martes, 16 de septiembre de 2014

HONOR Y LEGITIMACIÓN EN EL LIDERAZGO DEL SUJETO: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

Cuanto más honrados y respetados nos consideramos a nosotros mismos más genuinamente podemos establecer relaciones con los otros. Y de allí podremos generar algún tipo de liderazgo legítimo con respecto de los demás, y ellos sobre nosotros. Pues recordemos que el liderazgo no actúa en un solo sentido, es bidireccional. Se pueden mencionar muchos aspectos a considerar en la interrelación de liderazgo, los cuales pueden hacer posible que aumente el honor y el poder en la praxis del liderazgo.

Por ejemplo, consideremos en primer lugar, la persuasión. Ésta incluye en las actividades del liderazgo un compartir de razones y razonamientos, en la que es necesario defender con firmeza razonada una posición o un deseo manteniendo, a la vez, un auténtico respeto por las ideas y perspectivas de los otros. Si el líder impone sus ideas sobre los otros, entonces no persuade, solo es impositivo. No debemos confundir imponer con persuadir. La persuasión radica en explicar los diferentes porqués y cómos a los demás. Lo que conlleva al compromiso de las partes que han entendido las razones aducidas, y se ha establecido, además, un proceso de comunicación para alcanzar beneficios mutuos y resultados satisfactorios.

Otro aspecto que podemos considerar en el liderazgo es la paciencia en los procesos y con las personas, algo difícil para los temperamentos coléricos. Mantener la paciencia, a pesar de los errores, defectos e inconvenientes producidos durante los procesos, que pueden ser tanto del líder como de los otros, es algo necesario. Pues muchas veces, las expectativas y metas que se han fijado no son alcanzadas satisfactoriamente. Y allí se genera un estado de impaciencia. Es necesario, entonces, restablecer una perspectiva de mediano y  largo plazo, con el compromiso de seguir fiel a los objetivos planteados teniendo en cuenta que los obstáculos y los contratiempos inmediatos son parte inherentes de todo proceso.

La delicadeza en el trato, eso que muchos llaman tratar a la gente con guante de seda, es relevante en y para la consolidación de un liderazgo, esto no quiere decir un trato hipócrita. La delicadeza en oposición al rigor, a la dureza y a la presión extrema cuando se afrontan puntos vulnerables evita desplantes innecesarios, y heridas en los sentimientos de entre quienes están involucrados en llevar adelante un proceso determinado. El trato cortes y firme siempre es imprescindible para expresar los diversos puntos de vista en los equipos de trabajo, las relaciones sociales, la vida familiar…

Algo que debe tener un individuo que se plantea desarrollar un liderazgo personal, comunitario, organizacional o empresarial es la disposición franca de aprender de los demás. Saber que el otro  tiene siempre algo que aportar directa o indirectamente a las alternativas de solución. Y además, que siempre estamos en un proceso de aprendizaje. Estar dispuesto a aprender de los demás significa que no tenemos las respuestas ni los datos para todo; que estamos abiertos a escuchar; que valoramos los diferentes puntos de vista, juicios y experiencias que los otros tienen y que son válidas.

Otro de los aspectos cardinales en todo liderazgo honorable es la aceptación de los otros. Que consiste en abstenerse de elaborar de prejuicios innecesario sobre los otros. Y dijo prejuicios, a esa acción y efecto de prejuzgar, de dar opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable acerca de algo que se conoce mal, tal como lo define el DRAE. No me refiero a juicios, ya que éstos son parte inherentes de nuestro hacer. Al abstenernos de elaborar prejuicios sobre los demás permanecemos en una actitud abierta; otorgamos el beneficio de la confianza inicial, no exigimos ni la afirmación ni la negación de la estima del otro; asimismo el otro nos dará su confianza y su apertura.  

La sensibilidad, la preocupación y la consideración para con los otros, es decir —el cuidado del otro— determina los tipos de relaciones que establecemos con las personas. Tener presente la condición humana del otro es fundamental para establecer relaciones sinceras y cooperativas. No hay pequeños detalles, hay detalles y consideraciones a los cuales hay que estar atento; y en caso de cometer un error en la consideración del otro, siempre está la posibilidad abierta de pedir disculpa o perdón.     

Ya he indicado antes la necesidad de tener una actitud sinceramente abierta. No que sea un mero slogan. Una actitud abierta se funda en un pensar-hacer abierto y tolerante. No es una actitud externa, es una condición de ser. Una actitud abierta operativamente consiste en reunir información precisa sobre los otros, para detectar cuáles son sus perspectivas personales, sociales o empresariales, depende en cuál ámbito se desarrolle, para que éstas puedan convertirse en un valor de acción, de praxis. Lo cual está más allá de concentrarse exclusivamente en el comportamiento de los otros. Es lograr resultados a partir de sus perspectivas.

Antes he indicado que siempre está abierta la posibilidad de la disculpa, del perdón; esto lo denomina Covey la confrontación compasiva. Ésta consiste en reconocer el error, la equivocación propia o colectiva, y la necesidad de que todos, en equipo, se comprometan corregir la dirección errática en que se pueden encontrar en un momento dado. Para ello es preciso establecer un contexto de auténtica preocupación y sinceridad en el equipo, con el objeto de hacer sentir a todos que es posible arriesgarse a tomar iniciativas sin menoscabo de la seguridad del equipo, pues hay mutua confianza.

La consistencia personal en el pensar-hacer determina el modo en que el liderazgo se despliega. Si planteo un liderazgo de persuasión, pero práctico un liderazgo que adopta técnicas de manipulación, pongo en entredicho mi pensar-hacer cuando las situaciones no se hacen como he propuesto o como se ha llegado según un acuerdo establecido. Acá enfrentamos una crisis, un cuestionamiento de nuestra consistencia personal, nos encontramos acorralados. Por el contrario, si la consistencia personal, comunitaria, organizacional y empresarial se mantiene en sí, se convierte en un marco de valores, en un código de acciones, que llega a determinar la manifestación del carácter de la persona o de la comunidad que actúa. En última instancia, se convierte en la imagen de quien se es y qué es uno mismo.
           
De la mano con la consistencia personal está la integridad. Que radica en armonizar honestamente nuestras palabras, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestros actos. Con el fin de tener una actitud favorable para con los demás.  Donde los distintos tipos de relaciones se fundamentan en la bondad, en la sinceridad, en la cooperación, en compartir mutuamente, en tratarse y ser iguales; en esto consiste la integridad en cualquiera de los ámbitos en que nos desenvolvamos. De este modo, la persona que actúa en función de principios y descubre el valor que él tiene para sí y para los otros; además, de lo que los otros valen para él.



PD. Visita en facebook: Consultoría y Asesoría Filosófica Obed Delfín

Escucha: “Pasión y Razón” en www.arte958fm.com (todos los martes desde las 2:30 pm, hora de Caracas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario