamiento efectivo, en primer lugar, debo aprender a escuchar para comprender al otro, ya que éste tiene y quiere decirme algo. Me habla porque quiere transmitirme algo. En segundo término, debo aprender a hablar para ser comprendido; el hecho de que yo hable no significa que todo el mundo ya me entiende. Recordemos que tenemos percepciones fundadas en narrativas diferentes, y estas percepciones pueden estar en conflicto o andar por carriles paralelos. Nada asegura que cuando hablo todos me entienden, e incluso me pueden entender en grados diferentes.

De allí que muchas veces, debemos comenzar nuestro diálogo a partir de un punto de referencia común o de un punto de acuerdo. Esto es importante, porque establecemos desde el inicio puntos comunes de entendimiento, y así podemos avanzar hacia las áreas de desacuerdo o conflictos. Al comprender este principio de entendimiento cambia nuestra manera de dialogar.  

Al plantearse este modo de dialogar se establece el principio de la posibilidad. Pues en vez  de decir «esto es de esta manera», como si fuese una verdad absoluta, planteo que veo tal situación «de una manera determinada»; acá abro la posibilidad de poner en la conversación un conjunto de percepciones válidas y posibles. En lugar de decir «esto es así», puedo plantear que «desde mi punto de vista» o  «en mi opinión». El efecto entre los dialogantes es diferente.  

Esta manera de expresarnos admite que la opinión de los otros es válida y que debe ser tomada en cuenta. Lo que decimos al otro, es que él es importante; que su opinión al igual que la mía es legítima y respetable; que quiero comprender cómo él ve las cosas. Y cuando no estamos de acuerdo con la otra persona, podemos decir con todo respeto «veo las cosas de forma diferente, comparto contigo cómo las veo yo». Aquí volvemos al aspecto de la credibilidad, porque esto tiene que ser algo sincero, y no mera retórica. El otro no es tonto, se dará cuenta que luego hacemos todo lo contrario a lo conversado. Allí nuestra credibilidad se esfuma.

A través de nuestras palabras y nuestras acciones construimos nuestras relaciones, de allí la necesidad de una sólida credibilidad. Lo que le da dimensión a la comunicación es el tipo de relación que establecemos. Sino establecemos una credibilidad cierta nuestras las líneas de comunicación estarán llenas de conflictos, debido a que establecemos relaciones interpersonales precarias.

Cuando nuestras relaciones se encuentran en tensión debemos tener cuidado con la expresión verbal y corporal que empleamos. Pues corremos el riesgo de ofender, de provocar una escena o de ser malinterpretados, y todo esto por una percepción tal. Cuando las relaciones son deficientes por falta de credibilidad, nosotros nos volvemos suspicaces y desconfiados, convertimos a la otra persona en alguien incapaz de generar un diálogo efectivo, y nuestros significados e intenciones están mediados por una experiencia de desagrado.


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