Cuanto más
honrados y respetados nos consideramos a nosotros mismos más genuinamente
podemos establecer relaciones con los otros. Y de allí podremos generar algún
tipo de liderazgo legítimo con respecto de los demás, y ellos sobre nosotros.
Pues recordemos que el liderazgo no actúa en un solo sentido, es bidireccional.
Se pueden mencionar muchos aspectos a considerar en la interrelación de
liderazgo, los cuales pueden hacer posible que aumente el honor y el poder en
la praxis del liderazgo.
Por ejemplo, consideremos
en primer lugar, la persuasión. Ésta incluye en las actividades del liderazgo
un compartir de razones y razonamientos, en la que es necesario defender con
firmeza razonada una posición o un deseo manteniendo,
a la vez, un auténtico respeto por las ideas y perspectivas de los otros. Si el
líder impone sus ideas sobre los otros, entonces no persuade, solo es
impositivo. No debemos confundir imponer con persuadir. La persuasión radica en
explicar los diferentes
porqués y cómos a los demás. Lo que conlleva al compromiso de las partes que
han entendido las razones aducidas, y se ha establecido, además, un proceso de
comunicación para alcanzar beneficios mutuos y resultados satisfactorios.
Otro aspecto
que podemos considerar en el liderazgo es la paciencia en los procesos y con las
personas, algo difícil para los temperamentos coléricos. Mantener la paciencia, a
pesar de los errores, defectos e inconvenientes producidos durante los
procesos, que pueden ser tanto del líder como de los otros, es algo necesario.
Pues muchas veces, las expectativas y metas que se han fijado no son alcanzadas
satisfactoriamente. Y allí se genera un estado de impaciencia. Es necesario,
entonces, restablecer una perspectiva de mediano y largo plazo, con el
compromiso de seguir fiel a los objetivos planteados teniendo en cuenta que los
obstáculos y los contratiempos inmediatos son parte inherentes de todo proceso.
La delicadeza
en el trato, eso que muchos llaman tratar a la gente con guante de seda, es
relevante en y para la consolidación de un liderazgo, esto no quiere decir un
trato hipócrita. La delicadeza en oposición al rigor, a la dureza y a la presión extrema cuando se
afrontan puntos vulnerables evita desplantes innecesarios, y heridas en los
sentimientos de entre quienes están involucrados en
llevar adelante un proceso determinado. El trato cortes y firme siempre es
imprescindible para expresar los diversos puntos de vista en los equipos de
trabajo, las relaciones sociales, la vida familiar…
Algo que debe
tener un individuo que se plantea desarrollar un liderazgo personal,
comunitario, organizacional o empresarial es la disposición franca de aprender
de los demás. Saber que el otro tiene
siempre algo que aportar directa o indirectamente a las alternativas de
solución. Y además, que siempre estamos en un proceso de aprendizaje. Estar
dispuesto a aprender de los demás significa que no tenemos las respuestas ni los datos para todo; que
estamos abiertos a escuchar; que valoramos los diferentes puntos de vista,
juicios y experiencias que los otros tienen y que son válidas.
Otro de los
aspectos cardinales en todo liderazgo honorable es la aceptación de los otros. Que
consiste en abstenerse de elaborar de prejuicios innecesario sobre los otros. Y dijo prejuicios,
a esa acción y efecto de prejuzgar, de dar opinión previa y tenaz, por lo
general desfavorable acerca de algo que se conoce mal, tal como lo define el
DRAE. No me refiero a juicios, ya que éstos son parte inherentes de nuestro
hacer. Al abstenernos de elaborar prejuicios sobre los demás permanecemos en
una actitud abierta; otorgamos el beneficio de la confianza inicial, no exigimos
ni la afirmación ni la negación de la estima del otro; asimismo el otro nos
dará su confianza y su apertura.
La sensibilidad,
la preocupación y la consideración para con los otros, es decir —el cuidado del
otro— determina los tipos de relaciones que establecemos con las personas. Tener presente la condición
humana del otro es fundamental para establecer relaciones sinceras y cooperativas.
No hay pequeños detalles, hay detalles y consideraciones a los cuales hay que
estar atento; y en caso de cometer un error en la consideración del otro,
siempre está la posibilidad abierta de pedir disculpa o perdón.
Ya he indicado antes la necesidad de tener una actitud sinceramente abierta. No que sea
un mero slogan. Una actitud abierta se funda en un pensar-hacer abierto y
tolerante. No es una actitud externa, es una condición de ser. Una actitud
abierta operativamente consiste en reunir información precisa sobre
los otros, para detectar cuáles son sus perspectivas personales, sociales o
empresariales, depende en cuál ámbito se desarrolle, para que éstas puedan convertirse en un valor
de acción, de praxis. Lo cual está más allá de concentrarse
exclusivamente en el comportamiento de los otros. Es lograr resultados a partir
de sus perspectivas.
Antes he
indicado que siempre está abierta la posibilidad de la disculpa, del perdón;
esto lo denomina Covey la confrontación compasiva. Ésta consiste en reconocer el error, la
equivocación propia o colectiva, y la necesidad de que todos, en equipo, se
comprometan corregir la dirección errática en que se pueden encontrar en un
momento dado. Para ello es preciso establecer un contexto de auténtica
preocupación y sinceridad en el equipo, con el objeto de hacer sentir a todos que
es posible arriesgarse a tomar iniciativas sin menoscabo de la seguridad del
equipo, pues hay mutua confianza.
La
consistencia personal en el pensar-hacer determina el modo en que el liderazgo se despliega.
Si planteo un liderazgo de persuasión, pero práctico un liderazgo que adopta
técnicas de manipulación, pongo en entredicho mi
pensar-hacer cuando las situaciones no se hacen como he propuesto o como se ha
llegado según un acuerdo establecido. Acá enfrentamos una crisis, un
cuestionamiento de nuestra consistencia personal, nos encontramos acorralados.
Por el contrario, si la consistencia personal, comunitaria, organizacional y
empresarial se mantiene en sí, se convierte en un marco de valores, en un código de acciones, que llega a determinar la manifestación del carácter de la persona
o de la comunidad que actúa. En última instancia, se convierte en la imagen de quien se es y qué es uno
mismo.
De la mano con
la consistencia personal está la integridad. Que radica en armonizar honestamente
nuestras palabras, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestros
actos. Con el fin de tener una actitud favorable para con los demás. Donde los distintos tipos de
relaciones se fundamentan en la bondad, en la sinceridad, en la cooperación, en
compartir mutuamente, en tratarse y ser iguales; en esto consiste la integridad
en cualquiera de los ámbitos en que nos desenvolvamos. De este modo, la persona que actúa en función de principios y
descubre el valor que él tiene para sí y para los otros; además, de lo
que los otros valen para él.
PD. Visita en facebook: Consultoría y
Asesoría Filosófica Obed Delfín
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de Caracas)
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