En la práctica
de la consultoría filosófica es necesario estudiar constantemente las
cuestiones que se refieren a la cultura de la gente, con el objeto de mejorar
las puestas en práctica de las estrategias y los logros que cada individuo
desea integrar en su vida personal y cooperativa con los otros.
Pues el
hacer-pensar personal tiene la voluntad de pasar por una relación constituyente o un
conflicto, si es necesario, con su propio ser y hacer. Ya que el sujeto pone sus cuestiones sobre el tapete, con el objeto de afrontarlas y
lograr un profundo compromiso consigo mismo, lo que redundará en reflexivas y
eficaces decisiones. Pues éste se ha comprometido con un pensar-hacer reflexivo.
El poder de
ser líder de sí mismo radica, en primer término, en poseer un carácter
honorable consigo mismo y luego con los demás. En segundo lugar, en ejercer el
ejercicio de ciertas reglas y principios por el poder que nuestra voluntad se
impone así mismo, y con los otros. En muchos casos no somos líderes de nosotros
por miedo de asumirnos como sujetos de nuestras propias acciones.
Tememos lo que nos pueda ocurrir si no hacemos aquello que se nos pide. En este aspecto,
estamos un otro u otros ejercen un poder coercitivo sobre nosotros; nos movemos
por un poder externo. En este caso, nuestra sumisión se ha creado va el manto del miedo de lo
que me va a suceder o voy a perder si no hago o no cumplo con lo que ese poder
externo me ha pedido. Incluso ese poder externo me lo puedo haber creado yo.
Por qué
debemos asumir nuestro propio liderazgo. Una respuesta posible, entre otras,
puede ser que al ser líderes de nosotros mismos obtenemos los beneficios
propios de ser eso que nos hemos planteado ser. Obtenemos, de esta manera, un
poder utilitario de nosotros mismos; ya que el poder que se da en esta relación
conmigo mismo se basa en un intercambio útil de bienes y servicios. Bienes y
servicios de mi pensar-hacer, que me lleva a sentirme y saberme placentero para
conmigo.
Al
desplegar un liderazgo honesto, reflexivo y honorable conmigo mismo, desarrollo
una calidad personal que se basa en establecer relaciones sinceras con las demás personas,
relaciones que se fundan en la honestidad de creer en el hacer-pensar que ellas
están llevando a cabo. Las relaciones se establecen en la confianza, el respeto
y la honradez mutua.
El poder coercitivo se fundamenta, ya es
sabido, en el miedo. Impide el liderazgo personal y el interpersonal, ya que
todas las relacione se asientan en el miedo. Denominar al individuo coercitivo
«líder» es un contrasentido, pues no tiene seguidores. Lo que tiene a su
disposición, de manera forzada, son seres que están al acecho para tomar
revancha. No se establece, por tanto, ninguna relación honesta ni de confianza.
Lo que espera el individuo coercitivo de los demás es sumisión.
El enfoque de la coerción o de “mano dura”
es poco defendido en público, incluso es abiertamente rechazado. Pero muchos lo
usan; sea porque se justifica frente a algunas amenazas que se ciernen sobre los
resultados que se desean alcanzar, o porque se considera conveniente y parece
funcionar en un momento o situación determinada. Es algo que se debe evaluar,
no se puede asumir una posición determinante a priori.
Lo que sí es cierto es que su práctica y
eficacia de manera permanente y continua es mera ilusión. Ya que el poder
coercitivo termina imponiendo sobre los individuos una nefasta carga
psicológica y emocional, que a la larga alienta la sospecha, la mentira, la
deshonestidad y la disolución del individuo y de toda posible relación
interpersonal.
Establecer un
conjunto de relaciones personales, comunitarias, organizaciones y empresariales
sólo mantenidas y unidas por lo utilitario,
puede llegar a ser perverso. Aunque se dé la sensación de equidad y justicia en
éstas. Pues aunque los individuos sientan que se les retribuye equitativamente
por lo que dan, la relación se mantendrá hasta que éstos se den cuenta que sólo
son un algo utilitario. Acá estoy haciendo uso de lo «utilitario» de manera
diferente a como he planteado el «poder utilitario». El segundo emana de mi
propio pensar-hacer, el primero del uso de un individuo por el otro.
La sumisión que se funda en lo utilitario es
una relación influida por el control. Se reconoce la acción con los otros desde
la perspectiva de no fiarse mucho de ellos. Las personas van unas tras otras porque les resulta funcional, les sirven para algo. Esto es, les permite el acceso a
aquello que alguien controla gracias a su posición social o laboral, su pericia
o a su carisma. Tengo al otro como un objeto de uso.
La naturaleza de este seguimiento es respuesta
de utilidad. Las relaciones basadas en lo utilitario conducen al individualismo
mezquino, no al trabajo en equipo y a la eficacia del grupo. Ya que cada
individuo busca su beneficio, y cuando esta actitud se institucionaliza el
individuo es recompensado por prestar atención a sus propias perspectivas y
deseos. Algo muy propio en nuestro pensar-hacer cotidiano.
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de Caracas)
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