martes, 11 de febrero de 2014

LO RACIONAL Y LO DESIDERATIVO, LO ADECUADO PARA APRENDER A VIVIR: CONSULTORÍA Y ASESORÍA FILOSÓFICA

La filosofía se ha referido a las pasiones, a los sentimientos, a los afecto y en todos estos casos, el término ha evocado algo que el individuo padece, que le sobreviene, que le afecta y que no depende de él. Esta ha sido la tradición filosófica al respecto. En esta tradición, el interés de la filosofía por las emociones, los sentimientos o las pasiones se ha dado desde el punto de vista de la relación que éstas puedan tener con la razón.

La tradición filosófica ha contrapuesto la racionalidad al sentimiento, por lo que ha da preeminencia a la facultad racional sobre la facultad desiderativa de la que nacen mis pasiones, mis afectos o mis emociones.

La tradición ha cambiado y en el presente se atribuye a las emociones una función normativa proactiva, la cual le era atribuida a la razón. Ahora, las emociones son concebidas no como algo que me ocurre, que padezco, sino como algo que yo hago.

El énfasis actualmente en las emociones pretende revertir o cuando menos minimizar la tendencia racionalista que es simplista y falsa. Sin embargo, esta tendencia encarna un peligro, por una parte el de despreciar la función de la razón, por otra quedarse en el nivel más superficial de lo emotivo.

La ética no puede prescindir de la parte emotiva, porque entre sus tareas está el poner orden y dotar de sentido a los afectos y emociones. La ética, como filosofía práctica, no ignora la sensibilidad ni pretende reprimirla, lo que procura es encauzarla en la dirección adecuada. Y aparece la interrogante ¿adecuada a qué? Adecuada a aprender a vivir, respondemos. Que es al mismo tiempo aprender a convivir de la mejor manera posible.
           
La organización, el orden de las emociones es importante para la facultad racional, no para eliminar los afectos, sino para darle a las emociones y la razón el sentido que conviene más a la vida, tanto individual como colectiva. Se trata de conseguir que el bien y los deseos, que la razón y la emoción coincidan, que no haya diferencia entre ambos.

Este enlace de razonamientos y emociones busca un equilibrio emocional, que no es la imposición o represión de la razón sobre la emoción. No se pretende imponer la razón a los sentimientos, se utiliza a la razón para cambiar las emociones y la conducta que de ella se deriva.

Pues a través del razonamiento se generan nuevas emociones, que sustituyen a aquellas  que producen sentimientos perturbadores e inconvenientes para el bienestar de la persona. El Estagirita indica, por una parte, que las emociones nos cambian hasta el punto de afectar nuestros juicios; y por otra, que nuestras cogniciones afectan a nuestras emociones y son las causas de que éstas tengan lugar.

Es la teoría cognitivista la que determina la asociación entre nuestro sentimiento e intelecto, entre nuestro cuerpo y mente, que ahora se intenta recuperar. Según la teoría cognitivista, la estructura de las emociones está constituida por creencias, juicios o cogniciones, además de por los deseos. Como lo señala Davidson, para quien nuestras acciones, por una parte, se explican a partir de unos deseos o pro-actitudes y, por otra, a partir de unas creencias.

En este sentido, las emociones son un complejo de afectos, cogniciones y deseos. De esta manera, al sentir que estamos ante algo que es una amenaza o ante algo que genera nuestra identificación afectiva, de la emoción que sentimos derivamos una acción, una tendencia a actuar; que según el caso, será o el deseo de evitar la amenaza o mantener la empatía que se ha formado.

Los sentimientos, las emociones, en este aspecto, se explican por conocimientos o creencias que la sustentan. Aunque, las emociones pueden proceder de creencias o cogniciones equivocadas, lo que ocurre muchas veces. En uno u otro caso, la causa que genera la emoción es siempre un conocimiento o creencia, cierta o errada, sobre lo que genera rechazo o deseo de afectividad.  

Tanto lo cognitivo como lo desiderativo de las emociones son de interés para la perspectiva moral de éstas. Pues estas disposiciones mentales generan actitudes ante la vida, y su vínculo con el deseo las convierte en disposiciones a obrar.

Nuestras emociones nos proporcionan una orientación, un sentido; el cual viene dado por nuestras cogniciones, nuestras creencias de la realidad; sentido que proyectamos hacia un objetivo el cual favorecemos por nuestro deseo. A través de nuestras cogniciones nos proveemos de una imagen del mundo que habitamos, a través de nuestras emociones y deseos le proporcionamos objetivos  a las cuales aspiramos. 
           

Lo que establece el vínculo entre nuestras cogniciones y nuestros deseos es nuestro estado emotivo. Por medio de mis cogniciones construyo un mapa del mundo, mis deseos me apuntan a recorrerlo o a evitarlo. De allí la necesidad que razón y emoción convivan juntas.

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